La santa Juana, primera parteLa santa Juana, primera parteTirso de MolinaActo I
Acto I
Salen ELVIRA y GIL de las manos, la SANTA al lado de
ELVIRA, como su madrina; JUAN Vázquez, su padre, padrino;
CRESPO, TORIBIO y LLORENTE, los MÚSICOS, cantando todos, de
PASTORES, con mucha grita
MÚSICOS:
"Novios son Elvira y Gil,
él es mayo y ella abril;
para en uno son los dos,
ella es luna y él es sol."
TORIBIO:
"Elvira es tan bella."
TODOS:
"Como un serafín."
TORIBIO:
"Labios de amapola."
TODOS:
"Pechos de jazmín."
TORIBIO:
"Carrillos de rosa."
TODOS:
"Hebras de alelís."
TORIBIO:
"Dientes de piñones."
TODOS:
"Y aliento de anís."
TORIBIO:
"Gil es más dispuesto..."
TODOS:
"...que álamo gentil."
TORIBIO:
"Tieso como un ajo."
TODOS:
"Fuerte como un Cid."
TORIBIO:
"Ella es hierbabuena."
TODOS:
"Y él es peregil."
TORIBIO:
"Ella la altemisa."
TODOS:
"Y él el torongil.
Novios son Elvira y Gil,
él es mayo y ella abril;
para en uno, son los dos,
ella es luna y él es sol."
LLORENTE:
¡Par Dios que habéis cantado
bravamente!
TORIBIO:
¿Ha estado bueno?
LLORENTE:
¡No lo entonara Galeno
tan bien!
GIL:
Habéisnos honrado.
JUAN:
Aquí los novios se asienten
mientras se pasa la siesta.
GIL:
Apacible sombra es ésta.
CRESPO:
A docenas, Gil, se cuenten
los hijos que os diere Dios,
y para cada cual de ellos
más ducados que cabellos
tengáis. Gocéisos los dos
más que Sara y Abrahán,
y calme Dios con ventajas
de vino vuestras tenajas
y vuestras trojes de pan.
Y por decir cuanto puedo,
por junto, hágaos el Señor
el más rico labrador
de la Sagra de Toledo.
Todo el mundo os quiera bien,
honrándoos por varios modos;
y pues he habrado por todos,
respondan todos, Amén.
TODOS:
Amén.
GIL:
Todo ese bien y ventura
que nos habéis deseado,
os vuelva el cielo doblado
con la bendición del cura;
que ya mi Elvira imagina
que, con favores sin tasa,
Dios bendice nuesa casa
por virtud de la madrina.
Pues si en tales regocijos,
porque más dicha nos cuadre,
la madrina es casi madre
y los novios son los hijos,
el bien que el cielo la ofrece
es bien que a los novios caya,
porque nos digan, "Bien haya
quien a los suyos parece."
Juana es la vertú de España
tan buena como el buen pan.
Juan Vázquez, su padre, es Juan,
que basta, y aquí en Hazaña,
nueso puebro, es tan amado
del poderoso y del chico,
que con ser hombre tan rico
de ninguno es envidiado.
Quien los conoce, los llama
de toda esta Sagra espejos;
él es dechado de viejos
y ella de doncellas fama.
Y así padrinos los nombra
por participar su estima;
que al que buen árbol se arrima
le cobija buena sombra.
JUAN:
Basta, Gil, no digáis más;
págueos la alabanza Dios,
que es propio al bueno, cual vos,
decir bien de los demás.
Yo y mi Juana, a vos y a Elvira
os quedamos obligados,
que sois ya nuesos ahijados;
y, pues mi afición os mira
cual hijos, ved lo que os cuadre
en mi casa, que desde hoy
hijos sois y padre soy.
LOS DOS:
¡Viváis mil años, compadre!
JUAN:
Hablad, Juana, a vuestra ahijada.
SANTA:
Vos, padre, habláis por los dos.
Hágaos sierva suya Dios,
Elvira, y muy bien casada.
LLORENTE:
Propia bendición de santa;
breve, en fin, y compendiosa.
TORIBIO:
Siesta hace rigurosa,
vuestro sosiego me espanta.
Hagamos algo.
GIL:
Mi bien,
no sale el.sol tan bizarro
cuando en su lucido carro
alumbra el mundo.
CRESPO:
¡Qué bien!
Reírme del dicho quiero.
Muy bien sabéis requebrar,
mas quiérote preguntar,
Gil, si el sol es carretero.
Que si en carro le rotulas,
cuando muestra su arrebol,
podrá ser que quiera el sol
comprarme mi par de mulas.
GIL:
Crespo, déjanos aquí.
CRESPO:
¡Quién oyera al sol ligero
decir siendo carretero,
¡arre, mula, pesia á mí;
y de Madrid a Toledo,
cuando llueve o hace barro,
junto a Cabañas el carro
atascado, tieso y quedo,
echar votos!
TORIBIO:
Majadero,
¿el sol había de votar?
