La santa Juana, segunda parteLa santa Juana, segunda parteTirso de MolinaActo I
Acto I
MÚSICA, y salen la SANTA y el ÁNGEL arriba,
que va bajando hasta la mitad del tablado,
y la SANTA subiendo de él al mismo tiempo,
hasta emparejar los dos, y entonces cesa la música
ÁNGEL:
Esposa cara del Monarca eterno,
contra cuyo poder no prevalecen
las puertas tristes del Tartáreo infierno;
las entrañas de Dios que se enternecen
con el agua sabrosa de tu llanto
remedio al mundo por tu ruego ofrecen.
Delante de su altar, tálamo santo,
llorando estabas el estrago horrible
que al mundo anuncia confusión y espanto
por la ponzoña del dragón terrible
de las siete cabezas que en Sajonia
niega la ley católica infalible.
Llorabas que con falsa ceremonia
y hipócrita apariencia, el vil Lutero
imitase a Nembrot en Babilonia,
y que el rebaño del Pastor cordero,
este lobo, en oveja disfrazado,
despedazase con estrago fiero.
Llorabas que se hubiese dilatado
su blásfema y pestífera dotrina
por Alemania y su imperial estado,
y que, cual de la máquina divina,
derribó la tercer parte de estrellas
la angélica soberbia serpentina,
este Anticristo austral, las leyes bellas
de la alemana iglesia derribase,
asolando la mies de Dios con ellas.
Lloras el ver que tanto cáncer pase
tan adelante y su infernal blasfemia
que lo mejor de vuestra Europa abrase.
El católico reino de Bohemia
la verdadera ley de Dios destierra,
y al apóstata falso sirve y premia.
Flandes le sigue ya, e Ingalaterra
sus desatinos tiene por ganancia,
desamparando a Dios su gente y tierra,
Polonia, Hungría y la cristiana Francia
frenéticas aprueban los errores
que el vicio trajo al mundo y la ignorancia;
por esto lloras, y es razón que llores
pérdida tan notable.
SANTA:
¡Ay, Ángel mío!
Comprando Dios a costa de dolores
........................... [-ío]
............................. [ -anto]
............................. [ -ío]
.......................... [ -anto]
las almas con su sangre redimidas,
¿tantas se han de perder costando tanto?
De tres partes del mundo están perdidas
las dos, porque Asia y África no adoran
sino de Agar las leyes pervertidas;
los más la luz de la verdad ignoran,
y perdido el camino verdadero,
al despeñarse sin remedio lloran,
pues si agora el apóstata Lutero
este rincón de nuestra Europa abrasa
con la doctrina falsa y el acero;
si a Europa, que es columna firme y basa
de nuestra militante Monarquía,
los límites que Dios la puso pasa,
¿quién duda que la bárbara herejía
de mar a mar ensanchará el imperio
que tuvo antes la ciega idolatría?
No permita mi Dios que en cautiverio
tenga a su pueblo el condenado Egipto
ni pase la verdad tal vituperio.
Bien sé que este rigor es por delito
de mis culpas, que son merecedoras
de un castigo inmortal, Ángel bendito;
pero páguelo yo.
ÁNGEL:
Por ver que lloras
con tanto afecto, Dios, por el estado
de la iglesia y su ley que humilde adoras,
desde aquí, Juana Santa, me ha mandado
que te venga a enseñar el fértil fruto
que en las Indias España al cielo ha dado. Van subiendo los dos hasta el un ángulo superior, y descúbrese en un nicho de él una estatua de don Hernando Cortés, viejo, armado a la antigua, con bastón y un mundo a los pies
Si un pequeño rincón paga tributo
en Europa a Lutero, pervertido
por la ambición, que le hace disoluto,
un nuevo mundo rico y extendido
ha descubierto la romana barca
que al yugo de la Cruz está rendido.
Mira al pesar del bárbaro heresiarca
este nuevo Alejandro que conquista
el orbe indiano al español monarca.
Don Hernando Cortés, con cuya vista
se alegra el Mar del Norte, es éste, Juana,
digno de que sea yo su coronista.
Por él se extiende nuestra ley cristiana
por infinitas leguas, y al bautismo
regiones inauditas vence y gana.
Éste es quien pasa el fluctuoso abismo
que márgenes de plata y oro baña,
y para eternizar su nombre mismo
a vuestra España da otra Nueva España,
muerte a la idolatría, almas al cielo,
y a su linaje una inmortal hazaña.
SANTA:
Ya, soberano Ángel me consuelo
viendo lo que la ley de Dios se extiende
y que le adora tan remoto suelo.
¡Oh, ilustre capitán! Si el tiempo ofende
la memoria de hazañas infinitas,
defienda Dios la tuya, pues defiende
su ley tu brazo y las colunas quitas
del estrecho de Cádiz, por ponellas
en tierras y naciones inauditas.
Esculpa el mundo tu renombre en ellas,
pues a la iglesia das el occidente
y el cielo pueblas otra vez de estrellas.
(Pasan los dos por el aire al otro ángulo del
tablado y en él enséñale una estatua de don Alonso
de Alburquerque, viejo, a lo portugués antiguo,
con otro mundo a los pies, y bastón)
ÁNGEL:
Vuelve agora los ojos al oriente
y verás la nación del griego Luso
y las hazañas de su ilustre gente.
Este fiel capitán las quinas puso
desde el Atlante monte al mar Bermejo,
a pesar del idólatra confuso.
