CAPITULO XX


En 1838 establecieron los franceses el bloqueo con la fragata la Expeditive, del almirante Le Blane, con Mackau... Fué desde entonces que comenzaron a hacerse dificiles las relaciones del pueblo culto de Buenos Aires con su gobernador, que ya tenia la Sala de Representantes montada a su voluntad, ante la cual hacia la farsaica burla de gobernar constitucionalmente, observando las prescripciones de la Carta Constitucional, dando cumplimiento a las leyes emanadas de aquella asamblea.

Pero a cada quisicosa, y siempre que deseaba la sanción de algún proyecto, de su peculiar indole, mandaba su renuncia, como arrojándose en brazos de sus legisladores que se guardaban muy bien de aceptarla; lejos de eso, con el rechazo de la renuncia, venia la investidura de las nuevas facultades, o de más amplios poderes, hasta que les arrancó la suma del poder público, y las facultades extraordinarias, que él se encargó de convertir en ordinarias, gobernando con ellas 20 años hasta su caida en 1852.

El bloqueo francés exasperó a la Sociedad Popular Restauradora, con lo que se cometieron toda clase de exacciones, persecuciones y asesinatos en nombre de la defensa de la patria, contra los poderes extranjeros.

El que no está conmigo es mi enemigo, dijo Rozas; y bajo este lema sangriento, comenzaron las amenazas y las exigencias de sus bandas de hombres de hacha y tiza, a obligar a todo el mundo a manifestar sus opiniones, por supuesto que no debian ser otras que las del Restaurador.

La Sociedad Popular Restauradora, como se llamó al principio a esa turba de bandidos disfrazados de patriotas, a cuya sombra se cometieron tantos atropellos y asesinatos, en nombre de la Federación de Rosas, fué un engendro de esa época contra la gente decente.

Los prohombres del partido Unitario, perseguidos por aquélla, tuvieron que fugar o abandonar su hogar, expatriándose por último, para salvar la vida, los que pudieron hacerlo, a Montevideo, al Janeiro o a Chile.

Muchos de ellos vivian en el ostracismo desde el año 30, desde que terminó vencida la, revolución de los Unitarios del 1.° de Diciembre de 1828, evolución la más funestamente transcendental, encabezada por don Juan Lavalle.

Viniendo la Francia a exigir satisfacciones con las armas en la mano por ultrajes recibidos, como se dijo entonces, los unitarios vieron en el bloqueo francés una esperanza para derrocar al ominoso poder que los oprimia, y se pusieron al habla con los acontecimientos.

Pero estos fueron creciendo a la par misma del encarnizamiento de estas masas de viles esclavos, como dijo el poeta don Juan Cruz Varela, desde Montevideo, en aquellas magistrales estrofas de las cuales voy a permitirme intercalar aqui algunas, en homenaje al ilustre autor de aquella tan bella como patriótica composición al 25 de Mayo de 1838. Decia asi:

"¡Qué Mayo el de entonces! ¡Qué glorias aquellas!
¡Pasaron! ¡Pasaron!... Ni memoria de elllas
Consiente el tirano que el mando robó.

"¡Ay! Sella tu labio, antiguo guerrero,
Y no hables ahora, si ansioso extranjero,
La gloria de Mayo, pregunta ¿cual es?

"¡Si! sella tu labio, reprime tus iras
¡Ah! no te desprecien, los hombres que miras,
Espera los días que vendran después!

Sólo por escarnio de un pueblo de bravos
Bandas africanas de viles esclavos,
Por calles y plazas, discurriendo van.

Su bárbara grita, su danza salvaje,
Es en este día, meditado ultraje,
Del nuevo caribe que el Sud aborto.

"Sin él Patria, Leyes, Libertad gritaron,
Sin él valerosos la espada empuñaron,
Rompiendo cadenas, y yugo sin él.

"Por eso persigue con horrible saña
A los vencedores de su amada España,
Y en el gran dia la venga cruel.

"El Plata, Los Andes, Tucuman hermoso,
y Salta, y el Maypo, y el Perú fragoso,
¿Le vieron acaso pugnar y vencer?

