La vuelta de Martín Fierro (1879)/14
Me llevó consigo un viejo
Que pronto mostró la hilacha—
Dejaba ver por la facha
Que era medio cimarron,—
Muy renegao, muy ladron,
Y le llamaban Viscacha.
Lo que el Juez iba buscando
Sospecho y no me equivoco—
Pero este punto no toco
Ni su secreto averiguo—
Mi tutor era un antiguo
De los que ya quedan pocos.
Viejo lleno de camándulas—
Con un empaque á lo toro;
Andaba siempre en un moro
Metido no sé en que enriedos—
Con las patas como loro,
De estribar entre los dedos.
Andaba rodiao de perros
Que eran todo su placer,
Jamás dejó de tener
Menos de media docena—
Mataba vacas agenas
Para darles de comer.
Carniabamos noche á noche
Alguna res en el pago;
Y dejando allí el resago
Alzaba en ancas el cuero,
Que se lo vendía á un pulpero
Por Ferba, tabaco y trago.
Ah! viejo mas comerciante
En mi vida lo he encontrao—
Con ese cuero robao
El arreglaba el pastel,
Y allí entre el pulpero y él
Se estendia el certificao.—
La echaba de comedido;
En las trasquilas, lo viera,
Se ponia como una fiera
Si cortaban una oveja;
Pero de alzarse no deja
Un vellon ó unas tijeras.
Una vez me dió una soba
Que me hizo pedir socorro,
Porque lastimé un cachorro
En el rancho de unas vascas—
Y al irse se alzó unas guascas,
Para eso era como zorro.—
Ay juna! dije entre mí
Me has dao esta pesadumbre—
Ya veras cuanto vislumbre
Una ocasion medio güena,
Te he de quitar la costumbre
De cerdiar yeguas agenas.
Porque maté una viscacha
Otra vez me reprendió—
Se lo vine á contar yó—
Y no bien se lo huhe dicho;—
«Ni me nuémbres ese vicho»
Me dijo, y se me enojó.
Al verlo tan irritao
Hallé prudente callar—
Este me vá á castigar
Dige entre mi, si se agravia—
Ya vi que les tenia rabia
Y no las volví á nombrar.
Una tarde halló una punta
De yeguas medio vichocas,
Despues que voltió unas pocas
Las cerdiaba con empeño—
Yo vide venir al dueño
Pero me callé la boca.
El hombre venia jurioso
Y nos cayó como un rayo—
Se descolgó del caballo
Revoliando el arriador—
Y lo cruzó de un lazaso
Ay no mas á mi tutor,
No atinaba don Viscacha
A que lado disparar,
Hasta que logró montar
Y de miedo del chicote,—
Se lo apretó hasta el cogote
Sin pararse á contestar.—
Ustedes crerán tal vez
Que el viejo se curaria—
No señores, lo que hacia,
Con mas cuidao dende entonces,
Era maniarlas de dia
Para cerdiar á la noche.
Ese fué el hombre que estubo
Encargao de mi destino—
Siempre andubo en mal camino
Y todo aquel vecinario
Decia que era un perdulario,
Insufrible de dañino.—
Cuando el Juez me lo nombró
Al dármelo de tutor,
Me dijo que era un señor
El que me debia cuidar—
Enseñarme á trabajar
Y darme la educacion.—
Pero qué habia de aprender
Al lao de ese viejo pace;
Que vivia como el chuncaco
En los bañaos, como el tero—
Un haragan, un ratero,
Y mas chillon que un barraco.
Tampoco tenia mas bienes
Ni propiedá conocida
Que una carreta podrida,—
Y las paredes sin techo
De un rancho medio desecho
Que le servia de guarida.—
Despues de las trasnochadas
Allí venia á descansar
Yo desiaba aviriguar
Lo que tubiera escondido,
Pero nunca habia podido
Pues no me dejaba entrar.
Yo tenia unas jergas viejas
Que habian sido mas peludas—
Y con mis carnes desnudas,
El viejo que era una fiera,
Me echaba á dormir ajuera,
Con unas heladas crudas.
Cuando mozo fué casao
Aunque yo lo desconfio—
Y decia un amigo mio
Que de arrebatao y malo,
Mato á su muger de un palo
Porque le dió un mate frio.
Y viudo por tal motivo
Nunca se volvió á casar;
No era facil encontrar
Ninguna que lo quisiera,
Todas temerian llevar
La suerte de la primera.
Soñaba siempre con ella
Sin duda por su delito,
Y decia el viejo maldito
El tiempo que estubo enfermo,
Que ella dende el mesmo infierno
Lo estaba llamando á gritos.