La zampoña
Lux no alisa el corpiño, ni presume en la moña; duda y calla cruelmente, y en adustos hastíos sus encantos se apagan con dolientes rocíos, y su alma en precoces desalientos, otoña. Job también hace tiempo receloso emponzoña sus ariscos afectos con presuntos desvíos. Y a la luna y durante los ocasos tardíos, da en contar sus dolencias a la buena zampoña. En casa, las amigas de Lux le hacen el santo, la obsequian y la adulan... Bulle la danza, en tanto Lux ríe. Su hermosura esa noche destella... ¡Mas de pronto se vuelve con nervioso desvelo, la cabeza inclinada y los ojos al cielo, pues ha oído que llora la zampona por ella!