"Vilcapugio, Ayouma, Moquegua, Torata,
Donde la victoria nos fué tan ingrata,
¿Le vieron acaso, con gloria caer?

¡Ah! ¡Si tú, tirano, supieras siquiera.
Reprimir el vuelo de audacia extranjera,
Y vengar insultos, que no vengaré!

"De Albión la potente, sin duro castigo,
Del Brasil, de Iberia bajel enemigo
La espalda del Plata jamás abrumó,

"Y ahora estraña flota, le doma, lo oprime,
Tricolor bandera, flames sublime,
Y la azul y blanca vencida cayó."

Fué por esta época que comenzó a funcionar la célebre Sociedad Popular Restauradora, ejerciendo su omnimoda autoridad, de la que fué jefe nato el carnicero Cuitiño, que desempeño un papel tan conspicuo durante la larga noche de la tirania.

La sociedad tomó y recibió, entonces, el aterrador titulo de La Mazorca.

Con tal institución hizose también insoportable la vida en Buenos Aires, sin garantias y sus habitantes todos expuestos al mero impulso de una delación en satisfacción de una venganza cualquiera. Y asi comenzaron y siguieron en 1839 a 40 a llenarse las cárceles con lo mas decente y notable de la población, de nuestras mejores y mas virtuosas familias, que resistian en nombre de sus pasados antecedentes las imposiciones de este presente griego de la tirania.

Los jueces de paz en las parroquias investian, como es sabido, una gran autoridad. Puede decirse que eran los dueños de vidas y haciendas; y para, prestigiar a Rozas y afirmarlo en el inmenso e irresponsable poder que ya ejercia contra los unitarios, partido compuesto de toda la gente decente y culta, con muy pocas excepciones, redobló la persecución sin consideración alguna a todo lo que era civilizado, descendiendo a detalles los mas minuciosos del vestido. La chaqueta fué el traje distintivo del federal: pasaporte obligado, que garantizaba la seguridad y la vida de los que mas tenian necesidad de transitar por las calles de la capital. ¿Conciben, mis amables lectoras, un estado social semejante?

En esos mementos falleció la esposa de Rozas, doña Encarnación Ezcurra, y en el patio de su casa, ocupada hoy por la administración de Correos, se habian congregado los federales netos, como se titulaban los miembros de la Sociedad Popular, ejecutores conscientes e inconscientes de atropellos inauditos.

El carancho del monte, como le llamaban al coronel don Vicente González, en el momento de sacar el cadaver de doña Encarnación para ser colocado en el carro mortuorio, indicó la idea de que los más federales se pusieran un distintivo. En su virtud compraron, en las tiendas vecinas, cintas de color punzó rojo, que se colocaron en los sombreros, en señal de duelo; lo que imitaron pronto todos los de su falange. ¡Quién lo creyera! Fué este hecho el origen del cintillo simbólico en torno del cual se han cometido tantos, tan atroces y barbaros crimenes politicos.

En aquel acto funerario tuvo su comienzo la célebre divisa federal, de la época de Rozas, después se convirtió en una imposición absoluta e indispensable de llevar un cintillo colorado puesto en el ojal de la chaqueta, como las condecoraciones que en Europa se lleva en el frac o levita con este distintivo: ¡¡viva la federación!! Por la razón o la fuerza todo el mundo adoptó el distintivo, porque llegó a ser el último medio de garantirse de los ultrajes a que estaban expuestos los ciudadanos, entre esas bandas de hombres sin otra educación que la disciplinaria de la Mazorca; y por lo mismo sin respeto alguno a la ley, ni a la sociedad.

Pero, como sucede invariablemente en estas demostraciones, libradas a la iniciativa popular, ninguno queria ser menos, por el contrario, cada cual deseaba mostrarse mas federal por alguna especialidad, asi se aumentó la longitud del cintillo. En este océano del entusiasmo popular, el mas contagioso de las epidemias y flagelos politicos, pronto la marea fué creciendo. Alargése a una cuarta de vara el cintillo para que cupieran en él las nuevas inscripciones, todas de inventiva... restauradra. Asi, al ¡Viva la federación! agregése el ¡Mueren los inmundos salvajes unitarios! ¡Viva el Restaurador!, etc., etc.

