Los dioses de la Pampa: 17



Con muchas otras deidades que emigraban a la Pampa, también se debía embarcar Temis, con su espada y su balanza. Pero cuentan que no pudo venir; y no se sabe si es que mandó en su lugar a la que hoy reina en las campañas pampeanas, con el nombre de justicia, o si se vino ésta por engaño, asegurando que entendía del oficio, o si -lo que parece más probable- ha sido producto genuino del suelo americano.

Lo cierto es que se portó tan mal que pronto, todos, y hasta sus mismos compañeros olimpianos, bien indulgentes, por cierto, vieron que nada tenía de la gran semi-diosa, nodriza de Apolo, y que ni hija, ni siquiera entenada podía ser de ella.

Usaba pesas más falsas que las del último bolichero y sólo para los débiles era temible su espada.

Interpretando siempre las leyes a favor del poderoso, se tapaba los oídos para no dejarse engañar -decía- por el derecho y la razón.

Lo peor era que se dejaba manejar por los que con el título de defensores del derecho, se hacían los intermediarios de los tráficos más viles. Y cuando no podían éstos entenderse entre sí para despedazar a las partes y repartirse los despojos, acudían a la Diosa, quien, gustosa, les alquilaba sus armas y su prestigio.

Tanto que, un día, el pueblo pidió al Creador que diese una visita por allí y limpiase la Pampa y sus pueblos de la tiranía de esa falsa Justicia que todo lo destrozaba y arruinaba, dejando impune al criminal, y castigando a las víctimas, despojando a la viuda y al huérfano para enriquecer al ave negra mansa, su favorita, sembrando el odio a las leyes, en vez de hacerlas respetar y querer; devorando a los que venían, confiados, a implorarla.

Aseguran que hasta el dios de los dioses llegó la queja de los pobres. Dicen que echó una ojeada en los pueblos de la Pampa y quedó estupefacto al ver la clase de diosa que llamaban allá justicia Criolla, juró que jamás había sido mandada por él, y, armándose de una escoba... nombró una comisión.