Mira en aquellas canas el consejo
y el valor de la fe en aquella espada,
que en uno y otro fue español espejo.
Por él ha vuelto nuestra ley sagrada,
a hacer que en Asia el bárbaro se asombre
viendo en ella su iglesia restaurada.
SANTA:
Ángel, ¿quién es tan milagroso hombre?
ÁNGEL:
Alonso de Alburquerque, lusitano,
que de magno ganó fama y renombre.
Éste, venciendo al moro y al pagano,
al etíope torpe, al ciego persa,
la cruz dilata con valor cristiano.
Si gente, pues, tan bárbara y diversa
en América y Asia a Dios adora,
¿qué importa que la herética perversa
contra el cielo publique guerra agora,
si por una provincia sola gana
dos mundos cuyas almas atesora?
SANTA:
¡Oh nobleza católica y cristiana
de Portugal! ¡Oh célebre Castilla!
¡Viva la ley de Cristo soberana!
Alegre estoy de ver tal maravilla.
ÁNGEL:
Aunque el rey don Manuel dichoso
tiene la lusitana y invencible silla,
ya el tiempo deseado a España viene
en que se junten los castillos de oro
con las sagradas quinas; ya conviene
que dando al cielo un Sebastián el moro,
goce en España el Salomón segundo
con Portugal un orbe lleno de oro. Bajan un poco y en la mitad del teatro descúbrese otra estatua de Filipo segundo, viejo, con dos mundos a sus pies
Ya el césar Carlos quinto ha dado al mundo
un Filipo primero, que el primero
de quien nació Alejandro, aunque es segundo.
Su ilustre imagen enseñarte quiero
del modo que en edad grave y madura
en oro ha de volver la edad de acero.
Aquí la cristiandad está segura;
la justicia en su punto y la prudencia.
SANTA:
Su gravedad deleita y compostura,
respeto pone su real presencia.
ÁNGEL:
Dos mundos a sus pies sujeta el cielo;
y cada cual su nombre reverencia;
enjuga, pues, el llanto y desconsuelo,
pues que tan dilatada, Juana, has visto
la ley divina que respeta el cielo,
que si el sajón, apóstata anticristo,
la potestad del cielo a Roma niega,
y a quien es en su silla vice-Cristo,
y con malicia y pertinacia ciega
las indulgencias de las cuentas santas
contradice y blasfemias loco alega,
por eso Dios ha dado gracias tantas
a las sagradas cuentas que su hijo
te dió, con que su ceguedad quebrantas;
para contradecirle las bendijo.
Y en fe de que el rosario santo
aprueba que el sacrílego fiero contradijo,
un árbol ha nacido y planta nueva
en la isla de Irlanda en este instante
que en vez de fruta mil rosarios lleva.
Jamás el mundo vio su semejante;
nació y creció en un punto, convenciendo
al pueblo pervertido e ignorante;
de sus ramas las cuentas están viendo,
que como de las parras los racimos,
en fe de la fe santa están pendiendo. Descúbrese un árbol lleno de rosarios arriba
Aquéste el árbol es.
SANTA:
¡Qué merecimos
en nuestros tiempos ver, rosarios santos,
el árbol de quien sois frutos opimos!
Celebre el cielo con alegres cantos
hazaña tan ilustre y portentosa,
pues tal consuelo dais a nuestros llantos.
ÁNGEL:
De esta suerte la mano poderosa
de Dios castiga, y de esta suerte sana.
Bajan volando al tablado
SANTA:
¿Qué merecí, señor, ser vuestra esposa?
ÁNGEL:
Carlos quinto ha venido a verte, Juana.
SANTA:
¿Adónde, pues, se va Vuestra Hermosura?
ÁNGEL:
Contigo quedo. ¡Oh vista soberana,
gran consuelo, gran suerte, gran ventura!
Sale volando el ÁNGEL, todo se encubre.
Salen el emperador CARLOS Quinto y
acompañamiento, y don JORGE, del
hábito de Santiago, y LILLO
SANTA:
Señor, ¿otra vez honráis
ésta vuestra humilde casa?
CARLOS:
Si vos, madre, en ella estáis,
¿quién por vuestras puertas pasa
sin que vos le bendigáis?
Soy yo muy devoto vuestro,
y así lo que os quiero muestro.
SANTA:
A lo menos sois, señor,
de la cristiandad favor,
y por eso lo sois nuestro.
CARLOS:
La guerra, madre, publico
contra el hereje que ampara
el duque Juan Federico
de Sajonia y se declara
contra el imperio. Es muy rico
y poderoso, y también
quiere el Lanzgrave de Hesén
defender las falsedades
de Lutero y cien ciudades
rebeldes; pero aunque estén
tan poderosos, entiendo
de la verdad que defiendo
que el áspid he de pisar
y el basilisco, y quitar
del mundo este monstruo horrendo.
Por esto antes de partirme,
madre, en tan ardua ocasión,
de vos vengo a despedirme,
por que vuestra bendición
nuestras victorias confirme.
SANTA:
Id, columna de la fe,
gloria del nombre español,
que, porque vitoria os dé,
haréis que detenga el sol
su curso cual Josué.
El rebelado alemán
y el flamenco os labrarán
estatuas de bronce y oro,
vencido en Túnez el moro
como en Buda Solimán.
De vuestra parte tenéis
a Dios, pues, por varios modos,
por que más fama cobréis,
en Yuste vencidos todos,
a vos mismo os venceréis.
