Las mil y una noches:698

Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 698: Y cuando llegó la 731ª noche


Y CUANDO LLEGO LA 731ª NOCHE

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Ella dijo:

"... Y atravesó la sala de porcelana y de cristal, toda llena de dinares y polvo de oro, y penetró en la sala de loza verde incrustada de oro. Y vió las seis estatuas en sus respectivos sitios; y lanzó una mirada distraída al séptimo pedestal de oro. Y he aquí que en él se erguía sonriente una joven desnuda, más brillante que el diamante, en la cual reconoció el príncipe Zein, en el límite de la emoción, la que había conducido a las Tres Islas. Y sólo supo abrir la boca, inmóvil, sin poder pronunciar una sola palabra. Y dijo Latifah: "¡Sí, yo soy Latifah, a quien no esperabas encontrar aquí! ¡Ay! ¡ya veo que venías en espera de poseer algo más preciado que yo!"

Y al fin pudo expresarse Zein, y exclamó: "¡No, por Alah, ¡oh mi señora! que bajé aquí sin que lo dictase el corazón, el cual sólo por ti latía! ¡Pero bendito sea Alah, que ha permitido nuestra unión!"

Y cuando pronunciaba estas palabras se dejó oír el fragor de un trueno, que hizo retemblar el subterráneo, y en aquel mismo momento apareció el Anciano de las Islas. Y sonreía con bondad. Y se acercó a Zein, y le cogió la mano y la puso en la mano de la joven, diciéndole: "¡Oh Zein! has de saber que desde que naciste te tuve bajo mi protección. Tenía, pues, que asegurar tu dicha. Y nada mejor que darte el único tesoro que es inestimable. Y ese tesoro, más hermoso que todas las jóvenes de diamante y todas las pedrerías de la tierra, lo constituye esta joven virgen. ¡Porque la virginidad, unida a la belleza del cuerpo y a la excelencia del alma, es la triaca que procura todos los remedios y vale por todas las riquezas! Y hablando así, besó a Zein y desapareció.

¡Y el sultán Zein y su esposa Latifah, en el límite de la dicha, se amaron con un amor grande, y vivieron largos años la vida más deliciosa y más selecta, hasta que fué a visitarles la Separadora inevitable de los amantes y de las sociedades! ¡Gloria al Único Viviente que no conoce la muerte!

Cuando Schehrazada hubo acabado de contar esta historia, se calló. Y dijo el rey Schahriar: "¡Ese Espejo de las Vírgenes, Schehrazada, es extremadamente asombroso!"

Schehrazada sonrió, y dijo: "Sí, ¡oh rey! Pero, ¿qué es en comparación de la LÁMPARA MÁGICA?"

Y el rey Schahriar preguntó: "¿Qué lámpara mágica es esa que no conozco?" Y dicho Schehrazada: "¡La LÁMPARA DE ALADINO! ¡Y precisamente voy a hablarte de ella esta noche!"

Y dijo: