Las mujeres de la independencia/XII
No fué Santiago el solo centro de la revolucion en que la mujer desempeñó un heróico papel: María Cornelia Olivares, a quien podriamos calificar de el tribuno femenino de la independencia, nació en Chillan, i ejerció en su ciudad natal una influencia benéfica. Para comprender a esta mujer es preciso recordar que nuestras provincias del sur fueron no solo el teatro de las luchas mas sangrientas de la revolucion, sino tambien el centro en que los realistas poseian adhesiones mas poderosas.
María Cornelia Olivares no era en 1817, época de su mas activa propaganda, una mujer jóen, pero era una mujer hermosa todavía. Hablaba con una facilidad estraordinaria, era casi elocuente; su fisonomía movible i espresiva
contribui a dar a su palabra un colorido verdaderamente seductor. En los salones se la buscaba para oirla; era vehemente, fogosa i de una audacia temeraria. Predicaba en todas partes, hasta en la plaza pública, el óio a los estraños opresores de la patria, i exortaba a todos a la lucha, sin temer las consecuencias a que tal conducta podia arrastrarla. «Hombres i mujeres, decia, deben tomar las armas contra los tiranos. La libertad a todos beneficia, todos
deben amarla i defenderla.» Parecia a veces una mujer iluminada, encargada de alguna mision providencial como Juana de Arco.
Los españoles alarmados con la propaganda de este adversario, poderoso por su misma debilidad, la amenazaron con encerrarla en una prision sino guardaba silencio; se la prohibió salir de su casa. Puede decirse que la autoridad fué amable i cortés con ella, talvez a consecuencia de antiguas relaciones i parentescos con realistas influyentes. Ella despreció todos los peligros i un día se lanzó a la plaza a predicar la revolución.
La amable condescendencia de la autoridad terminó ese dia, i para castigarla se meditó una burla cruel.
Era algo cararterístico de aquella tiranía su persecución a las mujeres i su empeño tenaz por ridiculizar a todas las que por su heroísmo i entusiasmo podian interesar a la multitud i arrastrar prosélitos. Se creia talvez que el ridículo en política como en literatura era una arma mortal cuando se esgrimia contra la mujer.
María Cornelia Olivares fué, pues, reducida a prisión; se la condujo de su casa a la cárcel con gran aparato, i se la insultó brutalmente por el camino. Un grupo de pueblo que trató de seguirla fué dispersado por la tropa. En el interior de su prisión le raparon el cabello i las cejas, i a fin de envilecerla, la exhibieron en la plaza pública de Chillan, desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde.
Esta cobarde violencia hizo de ella una heroína i una mártir, las dos formas mas hermosas de la gloria. El pueblo, que la admiraba por su valor i patriotismo, la adoró desde entónces por su martirio. Los españoles aseguraban que se había vuelto loca i que al cortarle los cabellos gritaba i ahullaba furiosa. El hecho es completamente falso. Esa mujer sublime no pronunció una sola palabra durante su martirio; su actitud fué altiva i desdeñosa, i solo cuando algunos soldados se burlaban de ella en la plaza pública, les contestó estas palabras: — "La afrenta que se recibe por la patria en vez de humillar engrandece."
Sí, decía la verdad! María Cornelia Olivares fué una heroina, una mártir, una inmortal. O'Higgins, por decreto de 2 de diciembre de 1818, la declaró ciudadana benemérita de la patria. La afrenta la habia glorificado.