El cielo os dé su favor,
pues que sois su defensor
y de estos reinos espejo.
CARLOS:
Con grande cuidado dejo,
madre, ya al gobernador
de España ya encomendada
esta casa.
SANTA:
Siempre ha sido
de su valor amparada.
CARLOS:
Yo estoy muy agradecido
por veros siempre ocupada
en encomendarme a Dios,
pues, ayudándome vos,
bien a España regiré,
y muy seguro podré
partirme. Adiós, madre, adiós;
y advertid también que queda
don Jorge muy encargado
que os acuda en cuanto pueda.
Aquesta villa le he dado,
con otras muchas que hereda,
y con tan noble vecino,
que enriquecerá imagino
esta casa y posesión,
que es don Jorge de Aragón,
madre Juana, mi sobrino.
JORGE:
Soy tu hechura.
CARLOS:
Hacer alarde
del valor que vive en vos,
y vamos de aquí, que es tarde.
Madre, encomendadme a Dios.
SANTA:
Él os dé vitoria y guarde.
Vase la SANTA por una puerta.
Al irse por la otra acompañando
al emperador CARLOS Quinto,
don JORGE se vuelvea él y le dice
CARLOS:
¿Dónde vais?
JORGE:
A acompañar
a vuestra Majestad voy.
CARLOS:
Quedaos, don Jorge, a tomar
de los lugares que os doy
la posesión y a gozar
el nuevo y alegre estado;
que estáis recien desposado.
Mas sírvaos el casamiento
de más sosiego y asiento
que hasta ahora habéis mostrado,
que habéis sido muy travieso;
y pues ya tenéis edad,
si con ella viene el seso,
pasen con la mocedad
las locuras.
JORGE:
Tus pies beso
y serte otro te prometo.
CARLOS:
Quedaos, pues, y sed discreto.
JORGE:
Prospere tu vida Dios.
CARLOS:
Enojaréme con vos,
don Jorge, si andais inquieto.
Vanse el emperador CARLOS V
y su acompañamiento
LILLO:
Dile que dónde predica
mañana su majestad.
JORGE:
En vano a la voluntad
desbocada el freno aplica
porque no corra veloz.
LILLO:
¿Al gato pone maneotas?
Dile que las tiene rotas,
y si llega dale coz.
¡Par Dios, que es linda la flema!
A un Fray Guarín te redujo.
JORGE:
Malo soy para cartujo
y loco en seguir mi tema.
Verdad es que estoy casado;
pero ¿por eso he de estar
privado de otro manjar?
LILLO:
Cocido come y asado
quien tiene caudal, señor,
y también puede un marido,
si el matrimonio es cocido,
dar vueltas al asador
y alcanzar de una perdiz
las dos pechugas.
JORGE:
Bien dices.
LILLO:
Son las villanas, perdices
que no ofenden la nariz,
porque huelen a tomillo,
y el tercero es el trinchante
que se las pone delante.
JORGE:
Pues mi trinchante eres, Lillo,
caza y parte.
LILLO:
¡Bueno es eso!
Lo mejor te comerás,
y dándome lo demás
dirás, "Róete ese hueso."
JORGE:
Hermosas labradorcillas
hay en Cubas.
LILLO:
Encubarlas
si te agradan, o alcanzarlas.
JORGE:
Lillo, hermosuras sencillas
entre tosca frisa y paño
son las que busco y codicio,
que siempre del artificio
dicen que se hizo el engaño.
Da al diablo tanto tocado,
tanta seda y guarnición,
gigantes que en procesión
son paja y visten brocado.
LILLO:
Nunca de esas hago cuenta,
porque ya es cosa sabida
que carne que está sentida
la disfrazan con pimienta.
Enfádame la mujer
que gasta galas sin suma,
porque ave de mucha pluma
tiene poco que comer.
Llega, que si te regala
el donaire labrador,
siendo de Cubas señor
cobrar pueden alcabala,
sin cortesanos trabajos,
de sus ninfas tus deseos,
pues si damas son rodeos
labradoras son atajos.
JORGE:
A medida vino a hallarte
mi amor de su gusto.
LILLO:
Fui
hurón un tiempo o neblí.
JORGE:
¿De quién?
LILLO:
De Francisco Loarte
en Illescas, que perdido
por esta santa mujer
que agora acabas de ver
pretendió ser su marido;
pero como se acogió
a fidelium, de su tierra
se fué a Flandes a la guerra
y sin amo me dejó;
mas entrándote a servir
todo en ti lo vine a hallar.
JORGE:
¿Qué fiesta es ésta?
LILLO:
El lugar
que te sale a recibir.
Salen CRESPO y MINGO, alcaldes;
BERRUECO, MARIPascuala, MENGA,
MÚSICOS labradores
Cantan
MÚSICOS:
"El comendador,
bendiga vos Dios."
MÚSICO 1:
"La Virgen de Illescas..."
MÚSICO 2:
"Señor San Antón..."
TODOS:
"Pues venís a Cubas..."
MÚSICO 2:
"El Comendador..."
MÚSICO 1:
"A ser nuevo dueño..."
MÚSICO 2:
"Bendiga vos Dios."
MÚSICO 1:
"La Virgen de Illescas..."
MÚSICO 2:
"Vos dé bendición..."
MÚSICO 1:
"El cirio pascual..."
MÚSICO 2:
"Señor San Antón..."
