La santa Juana, segunda parteLa santa Juana, segunda parteTirso de MolinaActo III
Acto III
Sale la SANTA, presa, a una reja
SANTA:
Presa estoy por mi abadesa,
y en esta celda reclusa,
que, a quien tan mal del bien usa,
justo es que la tengan presa.
Castigado el loco asesa;
el contento me provoca
de esta pena que, aunque es poca,
los que me reverenciaban
y "la santa" me llamaban
ya me llamarán la loca.
¡Qué buen nombre me darán
y qué contenta estuviera
si llamarme loca oyera
a los que en mí hablando están!
Leve castigo me dan
para hallarme tan culpada;
pero tengo una prelada
tan apacible conmigo
que juzgará a gran castigo
el tenerme aquí encerrada.
Suele el preso entretener
la pena y melancolía
que el temor y el ocio cría,
ya en jugar y ya en leer;
lo segundo quiero hacer
sin dar lugar a querellas.
Libros sois, máquinas bellas,
de milagrosa dotrina,
con signos de estampa fina,
cuyas letras son estrellas.
SANTA:
Once cuadernos encierran
vuestras hojas soberanas,
en cuyas escritas planas
tantos filósofos yerran.
Los polos fijos que cierran
este libro y su tesoro,
son las manecillas de oro,
y el sol y la luna son
la hermosa iluminación
que hizo el libro que adoro.
En esta hermosa cartilla
que, cual pergamino extiende
el Maestro eterno, aprende
toda criatura sencilla.
El sabio se maravilla
como el ignorante en vella,
y sin poder comprehendella
sino su Autor soberano,
desde el hombre hasta el gusano
están deletreado en ella.
Aves, que con varias plumas,
dándoos el viento papel
estáis escribiendo en él
de Dios las grandezas sumas.
SANTA:
Peces, que cortando espumas
formáis círculos mejores;
hierbas, que en tantos colores
cartas al cielo escribís;
fuentes claras que imprimís
vuestros lazos en sus flores,
pues andamos a esta escuela
y de este libro la fe
nos enseña el abecé
que el más letrado desvela,
daros lición me consuela.
Aquí os podéis allegar,
pues que nos sobra lugar,
y ya la abadesa mía
a las gentes, cual solía,
no me deja predicar. Descúbrese un campo con aves y un río con peces, oyendo predicar a la SANTA
Mi seráfico llagado
predicaba muchas veces
a las aves y a los peces
cuando no estaba en poblado.
Pues solos nos han dejado,
ea, hermanos pajaricos,
de plumas y voces ricos,
llegaos de dos en dos.
Animalejos de Dios,
plateados pececicos,
venid todos y escuchad
con atención y respeto.
SANTA:
Ninguno me esté inquieto,
que le azotaré en verdad.
La Divina Majestad
repartiendo su tesoro
en este esférico coro
su providencia dilata
criando peces de plata
y aves de esmeralda y oro.
Junto al líquido marfil
pasa la fresca ribera,
con cortes que primavera
trujo al apacible abril.
Luego dio al mayo sutil
tornasolados plumajes
de ramas y flores, trajes
con que sus pajes compuso,
que, pues casa al hombre puso,
bien es que la vista pajes.
Después el pródigo agosto
cubrió de manojos rubios
las eras desde los ubios
del carro largo y angosto;
y luego, en sabroso mosto,
pasado el estío enjuto,
dio generoso tributo
septiembre a los labradores,
porque después de las flores
quiere Dios que demos fruto.
SANTA:
Reinó luego el cierzo frío,
de enero la barba cana
dando de nieve la lana
al monte, el cristal al río;
el escarchado rocío
sobre el campo siembra y vierte;
que como año, si se advierte,
llega la edad más cumplida
desde el abril de la vida
al invierno de la muerte.
En otros tiempos diversos
Dios, con manos liberales,
sustenta a los animales,
peces y aves universos,
para que, en compuestos versos,
alaben perpetuamente
entre sus guijas la fuente,
y con agudos y graves
entre los ojos las aves
y entre los pueblos la gente.
Cada cual al cielo avisa,
que esta obligación forzosa
cumple el campo con su rosa
y el arroyo con su risa.
Sólo es del hombre divisa
la ingratitud, que procura,
como no ve la hermosura
de su eterno bienhechor,
por olvidar el Criador
perderse por la criatura.