CRESPO:
Sí, par Dios, y aun renegar,
si es que el sol es carretero.
¡La necedad en que ha dado
nuestro lenguaje español!
No hay estrellas, luna o sol,
plata, oro o cristal helado,
que luego no dé con ello
en la cara de su dama.
El hombre que quiere y ama,
la hace de oro el cabello,
porque tiene algunos rojos;
perlas los dientes; cristal
la frente; el labio coral,
y soles después los ojos.
¡Válgate el diablo! Repara,
amante, que una mujer
es imposible traer
tanto en un palmo de cara.
LLORENTE:
Calla, necio, antes trae más.
CRESPO:
¿Más?
TORIBIO:
Sí.
LLORENTE:
Pues ¿no es cosa llana?
Mira tú una cortesana
con atención y verás
en la más honesta y casta
sueltas todas esas dudas.
Cara hay que ha gastado en mudas
de huevos una banasta,
cien cantarillas de miel,
veinte cofines de pasas;
pues ¿qué si al solimán pasas,
turco del rostro crüel,
que la destruye y jalbega?
No gasta en un año entero
tanta cal un pastelero
cuando la Pascua se llega,
como una cara pringada,
pues la de más bizarría
no es más que pastelería
por la Pascua jalbegada.
La color, pues, que codicia
encubrir la opilación,
no gasta más bermellón
una casa a la malicia.
Pues el sebo que hace hermosas
las manos, ya es tanto y tal,
que sin ser de Portugal
las pueden llamar sebosas.
Eso es lo que yo más llevo
de su engañoso arrebol;
¿por qué ha de ser luna y sol
lo que es solimán y sebo?
¿No fuera menos trabajo,
sin andar de Ceca en Meca,
llamar la cara manteca
y a los dientes, dientes de ajo,
que son blancos y son dientes;
a los cabellos esparto,
que es rubio a veces y hay harto,
y no rayos transparentes,
el sol y la luna clara
con que amantes y poetas
dicen que andan los planetas
saltando de cara en cara?
Al menos las de la Sagra
no se afeitan.
TORIBIO:
¿No? Verá.
Todas son de corte ya,
cualquier per signum se almagra.
GIL:
Dejemos eso y tratemos
algo que nos entretenga.
ELVIRA:
Bien dices. Un juego, venga.
LLORENTE:
Di,¿ queréis jugar? Juguemos
a los propósitos.
ELVIRA:
Son
melancólicos.
TORIBIO:
No hay juego
de más gusto y más sosiego
que buena conversación.
Proponed alguna enigma,
y la novia dé un favor
al que la acierte mejor.
JUAN:
Si mi parecer se estima,
cada cual, por varios modos,
pinte aquí las propiedades,
efetos y calidades
del amor; y el que entre todos
mejor al rapaz pintare,
Elvira le dé un listón.
GIL:
Nuesamo tiene razón.
LLORENTE:
Cada cual piense y repare.
SANTA:
Padre: dejémonos de eso
que es ocioso disparate.
JUAN:
¿De qué quieres que se trate?
SANTA:
De algún ejemplo o suceso
en que dos buenos casados
y santos nos entretengan,
y de ellos a aprender
vengan su virtud los desposados.
Éste es lindo pasatiempo.
Cuentos sé yo, no sé cuántos,
de algunos casados santos.
JUAN:
Quien da lo que es suyo al tiempo
es discreto, y el que ves
es más de entretenimientos,
hija, que de tales cuentos;
guárdalos para después.
Que si al tiempo te acomodas,
has de hablar, según mi ejemplo,
en el templo, como en templo,
y en las bodas como en bodas.
En boda estás; esta vez
goza su conversación.
SANTA:
Obedecerte es razón.
JUAN:
Vaya, que yo seré el juez.
CRESPO:
Yo os sacaré a la vergüenza,
Amor, si os llego a pintar.
Llorente, tú has de empezar.
LLORENTE:
¿Yo?
GIL:
Tú.
LLORENTE:
Comienza.
TORIBIO:
Comienza.
LLORENTE:
Paréceme a mí que Amor
será un pequeñuelo infante
de alegre y bello semblante,
trapacista, enredador,
desnudo por el calor
de su irreparable fuego,
con dos alas, medio ciego
y amigo de hallarse en todo,
con el indio, con el godo,
con el español y el griego.
Serán sus propios efetos
sujetar con dulces daños
floridos y verdes años
y engañar libres sujetos;
volver los necios discretos
y Demóstenes los mudos,
romper de Gordio los ñudos
y oprimir con leyes graves,
desde las vestidas aves
hasta los peces desnudos.
Son los efectos de amor
mezclar penas con consuelos,
satisfaciones con celos
y esperanzas con temor;
el favor y el disfavor,
lo amargo con lo sabroso,
lo cierto con lo dudoso,
como yo he experimentado,
pues que vivo enamorado,
triste, confuso y celoso.
Ya yo he dicho, Elvira hermosa.
ELVIRA:
Y harto bien.
LLORENTE:
Ese favor
quiero agradecerle a Amor.
