Los Misterios de la Vida y de la Muerte: II
CAPITULO I: LA MUERTE
editarAmados discípulos: Voy a hablaros del problema de la muerte. La muerte es la Corona de todos; después de la muerte el alma entra en la Luz Astral; cuando llega la hora de la muerte, se acerca al lecho de muerte el Ángel de la Muerte. Hay un coro de ángeles de la muerte. Ese coro está dirigido por el Planeta Saturno. Cada Ángel de la Muerte lleva un libro. En ese libro, están anotados los nombres de todas las almas que tienen que desencarnar. Nadie se muere la víspera. El Ángel de la Muerte no hace sino sacar el alma del cuerpo. El alma está unida al cuerpo por medio de un fino cordón celestial de color plateado. El Ángel de la Muerte rompe ese cordón para que el alma no pueda volverse a meter al cuerpo. Las Almas después de la muerte ven el Sol como siempre, las nubes, las estrellas, como siempre, todo igual. Durante algún tiempo, las almas de los muertos no creen que se han muerto. Esas almas ven todas las cosas de este mundo igual que antes; por eso es que no creen que se han muerto.
Las Almas de los muertos viven en la Luz Astral, la Luz Astral, es la Luz de todos los encantamientos y hechizos mágicos. La Luz Astral está relacionada con todo el aire, la comemos, la respiramos, pero solo podemos verla con los ojos del Alma. Las Almas se ven con los mismos vestidos que se veían en vida. Poco a poco va despertando la conciencia de esas almas y entonces se van dando cuenta de que ya no pertenecen a este mundo material de carne y hueso.
Para conversar con los muertos existen varios secretos; en una habitación se pone el retrato del difunto y todas las noches, a la media noche, el discípulo entra a su cuarto, pone junto al retrato los alimentos que más le hayan gustado al difunto. Le sirve en sus mismos platos que él usaba; le enciende una vela; lo llama tres veces por su nombre. Se sienta la persona junto al retrato y enseguida se pone a meditar personalmente en la vida del difunto, su historia, imaginándose lo que era antes, etc., hasta quedar el discípulo adormecido. Todas las noches puede hacer el discípulo el mismo experimento a la misma hora, en el mismo cuarto, y sentarse en la misma silla y en el mismo sitio, hasta que el discípulo pueda ver al difunto, oírlo y conversar con él personalmente, lo importante es que el discípulo logre adormecerse en instantes de estar meditando en la vida del difunto. En aquellos instantes de estar dormitando se aparecerá el difunto y entonces el discípulo podrá conversar con él personalmente.
Esto no es Espiritismo. Esto es Magia Práctica. Lo importante es que el discípulo tenga mucha fe, paciencia; mucha constancia; si el discípulo no se cansa, al fin en cualquier noche, se le aparece el alma del muerto y entonces el discípulo tendrá el placer de conversar con el Ser querido que ha partido para el Más Allá. Lo más importante es verlo, oírlo, tocarlo y palparlo.
En el Oriente hay una cueva donde los que quieren ver al Buddha entran a invocarlo. En cierta ocasión un chino que quería ver al Buddha, entró a la cueva e invocó al Buddha; pero el Buddha no apareció. Entonces el chino juró no volver a salir de la cueva hasta que el Buddha se le apareciera. Así duró el hombre varios días llamando desesperadamente al Buddha hasta que al fin, el Buddha apareció en la mitad de la cueva lleno de luz y de belleza. Entonces el Buddha bendijo al chino y éste salió feliz de la cueva. Con este sistema de invocación podemos ver a los muertos y conversar con ellos.