SANTA:
Pero, aunque pueda aprender
de vuestra obediencia el hombre,
hermanicos, no os asombre
que tenga que reprehender.
La hormiga no ha de querer
que el avaro, siempre pobre,
alas con su ejemplo cobre
para que adquiera y no gaste,
bueno es llevar lo que baste,
malo es llevar lo que sobre.
¿Por qué vos, hermana hormiga,
lisonjera del montón,
a la gula dais ficción
porque su apetito siga?
Siempre del comer amiga,
pues, en trabajos y fiestas
por los llanos y las cuestas,
como el avariento humano,
sois ganapán del verano
llevando tercios a cuestas.
No es esto bien hecho, hermana,
ya es supérfluo ese cuidado;
quien hoy os ha sustentado
os sustentará mañana.
Y el avecilla liviana
que con las alas y pies
acude al sembrado, que es
la vida y sustento humano,
que para comer un grano
deja descubiertos tres.
SANTA:
¿Qué merece? ¿Esto es bien hecho?
¿No es como el pródigo loco
que, habiendo menester poco
para quedar satisfecho,
desperdicia sin provecho
la hacienda suya y la ajena?
Coma el ave, enhorabuena,
si le basta un grano o dos,
que para todos da Dios;
mas el perderlo condena.
Y la hermana golondrina
que en los santos edificios
quiere estorbar los oficios
de la Majestad divina
cantando, ¿es buena vecina?
Por muy mala la contemplo,
pues con sus voces da ejemplo
a los que en conversación
la casa, que es de oración,
hacen sarao y no templo.
Cuando el sacerdote canta,
callad, hermana picuda,
que a veces la lengua muda
merece nombre de santa.
El perro leal me espanta
de ver que tanto amor cobre
al rico, que ladre al pobre.
Ésa es poca caridad,
que el pobre en la calidad
es oro, y el rico es cobre.
SANTA:
También en reñir me fundo
los peces, que, cual los ricos,
los grandes tragan los chicos,
pegando esta peste al mundo.
Aunque el siglo es mar profundo,
no es bien despreciar los buenos,
que, si agora valen menos,
son norias los señoríos
donde bajan los vacíos
y vuelven a subir llenos.
Ea, acábese el sermón,
con que cuantos aquí estamos
ensalcemos y sirvamos
al Divino Salomón;
él os dé su bendición.
¡Hermanos animalejos,
de los hombres sois espejos!
Adiós; tomen este pan
y mañana volverán;
daréles nuevos consejos. Encúbrese el campo
De completas es ya hora;
quiero, mi Jesús, rezarlas.
¡Ay, quién oyera cantarlas
vuestra capilla sonora!
Aunque soy mala cantora,
yo sé, Amor, que no os pesara
si algún motete entonara,
haciendo a mis dichas fiesta.
Pero ¿qué música es ésta?
Aparécese con música San ANTONIO de
Padua con el niño JESÚS y el ÁNGEL
con una corona de flores
SANTA:
¡Oh luz apacible y clara!
JESUS:
¡Esposa mía!
ANTONIO:
¡Mi hermana!
SANTA:
¡Mi Jesús, mi San Antonio!
El Niño dé testimonio
de lo que vuestro amor gana.
ANTONIO:
¿Quieres tenerle tú, Juana?
SANTA:
No soy digna como vos
de ese bien; gozaos los dos,
que, como en dichosos lazos
siempre le traéis en los brazos,
parecéis madre de Dios.
JESUS:
De esposo te vengo a dar
esta sortija.
Dale una sortija
SANTA:
¡Qué bella!
Vos seréis diamante en ella,
que sois la piedra angular.
Bien hacéis en visitar
los presos, dueño querido.
JESUS:
Juana, quien te ha perseguido
está a la muerte.
SANTA:
¡Ay, mi bien!
¿Quién me ha perseguido?
JESUS:
¿Quién?
Tu vicaria.
SANTA:
Aquesa ha sido
mi madre y es mi abadesa.
JESUS:
Siempre te ha querido mal,
y con castigo inmortal
lo ha de pagar.
SANTA:
No es paga esa
digna del bien que confiesa
mi alma haber recebido
por su causa, que si he sido,
mi Dios, presa y castigada,
soy mala, y es mi prelada,
bien lo tengo merecido.