JUAN:
Diga Toribio.
TORIBIO:
¿Yo en prosa?
Harto mejor os prometo
que en poesía lo dijera.
ELVIRA:
Vaya en verso.
CRESPO:
¡Copla fuera!
TORIBIO:
Tomad allá este soneto:
Amor, deidad que lo imposible alcanza,
es propensión violenta en quien se inclina,
celeste influjo, en cuanto predomina,
pues si éste cesa, entibia la mudanza;
Amor es relación de semejanza
que al objeto su movil se encamina;
sangre nos dice que es la medicina
y un mixto del temor y la esperanza.
La dama en interés funda su empleo;
el torpe afirma ser sólo apetito,
pero unidad el lícito deseo.
El del alma es virtud, pero delito
el material, mudable, torpe y feo,
que Amor es dios, y aspira a lo infinito.
CRESPO:
Como en Alcalá estodiabas
tienes pergeño sotil.
JUAN:
Ea, diga agora Gil.
GIL:
Digo, pues.
LLORENTE:
¿Y en qué?
GIL:
En octavas.
Amor, conforme yo le he imaginado,
será como quien es, hijo de herrero,
un muchacho mal hecho, corcovado,
asido de los fuelles, negro y fiero;
su madre enredadora le habrá dado
algunas licioncillas de hechicero,
con que las brasas sopla y fuego atiza
del descuidado amante a quien hechiza.
Su propiedad y efeto no consiste
sino en quitar el seso y sufrimiento
al pobre amante en cuya esfera asiste,
obligando a locuras su tormento;
y así ya está el amante alegre y triste,
celoso, confïado, descontento;
ya teme, ya es valiente, ya travieso.
¡Mal haya, amén, amor que quita el seso!
LLORENTE:
¿Cómo, Gil, recién casado.
y amor tan aborrecido?
O tu estás arrepentido
o sin duda que has hablado
por boca de ganso.
CRESPO:
¿Hay tal?
GIL:
Por mi honra volver quiero;
yo, el amor que vitupero
no es el amor conyugal,
que aquése es tan atinado
que idolatro en sus favores.
LLORENTE:
Pues ¿cuál?
GIL:
Hay dos amores,
soltero uno, otro casado.
El soltero es el dimonio
y sus faltas saco a luz.
CRESPO:
¿Y esotro?
GIL:
No, porque es cruz.
CRESPO:
Si cruz es el matrimonio,
yo he de decir maravillas,
porque he de entrar en más hondo.
GIL:
¿Y en qué?
CRESPO:
Mi ingenio es redondo,
y así diré en redondillas:
Considero yo al Amor
que será por su desastre,
como un aprendiz de sastre
o mozo de tundidor.
De una personilla chica
que con interés se encarna,
todo cubierto de sarna,
que por eso come y pica.
La vista llorosa y ciega,
una nube en cada niña
y la cabeza con tiña,
que amor cual tiña se pega.
Trampista que compra y vende
y engaña a quien por él pasa,
ladrón ratero de casa
que se esconde como duende.
O será, un animalejo
al modo de un arador,
pues cual él se mete Amor
entre la carne y el hueso.
Mona que todo lo imita,
y, en fin, a mi parecer,
pues está en hombre y mujer,
Amor es hermafrodita.
LLORENTE:
Gil tápale aquesa boca.
ELVIRA:
Esto escucha quien consiente
hablar un necio entre gente.
CRESPO:
Yo soy necio y vos sois loca.
Gritan dentro LILLO, lacayo,
FRANCISCO Loarte, su
amo, y don JUAN
LILLO:
¡To, to, capitán! ¡marquesa!
FRANCISCO:
¡Cita, zagala, zagala!
LILLO:
Al viento la liebre iguala.
FRANCISCO:
Dificultosa es la presa.
LILLO:
Traspúsose por el cerro.
FRANCISCO:
Perdióse.
LILLO:
¡Buena demanda!
Salen LILLO, FRANCISCO Loarte,
y DON JUAN
LILLO:
¡Oh lleve el diablo quien anda
hecho loco tras un perro!
¡Que ha de andar un hombre
a caza para cansarme y cansarse
por lo que puede comprarse
por dos reales en la plaza!
¡Qué de esto gusto reciba
y no le aten a un pesebre!
FRANCISCO:
No hay galgo que alcance liebre
cogiendo una cuesta arriba.
DON JUAN:
Si el camino le atajamos
no se nos escapa.
FRANCISCO:
No.
LILLO:
Galgos, los mozos llamó
un discreto, de sus amos,
y dijo verdad expresa,
pues el que sirve a un hidalgo,
no comiendo como galgo
más que huesos de su mesa,
con él alcanza la liebre
de la otra, que a mensajes
de los galgos o sus pajes,
la fuerza a que rompa o quiebre
su cazador o galán
con su inclinación honesta,
y aunque corra por la cuesta
del soy y del quedirán.
La diligencia del galgo
o el criado--lo propio es--
la trae rendida a sus pies.
