Las beldades de mi tiempo/XVII
Decia en capitulo anterior, que en lo que está bamos verdaderamente atrasados, era en materia de cementerios, y supongo que he dejado bien comprobado el hecho.
En cambio estábamos muy adelantados en punto a espectáculos teatrales, y voy a dar idea de ello haciendo funcionar mi memoria casi desde la infancia; pues mis recuerdos al respecto remontan a los años de 1824 al 1826... ¡No me digan nada!
No habia tantos ni tan variados espectáculos como ahora, verdadera aglomeración de compañas que funcionan, sin que ninguna de ellas pueda llenar cumplidamente las aspiraciones de la gente cultora del arte, sea en lo lirico, sea en lo dramático.
En aquel tiempo habia poco, pero bueno. No lo duden los admiradores del éxito callejero, que las mas veces es contraproducente.
Todavia no habia aparecido Verdi en los escenarios liricos del mundo con el romanticismo de su música bulliciosa, en que no se necesitaban artistas sino gritones, a los cuales puede aplicarse aquello del gaucho de mi cuento, que decia que para tocar la guitarra "no se necesitaba cencia sino fuerza y resolvencia."
Un tenor que lleve en su garganta un pito de ferrocarril para dar los do de pecho de la historia que hay que pedirlos a Tamagno por ser el único que los posee verdaderos, desde que no existe Tamberlick que los inventó.
Ahora el éxito esta conseguido, con los de falsos, resultado de un esfuerzo de la garganta, en lo que hacen consistir el mérito de un cantante cualquiera, y la noche en que lo da tórnase inolvidable para mis queridos compatriotas, que en general se estremecen de placer y de emoción... Vaya en gracia, que a falta de pan buenas son tortas.
Pero mientras ellos gozan con esto, yo me deleitaré refiriéndolo a mis amables lectoras, con el recuerdo de las dulces melodias de Rossini, del autor del Don Juan, de los conciertos de Beethoven, que primaban en absolute.
Era la época en que llegé a Buenos Aires la primera compañia de ópera haeia fines de 1824. Nunca he olvidado la emoción que me produjo la primera audición del ya célebre Barbero de Sevilla, la inmortal ópera del mas inmortal Rossini. Por entonces ya se conocia en Buenos Aires y eran familiares, tanto para conciertos de piano y bandas militares, y hasta para la guitarra, los mas selectos trozos y motivos del Barbero de la Cenerentola, del Turco en Italia, La gazza ladra, La italianma en Argel y varias otras composiciones, cuyas berturas, arias, dúos, trios, nos llegaban para todo instrumento, precedidas de una fama europea, mucho antes de que viniera una compañia de que tanto bueno decian los viajeros.
Con estos trozos por vanguardia puede juzgarse del efecto y de la impresión que harian en el público porteño las representaciones liricas, que dieron principio con El Barbero de Scvilla.
Si a las composiciones de tan renombrado autor, se agrega el ser desempeñadas por artistas de verdadero mérito y talento, se comprenderá, facilmente que aquella época haya dejado en nuestra tierra un imperecedero recuerdo, que ha impreso carácter y gusto a nuestra sociedad, resultando de ahi el ser visitada la metrópoli del Plata, y sucesivamente, por los primeros artistas del mundo europeo, instrumentales o vocales.
En efecto, hacia la época a que me refiero, llegó a Buenos Aires una familia de artistas compuesta de cuatro personas. Una joven llamada Angelita Tani, de unos quince afios, linda y simpática criatura, soprano a estilo de la Patti, acompañada de otra hermana mayor que ella, contralto, y de dos hermanos, uno de los cuales era un... Abelardo escapado de la Capilla Sixtina. Titulo sobrado para cantante de primer orden. Era un tenor acabado que subia hasta el si bemol con prodigiosa facilidad; y el otro, bajo profundo y baritono, o cosa parecida, pues su garganta tenia un registro tan extenso que podia decirse abarcaba el teclado del piano, hasta la mitad.
A estos cuatro artistas acompañaba un caricato, el señor Bacani, que no ha tenido hasta hoy mismo rival; y un segundo tenor de gracia llamado Rosquellas, que desempeñaba el papel de Conde de Almaviva, con una perfección a, que jamás pudo acercarse Stagno, al cual hubiera sido necesario estañarle la gola, para libertar su garganta de esa especie de grillete que le oprimia, impidiéndole respirar, aunque le sobrara la buena intención que todos le hemos reconocido. El baritono era el mulato Viera, que resultó haber tenido tan buena escuela, que una vez en tan excelente compañia cumplió bien con su deber como Ricciolini en el rol de don Basilio.
Los nombres del bajo y de la contralto se han escapado como dicen ahora los Cronistas o Reporteres, sin que nadie les reclame por ello.
Buena orquesta y buenos coros para interpretar genuinamente las composiciones de los grandee maestros, en la representación de Don Juan, de Mozart, de La gazza ladra, del Turco en Italia, del Tancredo y de la Cenerentola, de Rossini, y demás obras del repertorio clasico. Tales eran los artistes y tal el conjunto de la primera compañia lirica que sin chicanas ni pillerias y maniobras de contratistas, encantó a la igualmente sincera y seria sociedad porteña, infiltrándole el gusto por el arte y por la música dramatica.
Y no habia que cambiar de ópera a eada noche, porque con tan competentes y escrupulosos interpretes, en cada representación de una misma pieza descubria el auditorio bellezas nuevas, de esas que solo la repetición, preparando el oido, hace al fin comprender... porque la generalidad no alcanza las concepciones del genie sino con la constancia del estudio y para el público el estudio es... el air y volver a air y aun air mas lo ya oido. De otro modo no hay posibilidad de llegar al goce, a la fruición que procura la música. No se escandalicen. El Bairbero de Sevilla, esta ópera, que aun dada por pésimos actores lleva al teatro siempre un mundo de espectadores, fué silbada, burlada, en su primera representación.
¿No lo creen mis amables lectures?
Pues bien, lean lo que refiere Fetis en su obra Biographie Universelle des Musiciens.
"La tempestad que habia tronado sordamente durante todo el primer acto, estalló en el segundo y la ejecución de esta obra maestra de gracia y coqueta elegancia, no terminó sino en medio de las manifestaciones más ultrajantes de reprobación.
Mas todavia: "La Semiranis misma fué tan mal recibida en Venecia, en su primera audición, que esta fatal demostración hiriendo la susceptibilidad de Rossini, determinó su separación de la tierra, natal para trasladarse a Paris y Londres".
Las partituras, las más sublimes, han pasado por esta via crucis; pero cuando las del Barbero y el Otelo, llegaron a Buenos Aires veniau precedidas de la fama y consagradas por los más eminentes sacerdotes del arte. Si a eso se agrega la magistral ejecución de la compañia que las introdujo a nuestra sociedad, se comprenderá fácilmente el entusiasmo que excitaron, y la apasionada influencia que hasta hoy mismo ejercen, trasmitida por una tradición ejemplar.
En 1852 fui presentado en Montevideo a Angelita Tani, casada como la Nilson, con un distinguido caballero brasileño: mi amigo el señor Cuhna, gerente del Banco Mauá en aquella capital.
No habiendo cantado la estruendosa música de Verdi, no habia sufrido alteración ni detrimento alguno su voz; y era un placer el oirla a sus 44 años, con una voz entera perfeccionada por la maestria que dan los años en una garganta privilegiada y cuidada, de lo que es una prueba la de Adelina Patti, que tan poco ha hemos admirado y aplaudido estrepitosamente.