Los Césares de la Patagonia (Leyenda áurea del Nuevo Mundo) (1913)
de Ciro Bayo
Capítulo I


CAPÍTULO PRIMERO
La gobernación del Estrecho.
Los Fúcares; Simón de Alcazaba: la Armada del obispo de Plasencia.


A principios del siglo xvi, época en que ya se habían conquistado los imperios de México y del Perú, la dominación hispana se extendía de un extremo a otro de las Indias occidentales. En cuanto á la América meridional, el rey de España la tenía repartida del modo siguiente:

I. Gobernacion de don Francisco Pizarro, ó sea provincia de la Nueva Castilla (Perú), cuya extensión era de 270 leguas Norte-Sur, desde grado y medio al Norte de la linea equinoccial hasta el grado 14 de L. Sur.

II. Gobernación de don Diego de Almagro, ó provincia de Nuevo Toledo; su extensión, de 200 leguas Norte-Sur, desde donde terminaba la gobernación de Pizarro hasta el grado 25.

III. Gobernación de don Pedro de Mendoza, ó provincia del Río de la Plata, de 200 leguas Norte-Sur, desde el grado 25 hasta el 36 inclusive, de mar a mar.

IV. Gobernación del Estrecho, que se extendía desde donde terminaba la anterior, en el mar del Sur (Oceano Pacífico), hasta el Estrecho de Magallanes; y dando vuelta por esta vía, remontaba por el Atlántico hasta encontrar el grado correspondiente que señalaba el otro límite de la gobernación de La Plata.

Esa región de la "provincia del Estrecho", imperfectamente conocida en aquella época, era entonces estimada en mas de lo que realmente vale. La imaginación de los conquistadores creía descubrir en aquellas latitudes espacio para nuevos imperios, y de ahí que muchos pretensores la solicitaran de la corona de Castilla.

El rey la concedió primeramente a Sebastián de Alcazaba, célebre marino portugués al servicio de España, como Magallanes y Ruiz Falero; y diósela en resarcimiento de una expedición que el Alcazaba tenía aparejada "para navegar hacia el Oriente por la vía de Occidente" en busca de las Molucas, y que a última hora se destinó al transporte de la comitiva española que fue á Italia á la coronación del emperador Carlos V en Bolonia en 1530. Diéronsele tres años de plazo para poner su empresa en ejecución, y como Alcazaba los dejara pasar sin realizarla, fué suplantado por los Fúcares [1].


Los Fúcares.


Eran estos Antonio, Jerónimo y Raimundo, tres hermanos y socios de banca, especie de Rothschild de nuestros días, prestamistas de reyes. Como el emperador Carlos V estaba entrampado con ellos, llevó su condescendencia hasta el punto de firmar las capitulaciones en la forma que ellos tuvieron por conveniente.

Lo que los Fúcares pidieron y fuéles otorgado en gobernación por tres vidas, comprendía casi toda la América meridional: lo que hoy constituye la parte meridional del Perú, Bolivia, Chile y gran parte de la República Argentina. No satisfechos con esta concesión monstruosa, los banqueros de Amberes aumentaron sus exigencias: pretendían que se extendiera su jurisdicción á todas las islas que se hallaran entre la costa de América y las Molucas, y entre otras condiciones pecuniarias, sumamente onerosas, descendían al detalle de reservarse el quinto real por veinte años y la posesión de los tesoros que se hallaran en las "guacas" ó sepulturas de los indios.

A todo accedió Carlos V, oponiendo muy raras excepciones, acaso las estrictamente necesarias para evitar que los Fúcares se erigieran en reyes de los paises que iban a conquistar. Estas escasas reservas fueron, sin embargo, suficientes para que los flamencos abandonasen el proyecto. —No habiendo sido servido Su Majestad de concederles los capítulos originales—decía el apoderado de los Fúcares—, no eran contentos de entender en la negociación.

Canceladas, pues, las concesiones hechas á los Fúcares, pudo la Corona disponer á su arbitrio de aquellas comarcas de Sud-América, y en un mismo día (21 de Mayo de 1534) extendiéronse y signáronse capitulaciones para el reparto de las tierras comprendidas entre el límite austral de la gobernación de Almagro y el Estrecho, con D. Pedro de Mendoza, caballero de Guadix, y con Simón de Alcazaba, este último, recomendado y ayudado eficazmente ahora por los Fúcares y los Belzars de Augsburgo.

La gobernación de Alcazaba se restringió á los territorios que se extendían al Sur de las 200 leguas concedidas en gobernación á Mendoza, y en principio se llamó Nueva León.


Expedición de Alcazaba.


La expedición de Alcazaba fué desgraciadísima. Llegó, efectivamente, al Estrecho (descubierto en el 1520 por Magallanes) y aun pasó buena parte de él; pero dos capitanes que desembarcaron para explorar la tierra, viendo la pobreza del terreno, acordaron matar á Alcazaba con el propósito de alzarse, con las naves y hacerse corsarios.