Habéisla de dar perdón
por mi ruego, Esposo santo,
Dadla doloroso llanto
y muera con contrición;
ablandadla el corazón,
o no os soltaré tan presto.
Mi Jesús, yo quiero esto.
¿Habéislo de hacer por mí?
Decid sí.
JESÚS:
Digo que sí.
SANTA:
¡Echó mi ventura el resto!
JESÚS:
¿Qué me pedirás, esposa,
que no haga?
SANTA:
¡Ay, dueño amado!
JESÚS:
Estoy muy enamorado
de ti.
SANTA:
Y yo muy venturosa.
Pónela el ÁNGEL la corona
JESÚS:
Con esta corona hermosa
que Laurel, tu ángel, te pone,
tu constancia te corone.
SANTA:
¿Dejáisme?
JESÚS:
Quédate a Dios.
Encúbrese
SANTA:
Eso es quedarme con Vos.
Mi dicha el mundo pregone.
Sale sor María EVANGELISTA
y Mari Pascuala de monja
EVANGELISTA:
Madre: la madre abadesa
se nos muere.
SANTA:
Ya lo sé.
EVANGELISTA:
No quiere que esté más presa,
sino que perdón la dé
de las culpas que confiesa.
MARI:
Muestras de extraño dolor
tiene.
SANTA:
Gracias al Señor,
que su pecho ha vuelto tierno.
EVANGELISTA:
Teme que ha de ir al infierno.
SANTA:
De eso no tenga temor,
que ni se ha de condenar
ni ha de ir al purgatorio.
EVANGELISTA:
¡Qué favor tan singular!
SANTA:
Al eterno desposorio
mi Jesús la ha de llevar.
A vos, ¿cómo os va, María?
MARI:
Como en vuestra compañía,
madre santa, que es del cielo.
Mas de Don Jorge recelo;
porque de nuevo porfía
a perseguirme después
que sabe que monja soy;
temo mi flaqueza, que es,
al fin, de mujer.
SANTA:
Yo os doy
palabra que el interés
de su torpe amor, María,
ha de volverse este día
en devota pena y llanto.
Don Jorge ha de ser un santo.
MARI:
Pedidlo a Dios, madre mía.
SANTA:
Confiésoos este favor
de mi amoroso Señor,
que es muy largo y liberal;
yo he de dar bien por mal
si fue mi perseguidor.
Sale una MONJA
MONJA:
Madre, la abadesa os llama;
porque dice que sin vos
todo es pena.
SANTA:
Mucho me ama;
vamos, que a gozar de Dios
volará desde la cama.
Vanse las tres.
Queda MARI Pascuala y sale otra
MONJA con un cestillo de fruta
MONJA:
Su padre, hermana, le envía
esta fruta; la andadera
se la trajo a la tornera.
MARI:
Yo la estimo, madre mía.
¿Quiere de ella?
MONJA:
Haráme daño
y soy mala comedora.
Adiós.
Vase
MARI:
¿Fruta mi padre ahora?
Regalo es si no es engaño.
El cestillo quiero ver.
Manzanas son y un billete.
Todo engaños me promete;
aquí he aprendido a leer
un poco. ¿Cúyo será,
que mi padre nunca escribe?
¿Si es de don Jorge en quien vive
el fuego que apagué ya?
¡Oh, qué mala fruta nueva
será y qué triste presente,
si es don Jorge la serpiente
que engaña con fruta a Eva!
¿Otra vez el corazón
rendís, mudanzas livianas?
¡Ay, hechizadas manzanas,
y ay, hechicera afición!
Imposible es no mirarle,
pues ha de ser, sin creerle,
abrirle para leerle,
leerle para rasgarle.
¡Las mentiras que habrá en él!
Una manzana ligera
engañó a Eva. ¿Qué hiciera
con manzanas y papel?
MARI:
Lee la carta
"Para castigo de mi ingratitud
basta ausencia de un mes; y para
premio de mi amor que, como fénix,
renace de las cenizas del pasado,
determínate esta noche a aguardarme,
a las doce, junto alas paredes más
bajas de la huerta de esa casa, que,
pues no eres profesa en ella y yo sí
en quererte, a esa hora las asaltaré,
para que con secreto, si tú quisieres,
satisfaga quejas pasadas, o con el
alboroto, si te resistes, dé que decir
a todos. No aguardo respuesta, porque,
de una manera o de otra, tú sola lo
has de ser, a quien el cielo guarde.
Don Jorge."
Resuelto el mudable está.
Cielos, ¿qué responderé?
¿Persuadiréme y creeré
que don Jorge pagará
segundas prendas de amor
con promesas lisonjeras,
si despreció las primeras,
de más estima y valor?
No; mejor es excusar
el rigor de la justicia
de Dios. Mas ¿no soy novicia?
MARI:
Segura puedo dejar
el hábito; ¡qué crüel
pensamiento! ¿Pagará
mi amor quien en arras da
de mi honor un vil cordel?
¿Dirélo a mi madre Juana?
No, que viéndome dudosa
podrá ser que rigurosa
me castigue por liviana.
Ya es de noche; ¿qué he de hacer?
Amparadme, Juana, vos,
pues, os suele decir Dios
lo que ha de suceder.
Vase.
Sale solo LILLO, de noche
LILLO:
¡Par Dios, que me trae don Jorge
en buenos pasos! Mas son,
los pasos de la pasión.
El diablo temo que forje
alguna trampa en que demos.
Su mudable natural,
gozada Mari Pasqual
y empalagado, hizo extremos.
Dejóla, metióse monja,
y agora la privación
como si fuera eslabón
y el alma yesca de esponja,
tal fuego ha venido a dar
que, loco, hace juramento
que ha de entrar en el convento
y otra vez la ha de gozar.
LILLO:
Y a mi que toda la tarde
jugando he estado y bebiendo,
y quisiera estar durmiendo,
me manda que aquí le aguarde.
He cargado delantero,
que soy devoto de Baco,
y por mi devoción saco
soplando el ánima a un cuero.
Dos mil candiles y luces
me representan en vano,
y como soy buen cristiano
con los pies hago mil cruces.
Pienso que doy al través
tropezando, y por más mengua
pronunciando erres la lengua,
escriben equis los pies.
Sentado podré aguardalle.
¿Bostecitos? Brindis son,
al sueño; haré la razón
aunque me duerma en la calle;
que quien de Baco es amigo
y a tragos sus pechos mama,
jamás dormirá sin cama,
que siempre la trae consigo.
Sale don JORGE como de noche.
LILLO se duerme
JORGE:
Lo que desprecié deseo,
que es niño Amor, y apetece
hoy lo que ayer aborrece.
Ya tendrá Pascuala, creo,
el papel que la escribí;
su amor puede asegurarme
que debe ya de esperarme.
A Lillo mandé que aquí
me aguardase. ¡Buena guarda
tendrá en él mi pretensión!
Pero si mujeres son
tímidas, ¿qué me acobarda?
No esta la pared muy alta
para las alas de Amor;
pero no, que si es traidor
quien del rey la casa asalta,
¿qué será quien la de Dios
quiere escalar? Mas dejemos,
alma, temores y extremos,
porque no digan de vos
que amáis poco. Alto, cuidados,
subid, que no hay que esperar.
Entre sueños
LILLO:
Digo que tengo de echar,
pues que soy mano, los dados.
Juega y calla.
JORGE:
Si está dentro
quien adoro, ¿en qué repara
mi recelo? Subo.
LILLO:
Pára.
JORGE:
¡Que pare! Pues ¿qué hay?
LILLO:
Encuentro.
JORGE:
¿Encuentro? Luego ¿otro amante
la goza dentro? ¡Ay de mi!
Mataréle si es así.
Pasemos, alma, adelante
que éstos son todos encantos;
¿qué me puede resultar
de entrar y sacarla?
LILLO:
Azar.
JORGE:
¿Qué será esto, cielos santos?
¿Quién mi daño pronostica?
¿Azar me ha de suceder?
Hechizos deben de ser
que aquella Juana fabrica
por que mi amor vuelva atrás;
pues en vano será.
LILLO:
Espera.
JORGE:
¿Qué quieres, voz?
LILLO:
Salte afuera.
JORGE:
No quiero.
LILLO:
Pues perderás.
JORGE:
¿Qué hay que temer?
LILLO:
Mala suerte.
JORGE:
Hechizos son, pero en vano;
subo.
