Las mil y una noches:0916

Las mil y una noches - Tomo VI​ de Anónimo
Capítulo 0916: pero cuando llego la 934ª noche

PERO CUANDO LLEGO LA 934ª NOCHE editar

Ella dijo:

"... Y ahora que he acabado los cantos del céfiro y de las flores, os diré, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! algunos cantos de aves. He aquí primeramente el Canto de la Golondrina:

Si utilizo para vivienda las terrazas y las casas, apartándome con ello de mis semejantes los pájaros que habitan en las concavidades de los árboles y en las ramas, es porque a mis ojos nada hay preferible a la condición de extraño.
Me mezclo, pues, con los humanos porque no son de mi especie, y precisamente para ser extraña entre ellos.
Vivo siempre como viajera, y así disfruto la compañía de la gente instruída. Lejos de su patria, siempre es uno acogido con bondad y de manera cortés.
Cuando me establezco en una casa, no me permito hacer el menor agravio a sus habitantes. Me limito a levantar allí mi celda con materiales cogidos a orillas de los arroyos.
Aumento el número de los individuos de la casa; pero no pido que me hagan participar de sus provisiones, pues voy a buscar mi sustento en los lugares desiertos, así, el cuidado que pongo en abstenerme de lo que mis huéspedes poseen me atrae su afecto; porque si quisiera participar de su alimento, no me admitirían en sus moradas.
Estoy junto a ellos cuando se hallan reunidos; pero me alejo cuando toman su comida. Porque es de sus buenas cualidades de lo que deseo participar y no de sus festines; es su mérito lo que busco y no su trigo; anhelo su amistad y no su grano.
¡Así, es que, como me abstengo escrupulosamente de lo que poseen los hombres, tengo su afecto, y se me recibe en sus moradas como a una pupila a quien se estrecha contra el seno!

"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto del Búho. He aquí:

Me llaman maestro de la sabiduría, ¡ay! ¿quién conoce la sabiduría? La sabiduría, la paz y la dicha no se encuentran más que en el aislamiento. En él, al menos, hay probabilidades de encontrarlas.
Desde que nací, me aparté del mundo. Porque lo mismo que una sola gota de agua da origen a un torrente, la sociedad da origen a calamidades. Así es que no cifré en ella mi felicidad nunca.
Una cavidad de cualquier mina muy antigua constituye mi vivienda solitaria. Allí, lejos de compañeros, amigos y allegados, estoy al abrigo de tormentos y nada tengo que temer de los envidiosos.
Dejo los palacios suntuosos a los infortunados que en ellos residen, y los manjares delicados a los pobres ricos que de ellos se alimentan.
En mi soledad austera he aprendido a reflexionar y a meditar. Mi alma especialmente ha atraído mi atención. He pensado en el bien que puede hacer y en el mal de que puede ser culpable. He fijado mi atención en las cualidades reales e internas.
Así he aprendido que no existen alegrías ni placeres y que el mundo es un gran vacío erigido sobre el vacío. Hablo oscuramente, pero yo me entiendo. Hay cosas que es funesto explicar.
He olvidado, pues, lo que mis semejantes tienen derecho a esperar de mí, y lo que yo tengo derecho a esperar de ellos. He abandonado mi familia, mis bienes y mi país. He pasado con indiferencia por encima de los castillos. He escogido el viejo agujero de la muralla. Me prefiero a mí mismo.
Por eso me llaman el maestro de la sabiduría. ¡Ay! ¿quién conoce la sabiduría?