Si hubiera hecho alto en esto la cosa, el cintillo no representaria históricamente su terrible y horrendo significado... y es que los hechos seguian la misma progresión. El mueran los salvajes unitarios! era una tremenda sentencia; las prisiones, las flagelaciones, los deguellos entraron en juego; comenzaron a aparecer los chalecos colorados, al mismo tiempo que se perseguia a los que usaban la barba entera, porque se les antojó ver en la cara la forma de una U... unitario.

Fué necesario afeitarse y usar la barba federal, abierta por debajo, mas o menos, a la andaluza. Las mujeres de los federales comenzaron a usar un moño en la cabeza al lado izquierdo, como distintivo, moda que no siguieron las mujeres de los unitarios .

Mas llegando el año 40 al 42, en que las matanzas, los deguellos se hacian en las calles mismas, los miembros de la Mazorca, munidos de moños colorados, brochas y ollas de alquitrán derretido, trasladábanse a los atrios de las iglesias, colandolas en la cabeza de las señoras que al salir de la misa aparecian sin este federal adorno... ¿Qué esto parece mentira?

Convenido, pero apelo al testimonio de muchas beldades mismas de ese tiempo, algunas de las cuales se habian hecho el honor de soportar por su opinión este increible vejamen, y... no quiero nombrarlas.

Pero ya voy a caer en la mania de anteponerme a los hechos. ...

Con motivo del bloqueo francés, los individuos de esta nacionalidad quedaron sin proteeción, a merced de los avances y caprichos de esta masa de pueblo desenfrenada, por la voluntad del Restaurador, los establecimientos, almacenes y confiterias, fueron perseguidos y muchas de estas últimas saqueadas.

Se daban funciones en las iglesias para pedir al cielo protección contra los inmundos franceses, y en favor de los defensores del pueblo (tomen ustedes el peso a estos defensores) y del honor nacional agraviado.

En cada parroquia se hacia una función de iglesia, y los miembros del partido federal con la mashorca a la cabeza, llevaban en brazos en un gran marco el retrato al óleo del "Gran Rozas", que, entrando al templo, lo colocaban en el altar mayor, cual si fuera efigie, cuya función religiosa se solemnizara, asi, ni mas ni menos.

Terminada la ceremonia de la misa, lo sacaban en brazos, con el mismo respetuoso aparato, teniendo todo el mundo que saludarlo sombrero en mano so pena de tocarle el violin del célebre Mariano Maza (degollarlo).

Al volver a la casa del juzgado, de donde habia salido la manifestacién federal, y al pasar por alguna confiteria francesa, o cosa parecida, entraban y rompian todo. (Fui testigo presencial). Esto sucedia a fin del año 39, y a principicio del 40, en que las carceles comenzaron a llenarse hasta de jovenes como el doctor Tejedor, y otros que no es del caso nombrar. Todas las parroquias tuvieron esta fiesta, con excepción de los jesuitas, que habian conseguido volver a su iglesia de San Ignacio, y que perdieron el favor que habian obtenido, negandose a colocar el retrato del tirano en el altar.

Aunque tenidos entre ojos, fueron soportados. ¡El tirano tuvo miedo de las beatas!

Hablando de los actos del tirano en relación a la religion, llégame la oportunidad de referir un episodio que dió mucho que reir: es el siguiente.

Es sabido que el santo protector de la ciudad de Buenos Aires es San Martin, obispo; cuya festividad, como tal, cae en 11 de noviembre.

Rozas se apercibió que el Santo era francés de nacionalidad; gaucho vivo y epigramático como lo son los de su clase, que de todo se burlaba, no podia permitir que las autoridades federales le hicieran demostraciones de culto, ni aun en el dia consagrado a su fiesta.

En consecuencia expidió un decreto (asi se me ha asegurado), mas o menos en los términos siguientes:

“Habiendo perdido el gobierno de la Confederación la confianza que tenia en el santo ¡San Martín! instituido protector de la ciudad de Buenos Aires; y en vista de no haber hecho nada, como era de su deber de buen federal, para impedir que sus paisanos nos trajeran el injusto bloqueo francés que nos han puesto, queda destituido del honroso encargo de que fué investido, por "flojo y mal federal".