TODOS:
"El Comendador..."
MÚSICO 1:
"La vuesa esposica..."
MÚSICO 2:
"Os para un garzón..."
MÚSICO 1:
"Como un Holofernes..."
MÚSICO 2:
"Como un Salomón..."
MÚSICO 1:
"Que vaya a la guerra..."
MÚSICO 2:
"Y de dos en dos..."
MÚSICO 1:
"Prenda los moricos..."
MÚSICO 2:
"Que en Sansueña son..."
TODOS:
"El Comendador."
BERRUECO:
Agora habéis de llegar
y helle una remenencia.
MINGO:
Dios mantenga a su cubencia.
BERRUECO:
¿Cubencia?
MINGO:
¿No ha de mandar
a Cubas?
BERRUECO:
Sí.
MINGO:
Pues bien puede
llamarse Cubencia.
CRESPO:
Sí.
MINGO:
Los dos venimos aquí
ambos a dos, sin que quede
de todos cuatro costados
quien no venga con los dos,
porque, en fin, los dos, par Dios,
somos hogaño empalados.
Venimos a recebillo
por nueso dueño a compás,
y porque no es para más
guarde os Dios. Porte un cuartillo.
JORGE:
¡Gracioso recibimiento!
MINGO:
Llegad vos.
CRESPO:
¿Llegaré?
MINGO:
Sí.
CRESPO:
A Mingo Pulgar y a mí
nos cupo el embazamiento
de hogaño, y Martín Berrueco,
hijo de Gil Porquerizo,
Bras Moreno y Sancho Erizo,
Pero Antón y Agustín Seco,
el cura y el herrador,
y el barbero Herrán Bermejo,
entramos hoy en concejo
a tomaros por señor,
y pues tomado os habemos,
en volviendo a entrar los dos
pero, ¿qué os importa a vos
de que entremos o no entremos?
A ser nueso dueño entráis,
y por ahorrar escritura,
tal os dé Dios la ventura
como nos la deseáis.
TODOS:
Amén.
JORGE:
Sois muy elocuente;
dado me habéis gran contento;
bien habláis.
CRESPO:
Yo só un jumento
no quitando lo presente.
JORGE:
¿Es vuestra hija esta zagala?
CRESPO:
(¡Qué presto que la atisbó!) (-Aparte-)
BERRUECO:
Yo só su padre.
JORGE:
¿Vos?
BERRUECO:
Yo.
JORGE:
¡Buena cara!
CRESPO:
No era mala
para vuesa señoría
si podiera ser su igual.
JORGE:
¿Llamáisos?
MARI:
Mari Pascual.
JORGE:
Mucho me agradáis, María.
MARI:
Por muchos años y buenos.
JORGE:
Vamos.
LILLO:
¿Agrádate?
JORGE:
Sí.
LILLO:
Echóla calzav.
JORGE:
Vení.
la de los ojos morenos. Vanse don JORGE y MARI Pascuala
MINGO:
Golosmero me paresce
el comendador, alcalde.
Si se os pegare, ojealde
de la moza.
CRESPO:
Si en sus trece
se está, en casa hay sana amores
que del alma los arranca,
porque entre otras habrá tranca
para los comendadores.
Vanse todos.
Salen la VICARIA, sor EVANGELISTA y otra MONJA
VICARIA:
Madres, bien puede ser santa,
pero no lo he de creer;
privarla tengo de hacer
del oficio.
EVANGELISTA:
¡Que sea tanta
su pasión! ¿No considera
los milagros que Dios hace
por ella?
VICARIA:
Todo eso nace,
madres, de que es hechicera
Soror Juana de la Cruz.
EVANGELISTA:
No diga tal cosa, acabe.
VICARIA:
Venir el demonio sabe
en forma de ángel de luz,
y él es quien habla por ella
tantas lenguas; no hay que hablar;
al provincial he de dar
cuenta de que está por ella
destrüida nuestra casa.
EVANGELISTA:
¿Destruida? Pues ¿tuviera
qué comer si ella no fuera
................... [ -asa]
su prelada?
VICARIA:
Si el beneficio
que el arzobispo nos dio
de Cubas ya le impetró
otro por Roma, ¿es buen juicio
meterse una religiosa
en pleitos, y que defienda
a costa de tanta hacienda
tan impertinente cosa?
¿Qué nos importa un curato?
EVANGELISTA:
¿Qué? La honra y el sustento
de todo nuestro convento.
VICARIA:
¿Y hanos salido barato,
si para el pleito ha vendido
hasta los cálices?
EVANGELISTA:
Sí.
VICARIA:
El provincial vendrá aquí
y sabrá que ha destrüido
nuestra hacienda.
EVANGELISTA:
Venga acá.
¿Qué hacienda en la cruz halló
Soror Juana cuando entró
a gobernarla? Dirá
que nueve reales de renta
solamente. Pues de pan,
por su ocasión, ¿no nos dan
cada año ciento y cincuenta
fanegas, y de dinero
casi docientos ducados
con que tiene remediados
nuestros trabajos? Si quiero
contarla los beneficios
que la debe nuestra casa,
¿no sabe que son sin tasa?
¿Qué celdas o qué edificios
tenía, si no labrara
este cuarto y aposentos?
¿No nos ha dado ornamentos?
Sin ella, ¿quién la habitara?
¿Quién nos da reputación?
Mas hala puesto a los ojos
la envidia vil sus antojos
y así no ve la razón.
