Las sopas de ajo
Nota: se ha conservado la ortografía original.
Uno de los platos de más rancio abolengo español y a la vez de más plebeya y ordinaria condición, es la sopa de ajo. El ilustre poeta Ventura de la Vega, que nació en Buenos Aires, en 1807, y murió en Madrid, en 1865, tuvo la chusca humorada de poner en magníficas octavas reales (consagradas por el uso para los asuntos épicos y heroicos) la receta para la confección de la menestra más humilde con que se regalan los labriegos de la vieja Castilla.
LAS SOPAS DE AJO
C
UANDO el diario suculento plato,Base de toda mesa castellana,
Gustar me veda el rígido mandato
De la Iglesia Apostólica Romana;
Yo, fiel cristiano, que sumiso acato
Cuanto de aquella potestad emana,
De las viandas animales huyo
Y con esta invención las substituyo.
Ancho y profundo cuenco, fabricado
De barro (como yo) coloco al fuego;
De agua lo lleno: un pan despedazado
En menudos fragmentos le echo luego;
Con sal y pimentón despolvoreado.
De puro aceite tímido lo riego;
Y del ajo español dos cachos mondo
Y en la masa esponjada los escondo.
Todo al calor del fuego hierve junto
Y en brevísimo rato se condensa,
Mientras de aquel suavísimo conjunto
Lanza una parte en gas la llama intensa;
Parda corteza cuando está en su punto
Se advierte en tomo y los sopones prensa,
Y colocado el cuenco en una fuente,
Se sirve así para que esté caliente.