Los derechos de la salud: 12


Segundo acto

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(El despacho de ROBERTO. Amplia mesa de trabajo, atestada de libros y papeles en artístico desorden.)

Escena I

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(ROBERTO y RENATA trabajan juntos, terminando de ordenar los originales de un libro.)

RENATA.- ¿Quiere leer, Roberto? Creo que no falta ninguno, pero tengo poco confianza en mi memoria.

ROBERTO.- «Los herejes». Me gusta poco este título.

RENATA.- Tiene tiempo de cambiarlo al corregir las pruebas.

ROBERTO.- «La novena sinfonía», «El imán»...

RENATA.- (Verificando con los manuscritos.) El imán...

ROBERTO.- «El señor Pérez», «El derecho a la tristeza»...

RENATA.- ...A la tristeza... El cuento que menos me gusta... Yo, en su lugar...

ROBERTO.- Necesito completar el volumen y no tengo tiempo ni humor para escribir uno nuevo. Por lo demás todos son igualmente mediocres...

RENATA.- No soy de esa opinión. ¿Por qué no termina éste?... Con un par de plumadas tendría un espléndido broche para cerrar el libro... «Los derechos de la salud».

ROBERTO.- No me tiente, Renata, no me tiente. Deme usted esos originales...

RENATA.- ¿Qué va a hacer?

ROBERTO.- Démelos usted... Sería un crimen publicar semejante artículo en estos momentos. Por la pobre Luisa en primer término, y por el público cuya malignidad encontraría en él abundante asunto de fantaseos y comentarios. ¡Deme usted eso!...

RENATA.- ¿Para guardarlo? (Le entrega el manuscrito.)

ROBERTO.- No. Para romperlo. Así... Así. (Despedazando el artículo.)

RENATA.- (Fríamente.) Ha hecho usted mal.

ROBERTO.- En todo caso siempre hay tiempo de reconstruírlo.

RENATA.- Por eso mismo ha hecho mal, porque acaricia la idea de poder publicarlo algún día.

ROBERTO.- No comprendo.

RENATA.- Más criminal que darlo a luz hoy, sería acechar la oportunidad de poder hacerlo.

ROBERTO.- Le advierto, Renata, que está cometiendo una injusticia.

RENATA.- Más injusto es usted consigo mismo. Volvamos la hoja, ¿quiere?... Los originales están en regla. ¿Piensa usted corregir las pruebas del folletín?... Las han traído hace un rato de la imprenta.

ROBERTO.- Sí.

RENATA.- Yo podría hacerlo...

ROBERTO.- Gracias. Renata. Demasiado trabajo le doy. Yo en su lugar ya me habría declarado en huelga... (Voces en el vestíbulo.) ¿Qué pasa?