VICARIA:
Predíqueme por su vida
la hipócrita, idiota, necia,
que ya yo sé que se precia
de la santidad fingida
de su abadesa. Igual fuera
que acabara de aprender
la mentecata a leer
para que rezar supiera
sin venirme a predicar.
EVANGELISTA:
Tiene infinitas razones,
daréla mil ocasiones.
Los pies la quiero besar.
VICARIA:
Todo el convento ha caído
en la cuenta de quién es
Juana de la Cruz después
que con embustes ha sido
por santa reverenciada;
todos saben mi caudal,
y así harán al provincial
que me elija por prelada,
y entonces verán las dos
si con hechizos y encantos
hacen milagros los santos.
Vase
EVANGELISTA:
Madre, espere, aguarde. ¡Ay Dios!
¡Qué gran tropel de trabajos
contra mi madre querida
se levantan! Mas la vida
llega por estos atajos
a la ciudad soberana
donde reina un Dios cordero;
mas presto ir a avisar quiero
de todo a mi madre Juana. Vanse. Salen la SANTA y el ÁNGEL llorando
SANTA:
¿Vos llorando, Ángel bendito?
¿Vos con tanto desconsuelo?
Nunca el llanto entró en el cielo,
porque nunca entró el delito.
Todo es contento infinito,
que de la presencia viene
de aquella fuente perenne
que eternamente gozáis.
¿Cómo, pues, Ángel, lloráis,
si el cielo llantos no tiene?
No haya más, mi San Laurel,
mi custodio, mi ventura.
Enjugue Vuestra Hermosura
ese sol, pues me veo en él.
¿Qué daño o qué mal crüel
es bastante a que os desvele,
ángel mío? ¿O cuándo suele
suceder lo que hoy se ve,
que un ángel llorando esté
y una mujer le consuele?
Mas ¡ay de mi! Ya he caído
en la cuenta de ese llanto;
algún pecado, Ángel santo,
contra Dios he cometido.
Mil veces he merecido
por mis culpas el infierno;
¿es acaso el llanto tierno
porque condenada estoy
que bien sé cuán digna soy
del fuego y castigo eterno?
ÁNGEL:
Segura está tu conciencia,
Juana; nunca has cometido
culpa mortal. Siempre has sido
monja vieja en la inocencia.
Aunque lloro en la apariencia no
lloro por propiedad,
que los que ven la deidad
infinita y soberana
jamás pueden llorar, Juana,
ni sentir penalidad.
Hete parecido ansí
en muestras y testimonio
de que ha pedido el demonio
licencia a Dios contra ti;
si te regaló hasta aquí,
como a Job probarte intenta,
y el común contrario inventa
un tropel de tempestades,
trabajos, enfermedades,
desprecio, agravio y afrenta.
Dios los trabajos amó
................... [ -erte]
en el mundo, de tal suerte;
jamás, Juana los dejó.
¿Qué santo no los pasó?
Ninguno; que son favores
de Cristo, y en sus amores
son su escogida librea,
y quien amarle desea
justo es traiga sus colores.
SANTA:
Pues ¿por eso es la tristeza?
Trocad vuestro llanto en risa;
lluevan trabajos a prisa
pues vos me dais fortaleza.
Bien sabe vuestra belleza
lo que ha que yo pido a Dios
que, pues que somos los dos
esposos, nos parezcamos
en que los dos padezcamos.
Si ya lo alcanzo por vos,
vengan penas y castigos
que del cielo son atajos,
pues, dicen, que en los trabajos
se echan de ver los amigos;
que si amó a los enemigos,
porque en ellos halló
el bien de las penas, yo
también sigo sus plantas divinas,
pues entre zarzas y espinas
Dios se apareció a Moisén.
Aparécese CRISTO con la cruz a cuestas, arriba, coronado de espinas, y a su lado una silla de brocado y sobre ella una corona de oro
CRISTO:
Juana, varón de dolores
me llamo yo en la Escritura;
quien imitarme procura
busque espinas, deje flores.
El que goza mis favores
pasar por trabajos trata,
y aunque el mundo más le abata,
con los trabajos se esfuerza,
que el cielo padece fuerza
y el violento le arrebata.
Para llegar a esta silla
tienes de entrar por la puerta
de esta cruz, que no está abierta
sino para el que se humilla.
Procura, esposa, adquirilla,
y si a los premios te inclinas
del cielo, adonde caminas,
lleva, Juana, en la memoria
que esta corona de gloria
cuesta corona de espinas.
Encúbrese
SANTA:
¡Oh! espinas, rico caudal
de la celestial grandeza,
Dios os pone en su cabeza
como provisión real.
Si premio tan inmortal
da por trabajos el cielo,
persígame todo el suelo.
Ya me apresto a la conquista,
Ángel, que con vuestra vista
todo me dará consuelo. Vanse. Salen MARI Pascuala con un cántaro de agua, como que viene de la fuente, y don JORGE
MARI:
Déjeme, que vó de prisa.
¡Qué importuno es su mercé!
JORGE:
María: escúchame un poco.
MARI:
Dado le ave, apártese
que me aguarda mi marido.
JORGE:
Aquí os aguarda también,
aguadora de mis ojos,
un alma muerta de sed.
MARI:
Pues ¿qué quiere el alma agora?
JORGE:
¿Qué? que la deis de beber.
Dadme solamente un trago.
