Los curdas: 6
Cuadro segundo
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Carlos. -(Corre hacia la izquierda, gritando.) ¡Eh, cochero!... Auriga... Automedonte...
Erminda. -(Remedando.) ¡Auto... móvil!...
El vigilante. -(A CARLOS.) ¡Vamos a ver, mocito, si se calla un poco!
Carlos. -¡Ah, disculpe, señor comodoro! (Canta.) ¡Tran, ta ta, ta, tran!
Vigilante. -¡Que se callen la boca, he dicho, y no hablen tanto! ¿Eh? (Lo rodean todos.)
El Ñato. -(Con acento cordobés.) Vea, agente, que nosotros no hablamos, nosotros cantamos. (Risotadas.)
El vigilante. -Bueno, sigan callados, que será mejor.
Lola. -Y diga, doctor Moreno, ¿y de cuándo es esa orden?
El vigilante. -Vamos, moza, despeje usted también.
Erminda. -¿Pa qué te metés, Lola?
Carlos. -(A voces.) Oiga, agente, respete a las señoras, ¿eh? a las donnas inmóviles...
Adolfo. -Pero qué estamos macaneando; vámonos de una vez. (Tironea a CARLOS.)
El Gallego. -Sí, hombre. ¡Que no acabemos en la cacerola!...
El Tuerto Pérez. -Vámonos, vámonos. ¡Eh, cochero, no te vayás! (Se alejan cantando.)
Carlos. -(Deteniéndolos.) ¡Alto! Párense un poco, señores, que tengo que decir dos palabras a este eminente meritorio guardián del orden público. (Expectativa.)
El vigilante. -(Con tono bonachón.) ¡Pero mocito, no me comprometa!...
Carlos. -(Desasiéndose de ADOLFO, que lo tironea.) Pá... rense un poco. (Al VIGILANTE.) Mire, amigo: Dios me libre de comprometer a nadie... Dígame, ¿qué noticias tiene usted del submarino... Peral? (Alude a la barba del agente.) ¿Ninguna?... ¿Y del aperal?... Pero qué linda pera tiene usted... sin embargo, vea... yo por un buen durazno... tiro la mejor pera... (Se la tira.)
El vigilante. -(Se ríe y lo empuja suavemente.) Pero váyase, pues, que lo están esperando.
Carlos. -(A sus compañeros, que lo tironean.) Un momento. Vigilante: ¿sabe usted quién es el abate Per... osi? ¡No!... Pues esto es de él. (Canta.) ¡Tran, ta, ta, ta, tran!... (Todos se ríen y se disponen a retirarse haciéndole coro. Entra EL CICLISTA tocando timbre. Le hacen lugar, pero CARLOS engancha su bastón en la máquina y la tumba. Carcajadas, interviene el agente.)
El ciclista. -(Abalanzándose sobre CARLOS.) ¿Qué se ha pensao, compadrón?
Adolfo. -(Apartándose.) Discúlpelo, amigo. Está medio pesao...
El ciclista. -¿Y si me rompe la máquina?
Carlos. -El alma le viá romper. ¡Déjenmelo!
El Gallego. -(Al CICLISTA.) Váyase, amigo, váyase. No ve que esta noche no la vamos con peleas... (El CICLISTA se da por satisfecho y se aleja por la derecha, disponiéndose a montar. El grupo se va por la izquierda, cantando.)
El tuerto Pérez. -(Volviéndose al agente.) ¡Adiós, Armonasro!
Erminda. -(Idem.) ¡Che, chaflindai! Cuando tengás tiempo te afeitás, ¿eh? (Desaparecen.)
Carlos. -(Volviendo.) ¡Chist! ¡Chist!... ¡Agente!...
Adolfo. -(Que lo sigue.) ¡Carlos! ¡Por Dios! Vámonos. No seas porfiado. (Lo tironea.)
Lola. -(De adentro.) ¡Muchachos! ¿Qué se han quedado haciendo?
Carlos. -Váyanse ustedes, si quieren. Yo no me muevo hasta decirle otras dos palabras al agente. Aproxímese... Arrímese... per... ínclito. (El agente se acerca.) Mire: el ciclista... ese zonzo con ruedas, llevaba el farol apagado... ¡Córralo, que pueda que lo alcance!
El vigilante. -(Impaciente.) ¡Váyase, pues, amigo!
Carlos. -Sí, señor jefe, ya me voy. Pero, dígame una cosa. ¿De qué sección es usted? ¿De la segunda?... ¿Conoce al comisario?... ¿Me conoce a mí?... (Lo aparta.) Pues bueno. Dígale de mi parte... Carlos Martínez, ¿eh?, dígale que yo... (Le habla al oído.)
El vigilante. -(Indignado, asiéndolo por un brazo.) Bueno, esto se acabó. ¡Marche usted preso!
Carlos. -(Desasiéndose.) ¡Eso será si quiero! ¡Si se me antoja!
Adolfo. -(Interponiéndose.) ¿Pero qué le ha hecho?
El vigilante. -No sé... ¡Que me siga!
Carlos. -¡Le digo que no voy!... Y no me toque... no me toque que no soy trombón... ¡No me agarre, he dicho!... (Entran corriendo PANCHO, EL ÑATO, EL GALLEGO, LOLA y ERMINDA.)
Pancho. -¿Qué hay? ¿Qué pasa?
El Gallego. -¿Qué bochinche han armado?
El vigilante. (A CARLOS.) Obedezca, amigo, y marche a la comisaría.
El Ñato. -(Abalanzándose sobre el agente.) ¡No lo ha de llevar, señor! ¡No lo ha de llevar, estando yo, pues!
Vigilante. -¡Que no!... Y a usted también. ¡Marchen ya! ¿Y saben qué más?... ¡Marchen todos!...
Lola. -(Tironeándolos del saco.) ¡Sosiéguense, muchachos!...
Adolfo. -(Lo aparta. ERMINDA, LOLA y EL GALLEGO van hacia él. PANCHO separa a CARLOS.)
Erminda. -¡Escuche, agente! ¡Tenga paciencia!... ¡Déjelos!
El Gallego. -Sí, hombre, discúlpelos si le han faltao. Están muy escaviaos los muchachos. (El agente hace ademán de insistir.)
Adolfo. -(Atrayéndolo.) ¡Atienda, hombre! ¡Atienda! ¿Qué interés tiene usted en hacerlos pasar una mala noche? (Mete la mano al bolsillo.)
El vigilante. -Bueno, bueno. Pero que se vayan pronto y callados, porque ahora no más viene el cabo...
Adolfo. -Sí, pierda cuidao... Tome, agente.
El vigilante. -No, no... ¡deje no más! ¡Muchas gracias!
Adolfo. -Pa la copa, amigo...
El Gallego. -¡Bueno, esto se acabó! ¡Andiemo! ¡Andiemo! ¡Muchachos! Pero con juicio ¿eh?...
Carlos. -(Forcejeando por quedarse.) ¡Che! ¡Che! ¡Vigilante... bar... bián!... (ADOLFO y LOLA lo llevan a tirones. Suena una pitada lejana a la derecha. EL VIGILANTE se aleja por esa parte, contestándola. De la izquierda deben llegar estas voces:)
Adolfo. -¡Suban, muchachos! Tú... Carlos. ¡No, ustedes primero! ¡A la capota!... ¡Que se desfonda!
El Gallego. -¡Cochero! ¡A Palermo, por Artes! (Se alejan cantando la marcha de Aída.)