Las aves domésticas
FÁBULA IV.
Muy soberbios los pavos miraban
Con desprecio á otras aves de cría:
Con gran sorna cada uno decía:
« Palomitas, gallitos... no hay más! »
Cuando alguna gallina encontraban,
Ni mirarla con gran reverencia
La infeliz en su augusta presencia
Se postraba, queriendo agradar.
Su tertulia los gallos tenian;
Á la paz y á la union convidaban,
Aun algunos pichones entraban,
Pero pavos? ninguno, jamás.
Ya los otros sufrir no podian,
Renegaban mirando el ultraje;
Pero el amo templó su coraje
Con traerles un buen pavo real.
De palomas y gallos bien pronto
Se hizo amigo; pretende que luego
Haya en casa quietud y sosiego,
Y á los pavos intenta ablandar.
« Buena maula ¡Quien viene con esto! »
Le contestan hinchados los pavos:
« Qué avecita! valdrá dos ochavos;
Á las otras en cuerpo es igual. »
No por esto el tal jefe desiste,
Se arma pronto y un cielo parece:
Cuanto bello la luz nos ofroce
Se reune y le viene á adornar.
Más la turba soberbia resiste:
Tambien se arma, se vuelve, pasea
Con tal cara de orgullo, aunque fea,
Que los hizo, por fin, reventar.
Á patadas y á pico deshacen
Su plumaje los gallos airados;
Ellos se arman así destrozados;
Más ya son un atroz matorral.
Si á unos hombres la pompa quitaran
Los que mandan, harían justicia;
Yo en los gallos no encuentro malicia,
¿Y en los pavos?..... No es malo callar.