LILLO:
Espera, echa otra mano.
JORGE:
Que eche a otra mano me advierte;
luego ¿no voy bien por ésta?
LILLO:
No, vuelve otra vez a echar
el dado.
JORGE:
Que vuelva a amar
otra mujer me amonesta.
No sé, por el cielo eterno,
lo que haga.
LILLO:
Ya has perdido.
JORGE:
¿Qué?
LILLO:
El alma paso.
JORGE:
Sentido,
¿adónde vais?
LILLO:
Al infierno.
Paso.
JORGE:
Déjame gozar
a Pascuala, y venga luego
los que en el eterno fuego
se abrasan.
LILLO:
Siete y llevar.
JORGE:
Lillo es, por Dios, que, dormido,
mi amor ha puesto en cuidado,
pues todo lo que ha soñado
de mi mal presagio ha sido.
Aumentado ha mi temor
por lo que durmiendo acierta.
¡Borracho, loco, despierta!
Dale de coces
LILLO:
Barato fuera, señor.
Levántase
Como has venido tan tarde,
que par Dios, que me dormí.<poem>
Al querer subir, se aparece la SANTA
arriba de rodillas, y a su voz se retira
y estremécese, temeroso de lo que dice
SANTA:
Don Jorge, ¿dónde vas? ¿qué es lo que intenta
tu juventud liviana?
Ten cuenta que mañana has de dar cuenta
a Dios, severo juez, y que mañana
te espera, cuando todos te hacen cargo,
larga cuenta que dar de tiempo largo.
Desaparece.
Sale don JORGE, solo
JORGE:
¿Larga cuenta que dar de tiempo largo?
¿Y hasta mañana vivo?
¿Tan corto el plazo, tan probado el cargo?
¿Tan poco el gasto de tan gran recibo,
y que me aguarde, cuando más vicioso,
término breve, tránsito forzoso?
Alma, ¿sois de diamante?, ¿sois de piedra?
Si es la muerte el gusano
de Jonás, que la vida como hiedra
derribas, ¿qué esperáis, intento vano,
si mañana he de ver a lo más largo
terrible tribunal, juicio amargo?
Perdiendo la ocasión, perdí la vida
en la torpeza y vicio.
¿Qué espera, pues, un alma tan perdida?
Sin juicio viví, pues el juicio
no temí, que es por ser tan riguroso
aun a los mismos santos espantoso.
Todos son contra mí, todo me culpa;
no tengo cosa buena
que poder alegar en mi disculpa,
ni vale aquí el favor contra la pena,
porque es en tribunal tan espantoso
recto el Juez, y entonces riguroso.
Pues, alma, demos vuelta; si hasta agora
de vicios sois trasumpto,
que Dios perdona al pecador que llora;
no perdáis punto, porque en solo un punto
ganaréis si lloráis contrito y tierno,
punto en que va a gozar de Dios eterno.
Por un "pequé" perdona de improviso
Dios al salmista hebreo;
a Dimas da un momento el Paraíso;
por cambio, el cielo, en cambio da a Mateo.
Alma, en tu mano está, o el premio eterno,
o el penar para siempre en el infierno.
Sale LILLO
LILLO:
Señor, ¿subiste ya? ¿Salió Pascuala?
Seis criados de casa prevenidos
traigo, que es cada uno un Rodamonte.
JORGE:
¡Ay, Lillo! Pues ¿podrán esos seis hombres
defenderme del trance riguroso
de un Dios que es Juez severo y poderoso?
LILLO:
¿Cómo es esto? ¿Ya hablas capuchino?
¿Qué has visto?
JORGE:
La sentencia de ¡ni muerte;
mi mala vida, el libro de las cuentas
que ha de ajustar mañana Dios conmigo.
¡Ay del que espere dar cuenta tan mala!
LILLO:
Que, en fin, ¿Ya no te acuerdas de Pascuala?
JORGE:
Mortal estoy, yo siento que me muero.
Juana, si quien os ha cual yo ofendido
merece que por vos perdón alcance,
imitad vuestro eterno y santo Esposo,
que por sus enemigos a su padre
rogó en la cruz; pedilde que no muera
sin el dolor perfecto de mis culpas;
no permitáis que para siempre pene,
no permitáis que mi alma se condene.
LILLO:
Salud tienes agora, mozo eres.
