CAPITULO XVI


En la época de cuyas costumbres vengo ocupándome al hablar de las "beldades" que tanta celebridad le han proporcionado, uno de los hechos más influyentes, como elemento de atracción social, era la misa de una; y bien que aún hoy mismo se sigue la costumbre, esté ya muy lejos de revestir el carécter que la distinguia entonces, aunque haya más gente ahora.

Se decia todos los domingos y "fiestas de guardar", en la Catedral y en San Ignacio. Este servicio religioso llegó a encarnar en su economia un atractivo singular, pues todos cumpliendo con el precepto católico de oir misa los dias feriados bajo pena de pecado mortal, tanto para la mayor honra del acto, cuanto por ser aquel el más concurrido, todas las familias aristocrátioas de origen, aunque ya democratizadas politieamente, eran infaltables a la misa de una, convertida asi en espectáculo y en punto y objeto de recreo.

En nuestra sociedad tranquila, e imbuida en sus costumbres, cuando aún no habia invadizlo los gustos y las mil exigencias de la vida fastuosa de la Europa, aquello tenia sus encantos, a lo que contribuia no poco la sencillez de las mismas costumbres. Todos se conocían y respetaban sin preocuparse ni poco ni mucho de las formas, y menos afin de saber de qué pie cojeaba el vecino. Habia verdadera nobleza y sinceridad en el proceder social.

Era pues, la misa de una, especialmente concurrida por las familias paquetas y currutacas, que, sin previo acuerdo y solo por, un convenio tacito del habito, se daban cita para lucir sus tocados e ingénita elegancia, a1 mismo tiempo que cumplian con sus deberes religiosos, sobre lo cual habiase conservado el celo.

Aún no habia hecho su aparición ese conjunto de lociones, de polvos, ahuecadores, cosméticos, etcétera, etc., de la toilette francesa; y la gracia y elegancia genuinas de la criolla, resaltaban con todo donaire, sin deber un ápice a todas esos incentivos por el arte para... desnaturalizar y neutralizar sus naturales encantos. Asi, eran objeto de burla y de mofa las que se coloreaban el rostro. Ahora, ¡cuantun mutantur ad iNO!...

Palermo no existia aún, y, el andar en coche carecia de atractivo; no habia parque, no habia calles pavimentadas, y las pocas que habia empedradas éranlo tan mal, con piedra de Martin Garcia tan desigual y brutalmente quebrada, como que dan muchas todavia, que nadie queria aventurarse en coche por ellas. Asi los que tenían carruaje, lo sostenian mas bien por necesidad que por lujo. Y, sin embargo, y bien que no lo usaran con mucha frecuencia, porque ni las distancias lo hacian indispensable, el tener coche a la puerta era la aspiración de la aristocracia, de la antigua nobleza española, como signo de fortuna y distintivo de alta entidad social y de positivo bienestar.

Hoy, ¡quién lo hubiera dicho, entonces! Todo el mundo goza de este lujo, merced a la invención yanqui de los tranvias, a tal punto, que los mas pobres, la gente de trabajo a jornal, la peonada, las cocineras y tutti cuanti, se han apoderado de estos vehiculos por economia; en efecto, comodidad, celeridad, seguridad y baratura, todo esta consultado en este sistema de locomoción, que, al extenderse la población tan extraordinariamente, ha reducido las distancias de tal modo, que en el dia se puede estar en la plaza de la Victoria, en Barracas al Sur, Flores y Belgrano, en la Boca y en la Darsena Sur, y eso hasta las doce de la noche... ¡¡coche a la puerta!! ¡quién no lo tiene ahora! Señoras conozco yo que dejan el suyo a la puerta y toman el tranvia... es el modo de asegurarse contra los innumerables percances del trafico y de los empedrados municipales.

El tranvia ha venido a ser para los argentinos el federis Arca. En él se vé muchas veces en la mas intima apostura y codeandose una gran dama con su riquisima toilette, a1 lado de una fregona con su canasta y sus chismes, un peón de fabrica a1 lado de un teniente general, un sacerdote austero frotandose con una lavandera, la modista, la verdulera, la mucama, la planchadora, cada una con su atadillo, bandeja o canastillo, simbolo del oficio, frotándose con un gerente del Banco, con un sportman, con un director o presidente de la Sociedad Rural, o una hermana de caridad a1 lado del empresario de conventillo... ¡¡Oh triunfo de la democracia!!

Oid mortales el ruido de rotas cadenas
¡Ved en trono la noble igualdad!

¿Quieren ustedes ver nada que sintetice mejor que los tranvias el verdadero trono de la noble igualdad?... Cuéntemenlo ustedes cuando lo descubran... Por otra parte permitanme ustedes que repita aqui aquella exclamación que estampé una vez, y que no la dijo Calderon, por supuesto.