Pues ¿decir que le dan algo
después que todo esto pasa?
Si ladra por su salario
una coz es lo ordinario
con que le arrojan de casa.
Levántanse todos
JUAN:
Señor Loarte: ¿por aquí
con tan gran calor?
FRANCISCO:
¡Oh, amigo!
Mi inclinación, cual veis, sigo.
¿Qué es esto? ¿Qué hacéis así?
JUAN:
Cásase Gil, mi crïado,
con Elvira de Añover,
y sálense a entretener
el calor, cual veis, al prado.
FRANCISCO:
Por muchos años y buenos.
GIL:
Siéntese aquí su mercé.
FRANCISCO:
¿Sois vos el novio? Sí haré;
ninguno dirá a lo menos
que vuestra esposa no es bella.
GIL:
Como quiera que seamos,
señor Loarte, aquí estamos,
para servirle, yo y ella.
DON JUAN:
La madrina es tan hermosa
que más parece divina
que humana.
FRANCISCO:
¡Ay Dios! ¡Qué madrina
tan bella!
CRESPO:
Sí, no es mocosa.
DON JUAN:
Esta doncella, ¿quién es?
JUAN:
Mi hija Juana, señor.
FRANCISCO:
Venturoso labrador
que tan precioso interés
tiene en casa, y quien emplea
en ella hacienda y ventura.
No he visto tal hermosura.
JUAN:
Así, así, como de aldea.
Al menos mi senectud
se llama en verla dichosa.
FRANCISCO:
Notablemente es hermosa.
JUAN:
Más notable es su virtud.
FRANCISCO:
Don Juan, decid: ¿qué os parece?
DON JUAN:
Hermosa.
FRANCISCO:
¡Ay, deseos extraños!
¿Qué edad tiene?
JUAN:
Trece años.
Hablan aparte FRANCISCO
y DON JUAN
FRANCISCO:
(Si mi amor se está en sus trece
no sé, don Juan, qué he de hacer;
perdido estoy.)
DON JUAN:
(¿Cómo es eso?)
FRANCISCO:
(No sé; sé que pierdo el seso.)
LILLO:
Los galgos voy a traer,
no se pierdan.
DON JUAN:
Desenfrena
después, Lilio, los caballos
y a pacer puedes echallos
en el prado.
LILLO:
O en la arena.
Vase LILLO
JUAN:
¿A qué bueno desde Illescas
a Hazaña, señor, salís?
Porque si a cazar venís
estas mañanas, que frescas
me han convidado a que vea
media legua de aquí un haza,
he hallado famosa caza
para quien correr desea.
En las viñas del concejo
deben de tener sus camas
dos liebres como unas gamas,
que a cogerme menos viejo
ya las hubiera colgado
de la pretina.
FRANCISCO:
(¡Ay de mi, (-Aparte-)
que vine a cazar aquí
y pienso que estoy cazado!)
Si donde decís están,
mañana en amaneciendo,
ir a correrlas pretendo;
porque esta noche don Juan
y yo tenemos de ser
vuestros huéspedes.
JUAN:
Mi casa
quedará honrada.
DON JUAN:
¿No pasa
el regocijo y placer
adelante?
FRANCISCO:
¡Por mi vida,
que se baile un poco!
TORIBIO:
Oíd,
lo que nos manda, advertid.
CRESPO:
Bailemos, pues nos convida
este viento lisonjero,
y ya la tarde declina.
FRANCISCO:
Al lado de la madrina,
si gustáis, sentarme quiero,
que después acá que sé,
ser hija vuestra, la estimo.
Siéntanse todos
CRESPO:
(No ha escogido mal arrimo.) (-Aparte-)
JUAN:
Y hacéisla mucha merced.
FRANCISCO:
Perdonad, madrina hermosa,
que sin licencia he tomado
el más agradable lado
que halló mi suerte dichosa.
Que á fe, aunque la novia es bella,
que es la madrina mejor.
SANTA:
Como sois noble, señor,
honráisnos a mí y a ella.
JUAN:
Gil, a la novia sacad.
FRANCISCO:
(Tu fuego, Amor, se reprima, (-Aparte-)
que aunque su beldad me anima
me enfrena su honestidad.)
Cantan y bailan tres o cuatro
MÚSICOS:
"A la boda y velación
que hace Elvira de Añover
con Gil, de quien es mujer,
cantó el pueblo esta canción:
'La zagala y el garzón
para en uno son.'
Y después de haber cantado,
viendo a la madrina al lado,
que es para alabar a Dios,
bailaron de dos en dos
los zagales de la villa,
que si linda era la madrina
por mi fe que la novia es linda.
Y por el viento sutil
los pájaros a quien llama
el canto de mil en mil
saltando y volando de rama en rama
pican las flores de la retama
y las hojas del torongil.
Prendó amor a Gil Pascual,
que es alguacil del que mira,
de la hermosura de Elvira,
y a ella de él otro que tal,
y al desposarse el zagal
levantan esta canción:
'La zagala y el garzón
para en uno son.'"