¿Quién te metió en los cascos que te mueres?
JORGE:
Mañana pagaré el común tributo.
LILLO:
Aún no tan malo si me cabe un luto.
Di, ¿qué tienes, señor?
JORGE:
Culpas sin suma;
la justicia de Dios es libro y pluma.
LILLO:
¿Tú eres don Jorge?
JORGE:
Soy mortal que basta.
LILLO:
¿Qué temes?
JORGE:
Del alcance el mal descargo,
larga cuenta que dar de tiempo largo.
Vanse.
Salen la SANTA y las MONJAS
EVANGELISTA:
Madre: ¿que os vemos ya libre?
¿Que se alegra vuestra casa
otra vez con vuestra vista?
MONJA 1:
¡Que por vuestra oración santa
murió la que os perseguía
como un ángel!
MONJA 2:
¿Quién no alaba
vuestra virtud, madre nuestra?
SANTA:
Hijas, demos muchas gracias
a mi soberano Esposo,
pues goza nuestra prelada
de su presencia divina
en su celestial alcázar,
y dadme los brazos todas.
MONJA 3:
Corridas y avergonzadas,
las que antes la persiguieron,
la piden perdón.
De rodillas todas
SANTA:
Hermanas,
alzad del suelo, abrazadme.
Sale MARI Pascuala
MARI:
Madre mía: pues alcanza
todo lo que a Dios le pide,
duélase agora de un alma
que en el trance de la muerte,
invoca su ayuda santa.
Don Jorge se está muriendo.
Quísele bien, madre amada,
sentiré que se condene
por mí, que he sido la causa
de los desatinos suyos.
SANTA:
Esas lágrimas me agradan;
lástima tengo a don Jorge.
No permita Dios que vaya
al infierno. Hermanas mías,
lloremos todas, que alcanzan
las lágrimas cuanto pueden.
Todas al coro se vayan
a rogar a Dios por él,
mientras que yo, arrodillada,
suplico a quien derramó
por él su sangre en el ara
de la cruz, que no permita
tanto mal, desgracia tanta.
MARI:
Vamos, madres, que ya voy
con cierta fe y confianza
que don Jorge ha de salvarse,
aunque son sus culpas tantas.
Vanse
SANTA:
Hoy es Viernes de la Cruz
y de la Semana Santa
el día más misterioso,
de más dolor, de más gracia.
La cruz tiene a Dios clavado,
que es su tálamo, su cama,
su cátedra, su palenque,
su esposa, su enamorada.
En otra cruz quiero yo
ponerme, que, si le agrada
tanto la cruz á mi Esposo,
¿quién duda que por su causa
me dará cuanto le pida? Crucifícase
¡Ay mi Dios, y quién pasara
en este madero santo
los tormentos, penas y ansias
que pasastes Vos por mí!
¿Yo el pecado, Vos la gracia;
yo en regalos, Vos en cruz;
Vos con tormentos, yo sana?
SANTA:
¡Ay Jesús del alma mía!
Vuestros dolores traspasan
mi abrasado corazón,
mis encendidas entrañas.
¡Ay Seráfico Francisco,
quién con las insignias santas
os viera que el Serafín
os dió por joyas preciadas!
Vos que imitación de Cristo
sois vos en quien se retrata,
vos en quien su pasión pinta,
vos en quien puso sus llagas,
venidme a ver y lloremos
los dos el ver cuál maltratan
los lobos nuestro Cordero.
Aparécese San FRANCISCO en cruz
con el serafín, como se pinta
S. FRANCISCO:
Contigo estoy, hija cara.
SANTA:
¡Oh, Alférez de Dios humano,
dosel donde están sus armas,
imitación de su vida,
depósito de sus llagas!
Desde aquí las reverencio;
Mayordomo de su casa,
vos sois sus pies y sus manos,
su magnate, su privanza.
Bien os están los rubíes;
buen provecho, santo, os hagan.
¡Qué envidia tengo de veros,
si envidia puede haber santa!
Aparécese CRISTO crucificado
CRISTO:
Hija: porque no la tengas
y porque no es razón haya
cosa que no comunique
con su prenda quien bien ama,
ven para que imprima en ti
las señales soberanas
de mi pasión y dolores.