¡Qué barbaridad cometieron nuestros padres, haciéndonos nacer tan antes!

Sin este apresuramiento quizás presenciariamos los portentosos inventos de Edison, Yankee brujo, que daré a1 traste con las muchas antiguallas de nuestra actualidad, cuando no hayan ni viejos, ni viejas, y tengamos perenne juventud, revelandonos el secreto de la suya nuestro querido amigo don Ladislao Martinez, que la posee desde largo tiempo, sin prescripción posible; y habré, igualmente, perenne y eterna suspension de pagos y otras beldades de... Bolsa, que son las de estilo y actualidad ahora.

Vamos a otra cosa de un solo salto.

¿Eran más agradables o más sinceras nuestras amistades de entonces?

¡Asi lo creo!

Y si hay quienes no lo crean, apelo a los poetas cuyas estrofas eran lo que nos electrizaba a falta de las brujerias do Edison.

Y ahora, ¿dónde están, y qué es de estos privilegiados que hablan cadenciosos, la música del Corazón?

¿Dónde los Poetas?

¡Ninguno chista, ni para hacer un epigrama siquiera!

Todo es prosa y positivismo... Tanto tienes, tanto vales...

Alla van (cuento al caso) unos preciosos versos que mi amigo Iranzuaga, dirigió desde Montevideo, a una amiga suya, acusándole recibo de Luna prenda que le dió de recuerdo... ¡no sé si de amor! Decia asi:

Porgue la tenga presente,
Y me sirva de consuelo,
Enviome una amiga ausente
De los rizos de su frente,
Una cadena de pelo.

Para tiernos corazones
Estas hebras combinadas,
Son poderosas prisiones
Más que gruesos eslabones
De cadenas remachadas.

Mas no os dé señora pena,
Solo es prenda de amistad
No a esclavitud me condena;
Traigo al cuello una cadena.
Sin perder mi libertad.


O los que escribió después de un baile, a pedido mio, a una preciosa morena de esas que dejan atrás a las huries de Mahoma.

Se titulaba:

LO QUE VI EN UN BAILE

Era joven, y era linda
De una estatura mediana,
Negro el cabello, ojos grandes,
La mejilla sonrosada.
En su festivo semblante
De espresión abierta y franca,
Por una mano invisible,
La bondad lleva grabada.
Dulce su voz, armoniosa.
Penetrantes sus miradas,
De afable y sencillo trato,
Alegre como una, pascua,
Sin melindres de doncella,
Ni escrúpulos de beata
De blanco toda vestida
De sencillez hace gala;
Tanto mas bella parece

Cuanto menos esmerada,
Chalcito, color celeste,
Sujeto al pecho llevaba,
Con una mariposita...
De filigrana de plata.
En cada una de sus formas,
En sus modales, en su habla,
Hay un secreto que hechiza,
Hay un hechizo que encanta
Cnuando baila ¡qué donaire!
¡Qué gentileza! ¡que gracia!
Si parece que no toca
El suelo la leve planta,
Entre el bullicio y tumulto
De la alegre contradanza,
Atónito la seguía
Con la vista Y con el alma;
Solo a ella veian mis ojos
Solo su voz escuchaba.
Si furera como esta hermosa,
La que el destino me guarda,
¡Cuan dichoso me -creyera!
¡0h como tierno la amara!

Mientras bailaba lijera
Una presurosaa, valsa,
Cayoselé un ramito
Que en la cabeza llevaba;
Recojilo en el momento
Como una cosa sagrada,
Y guardela aqui en mi pecho,
Que agitado palpitaba
Entre confiado y dudoso,
Acerqueme luego a hablarla
Y mirandome riueña,
Extendió su mano blanca
Brindándome una diamela
Que sobre el pecho ostentaba.
Al tomarla, yo le dije
Con no sé qué desconfianza,
"¿Por qué la empleais tan mal?
"En nadie mejor empleada,
Me contestó cariñosa,
Que en el que humilde se abaja,
A levantar una flor,
Acaso ya pisoteada."

Desde entonces ando loco
Y no sé lo que me pasa,
Soñé con ella esa noche,
También soñaré mañana.
Ella es como la diamela
Y aquella boca torneada
Como el arco del amor
Me siguen como fantasma;
Unas veces todas juntas,
Otras vaces separadas,
Siempre las tengo presentes
Y no pudiera, olvidarlas
Ni aunque tú me lo pidieras,
Ni aunque ella me lo mandara.
Ni por que traiga en el pecho,
La imagen de la inconstancia.