Mitigaráse con él
mi fuego.
MARI:
Allí está la huente;
si no, yo le llevaré
al pilón, donde se harte.
JORGE:
Ea, no seáis cruel.
MARI:
¿Bebe el alma?
JORGE:
Por los ojos
bebe el veneno que ven.
MARI:
No se llegue, que en mi alma...
JORGE:
¿Qué?
MARI:
Que le remojaré.
JORGE:
Negar el agua es crueldad.
MARI:
Sí; ¿agua sola quería él?
¡Quien no se las entendiese!
JORGE:
Como esas manos me den
de beber, iré contento.
MARI:
Pues ¿no dice su mercé
que se está quemando?
JORGE:
Sí.
MARI:
Estará sudando, pues,
y beber agua sudando,
matarále.
JORGE:
Comeré
el blanco terrón de azúcar
de esas manos.
MARI:
¡Oxte! Iré
buena yo a casa sin manos
habiéndolas menester.
JORGE:
¿Para qué?
MARI:
¡Linda pescuda!
¡Para fregar y barrer!
JORGE:
¿Del agua sois avarienta?
MARI:
Sí, porque le mataré.
JORGE:
Muera Marta, y muera harta.
MARI:
Que me aguardan, déjeme.
JORGE:
¡Agua, Dios...!
MARI:
Que ruin se moja.
JORGE:
Tomaréla.
MARI:
Pues a fe
si llega y digo "agua va..."
JORGE:
¿Qué?
MARI:
Que le remojaré.
JORGE:
Ved que os quiero bien, María.
MARI:
¿Por qué no me heis de querer?
¿Heos hecho yo algún mal?
JORGE:
Sí.
MARI:
¿Qué mal?
JORGE:
Muértome.
MARI:
¿De qué?
JORGE:
De ojo.
MARI:
¡Chico es el niño!
JORGE:
Es verdad. Niño Amor es.
MARI:
¿Quiere una cuenta de azogue,
o una higa para él?
JORGE:
¿Qué mas cuenta que el perderla,
qué más higa que un desdén,
qué más ojo que el miraros,
qué más mal que el querer bien?
MARI:
¿Qué bien quiere?
JORGE:
Estoy perdido.
MARI:
¿De qué se perdió?
JORGE:
Jugué.
MARI:
¿Qué juego?
JORGE:
A la gana pierde.
MARI:
¿Cómo?
JORGE:
Perdiendo gané.
MARI:
¿Qué ganó?
JORGE:
Esta coyuntura.
MARI:
¿Y qué perdió?
JORGE:
Todo el bien.
MARI:
¿De qué?
JORGE:
De la voluntad.
MARI:
¿Qué es amor?
JORGE:
Un no sé qué.
MARI:
¿No sabe qué?
JORGE:
No, María.
MARI:
¡Bueno!
JORGE:
¿Queréislo saber?
MARI:
Sí.
JORGE:
Escuchad.
MARI:
No se me acerque,
porque le remojaré. Tómala una mano
JORGE:
¿Hay tal mano? ¿hay tal blancura
MARI:
Agarrómela, pardiéz.
JORGE:
Déjamela dar mil besos.
MARI:
Bese presto y váyase.
JORGE:
¿Quiéresme bien?
MARI:
Un poquillo.
JORGE:
Paga mi amor.
MARI:
No hay con qué.
JORGE:
¿Qué te falta?
MARI:
No ser mía.
JORGE:
Pues ¿cúya?
MARI:
De un Locifer
que hasta los pasos me cuenta.
JORGE:
¿Los pasos cuenta?
MARI:
Sí, a fe.
JORGE:
Lo contado como el lobo;
cuando quiere una mujer,
no hay llaves, puertas ni muros;
quiéreme tú, que yo haré
fáciles los imposibles.
MARI:
Vedme mañana otra vez,
que soy agora madrina
de un bateo y pienso que es
tarde y me esperan en casa.
JORGE:
Pues yo el padrino seré.
MARI:
No, señor; que es el barbero.
JORGE:
Por verte a ti le iré a ver.
MARI:
Aquí en la Cruz se bautiza,
y es hijo del sacristén.
JORGE:
¿Al fin me quieres?
MARI:
El diabro
en esos ojos tenéis
que me reconcome el alma
desde el punto que os miré.
Sale LILLO
LILLO:
Señores: el espantajo
ha venido.
MARI:
¡Ay Dios! ¿Qué haré?
JORGE:
Adiós.
MARI:
Adiós.
JORGE:
Mucha os quiero,
María.
MARI:
Yo a vos también. Vanse don JORGE y LILLO. Sale CRESPO
CRESPO:
(¿"Yo á vos también," al partirse (-Aparte-)
don Jorge de mi mujer?
No anda bueno el reportorio;
pero yo le enmendaré.)
MARI:
¡Crespo mío!
CRESPO:
¿Qué os quería
don Jorge?
MARI:
Aquí le encontré
y mandóme que os pidiese
que hoy el galgo le prestéis.
CRESPO:
Pedidle a Crespo, que os ama,
el galgo, y yo a vos también.
No viene bien la respuesta,
ni la excusa vino bien.
Ea, ea, a casa, María,
que cuando el bateo esté
acabado, dos liciones
os daré de responder.
MARI:
Pues ¿qué tenemos?
CRESPO:
No, nada;
ratoneras sé yo her
donde los golosos cojo.
