Los hijos del tío Tronera: Escena VIII

Escena VIII

MANUEL, INESILLA



INESILLA: ¿A qué vienes?
 
MANUEL: A yebarte
conmigo.

INESILLA: ¿Has perdió er seso,
Manué, que me igas eso?

MANUEL: Es presiso.

INESILLA: Y ¿a qué parte?

MANUEL: Aquí no puéo vivir
sin que aye tar ves mi muerte,
y entre ganarte o perderte
hay poco que esidir.

INESILLA:¿Pero qué has visto, Manué,
pa ponerte en ese empeño?

MANUEL: ¡Un sueño!

INESILLA: ¿Y era...?

MANUEL: Voy aya con él.
Óyeme: la otra noche yo soñaba
que junto ar mesmo río catraviesa
er vesino Árcala, contigo estaba.
Ná se movía ayí: tan solamente
er perro guardián de argún molino
ladraba tristemente.
Del agua turbia entre el raudal travieso
la luna aquí y ayí se rebuyía
reonda como un queso.
Ayí sobre la yerba recostao
y con tu durse vista enagenao,
cantaba en la guitarra mis amores,
y er viento que en los aires se sernía,
como quien jase burla, mis clamores
por la tierra y los sielos repetía.
Pero de pronto, entre er vapó del agua
aparesió un candil, que relusiente
como chispa de fragua,
con triste lus resplandesió en tu frente.
Yo vi una vieja... aquí me maraviyo,
de cara atrós, descomunal joroba,
rusio cabeyo y cara de membriyo,
cabayera en er mango de una escoba.
Ya jasiendo pucheros y visiones,
los clisos con doló nos deregía,
y a veces y a ocasiones
abriendo tanta boca, se reía.
Pero yo no sé cómo, sarmó un tango
de rayos y troná, que hasta er castiyo
con la sacuisión bailó er fandango,
regorviéndose más que un moliniyo.
Y la vieja subióse a una tronera,
y huyó, las baes jasia mi estendiendo:
«¡Nájate!» me gritó, y con rabia fiera
se gorpeó la dura calabera.
«¡Nájate!», por los aires repitiendo.
Frío y sin movisión, como una estauta
ar punto me queé: gorví a mirarte
por una y otra parte,
y solo ayé a mi lao
una armasen de güesos y peyejo,
que me dejó toitico espirrabao.
Dando diente con diente
ar punto me isperté: gorví los ojos...
y ¿qué vi? ¡Er garrafón del aguardiente!
Le di un beso, y ar punto y de repente
sus carisias carmaron mis enojos.

INESILLA: ¡Y qué! ¿Naá más que por eso
te juyes, Manolo?

MANUEL: Sí.
No hay reensión para mí
si otra ves me cogen preso.

INESILLA: ¿Ya onde vas?

MANUEL: A Seviya.

INESILLA: ¿Y no güerbes?

MANUEL: Nunca más.
 
INESILLA: Y ¡qué! ¿Tan resuerto estás?

MANUEL: No hay más remedio, Inesiya;
y si tú me quieres bien,
piensa que me pierdes hoy.

INESILLA: Pus yo contigo no voy.

MANUEL: Y ¿quién te lo estorba?

INESILLA: ¿Quién? Mi honó, mi reputasión...

MANUEL: ¡Gasmoña!

INESILLA: ¿Qué se diría?
Cualquiera se pensaría
argo malo, y con rasón.

MANUEL: ¿Qué jué lo que me juraste,
Inés, junto aqueya esquina?
¿Posible es, mujer endina,
que tan pronto lo orviaste?
¿No tacuerdas?

INESILLA: ¡Por piedá!

MANUEL: ¡Era una noche de luna!
¡Qué alegre con mi fortuna
estaba yo ¿No es verdad?
“Naíden como yo te amo”
me ijistes con mil sonrojos,
y clavando en mí esos ojos
cuyo fuego me abrasó.
Y yo contento y risueño,
y en tu promesa fiando,
aquí me queé velando...:
mientras que no tuve sueño.
¡Nesia jué mi confiansa,
Inesiya! ¡Quién diría
que er viento se yebaría
tu promesa y mi esperansa!

INESILLA: ¡Ay! ¡Ten compasión de mí!
¡Yo tamo! El amor es siego...
¡Nájate! yo te lo ruego,
y libértame de ti.

MANUEL: ¡Najarme en momento tal
cuando estoy enagenao!
¡Vamos! Tú tas figurao
que yo soy argún chaval.

INESILLA: ¡Amarte! Ni que lo creas.

MANUEL: ¡Si tu corasen es blando,
endina! ¡Si estás negando
lo mesmito que deseas!

INESILLA:¡Mi corasen está en carma!
Si ije otra cosa primero,
¡Manué...! jué... ¡porque te quiero
con los reaños del arma!

MANUEL: ¡Qué ventura!

INESILLA: Yo me iré;
pero es mu mala partía.

MANUEL: Tú no vendrás, Inés mía.

INESILLA: ¿Qué no?

MANUEL: Yo te yevaré.

INESILLA: ¡Con que esto es un rauto!

MANUEL: Sí,
presa te yebo en mis lasos.
Esmáyate entre mis brasos,
y échame la curpa a mí.

INESILLA: ¡Bien dises...! ¡Ay! (Se desmaya.)

MANUEL: (¡Mucho pesa!)
¿No me juraste, mi bien,
amarme siempre? Pus ven,
a cumplirme tu promesa.