FRANCISCO:
Por extremó lo habéis hecho.
JUAN:
Volvámonos al lugar,
que es hora ya de cenar.
FRANCISCO:
(Veneno llevo en el pecho.) (-Aparte-)
JUAN:
No seréis tan regalados
ni dormiréis tan a gusto
esta noche como es justo
a huéspedes tan honrados;
pero a este riesgo se pone
el que se aposenta en casa
estrecha, pobre y escasa.
La cortedad se perdone
y recíbase el deseo.
DON JUAN:
Todo sobra donde vos
estáis, Juan Vázquez.
FRANCISCO:
(¡Ay, Dios! (-Aparte-)
¿Qué hechizo es éste que veo?)
Vanse todos.
Salen MARCO ANTONIO y LUDOVICO de camino
MARCO ANTONIO:
Perdí recién casado
mi patrimonio y mi florida hacienda;
y el crédito quebrado,
que tuvo en pie mis gustos y mi tienda,
me enseñó, Ludovico,
cuán presto es pobre el mercader más rico.
Dejé mi amada esposa
en confïanza de su fe y mi miedo,
y el alma temerosa
de Toledo salió, y quedó en Toledo;
que cuando Amor no calma,
suele animar dos cuerpos sola un alma.
Rompí la blanca espuma
del proceloso y húmedo elemento
y al Perú llegué, en suma,
después que vi la muerte entre agua y viento,
y me dio el mar noticia
del peligro a que pone la codicia.
Hallé parientes ricos
con cuya ayuda reparé los daños
que ya juzgo por chicos,
y en el discurso breve de dos años,
con hacienda sin tasa,
vengo a gozar mi esposa, patria y casa.
Éstas son sus paredes,
depósito que guarda su hermosura;
besar sus piedras puedes
como reliquias, si la noche obscura
te estorba que divises
la casa de Penélope y Ulises.
Aquí, hecha España Grecia,
me labra mi Artemisia un Mauseolo;
aquí vive Lucrecia,
en lealtad y belleza Fénix solo.
Llama, que ésta es la puerta
cerrada al vicio, a la virtud abierta.
LUDOVICO:
Con gusto te he escuchado
las amorosas salvas que alegre haces
a tu esposa, y notado
que como tras la guerra, quietas paces,
tras la ausencia prolija,
presente Amor sus gustos regocija
.................[ -ero]
de mi señora.
MARCO ANTONIO:
Ludovico, llama. Desde arriba MELCHOR y JULIO
JULIO:
Libréme por ligero.
MELCHOR:
Vendióme algún soplón.
JULIO:
Sopló la dama.
No está esta pared alta.
MELCHOR:
Mamóla el alguacil.
JULIO:
¿Qué esperas? Salta. Saltan al tablado
MELCHOR:
Ya estamos en la calle.
Por Dios, que es bella moza y que el marido
dejó a riesgo un buen talle.
JULIO:
Dichosos esta noche habemos sido.
¿Adónde bueno agora?
MELCHOR:
A dormir, que es la una.
JULIO:
Sí, ya es hora. Vanse
LUDOVICO:
Dos hombres han saltado,
pienso que de tu casa, y ya se han ido.
Suspenso te has quedado.
MARCO ANTONIO:
"Por Dios, que es bella moza y que el marido
dejó a riesgo un buen talle."
¡Honor! ¿Así os arrojan en la calle?
Mira, mira si duermo.
LUDOVICO:
Despierto estás.
MARCO ANTONIO:
Luego ¿mi daño es cierto?
¿Si acaso como enfermo
que frenético ve sombras despierto,
no he visto mis enojos?
Pero mi casa es ésta, estos mis ojos.
No ha sido Leonor casta,
no, que escaló mi fama un enemigo;
tú eres testigo, y basta
en cosas del honor sólo un testigo.
¡Malhaya quien confía
de la mujer la honra un solo día!
¿Quieres que éntre y acabe
pasando su lascivo y flaco pecho?
LUDOVICO:
Un delito tan grave
si queda con vengarse satisfecho,
¿quieres que vuelva en brasa
las adúlteras piedras de esta casa?
¡Cielos, castigo tanto!
¿Lloras, señor?
MARCO ANTONIO:
Murió, Claudio, mi fama.
Si en muerte es justo el llanto,
bien puedo yo llorar, aunque en quien ama
y ver lo que a ver llego,
no son agua las lágrimas, son fuego.
Cruel, ¿ásí has pagado
mi firmeza, violando los altares
del tálamo manchado?
Oro en los montes, perlas en los mares
busqué; cuya riqueza
pudiese competir con tu belleza.
Dejéte a la partida
sembrada en tu lealtad mi confïanza
amor, lágrimas, vida,
y en vez de dulce fruto hallo mudanza,
deshonras, desconsuelos;
pero quien siembra amor, que coja celos.
Pena, matarme quiero...
LUDOVICO:
Sosiégate, señor; ¿tú eres el sabio?