ROZAS

Es copia.

A. de Gondra
A esta altura de los sucesos, las cosas iban de mal en peor; las relaciones entre gobernante, y gobernados cada vez más tirantes; la vida era un constante sobresalto; nadie la tenia segura, pues bastaba la simple delación de un sirviente mal queriente para arruinar y llevar la desolación al seno de una familia: que el jefe de ésta, anciano, joven o mujer, fuera sin más trámite a parar en la cárcel, cuando no al cuartel de Cuitiño (de las ejecuciones).

Estas atrocidades todas se hacian en nombre de la defensa nacional y de la federación de Rozas, para aterrar al pueblo, mostrándole que nada les importaba la, ruina del comercio, la de las familias y el malestar consiguiente a una situación de desquicio y de deshonra, consumado todo como medio de resistencia al enemigo extranjero.

Vanagloriábanse de estos hechos; y las muestras de admiración que les venia de fuera del pais, de los argentinos que, muy, distanciados de este centro, no sufrian sus consecuencias y elogiaban el temple de alma del salvaje tirano, que sarcrificaba su pais sosteniendo una cuestión de amor propio (a que cedió después en toda su plenitud). Ello hizo que hasta el pobre anciano general San Martin, Libertador de cuatro repúblicas, por incitación de Balcarce, le mandara ¡su espada de Chacabuco!... al degollador de los argentinos: al bárbaro tirano que hizo fusilar a la bella Camila O' Grorman, de una distinguida familia, estando ella encinta, por el delito de amar a un hombre, agregando al horrendo crimen la iniquidad, el sacrilegio de ordenar que se bautizara el feto dándole a beber algunos tragos de agua bendita, antes de sentarla al banquillo.

¡Que horror! ¡¡¡Qué iniquidad!!!

Este inaudito crimen quedé impune, sin castigo en la tierra, pues perpetrado, según creo, en 1847. en los momentos en que Rozas quedaba vencedor sobre sus enemigos, a nada otra cosa se atribuye, sino a los feroces y más que salvajes instintos de aquél sombrio tirano. Y pensar que semejantes cosas pasaban hace solo 43 años, en el mismo lugar, en las mismas calles y plazas en que ha tenido lugar la revolución del 26 de julio del año anterior!...

Pero en fin, fué a este bárbaro hecho que se debió la coalición del Estado Oriental con el Brasil y la liga de ambos con el general Urquiza para derrocar al tirano que, ensoberbecido con sus triunfos, desaprovechó el memento oportuno de dar al pais una constitución, llamando a los emigrados con garantias, pues cansados de un tan prolongado ostracismo, comenzaban a regresar, aun con peligro de la vida, como les Gómez, Fragueiro y otros...

Mas debia llenarse de otro modo su destino, cumpliéndose la maldición profétiea del Bardo argentino. "Y entonces, ni el polvo de tus huesos la América tendrá".

Empero el año 40 las cosas arreciaron, y la Sociedad Popular Restauradora (la Mazorca), a cuyo centro habian ingresado muchos padres de familia para salvarse, y asi cuidar sus familias, y visitar sus hijos y esposas que no les era posible abandonar.

La Sociedad Restauradora digo, pues, seguia en sus hecatombes, pero a las cuales jamas asistió esa nueva clase de socios, que podia llamarseles profanos, y que al fin la Mazorea acabó por no respetarlos, cayendo muchos de ellos a sus golpes, unos tras otros.

Nosotros, con mi excelente padre (que quedó al cargo de nuestra numerosa familia, incluso la del doctor don Gabriel Ocampo), asistíamos de noche a la casa del coronel de ingenieros (español) señor don José María Romero, padre del actual coronel don Santiago Romero, y de las hermosas jóvenes Etelvina y Carlota.

Asistiamos con igual devocion a la casa del escribano don Marcos Agrelo; hombre de amena conversación, que vivía en la siguiente cuadra, calle de Tacuarí, frente a la "crucecita de San Juan", cuya lindisima señora doña Monserrate Tejada nos recibia en compañia de sus hijos Emilio, Juan Antonio, Corina y Monserrate, esta última muy chiquilla, que después fué la bellisima esposa del notable hombre de finanzas don Norberto de la Riestra, ministro en varias administraciones. Y permitaseme agregar, pues nadie ha de desmentirme, que la raza de estas dos mujeres se perpetúa en las hijas que se lucen en su tránsito por las calles de esta capital en el momento presente.

