Los Keneddy: Corroboran el fracaso de la revolución

Y deciden retirarse a los montes.
Van como el puma herido a morir en la selva. – No piden ni esperan cuartel. La revolución abortó y la dictadura amenaza hacerse endémica. Todavía queda un ejército rebelde: la Juventud Argentina. Hay que despertarla:
¿Puede haber toque de atención más vibrante que el combate de tres contradoscientos?
Para eso quieren luchar, Roberto, Eduardo y Mario Kennedy. Pueden morir allí. Pero no del todo; sus sombras, montadas en fletes “brujos”, se pondrán al frente de la juventud.
No quieren sacrificar a los hermanos del heroísmo. Dejan en la población a sus adictos. En caso necesario, estos pueden declarar que los Kennedy les forzaron a plegarse al levantamiento.
Y con el fusil en el puño firme, los pies en la senda amiga y el alma en las nubes se encaminan al quebrachal.
Son seis; los tres Jefes, Molinari, Bosch y Papaleo.
Detrás queda “La Paz” asombrada.
Ha visto en la alta noche saltar un tropel de pumas, probar la garra y retirarse silenciosos. De los muertos y de los pusilánimes, brota un frío que recoge el viento; achucha los trebolares entrerrianos, cruza el Paraná aguas abajo, llega a Buenos Aires, agita los cortinados rojos del despacho presidencial y hace tintinear los espolines del dictador.