Infórmate primero
si es cierta la sospecha de tu agravio,
que despeña la ira
si la prudencia su favor retira.
MARCO ANTONIO:
Informaréme luego
del adulterio infame que me afrenta,
si de mi agravio el fuego
primero que lo sepa no ensangrienta
la ya violada cama
que ausente el dueño ajenos brazos llama.
En Toledo escondido,
cuando del sol se ausente el claro coche,
sin saber que he venido,
rondaré estas paredes cada noche,
hasta que mi esperanza
los coja dentro y triunfe mi venganza.
Presto el tálamo falso
será de una tragedia vil teatro,
o triste cadahalso,
que, pues Córdoba tuvo un veinticuatro
valeroso, si puedo,
como a él me estimará desde hoy Toledo.
Vanse.
Salen MELCHOR y FABIO, de noche
MELCHOR:
Fuese a la guerra el marido,
quedó sola la mujer,
dila, Fabio, en pretender,
y la que Porcia había sido,
forzada de la pobreza,
porcelana quebrada es;
que al golpe de un interés
se quiebra cualquier belleza.
Dos meses de pretensión
me cuesta, y al cabo de ellos,
esta noche los cabellos
cogí a la calva Ocasión.
Y al tiempo que la codicia
de mi amor templó la llama,
llega de repente y llama
a la puerta la justicia.
Subimos a la azotea,
viónos un corchete vil,
avisólo a su alguacil,
y él, que prendernos desea,
siguiónos; pero burlado
le dejamos, cuando vio
que saltamos Julio y yo
de la azotea a un tejado
de la casa donde vive
doña Leonor, bella esposa,
de Marco Antonio y virtuosa,
que está en Indias, y recibe
nombre de Lucrecia casta,
por quien ya comparar puedo
a Roma nuestra Toledo,
pues es honra suya.
FABIO:
Basta.
MELCHOR:
Estaba el tejado bajo
y fuénos fácil saltar
a la calle, sin mirar
si había gente. Al fin, trabajo
nos costó, mas todo es poco,
que es un ángel la mujer.
¿Qué hora es?
FABIO:
Deben de ser
las dos. Entra, que andas loco.
MELCHOR:
Mi padre ¿no me habrá echado
menos?
FABIO:
¿Cómo te ha de echar,
si cuando se va a acostar
te deja siempre acostado?
MELCHOR:
¡Cómo estos engaños sabe
la traviesa mocedad! Sale Juan MATEO, con un candil
MATEO:
Mi sospecha fue verdad;
él debe de tener llave
de casa, hechiza. Confieso
que intenta enfrenar
el mar el que pretende enfrenar
un hijo mozo y travieso.
FABIO:
¡Buen lance habemos echado!
Tu padre es éste, señor.
MATEO:
¿Que haces aquí, Melchor?
¿No te dejé yo acostado?
Levantaráste a estudiar,
ya que a tal hora te veo,
para cumplirme el deseo
que te da tanto pesar,
de que de la iglesia seas;
sin duda es lo que imagino,
que el vestido de camino
en este ejercicio empleas.
¿Tú de noche? Considero
que debes de pretender,
siendo hijo de mercader,
levantarte a caballero.
Que es propio de los señores
rondar de noche las damas,
aunque peligren sus famas.
Mi sangre es de labradores,
no de caballeros vengo.
Un labrador fue tu abuelo.
Mi madre, que esté en el cielo,
lo fue; un hermano tengo,
labrador es en Hazaña,
honrado y cristiano viejo.
No porque el arado dejo,
si esta presunción te engaña,
te despeñe así el deseo,
porque, para que te asombre,
no es Pimentel mi renombre,
ni Mendoza; Juan Mateo
es el apellido mío;
de este me precio, Melchor.
Juan Vázquez, un labrador,
es mi hermano y es tu tío.
No has de estar más en Toledo
un hora; el vestido vino
muy bien, que estás de camino.
MELCHOR:
Señor, escucha
MATEO:
No puedo.
A Alcalá te he de llevar
porque dejes la ocasión
que dicen hace al ladrón.
Allí puedes estudiar.
Hoy te has de ir, y antes que a Illescas
llegues, quiero que conozcas
casas pajizas y toscas,
porque no te ensoberbezcas,
que es el solar conocido
de tu linaje en Hazaña.
MELCHOR:
Mira, señor, que te engaña
tu sospecha; este vestido
me probaba
MATEO:
Ya colijo
que me quieres engañar.
Ven, que así ha de remediar
el padre cuerdo al loco hijo.
Vanse.
Salen JUAN Vázquez y FRANCISCO Loarte
FRANCISCO:
No me habéis de decir de no, si es cierto
que mi vida estimáis, pues no consiste
sino en el sí de vuestra honrada boca.
La causa de quedarme aquí esta noche
en vuestra casa, fue para pediros
que remediéis mis males. Vuestra hija,
su honestidad hermosa, sus virtudes,
la fama que en la Sagra la hace Fénix,
me obliga a que me maten sus deseos.