En una noche de esas, retirabame como a las 11.30, de la casa de misia Chepta Lavalle de Sáenz Valiente, extensa casa baja, grandes patios, situada calle de Piedras entre Victoria y Potosi, donde habitaba, encerrada con sus dos preciosas hijas, una de las cuales casó después con el joven Ladislao Martinez, ilustre rival en paqueteria de Carlos Urioste, con quien se disputaban el triunfo social, a titulo de buenos mozos.

La familia estaba siempre aoompañada de su sobrina, no linda... pero encantadora, llamada Máxima Zamudio, de quien ya he hablado antes con elogio.

Recibian en el comedor que ocupaba el frente del patio, en vez de hacerlo en la sala, para evitar que de la calle vieran que había visitas. Retirábame, come digo, a la mia, situada en la calle de Méjico; una noche tan obscura como de inolvidable recuerdo, como lo seria para cualquiera en caso igual, cuando al pasar por la esquina de Belgrano, según creo, apercibiéndome un gran barullo, corro a ganar mi casa.

Al siguiente dia se pudo averiguar que esa noche el feroz mazorquero llamado Moreira (español), embriagado, como tantas otras veces, habia ido a una pulperia de donde sacaba su gasto diario, y que habiéndole preguntado el dueño del almaoén que cuando le pagaba su cuenta, lo agarró y lo degolló; que habiendo acudido en su auxilio el dependiente, lo tomó y lo degolló también; y encontrándose una carreta a la puerta, que lo acompañaba conduciendo no sé qué, puso en ella las dos cabezas y se marchó, gritando:

" ¡A los buenos duraznos! "

Pero este crimeno atroz, dicen que no quedó impune. Un oficial de policia encontré la carreta y oyó lo que se vendia, y conociendo al hombre feroz que vociferaba dió parte a Moreno, jefe de policia, el cual, a su vez, lo puso en conocimiento del Ilustre Restauradar, que lo mandó fusilar (por éste y otro crimen atroz, cometido contra un federal), a la mañana siguiente en el cuartel de Cuitiño, lugar destinado a las ejecuciones de los Salvajes Unitarios, que escapaban al degüello de las calles.

Otro asesinato de este jáez vi perpetrar en la calle del Perú (en esa época), en la pequeña joyeria, de un cuarto a la calle, de una propiedad que seguia a la de la familia de Beláustegui, cerca de la esquina de Victoria. Era esta la cuadra, en union con la de Victoria, en dirección a la Plaza, en donde paseaba la gente esperando la retreta, chupando los riquisimos caramelos, que ya no se conocen, que se vendian en la antigua y conocida confiteria de Baldraco, junto al paredón de la carcel de mujeres.

Cuando la fiesta de las parroquias, que antes dije, se saqueaban las confiterias y joyerians francesas, tirando voladores en festejo de tales actos. Una noche estabamos parados con Alvaro Pinto, y su hermano Anacleto, y Luis Molina y otros, casi frente a la mencionada joyeria alli situada, cuando desembocó la retreta, presidida siempre de un farol (que llamaban el Farol de la Retreta), que iba al frente de la banda, venia del Fuerte por la calle de Victoria, para seguir a su cuartel del Retiro, que ocupaba el batallón del General Rolón, a cuyo regimiento pertenecia.

La banda que esa noche daba la retreta venia tirando cohetes voladores, y algunas señoras que habian quedado en la calle, a su aproximación desaparecieron, cuando al enfrentar a la pequeña joyeria donde se encontraba de pie, en el umbral de la izquierda del espectador, una joven alta y esbelta, que según decia, era la novia del joyero; la banda hizo alto, y el que llevaba los cohetes voladores prendió uno, y al soltarlo con la intención de hacerlo reventar dentro de la joyeria, quizá inclinó demasiado la dirección, y le entró por debajo de la barba a la infeliz joven, que en el acto quedó destrozada, cayendo alli mismo casi muerta.