"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto del Halcón. Helo aquí

Es verdad que soy taciturno. Soy, incluso, muy sombrío a veces. Ciertamente, no soy el ruiseñor lleno de fatuidad, cuyo canto habitual fatiga a las aves, y a quien la intemperancia de su lengua atrae todas las desdichas.
Soy fiel a las normas del silencio. La discreción de mi lengua acaso sea mi único mérito, y el cumplimiento de mis deberes mi perfección acaso.
Reducido al cautiverio por los hombres, permanezco reservado, y jamás descubro el fondo de mi pensamiento. Nunca se me verá llorar sobre los vestigios de mi pasado. La instrucción es lo que busco en mis viajes.
Así es que mi amo acaba por quererme y temeroso de que mi imparcialidad y mi reserva me atraigan odio, me tapa la vista con la caperuza, de acuerdo con estas palabras del Korán: "¡No desparrames la vista!"
Enlaza mi lengua sobre mi pico con el lazo que cumple estas palabras del Korán: "¡No muevas la lengua!"
Me oprime, en fin, con las trabas designadas por este versículo del Korán: "¡No andes por la tierra con petulancia!"
Sufro al verme atado así; pero, silencioso siempre, no me quejo de los males que soporto.
Así se ha hecho mi instrucción, madurando por mucho tiempo mis pensamientos en la noche de la caperuza. ¡Y entonces es cuando los reyes se tornan servidores míos, su mano real es punto de partida de mi vuelo y su puño queda debajo de mis pies orgullosos!

"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto del Cisne: Helo aquí:

Dueño de mis deseos, dispongo del aire, de la tierra y del agua.
Mi cuerpo es nieve, mi cuello es un lirio, y mi pico un cofrecillo de ámbar dorado.
Mi realeza está hecha de blancura, de soledad y de dignidad. Conozco los misterios de las aguas, los tesoros que guardan en su fondo y las maravillas marinas.
Y mientras yo viajo y bogo, impulsado por mi propio velamen, el indiferente que vive en la arena no recoge nunca las perlas marinas y no puede aspirar más que a la espuma amarga.

"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto de la Abeja. Helo aquí:

Construyo mi casa sobre las colinas. Me alimento de lo que se puede coger sin lastimar los árboles y de lo que se puede comer sin escrúpulo.
Me poso en las flores y en las frutas, sin destruir jamás una fruta ni chafar una flor; de ella saco solamente una substancia ligera como el rocío.
Contenta de mi delicado botín vuelvo a mi morada, donde me dedico a mis trabajos, a mi meditación y a la gracia que me ha sido predestinada.
Mi casa está construida con arreglo a las leyes de una arquitectura severa; y el propio Euclides se instruiría admirando la geometría de mis alvéolos.
Mi cera y mi miel son productos de la unión de mi ciencia con mi trabajo. La cera es resultado de mis afanes, y la miel es fruto de mi instrucción.
Sólo después de hacerles sentir la amargura de mi aguijón, concedo mis gracias a los que las desean.
Si buscas alegorías, voy a brindarte una muy instructiva. Piensa en que no puedes gozar de mis favores más que sufriendo con paciencia la amargura de mis desdenes y mis heridas.
El amor torna ligero lo más pesado. Si comprendes, acércate; si no, quédate donde estás.

"Y ahora, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré, si queréis, el Canto de la Mariposa. Helo aquí:

Soy la amante abrasada eternamente en el amor de mi bien amada la llama.
La ley que rige mi vida consiste en consumirme de deseo y de ardor.
Los malos tratos de que mi amiga me hace objeto, lejos de disminuir mi amor, no hacen más que aumentarlo, y me precipito a ella, impulsada por el deseo de ver consumada nuestra unión.
Pero ella me rechaza con crueldad y desgarra el tejido de gasa de mis alas. ¡Jamás sufrió un amante lo que sufro yo!
Y la vela me responde: "Si me amas de verdad, no te apresures a condenarme, porque sufro los mismos tormentos que tú...
"Que un enamorado se abrase, nada tiene de asombroso; pero sí debe sorprender que su querida corra la misma suerte.
"El fuego me ama como yo le amo; y sus suspiros inflamados me queman y me derriten.
"Quiere acercarse a mí, y me devora; quiere unirse a mí en amor, pero sólo puede realizar sus deseos destruyéndome.
"Por el fuego me arrancaron de mi morada con mi hermana la miel. Luego, al separarme de ella, pusieron entre nosotros un espacio inmenso.
"Mi suerte se reduce a esparcir mi luz, a arder, a verter lágrimas. Y me consumo para alumbrar a los demás".
Así me habló la vela. Pero el fuego encarándose con nosotras dos, nos dijo:
"¡Oh vosotras las atormentadas por mi llama! ¿por qué os quejáis del dulce instante de la unión?
"¡Dichosos los que beben, mientras yo soy su copero! ¡Dichosa vida la del que, consumido por mi llama inmortal, muere por obedecer las leyes del amor!"

"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto del Cuervo...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.