Ya sabéis, en Illescas, mi prosapia,
la hacienda y el valor de los Loartes;
yo sé que si me dais a vuestra Juana
por esposa, que al oro de nobleza
el esmalte a mi sangre no le falta,
pues la virtud de Juana será esmalte.
JUAN:
Dudoso estoy; no sé lo que os responda.
Por una parte los afectos miro
con que os obliga amor, y sé su fuerza;
por otro la notable diferencia
de vuestro estado y mío; vos hidalgo
premiado y estimado justamente
del césar Carlos quinto, que Dios guarde;
leal a su corona, como muestran
el valor y la fe de vuestros hechos
en las Comunidades de Castilla;
piedra de toque donde el oro fino
mostraron de su fe los más leales,
y su dorada alquimia los traidores.
Sois Francisco Loarte, al fin, que basta
para decir que sois honra de Illescas.
Yo, aunque cristiano viejo, en sangre limpio,
soy labrador; mi casa y sus paredes,
en vez de los tapices que en las vuestras
adornan, se contentan con vestirse
de cedazos, arneros y de trillos,
y los doseles que mis techos cubren,
horcas de ajos, pimientos y cebollas.
No sé si llevarán bien mis parientes
que, pudiendo casar con uno de ellos
a mi Juana, la saque de sus quicios,
que ya sabéis que el labrador sin raza,
estima en más la tosca caperuza
que el sombrero con plumas y medallas.
Fuera de que mi Juana aún es muy niña
y no la siento ahora con deseos
de cautivar su libertad; dejadla
crecer, y tratarélo con mis deudos,
que entretanto podrá ser que se aplaquen
esos primeros ímpetus, y libre,
mirándolo mejor, queráis esposa
con que se pueda honrar vuestro linaje,
criada en noble y cortesano traje.
FRANCISCO:
Juan Vázquez, aunque a Amor le pintan ciego,
con ojos me ha dejado el que me abrasa,
y aunque no sois hidalgo, poco menos
es un honrado labrador. Leído
he yo de mil señores que en las cepas
de sus noblezas, sin perder su lustre,
han enjerto sarmientos labradores.
¿Qué puedo yo perder, y qué no gano
si sois el más honrado de la Sagra,
rico y de sangre limpia? Yo sé cierto
que si el sí me negáis, cortará en cierne
la muerte el verde fruto de mi vida,
y os llamará La Sagra mi homicida.
JUAN:
Ahora bien, id con Dios, que yo os prometo
que no quede por mí, señor Francisco,
el daros ese gusto. Estos negocios
de casamientos, es razón primero
comunicarlos; yo tengo un hermano,
mercader en Toledo, advertiréle
lo bien que nos está; si me aconseja
que ennoblezca mi casa, vuestra esposa
será mi Juana.
FRANCISCO:
¿Dentro de qué tiempo
tendréis resolución?
JUAN:
Yo iré a Toledo
de semana sin falta; que esta noche
voy, porque así mi Juana lo ha pedido,
al monasterio de la Cruz en vela,
porque su madre, viéndola muy mala,
ofreció de llevarla allá y murióse
sin cumplir la promesa, y Juana quiere
que se cumplan los votos de su madre
dados a Dios. Iremos como digo
esta noche, por ser cuando se juntan
de toda esta comarca mil devotos
y van allá a velar con varias fiestas,
y pediréle a Dios que, si nos cumple
aqueste casamiento, le encamine,
y si no que le aparte.
FRANCISCO:
Aquese tiempo,
aunque se me ha de hacer eternos siglos,
esperará el deseo entre balanzas
de tímidos recelos y esperanzas. Sale LILLO
LILLO:
¿Hémonos de ir, señor? Ya está ensillado
y a caballo don Juan.
FRANCISCO:
Vamos; el cielo
me cumpla este deseo por que pueda
llamaros padre.
JUAN:
Ya alegre colijo
que honrará nuestras casa tan noble hijo.
Vanse FRANCISCO Y LILLO
JUAN:
Quiere hacer un tapiz la industria humana
en donde el arte a la materia exceda,
y con su adorno componer se pueda
la pared de la cuadra más profana.
Matiza en el telar la mano ufana
y mezcla hilos con que hermoso queda;
pero entre el oro ilustre y noble seda
entreteje también la humilde lana.
Lo propio hace el amor, que mezcla y teje
con la lana la seda, aunque más valga,
igualando al villano con el noble.
Noble yerno me da, no es bien le deje,
que con mi lana y con su seda hidalga
saldrá el tapiz de Amor curioso al doble. Salen Juan MATEO y la SANTA
SANTA:
Aquí un huésped despedía;
en extremo se holgará
de veros.
MATEO:
Grande estáis ya,
hermosa sobrina mía.
Mucho crecéis.
SANTA:
Siempre crece
la mala hierba.
MATEO:
Otra fama
de vos la Sagra derrama.
¿Cuántos años tenéis?
SANTA:
Trece.
MATEO:
Ya sois gran mujer.
JUAN:
Hermano,
¿vos aquí? ¡Gran novedad!