Todos los presentes salimos de alli horrorizados, cada uno hacia su casa. Al través de los años he recordado el hecho, y aún hoy mismo con el mas profundo horror, cada vez que paso por aquel lugar, aunque transformado en lujosa tienda de libreria, de Escary.

Poco después sucedió, entre muchos otros, el asesinato del respetado y querido vecino, señor Varangot, francés de origen, y el de Martinez Eguilaz, que fué degollado y metido dentro de una barrica de alquitran que ardia, para solemnizar una fiesta federal, a1 frente del paredón posterior de las Monjas Capuchinas, hoy calle Moreno.

He aqui por fin un hecho que por sus circunstancias
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LAS BELDADES DE MI TIEMPO

circunstancias y detalles tiene todos los contornos caracteristieos para servir de ejemplo, y dar una idea cabal de los actos y procedimientos de aquella Sociedad de horrenda memoria.

E1 27 de Junio de 1839, a Ias seis y media de la tarde, asesinaron en el salón mismo de la Legislatura, al Presidente de la llamada Honorable Sala de Representantes, el señor don Manuel Vicente Maza, que recibió dos puñaladas, quedando en el suelo al pie de la mesa. Dijeron que habia venido a escribir su renuncia de ese puesto.

Este asesinato causó un pavor inmenso, pues al señor Maza se le consideraba como el mentor o el moderador de los furores del Tirano. Entonces ¿quién tendria segura su cabeza sobre los hombres?

A la mañana siguiente fué fusilado en la carcel pública su hijo el comandante don Ramón Maza, por conato de revolución (dijeron).

El cadaver del señor Mazaa, el dia 28, fué sacado de la puerta de la Legislatura (calle Perú) poniéndolo en el carro de los pobres, y al pasar por la carcel en dirección al Cementerio, pusieron dentro los restos del hijo horas antes fusilado, y juntos fueron arrojados en la fosa común.

Una de las Victimas sacrificadas en la degollación mas expectable fué la del joven Iranzuaga, asesinado al pie de las ventanas de la casa habitada por el cónsul del Portugal, señor Meyrelles. Antes del año 40 el señor Meyrelles daba un baile a la oficialidad de los buques de Francia e Inglaterra. La casa estaba situada en la calle de Santa Rosa (hoy de Bolivar) frente al puentecito de las beatitas entre Méjico y Chile.

Una de las Beldades de mi tiempo era la señorita Isabel Ortiz, hija del doctor don Manuel Ortiz, abogado de la Universidad de Charcas, el cual, en compañia de los señores don Mariano Moreno, don Vicente Lopez, don Vicente Anastasia Echeverria, don Manuel Alejandro Obligado y otros jovenes porteños del principio del siglo, fueron a aquella ciudad a rendir examen, y recibir el grado doctoral, porque aqui no habia Universidad. Este viajecito de 800 leguas españolas se hacia a mula, empleando hasta dos meses (parte de cuyo trayecto ha sido recorrido el mes pasado en tres dias por la división chilena en ferrocarril, cuya retirada se quiere comparar a la de los diez mil de Xenofonte; ¡¡sea por amor de... Balmaceda!!, a quien le dedicó este piropo el ministro señor Vidal).

Y sigo mi historia.

Al regresar el doctor Ortiz, se caso con la señorita Crecencia Urien, de la cual tuvo entre otras bellas hijas, a Ignaeia, madre del general Obligado, y a Isabel, la mas preciosa de todas; de la que voy a hablar.

Isabel estaba para casarse, y su novio habiale pedido que no dejara de asistir al baile del Cónsul Moyrelles, que se anunciaba como uno de los mejores de la estación de 1840, antes de comenzar la degollación; indicandole que en el baile iba a fijar la fecha de su proyectado enlace.

La niña. que, como digo, era muy linda, una vez en el baile mostróse sumamente abstraida e indiferente respecto de sus admiradores, como dominada de una idea fija y persistente. Sentiase enferma esa noche, bajo la influencia de un presentimiento fatal para su prometido, pues era unitario, y ya menudeaban las persecuciones y degüellos contra los miembros de su partido.