(Jorgito, yo os cazaré.) (-Aparte-)
No es esta agua toda limpia;
vaciadla y venid. ¿Qué hacéis?
MARI:
(Si el miedo llevan que yo (-Aparte-)
todas las que quieren bien,
¡huego de Dios en el bien
querer! Amén, amén.)
Vanse.
Salen el ÁNGEL y la SANTA
ÁNGEL:
Juana, Dios manda que tu misma historia
y los milagros que contigo ha hecho
escribas, porque todo sea en gloria
de su eterno poder y en tu provecho.
SANTA:
¡Ay, Ángel santo! Y si la vanagloria
que tantas buenas obras ha deshecho,
asalta el alma y mi humildad derriba,
¿qué servirá que yo mi historia escriba?
ÁNGEL:
Dios, que lo manda, te dará su ayuda.
SANTA:
Ángel, ¿yo he de escribir en mi alabanza?
¿No sabéis vos que la virtud es muda?
¿No sabéis vos que la ambición se alcanza
con la propia jactancia y que se muda
la humildad en soberbia?
ÁNGEL:
No hay mudanza
que a las virtudes haga resistencia
si en la humildad fabrica la obediencia,
cuanto y más que escribiendo maravillas
de Dios, tu Esposo, su poder levantas
y a ti te abate más con escribillas,
por ser indigna de mercedes tantas.
SANTA:
Nunca yo he merecido recibillas;
pero, Ángel santo, tú que siempre cantas
en la presencia de mi Esposo eterno,
de el "Sancto, Sancto, Sancto," el himno tierno,
suplícote me alcances de él licencia
para que no sea yo mi coronista
ni quiebre la virtud de la obediencia,
que la alabanza a la virtud conquista.
ÁNGEL:
Eso y más te concede su clemencia;
mas manda que María Evangelista,
cuya lengua su eterno poder toca,
tu vida escriba de tu misma boca.
SANTA:
Si no sabe leer ni escribir sabe,
¿cómo ha de sér?
ÁNGEL:
La omnipotencia suma
no hay cosa que no pueda y que no acabe;
ella es quien rige ya su mano y pluma.
SANTA:
Su nombre santo el cielo y tierra alabe;
pues Él lo manda, no es razón presuma
resistir su divino mandamiento.
Su esclava soy, su voluntad consiento.
ÁNGEL:
Ya se te acerca, Juana, el fiero trance
de los trabajos con que Dios permite
que tu paciencia tu corona alcance.
SANTA:
Regalos son que mi obediencia admite;
mucho espero medrar en este lance.
ÁNGEL:
Toda la casa pide que te quite
el oficio que tienes de abadesa.
SANTA:
Con gran razón mi indignidad confiesa.
ÁNGEL:
Gran torbellino contra ti levanta
el demonio; de afrentas perseguida
de todos has de ser.
SANTA:
Nada me espanta,
si Dios me da favor.
ÁNGEL:
A que le pida
a Dios, la reina de la corte santa
me parto al cielo. Adiós, Juana querida.
Vase
SANTA:
Al arma toca el mundo. cuerpo bajo,
vamos a ejercitarnos al trabajo.
Antes que entremos, Juana, en la batalla
hagamos militares ejercicios.
¿No tengo yo una cota hecha de malla?
A vestírmela voy contra los vicios.
Corona tiene Dios; para alcanzalla
no son malas escalas los cilicios;
por espinas da Dios sillas divinas.
Al arma, Juana, pues; buscad espinas. Vase. Sale sor María EVANGELISTA
EVANGELISTA:
Madre Abadesa, amada madre Juana,
¡gran milagro! Que sé leer y escribo.
De la mano de Cristo soberana
por su ocasión esta merced recibo.
¡Oh qué letora soy! ¡Oh qué escribana!
No tendrá la vicaria más motivo
de afrentarme de torpe y de ignorante.
Leer y escribir supe en un instante.
¿Dónde está, madre nuestra?
Aparécese la SANTA en una cruz, coronada de espinas, con una soga al cuello y una túnica de zayo, y bájase de ella cuando la llama sor EVANGELISTA
SANTA:
¿Quién me llama?
EVANGELISTA:
¡Ay, cielos, qué crueldad! Madre amorosa,
¿qué hace de esa suerte?
SANTA:
En esta cama,
aunque áspera a la vista, amor reposa.
EVANGELISTA:
Espinas flores son para quien ama,
y en ellas estáis bien, porque sois rosa.
SANTA:
En las sillas celestes y divinas
dan coronas de gloria por espinas.
De aqueste modo voy apercibida
a pelear, que estoy desafïada
de mil persecuciones.
EVANGELISTA:
Perseguida
crece más la virtud y es celebrada.
Dios me manda escribir su santa vida.
SANTA:
Ya sé que su divino amor se agrada
de que el mundo su eterno nombre alabe.
De ese modo ya sé que escribir sabe.
Sabrán todos que soy gran pecadora,
pues con tantas mercedes no soy santa.
Para mi confusión es.
EVANGELISTA:
¿Por qué llora?
SANTA:
Por ver tanto favor, clemencia tanta
en tantas culpas. ¡Ay de mí! En la hora
de dar la cuenta al Juez, ¿quién no se espanta?
¿Quién no tiembla?
EVANGELISTA:
La gente del aldea,
madre, su santa bendición desea.
Vienen a bautizar una criatura
y de su mano esperan justamente
la bendición del niño y la ventura.
