Las mil y una noches:477

Las mil y una noches - Tomo III​ de Anónimo
Capítulo 477: Y cuando llegó la 478ª noche


Y CUANDO LLEGO LA 478ª NOCHE editar

Ella dijo:

"¡... Iremos tú y yo a ver a ese capitán mayor, que en este momento se halla en El Cairo, y le invitamos a que venga con dos de sus marineros a comer en nuestra compañía! ¡Y ya verás! ¡Tú no tienes más que asentir a todas las palabras que yo diga a Juder, y ya verás lo le hago antes de que acabe la noche!"

Cuando se pusieron de acuerdo acerca de la venta de su hermano le proyectaban, fueron en busca del capitán mayor de Suez, y le dijeron después de las zalemas: "¡Oh capitán, venimos a verte para algo que te regocijará sin duda!" El capitán contestó: "¡Bueno!"

Ellos dijeron: "Somos dos hermanos pero tenemos otro hermano que es un bergante que no sirve para nada. Cuando murió nuestro padre, nos dejó una herencia que repartimos entre los tres; y nuestro hermano cogió su parte y ocupose de derrocharla en el libertinaje y la corrupción. ¡Y cuando viose reducido a la miseria, empezó a tratarnos con una injusticia extraordinaria, y acabó por citarnos ante jueces inicuos y opresores, acusándonos de haberle privado de su parte de herencia. ¡Y no tardaron los jueces inicuos y corrompidos en hacernos proceso! ¡Pero no se contentó él con esta primera fechoría y hubo de citarnos por segunda vez ante los opresores, y de tal modo consiguió reducirnos a la última miseria! ¡Y como no sabemos lo que medita ahora contra nosotros, venimos en tu busca para pedirte que nos libres de su presencia, comprándonosle para utilizarle como remero en alguno de tus navíos!"

El capitán mayor contestó: "¿Podríais dar con cualquier estratagema para traerle aquí? ¡En ese caso, yo me encargo de hacer que le transporten al mar sin tardanza!" Ellos contestaron: "Muy difícil será traerle hasta aquí! Pero deja que te invitemos esta noche, y llévate consigo sólo dos de tus hombres. ¡Y cuando esté dormido, le cogeremos entre los cinco, le pondremos en la boca una mordaza y te lo entregaremos! ¡Y a favor de la noche puedes sacarle de la casa y hacer con él lo que quieras!" El capitán les contestó: "¡Con todo el oído y la obediencia! ¿Queréis cedérmelo por cuarenta dinares?"

Ellos contestaron: "¡Muy poco es, en verdad, pero por ser para ti, accederemos! ¡A la caída de la tarde, irás, pues, a tal calle junto a la mezquita tal, donde encontrarás esperándote a uno de nosotros! ¡Y no te olvides de llevar contigo dos de tus hombres!"

Y se fueron en busca de Juder, y al cabo de cierto tiempo que pasaron con él hablando de distintas cosas, Salem le besó la mano en actitud suplicante. Y Juder le dijo: "¿Qué quieres, ¡oh hermano mío!?" El otro contestó: "Sabrás ¡oh hermano mío ¡oh Juder! que tengo un amigo que hubo de invitarme bastantes veces a su casa durante tu ausencia, y siempre me trató con muchos miramientos; así es que le estoy muy agradecido. Hoy estuve a hacerle una visita para darle las gracias, y me invitó a cenar con él; pero yo le dije: "¡En verdad que no puedo dejar solo en casa a mi hermano Juder!" Me dijo él: "¡Tráele contigo!" Contesté: "¡No creo que acepte! ¡Pero acepta tú nuestra invitación, y ven esta noche a comer con mis hermanos!" Y como estaban presentes sus hermanos, los invité también, creyendo que no aceptarían la invitación; pero, desgraciadamente, no pusieron ninguna dificultad, y su hermano, al ver que aceptaban, aceptó asimismo, y me dijo: "¡Espérame a la entrada de tu calle junto a la puerta de la mezquita, y allí estaré con mis hermanos para reunirme contigo!" Y el caso es ¡oh hermano mío Juder! que ya deben estar allá, y me tienes muy avergonzado en tu presencia por haberme tomado esa libertad. Y si quieres, en verdad, que por siempre te esté reconocido, acéptales como huéspedes por esta noche!

¡Nos colmaste de beneficios, y en tu morada reside la abundancia, ¡oh hermano mío! ¡Pero si por cualquier razón no los quieres como huéspedes en tu casa, permíteme que les invite en casa del vecino, adonde yo mismo les serviré!"

Juder contestó: "¿Y por qué invitarle en casa del vecino, ¡oh Salem!? ¿Acaso es nuestra casa tan estrecha y tan inhospitalaria? ¿O tal vez no tenemos qué darle de cenar? ¿No te da verdaderamente vergüenza consultarme semejante cosa? ¡No tienes más que hacerles entrar y servirles en abundancia manjares y confituras, sin parsimonia y disponiendo de todo! ¡Y si en lo sucesivo invitas a tus amigos durante mi ausencia, bastará con que pidas a nuestra madre todos los manjares necesarios, y aun los superfluos!

¡Ve pues, a buscar a tus amigos de esta noche! ¡Las bendiciones han bajado hasta nosotros por mediación de tales huéspedes, ¡oh hermano mío!"

Al oír estas palabras, Salem besó la mano de Juder, y se fue a la puerta de la mezquita en busca de los individuos consabidos, con quienes se apresuró a volver a la casa. Y Juder levantose en honor suyo, y les dijo: "¡La bienvenida sea con vosotros!" Luego les hizo sentarse a su lado, y se puso a charlar con ellos amistosamente, ¡sin sospechar lo que le ocultaba el Destino, de quien aquella gente era instrumento!

Y rogó a su madre que extendiera el mantel y les sirviera una comida de cuarenta platos de distinto color, diciéndole: "¡Tráenos tal color, y tal color y tal color." Y comieron y se hartaron los invitados, creyendo que tan espléndida comida era debida a la generosidad de los hermanos Salem y Salim. Luego, transcurrida ya la tercera parte de la noche, se sirvieron los dulces y pasteles; y se comió hasta media noche. Entonces, a una señal de Salem, los marineros se precipitaron sobre Juder, y entre todos le sujetaron, le amordazaron, le ataron sólidamente los brazos, le agarrotaron los pies; y le sacaron de la casa, a favor de las tinieblas, poniéndose al punto en camino para Suez, y cuando llegaron, arrojáronle al fondo de uno de los navíos, con grillos en los pies, entre otros esclavos y forzados, y le condenaron a prestar servicio un año entero en los bancos de los remeros!

Y esto en cuanto a Juder ...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.