Las mil y una noches:692
PERO CUANDO LLEGO LA 725ª NOCHE
editarElla dijo:
"... Efectivamente, en el mismo instante en que él pronunciaba estas palabras, apareció ante ellos el Anciano de las Tres Islas bajo la forma de un Adamita de aspecto venerable, ¡y tan hermoso, que no le superaría en perfección nadie más que Aquel a quien pertenecen toda hermosura, toda cualidad y toda gloria! (Exaltado sea!) Y se acercó a Zein, sonriéndole como sonreiría un padre a su hijo. Y Zein se apresuró a levantarse en honor suyo, sin abandonar, no obstante, el centro de la alfombra, para inclinarse luego ante él y besar la tierra entre sus manos. Y no dejó de hacerle las zalemas y los cumplimientos indicados por Mubarak. Y sólo entonces le expuso el motivo de su viaje a la isla.
Cuando el Anciano de las Islas hubo oído las palabras de Zein y comprendió bien su significación, sonrió con una sonrisa aun más atrayente, y dijo a Zein: "¡Oh Zein! en verdad que quise a tu padre con un cariño grande; y cada vez que venía a verme hacíale yo don de una joven de diamante; y me cuidaba de hacérsela transportar yo mismo a Bassra por temor de que la deterioraran los camelleros. Pero no creas que a ti te profeso menos amistad, ¡oh Zein! Pues has de saber que, por propio impulso, prometí a tu padre tomarte bajo mi protección, y le alenté a escribir las dos advertencias y a ocultarlas, una en el armario del archivo y otra en el cofre del subterráneo. Y heme aquí dispuesto a darte la joven de diamante, que por sí sola vale tanto como las demás reunidas y otras mil análogas. ¡Pero ¡oh Zein! no podré hacerte ese regalo maravilloso más que a cambio de otro que quiero pedirte!" Y contestó Zein: "¡Por Alah, ¡oh mi señor! que cuanto me pertenece es propiedad tuya, y yo mismo me hallo incluido ante lo que te pertenece!"
Y el Anciano sonrió, y contestó: "¡Está bien, ¡oh Zein! pero mi petición es muy difícil de satisfacer! ¡Y no sé si alguna vez lograrás complacerme!" El joven preguntó: "¿Y qué es ello?" El otro dijo: "¡Es preciso que me busques, para traérmela a esta isla, una joven de quince años que sea una virgen intacta y a la par una belleza sin rival!" Y exclamó Zein: "Si eso es todo lo que me pides, ¡oh mi señor! ¡por Alah, que me será fácil satisfacerte! ¡Porque nada en nuestro país es más corriente que las jóvenes de quince años vírgenes a la par que bellas!"
A estas palabras, el Anciano miró a Zein y se echó a reír de tal manera, que se cayó de trasero. Y cuando se hubo calmado un poco preguntó a Zein: "¿Tan fácil es encontrar lo que te pido, ¡oh Zein!?" Y Zein contestó: "¡Oh mi señor! ¡no solamente puedo procurarte una, sino diez jóvenes como la que pides! ¡En cuanto a mí, ya tengo en mi palacio un número considerable de jóvenes de esa clase, y están bien intactas, y me deleito arrebatándoles su virginidad!"
Al oír estas palabras, el Anciano no pudo menos de echarse a reír por segunda vez. Luego, con tono lleno de piedad, dijo a Zein: "Has de saber, hijo mío, que lo que te pido es una cosa tan rara, que nadie hasta hoy pudo traérmela. ¡Y si crees que son vírgenes las jóvenes que posees, te equivocas y te haces ilusiones! Porque ignoras que las mujeres disponen de mil medios para hacer creer en su virginidad, y consiguen engañar a los hombres más experimentados en asaltos. ¡Pero como por el aplomo de tus palabras veo que no sabes nada acerca de ellas, voy a suministrarte un medio de comprobar su estado de abertura o de cerrazón sin tocarlas con el dedo, sin desnudarlas y sin infundir en ellas sospechas! ¡Pues desde el momento que te pido una joven virgen, es indispensable que ningún hombre la haya tocado ni le haya visto con los ojos sus órganos más delicados!"
Cuando el joven Zein oyó estas palabras del Anciano de las Islas, se dijo: "¡Por Alah, que debe estar loco! Si tan difícil como pretende es saber si una joven está intacta, ¿cómo quiere que pueda yo encontrar una para él sin verla ni tocarla?" Y reflexionó durante un momento, y exclamó de pronto: "¡Por Alah, ya adivino! ¡Me guiaré por el olfato!" El anciano sonrió y dijo: "¡La virginidad no tiene olor!" El joven dijo: "¡Pues la miraré fijamente a los ojos!" El Anciano dijo: "¡La virginidad no se lee en los ojos!" El joven preguntó: "Entonces, ¿cómo voy a arreglarme, ¡oh mi señor!?" El Anciano dijo: "¡Eso es precisamente lo que voy a indicarte!" Y de improviso desapareció a sus ojos; pero fué para volver al cabo de un momento, y llevaba un espejo en la mano. Y se encaró con Zein, y le dijo: "Debo decirte, ¡oh Zein! que a un hijo de Adán le es imposible conocer en la cara de una hija de Eva si está virgen o perforada. Ese conocimiento no pertenece más que Alah y a los elegidos de Alah. Así es que, como yo no te lo puedo enseñar de otro modo, para darte ese conocimiento te traigo este espejo, que ha de ser más seguro que todas las conjeturas de los hombres.
En cuanto veas a una joven de quince años perfectamente bella y a la que creas virgen, o a la que como tal te presenten, no tendrás más que mirar este espejo y al punto verás aparecer en él la imagen de la joven consabida. Y no temas examinar esta imagen, porque la contemplación de una imagen en un espejo no constituye ningún atentado a la virginidad de un cuerpo, como lo constituiría la contemplación directa del cuerpo mismo. Si la joven no está virgen, lo advertirás al examinar su historia, que se te aparecerá hinchada y abierta cual un abismo, y también verás que se empaña el espejo, como si tuviera vaho. Pero si, por el contrario, quisiera Alah que la joven haya permanecido virgen, verás aparecer una historia no mayor que una almendra mondada, y el espejo se conservará claro, puro y limpio de todo vaho...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.