Como lo pensaron, lo hicieron. A media noche, cuando estaba durmiendo el bordo el gobernador, le cosieron á puñaladas y arrojaron el cadáver al mar. Con esto estalló el odio á bordo entre leales y traidores, hasta que un buen día los leales trincaron a cuantos fueron en la muerte de Alcazaba, hicieron justicia de los principales y á los demás dejaron abandonados en la costa, mientras las naves partían para la lejana isla de Santo Domingo á dar parte á la Real Audiencía allí establecida. De 280 hombres que se habían enrolado en San Lucas, sólo llegaron á salvamento 80; los demás murieron ó quedaron perdidos en el Estrecho.

De esta expedición hay copiosa bibliografía en crónicas y archivos [2], y en el de Indias existe una real cédula, á manera de inri, de todo el sumario. Va endosada á la abadesa de Santa Ana en Avila, y dice así:

"La Reina.—Ilustre priora tía: Sabed que Simón, de Alcazaba, caballero de la Orden de Santiago, fue por nuestro mandado á conquistar y poblar la provincia de Leon, que es en las nuestras Indias, en la cual jornada murió, donde gastó toda su hacienda y de su mujer, de manera que ella y sus hijos no tienen con qué se sustentar. Agora doña Isabel de Sotomayor su hija me ha hecho relación que está muy pobre y tiene voluntad y devoción de servir á Nuestro Señor y permanecer en esa casa, y me suplicó os escribiese la mandásedes recibir por monja en alguna de las principales filiaciones de esa casa, y yo, considerando todo lo susodicho, lo he habido por bien; por ende yo vos ruego y encargo mucho proveáis como en alguno de los principales monesterios que son filiaciones de esa casa, donde hubiese mas disposición, sea recibida por monja; que en ello recibiré de vos acepto placer y servicio.—De Valladolid á 30 dias de Enero de 1538 años.—Yo la Reina.


La Armada del obispo de Plasencia.

A raíz del desastre de Alcazaba figuraba entre los cortesanos un prelado joven y de noble cuna, llamado don Gutierre Vargas de Carvajal, natural de Madrid, que á la temprana edad de diez y ocho años, en 1524, fué consagrado obispo de Plasencia.

En este personaje concurren varias circunstancias á cual más curiosas. Era hijo de aquel Vargas del Consejo de Castilla, á quien sus colegas encargaban la decisión de los asuntos mas arduos, con la muletilla Averígüelo Vargas, que ha quedado como dicho vulgar. Fué el fundador de la suntuosa "capilla del Obispo" en la parroquia de San Andrés, de Madrid, que es lo poco bueno que en este género ofrece el Madrid antiguo. Fué, por último, favorecido por Carlos I con el encargo de acompañar el cuerpo de Felipe "el Hermoso" hasta darle .

, sepultura en Granada, poniendo punto á las románticas peregrinaciones que con los amados despojos hacía doña Juana "la Loca". Debía ser este D. Gutierre Vargas de Carvajal hombre de empresa cuando solicitó, aunque en nombre de su hermano Francisco de Camargo, gentilhombre de boca del emperador, lo que ha sobrado de continente, ó sea la Patagonia y el Estrecho, de los que se tenía vaga noticia por los viajes de Magallanes, Loaisa y Alcazaba, por más que ninguno de los tres llegara á penetrar la tierra.

El emperador accedió á la demanda y el caballero Camargo, á costa de su hermano el obispo de Plasencia, empezó á aderezar los navíos y reclutar gente en Vizcaya. Las naos vizcaínas fueron á completar su avío á Sevilla. Por ciertos impedimentos Camargo se desentendió del negocio e hízose cargo de la Armada del Obispo un comendador de Burgos, frey Francisco de la Rivera, tan pobre, que antes de darse á la mar, pidió real permiso para dejar en un convento de damas nobles á una hermana y dos sobrinas, para que las sustentaran mientras durase la conquista.

El viaje de la armada del obispo de Plasencia, no menos que sus resultados, constituye uno de los episodios más novelescos de los anales de Indias.

Salió la armada para su destino á fines de 1539. Iban cuatro naos: la capitana con el general y gobernador electo Frey Francisco de la Rivera, y tres naves más comandadas, respectivamente, por Alonso de Camargo, deudo del obispo, habilitador de la flota; el capitán Gonzalo de Alvarado y el maestre de derrota Miguel de Arogoces, piloto portugués que cuatro años antes había llevado al Río de la Plata al adelantado Mendoza [3].

La navegación se hizo con rumbo directo al Estrecho, y para el 20 de Enero de 1540, la flotilla había embocado por el Cabo de las Vírgenes. Dos días después, un temporal deshecho hizo varar la capitana en la costa; salvándose los tripulantes. La nave de Alvarado trató de recoger los náufragos, pero vientos y corrientes contrarias estorbaron sus esfuerzos, arrastrándole á las ensenadas orientales de la Tierra de Fuego. En esta deriva forzosa, la nave de Alvarado llegó al límite austral no alcanzado haba entonces; pasó el Estrecho que hoy llaman de Lemaire, el canal de la Beagle y tomó puerto en la isla grande de la Tierra de Fuego. Alvarado y su gente quedaron seis meses en el puerto de las Zorras; allí pasaron mucho frío, pero hallaron mucha leña y lobos marinos y pescados, así como remos, jarcias y cables de otras naves. Esto prueba que, mucho antes que Lemaire, los nautas españoles abordaron á aquellas latitudes australes. Calafateada la nave, Alvarado emprendió regreso a España; pero erró la derrota y vino á parar nada menos que al Cabo de Buena Esperanza. Aquí le sobrecogió una tempestad tan de repente, que dejando en tierra cinco hombres que había puesto en tierra para saber qué costa era, voló la nave hasta la isla de Santo Tomé, en la Guinea, y de aquí á Lisboa.

El capitán Gonzalo Alvarado es famoso, aparte estos detalles, porque figuró como tesorero de la expedición de Mendoza al Río de la Plata, años antes. Fué tambien de los que acompañó á Ayolas en la subida al Paraguay cuando este capitán remontó el río buscando salida al Perú, quedando Alvarado de comandante del fuerte Corpus Christi. Trató tan mal á los indios en esta ocasión, que cercaron el campamento español, y le hubieran tomado sin el oportuno auxilio del capitán Abreu. Después de esto fué comisionado á España para dar cuenta al rey del Estado de la tierra, y ahora le vemos figurar en la expedición al Estrecho.

Explicada la odisea de Alvarado y su nave, veamos que fué de las otras.



Perdida la capitana, aunque salvados en tierra el comendador Rivera y el demás gente, quedaban otras dos de las cuatro de que se componía la armada. De una de ellas no se supo más; la otra, la de Camargo, logró pasar el Estrecho, entrar en el Pacifico, y arrimada á la costa poner la proa al Perú. El capitán Valdivia y sus compañeros, que por este tiempo andaban empeñados en la conquista de Arauco, la verían siguiendo á velas desplegadas hacia el Norte, mientras ellos adelantaban por tierra hacia el Sur.

La tripulación de Camargo iba tan necesitada, que al llegar una ensenada en una punta de la costa chilena, que estaba muy poblada de indios, compraron, entre otras cosas, un carnero de la tierra (llama), por el cual llamaron á aquel paraje "Punta del Carnero". El regalo que los españoles hicieron en esta recalada, fué traer los ratones, que muy pronto se convirtieron en plaga.

La nave llegó tan destrozada á Arequipa, que se vendió en pública almoneda. Un mástil de este buque sirvió de asta de bandera por muchos años en la plaza de Lima, para memoria de haber sido la primera nave que llegó al Perú por el Estrecho; y de las tablas de la misma embarcación se fabricaron puertas para la casa de los Pizarro.

Por su parte, Almagro el mozo, se aprovechó de los falconetes y de un barril de pólvora que á bordo venían.



¿Que había sido en tanto del comendador Frey Rivera y compañeros? Por la relación de la gente de Alvarado y Camargo se sabía que quedaban vivos en el Estrecho y con elementos de subsistencia; pero como no se les recogió ni parecieron por ninguna parte, nunca más se volvió á saber de ellos. Las noticias fantásticas acumuladas acerca de su paradero, fueron la base fundamental de los Césares del Estrecho.

De este modo, los tripulantes de la armada del obispo de Plasencia, quedaron diseminados por medio mundo. De la gente de Alvarado, cinco en el Cabo de Buena Esperanza, el resto en Portugal y España; la de Camargo, en el Perú; y Hernando de Rivera con 150 hombres en la Patagonia.


  1. Apellido romanizado de los Fougher, así como Belzar de los Weltzers, unos y otros los reyes del dinero en aquella época. Madrid conserva todavía en los barrios bajos las calle y travesía del Fúcar.
  2. Véase compiladores de viajes chilenos e ingleses: Torres de Mendoza, Guerrero Vergara, Amunátegui y Hadkluy y Burney.
  3. El P. Rosales en su Historia de Chile, hace referencia á un Sebastián de Argüello como comandante de la armada, y le supone caudillo, y después patriarca de la gente que quedó en el Estrecho; pero el chileno Carlos Morla Vicuña, que habla de este viaje, en vista de los registros relativos á la expedición de Camargo, que se encuentran en el Archivo de Indias, asegura que en ninguno de ellos ha encontrado nombramiento ni título alguno extendido á nombre de tal personaje.—(Estudios históricos, nota V).