SANTA:
Yo, Majestad sacrosanta,
no merezco tal merced,
ni los que os ven cara a cara
en vuestra divina corte
son dignos de merced tanta,
cuanto más un vil gusano
como yo, aún menos que nada.
CRISTO:
Esposa: yo gusto de esto.
SANTA:
Si Vos gustáis, vuestra esclava
soy, amantísimo Esposo;
vuestra voluntad se haga.
Va subiendo la SANTA y CRISTO bajando
hasta el medio del tablado, y allí
se juntan y abrazan en cruz los dos
SANTA:
¡Ay qué dolor, Jesús mío!
¡Que me muero! Basta, basta,
que las llagas que me dais,
el corazón me traspasan!
Apártanse y queda la SANTA en
cruz en el aire con las llagas
CRISTO:
Hasta mi Ascensión gloriosa
has de estar así.
SANTA:
¡Hay tal paga
de amor y de voluntad!
No oso mirarme adornada
con joyas de tanta estima.
S. FRANCISCO:
Hija: ya mi dicha igualas.
SANTA:
No hay con vos igual ninguno,
Seráfico Patriarca.
Pero, Esposo de mi vida,
no es día hoy de negar nada;
don Jorge se está acabando,
no permitáis que su alma
se condene.
CRISTO:
Ya murió,
y por amor de ti, Juana,
padece en el purgatorio.
SANTA:
Yo os doy infinitas gracias,
Señor, por tantas mercedes.
CRISTO:
Abrázame, prenda amada.
SANTA:
¿Dejáisme?
CRISTO:
Contigo quedo.
SANTA:
Sí, que siempre mi alma os aguarda. Vuelve CRISTO a bajar, abraza a la SANTA, desaparécense y queda la SANTA en el aire sola
¡Qué rica estoy de rubíes!
Si el avaro el oro guarda,
joyas, guardaros pretendo,
porque nadie os vea en casa.
Las cinco quinas me ha dado,
sin ser yo reina, por armas
mi Esposo; mas como es Rey,
razón es que yo las traiga.
Voyme a contemplar en Vos,
mi manirroto Monarca,
que si a mí me ven mis monjas,
querrán decir que soy santa.
Encúbrese, salen algunas MONJAS
y sor EVANGELISTA
EVANGELISTA:
El Emperador está
otra vez, madres, en casa,
que con venir de camino
quiere ver la madre Juana,
y luego a Madrid partirse.
MONJA 1:
Vamos, pues, madre, a avisalla
y abrid las puertas, que al César
no ha de haber puerta cerrada.
Vanse.
Salen el Emperador CARLOS,
ACOMPAÑAMIENTO y los LABRADORES
CARLOS:
A no atajarle la muerte,
vuestras injurias vengara.
MINGO:
Pues es muerto, gran señor,
no queremos más venganza
ni en premio de la lealtad
que siempre este pueblo guarda,
sino ser vuestros.
CARLOS:
Yo aceto
tan fiel y justa demanda.
No tendréis otro señor.
CRESPO:
Vivas más años que sarna
y que ha que en Castilla viven
las coplas del perro de Alba.
Salen las MONJAS
MONJA 1:
Dadnos, señor, esos pies.
CARLOS:
Alzad; religiosas santas.
del suelo, alzad de la tierra.
¿Dónde está la Madre Juana?
Descúbrese como estaba antes
MONJA 2:
Hala concedido Dios
la maravilla más alta
que, despues de San Francisco,
gozó crïatura humana.
En manos, pies y costado
impresas tiene las llagas
de su soberano Esposo,
en quien está transformada.
Véisla, gran señor, aquí.
CARLOS:
¡Oh, gloria de nuestra España!
¡Oh, pies y manos dichosos!
Mil veces quiero besarlas.
¡Que haya mujer en el mundo
en Toledo y en su Sagra
que tanto de Dios alcance!
De ternura se me abrasa
el corazón, madres mías;
estimad tan grande santa,
guardad tan preciosa joya.
UNOS:
¡Gran milagro!
TODOS:
¡Cosa extraña!
CARLOS:
Vamos, que no somos dignos
de vista tan soberana.
¡Oh, portentosa mujer,
no cesen tus alabanzas!
UNO:
Si esta segunda comedia,
Senado ilustre, os agrada,
con la tercera os prometo
fin de maravillas tantas.