Las gentes de Rozas miraban mal y con prevención aquella fiesta dada por un agente consular en honor de oficiales extranjeros, que abiertamente alardeaban de ser muy partidarios del general Lavalle. Parece que alguno aconsejó a la Mazorca, ahogar en sangre dicha fiesta, haciendo alguna victima a sus puertas mismas, pues además de buscar efecto federal, un acto semejante. seria en extremo agradable al Restaurador.

Lo peor y mas triste del caso es que el joven Iranzuaga fué degollado por equivocación, pues era otra la victima que los sicarios de la Mazorca acechaban en aquella bocacalle. La Amalia de Mármol, y Las tablas de sangre de Rivera Indarte, contienen más numerosos detalles del hecho; yo lo refiero come lo supe, y según los recuerdos de la impresión que me produjo... pues viviamos a cuadra y media de la casa enfrente a, la cual tuvo lugar tan estúpido como horrendo crimen.

Ampliaré algo más los datos de este suceso, pues en las páginas humoristieas de las Beldades de mi tiempo no han de estar fuera de centro las que reflejen, por la narración de estos hechos, las costumbres políticas de la época.

Degollado el joven Iranzuaga, los mazorqueros cruzaron su cuerpo en el umbral de la puerta de calle. Hasta sus últimos momentos habia estado pidiendo un confesor, un padre... y los asesinos le contestaban ¡si! ya te vamos a traer al padre Escola (muerto la noche antes).

El suceso repercutió dentro del salón, y una de las primeras parejas que salió acompañada de los oficiales que se ofrecieron para conducirlas a sus casas, fué la linda Isabel. El caballero que la acompañaba, un teniente de marina, hizo a un lado el obstáculo, creyendo evitar que la compañera saltara por encima del cuerpo de un beodo; pero al acercar el negro de la linterna su farolito, la niña, sobrecogida de espanto, creyó ver a su novio asesinado, y cayó en un profundo desmayo. Al volver de este accidente, era otra; habia perdido la razón, que jamás le volvió, aunque por largos años se deslizaron sus dias en una mansa, demencia.

Asi la he visto por mucho tiempo después. Recuerdo siempre con horror aquel acontecimiento con la viveza de quien lo presenciara, tan profunda fué la impresión que de él recibi entonces.

Hubo de llegarme el turno, pues amenazado porque llevaba la barba entera, que apenas asomaba, fui perseguido por los seides de la mazorca, a tal punto, que ahora mismo no me doy cuenta de como me les escapé. Pero inmediatamente mis padres me embarcaron en un buque de vela brasilero.

¡Héteme por la primera vez, alejado del hogar paterno, de Buenos Aires, y por fin de mi patria misma, para hacerme hombre y conducirme por mi propio criterio!

¡Y heme aqui consagrado Unitario! por acción y gracia de mi barba naciente, a la cual se le antojó asomar a mis mejillas sin previa consulta y sin dársele un comino de lo que pensara y dijera don Juan Manuel, que, sin embargo, no era lampiño.

Salimos de la rada, y a los dos dias amanecimos en las playas orientales, con o sin mareo, no lo recuerdo, pero a la vista de Montevideo y de las lindas torres de su Matriz, las que se ven desde tan lejos. Al tercer dia desembarcaba donde me esperaban mis tios e imperaba la libertad, y donde también se gozaba de garantias individuales, que entonan el espiritu y dan vigor al hombre. ¡Qué reverso de medalla!...

Rio de por medio — la libertad más amplia, al calor del sol de oriente!!!

¡Al occidente, el reinado de la más estúpida tirania!

Era preciso haber pasado un tiempo en Buenos Aires, viviendo como los reos en capilla, sin saber si al amanecer del dia siguiente fuera el último de la existencia, para comprender la satisfacción del espiritu al despertar del sueño, en tierra lejana, y verse salvo de la amenaza constante, bajo la cual se habia vivido.

¡Ah, tierra Oriental! mi afecto por ti tiene la fecha de un Matusalén!! Tiene muchas canas honorablemente ganadas.

¡Que me maten el punto... puede ser!... Pero... ¿mi amor?... ¡¡Cuando!!