Vamos, por que no espere tanta gente.
SANTA:
Yo lo consultaré con Su Hermosura;
que no es razón sin San Laurel, que intente
cosa ninguna.
EVANGELISTA:
¡Oh, sagra toledana!
sagrada estás, pues te consagra Juana.
Vanse.
Salen los LABRADORES todos con música y bateo. Cantan
TODOS:
"Trébole danle al niño,
trébole. ¡Ay Jesús, qué olor!"
LABRADOR 1:
"Trébole y poleo."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Alegre él bateo."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Rosas y junquillos."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Para los padrinos."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Espadaña y juncia..."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Para el señor cura."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Lirios de los valles..."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Para el padre y madre."
TODOS:
"Trébole."
LABRADOR 1:
"Y para el alcalde la hierba del sol."
TODOS:
"Trébole, denle trébole al niño,
trébole. ¡Ay Jesús, qué olor!"
CRESPO:
Entre en la igreja el bateo,
y mientras que le bautizan
bailen los que solenizan
la fiesta.
MINGO:
Ya lo deseo.
BERRUECO:
Par Dios que ha parido Gila
un hijo como un becerro.
CRESPO:
¡Qué tieso, oh hi de puta, perro!
¿Mas que se mea en la pila? Salen don JORGE y LILLO
JORGE:
¡Oh buena gente!
BERRUECO:
¡Oh señor! Don JORGE habla aparte a LILLO
JORGE:
Haz lo que tengo ordenado.
LILLO:
Voy, pues.
Vase LILLO
JORGE:
Sin ser convidado
me vengo.
CRESPO:
Es mucho favor.
MINGO:
En este poyo se siente
su señoría.
JORGE:
Sí, haré. Siéntase
¡Hermosa madrina, a fe!
CRESPO:
(Yo os la quitaré de enfrente (-Aparte-)
y os haré trampa en que caya
vueso amor.) Dejaldo estar.
¿No se comienza a bailar?
MINGO:
Ea, salgan.
MENGO:
Vaya.
TODOS:
Vaya. Cantan y bailan
"Envidiosa Gila en Cubas
del hijo que sin sazón
parió Marina en Orgaz,
un muchacho rempujó.
¡Oh, qué lindo y grande que es!
Bendígale la Ascensión!
Su padre le vea barbero,
sacristán o tundidor.
Ya le van a bautizar,
ya le llaman Perantón,
ya le vuelven a su casa,
ya sacan la colación.
Si merendares, comadres,
si merendares, llamadme.
Si merendáredes nuégados
y garbanzos tostados,
pues somos convidados,
al repartirlo avisadme.
Si merendáredes, comadres,
si merendares, llamadme.
Ya el muchacho se gorjea;
ya sabe decir "ajó";
ya le han sacado los brazos,
ya le han puesto un correón,
ya le hacen hacer pinitos
y le dicen a una voz,
Anda, niño, anda,
que Dios te lo manda
y Santa María
que andes en un día.'
TODOS:
Señor San Andrés
que andes en un mes;
señor San Bernardo
que andes en un año
sin hacerte daño
en esta demanda.
Anda, niño, anda,
que Dios te lo manda
y Santa María
que andes en un día.
Ya ha crecido y va a la escuela,
ya en el Cristo da lición,
ya sabe jugar al toro,
ya corren de dos en dos,
a la trapa, la trapa, la trapa,
en mi caballito de caña.'
Ya quieren que vaya al campo
y aprenda a ser labrador;
ya le visten de sayal
el capote y el calzón.
Caperuza cuarteada
su señor padre le dió,
y probándosela todos
ansí le dicen a un son,
Que la caperuzita
de padre póntela tú,
que á mí no me cabe.'"
Salen LILLO y otros, y llévanse a MARI Pascuala
JORGE:
Llega, Lillo, que ahora es tiempo.
MARI:
¿Qué es esto? ¡Ay cielos, traición!
LILLO:
Ninguno el paso me impida.
CRESPO:
¡Oh infame! ¿Cómo que no,
si es mi esposa la que llevas?
JORGE:
¿Por qué no?
CRESPO:
¡Muera el traidor!
JORGE:
Ninguno pase de aquí,
si no pasaréle yo.
CRESPO:
¡Par Dios, que es linda la flema!
Que es Mari Pascual, señor.
JORGE:
Segura va, sosegaos.
CRESPO:
¿Con quién?
JORGE:
Con vuestro señor.
CRESPO:
¿Con vos?
JORGE:
Conmigo.
CRESPO:
¿A qué va?
JORGE:
Eso adivinadlo vos.
CRESPO:
¿Y mi honra?
JORGE:
¿Qué más honra
que amarla el comendador?
CRESPO:
¿Ésa es justicia?
JORGE:
Villanos:
no me enojéis, que yo soy
señor de Cubas, y ansí
todo es mío.
Vanse MARI Pascuala, don JORGE, LILLO y CRIADOS
CRESPO:
¿Ésa es razón?
¿Esto consentís, cobardes?
¡Matalde!
MINGO:
Mátele Dios
que le hizo.
CRESPO:
¿Tal injuria
consentís? ¿Tan gran traición?
MINGO:
A quien le duele la muela
que se la saque. Andad vos,
si os atrevéis sin tenazas,
y sacadle ese raigón.
BERRUECO:
¡Ah, cielos!
MINGO:
Que no la quiere
sino por un día o dos,
y luego os la volverá.