Las mil y una noches:433

Las mil y una noches - Tomo III
de Anónimo
Capítulo 433: Pero cuando llegó la 434ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 434ª NOCHE

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Ella dijo:

... Cuando la vieja estuvo ante la joven, quedó estupefacta de su hermosura; porque la esposa del emir era verdaderamente cual un tesoro descubierto, cuyos sellos talismánicos se hubiesen roto para mostrarlo así en su gloria. Y por su parte, la bella Khatún se apresuró a arrojarse a los pies de la vieja y a besarle las manos; y la vieja le dijo: "¡Oh hija mía! ¡no vengo más que porque he adivinado, con la inspiración de Alah, que tienes necesidad de mis consejos!" Y Khatún comenzó primeramente por servirle de comer, según costumbre establecida con los santos pordioseros; pero la vieja no consintió en tocar los manjares, y dijo: "¡Ya no quiero comer más que manjares del Paraíso, y ayuno siempre, excepto cinco días al año! ¡Pero te veo afligida ¡oh hija mía! y deseo que me cuentes la causa de tu tristeza!" La joven contestó: "¡Oh madre mía! el día de la penetración hice jurar a mi esposo que nunca tomaría después de mí una segunda mujer; pero ve él a los hijos de los demás, y anhela tener hijos también, y me dice: «¡Eres estéril!» Y le contesto: «¡Y tú eres un mulo que no fecundas a la hembra!» Entonces sale él encolerizado, y me dice: «¡A la vuelta de un viaje que voy a emprender, volveré a casarme!» Y yo ¡oh madre mía! tengo ahora miedo de que se realice su amenaza y tome una segunda mujer que le dé hijos! Y es rico, pues posee tierras, casas, emolumentos y poblados enteros; y si de la segunda mujer tuviera hijos, ¡me quedaría yo privada de todos esos bienes!”

La vieja contestó: "¡Bien se ve, hija mía, cuán ignorante estás de las virtudes de mi señor el jeique Padre-de-los-Asaltos, el poderoso Maestro-de-las-Cargas, el Multiplicador-de los-Embarazos! ¿Acaso no sabes que una sola visita a ese santo hace de un pobre deudor un rico acreedor y de una mujer estéril un granero de fecundidad?"

La bella Khatún contestó: "¡Oh madre mía! ¡desde el día de mi matrimonio no he salido una sola vez de casa, y ni siquiera he podido hacer visitas de felicitación o pésame!" La vieja dijo: "Oh, hija mía! quiero conducirte a casa de mi señor el jeique Padre-de-los-Asaltos y Multiplicador-de-los-Embarazos. Y no temas confiarle la pesadumbre que te oprime, y hazle una promesa. Y puedes estar segura entonces de que a su regreso del viaje tu esposo se acostará contigo, uniéndose a ti por la copulación; y por obra suya quedarás encinta de una niña o de un niño. ¡Pero sea tu hijo varón o hembra, has de hacer la promesa de consagrarle como derviche al servicio de mi señor el Padre-de-los-Asaltos! "

Al oír estas palabras, la bella Khatún se vistió con sus trajes más hermosos y se adornó con sus más hermosas alhajas; luego dijo a su servidora: "¡Cuida bien de la casa!" Y la servidora contestó: "¡Escucho y obedezco, ¡oh mi ama!" Entonces Khatún salió con Dalila, y a la puerta encontró al viejo portero mograbín Abu-Alí, que le preguntó: "¿Adónde vas, ¡oh mi ama!?" Ella contestó: "¡Voy a visitar al jeique Multiplicador-de-los-Embarazos!"

El portero dijo: "¡Qué bendición de Alah es esta santa vieja, oh mi alma! ¡A su disposición tiene tesoros enteros! Me ha dado tres dinares de oro rojo; y adivinó lo que me ocurre y conoció mi situación sin hacerme ninguna pregunta, ¡y ha sabido que estaba yo apurado de dinero! ¡Ojalá caiga sobre mi cabeza el beneficio de su ayuno de todo el año!"

Mientras tanto, Dalila la Taimada se decía a sí misma: "¿Cómo voy a arreglarme para quitarle sus alhajas y dejarla desnuda en medio de la muchedumbre de transeúntes que van y vienen?" Luego dijo de pronto: "¡Oh hija mía! echa a andar detrás de mí y a distancia, aunque sin perderme de vista; porque yo, tu madre, soy una vieja a la que cargan con fardos cuyo peso no pueden soportar los demás; y a todo lo largo del camino hay gente que viene a entregarme ofrendas piadosas consagradas a mi mejor jeique, y me ruegan que se las lleve. ¡Así, pues, es mejor que vaya yo sola por el momento!"

Y la joven echó a andar detrás de la vieja taimada, hasta que llegaron ambas al zoco principal de los mercaderes. ¡Y desde lejos se oía resonar el zoco abovedado, al paso de la joven, el ruido de los cascabeles de oro de sus pies delicados y el tintineo de los cequíes de su cabellera, tan melodioso y cadencioso, que se diría una música de cítaras y timbales sonoros!

Ya en el zoco, pasaron por delante de la tienda de un mercader joven que se llamaba Sidi-Mohsen, y era un muchacho muy lindo con un bozo naciente en las mejillas. Y notó la belleza de la joven y se puso a lanzarle de soslayo ojeadas, que no tardó mucho en adivinar la vieja. Así es que se volvió hacia la joven, y le dijo: "¡Vas a sentarte un momento separada de mí para que descanses, hija mía, mientras yo hablo de un asunto con ese mercader joven que está allá!"

Y obedeció Khatún y se sentó cerca de la tienda del hermoso mozo, que así pudo mirarla mejor, y creyó volverse loco a la primera mirada que le dirigió ella. Cuando le pareció que estaba él en punto, se le aproximó la vieja alcahueta y le dijo, después de las zalemas: "¿No eres Sidi-Mohsen el mercader?" El contestó: "¡Sí, por cierto! ¿Quién ha podido decirte mi nombre? ...

En ese momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.