Las beldades de mi tiempo/Epílogo
Tengo que deciros ¡adiós!, mis queridas lectoras, aunque sea con pesar, por aquello de que tout casse
—— tout lasse —— tout passe. Pero ya habeis visto con cuanto cariño y respeto, justicia y benevolencia he tratado a vuestras abuelitas y a vuestras mamás, haciéndolas revivir a la admiración de la generación presente por la revelación de sus méritos. Espero que me seréis gratas y no lo olvidéis; pues en los tiempos que corren no se usa ya lo de hacer justicia al mérito, y mucho menos pagar deudas atrasadas.
Creo, pues, que con estos antecedentes me es permitido esperar que os preparéis a saborear el segundo tomo que daré principio con los cuentos, o mejor dicho, con las cosas del año 1855 para terminar con las de 1890. ¡Ya lo veréis! cuántas calabazas, dadas las unas, recibidas las otras... éstas han de ser las más ¡¡pero cuántas!!
Se me ocurre que podemos hacer un arreglo. ¿Qué os parece?
¿Si?
Pues, convenido. Y yo repetiré, con George Sand, que no es la mujer, sino la esperanza, la que es pérfida como la onda.
Si mis lectoras quieren aparecer entre las buenas mozas de este tiempo, tienen que ser muy amables con el autor de "Las beldades de... del otro tiempo", saludandolo con mucha coqueteria y aparente, sino verdadero afecto, cuando alcancen a divisar estos restos antediluvianos que son ahora lo que constituye la personalidad del que en un tiempo, fué algo que el mismo tiempo se encarga de arrebatarle, dejandoles sin tiempo ni para corregir bien "Las beldades de su tiempo"...
...Las que he exhumado son las que quitaron el sueño y robaron el tiempo al autor de mis dias, que las admiré y tal vez las adoré, que en cuanto a esto cojeaba del mismo pie que el hijo; al menos como él me lo cantó os lo cuento.
He terminado, mis bellas lectoras, y, no me queda ya tiempo, sino el muy indispensable para repetirme vuestro afectisimo que os besa los pies... en principio.!