Los Keneddy: El quebrachal

Un quebrachal entrerriano; quebracho blanco. Árboles altos con bases de talas petisos y foscos. Algunos enfermos por el tumor de un nido. Otros cabezones, de melena borrascosa. Parecen grullas crespas durmiendo sobre una pata. Grandes y pequeños están lados en gresca de espinas. En los ramajes tienden sus mantas las enredaderas. Serpientes de “icipó” y de “garabato” se deslizan, suben por los troncos y meten la cabeza en los nidos para robar “huevitos” de “espineros”.
De trecho en trecho , algunos “guaraninaes” arrogantes, horadan el poncho y asoman en lo alto las copas musicales.
Allí están los cuatro revolucionarios. A mil metros de la estancia paterna. Van a luchar en la proporción de cien contra uno, en el pago viejo, donde todo acaricia y donde todo “apotra”. A la vista delas mujeres, vasos de su raza. Cerca de Ofelia, de Laura y de Consuelo, que los lloran como hermanos y los admiran como argentinos. A la legua y media del quebrachal están, la esposa de Roberto Kennedy y sus tres hijitos.
Mario ha subido a un “guaraniná”. Desde allí trata de responder a una pregunta de Eduardo acerca de la situación exacta del río y el casco de “Los Algarrobos”.
Sus hermanos y Papaleo, descansan acostados sobre la hojarasca.
Hablan poco y quedo. Sólo rompe el secreto la tosecilla pertinaz de Eduardo Kennedy.
-“Ché, Papleo” – dice Roberto en broma – “Mirá, no vayan a venir milicos por ahí”.
El compañero se sienta, mira y exclama:
- “Ahí está uno!”
Así los abanica la primer descarga.