MATEO:
Aquesos brazos me dad.
JUAN:
Después que sois ciudadano
no nos queréis ver.
MATEO:
Razón
tenéis de reprehenderme.
Llevóme a Toledo a hacerme
mercader mi inclinación;
mas no por eso me olvido
del respeto y el amor
que, como hermano mayor,
os debo.
JUAN:
¡A fe que habéis sido
de cuidado! Yo y mi Juana
formábamos quejas ya
y, a no venir vos acá,
pensaba yo esta semana
iros a ver a Toledo;
pero ya que habéis venido,
yo apostaré que no ha sido
sólo a verme, si bien puedo
decirlo.
MATEO:
Tráeme el cuidado
de veros, poner en orden,
en los vicios y desorden
de un hijo desbaratado.
A Melchor llevo a Alcalá
porque me pierde el respeto
y anda, hermano, muy inquieto.
JUAN:
Pues ¿enmendaráse allá?
MATEO:
Sí, que ausente de su tierra,
y faltando la ocasión,
pondrá su vida en razón.
JUAN:
Yo pienso, hermano, que yerra
el que teniendo presente
un hijo sin que se enmiende
viéndole su padre, entiende
que se ha de enmendar ausente.
La presencia, hermano, honrada
de un padre viejo es indicio
que, si corre tras el vicio,
le tendrá la sofrenada
de su respeto y temor;
mas ausentarle no es bueno,
porque eso es quitarle el freno
para que corra mejor.
MATEO:
Hay en Toledo ocasiones
notables.
JUAN:
¿Y faltarán
en Alcalá, donde están
dando los vicios ficciones?
Mal sabéis el privilegio;
que de una universidad
el vicio y la libertad
también tiene su colegio.
Hermano, no os lo aconsejo.
MATEO:
Por vuestro gusto me rijo.
JUAN:
El tener al ojo su hijo
es lo mejor, pues sois viejo;
escoged mi sabio medio.
MATEO:
Ése será más barato.
JUAN:
Sabed, hermano, que trato
de dar a Juana remedio.
Después sabréis lo que pasa,
y lo que me esté mejor
me aconsejaréis. Melchor,
¿dónde está?
MATEO:
Aguardando en casa,
JUAN:
Pues venid, yo os daré luz
de lo que os quiero decir.
SANTA:
Tío ¿quiérese venir
con nosotros a la Cruz,
a una vela?
MATEO:
Sí, sobrina;
que soy yo muy su devoto.
SANTA:
Vamos a cumplir un voto.
JUAN:
Es su inclinación divina. Vanse. Salen cuatro LABRADORES a la vela, cantando con grita y fiesta. Cantan
TODOS:
"Que la Sagra de Toledo mil fiestas hace
a la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
LABRADOR 1:
"Que la Sagra de Toledo contenta envía
vuestros hijos y devotos, Virgen María,
y con fiestas y alegría van los lugares."
TODOS:
"A la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
Siéntanse
LABRADOR 1:
Este sitio me contenta.
LABRADOR 2:
A mí esta hierba me agrada.
LABRADOR 3:
¡Famosa noche!
LABRADOR 4:
¡Extremada!
LABRADOR 1:
¿No veis cómo representa
la noche morena y zarca
su estrellada autoridad?
LABRADOR 2:
Fanfarrona majestad
muestra cuando, abriendo el arca
las estrellas saca afuera
que adornan su aparador.
LABRADOR 3:
Hízola el divino Autor
del cielo la repostera. Gritan dentro
LABRADOR 4:
¡Brava grita a fe!
LABRADOR 1:
¡Oh, bien haya
la Sagra!
LABRADOR 4:
¿Éstos quien son?
LABRADOR 2:
¿Serán los de Torrejón?
Vengan, darémosles vaya.
Salen dos LABRADORES más con grita y música
TODOS:
"Norabuena vengais, abril;
si os fuéredes luego volveos por aquí."
LABRADOR 1:
"Abril carialegre"
LABRADOR 2:
"Muy galán venís."
LABRADOR 1:
"El sayo de verde."
TODOS:
"Muy galán venís."
LABRADOR 1:
"La capa y sombrero."
TODOS:
"Muy galán venís."
LABRADOR 1:
"De flor de romero."
TODOS:
"Muy galán venís."
LABRADOR 1:
"Blancos los zapatos"
TODOS:
"Muy galán venís."
LABRADOR 1:
"Morados los lazos."
TODOS:
"Muy galán venís."
LABRADOR 1:
"Pues que sois tan bello, risueño y gentil..."
TODOS:
"Nora buena vengáis, abril.
Si os fuésedes luego, volvéos por aquí."
Siéntanse
LABRADOR 1:
Métete, Torrejón, con tus torrejas
y mira que rebuznas cuando cantas.
LABRADOR 5:
Ugena: guarda la cigüeña y calla,
que tienes bien por qué, no me provoques
a que te diga lo del campanario.
LABRADOR 1:
Calla tú, Torrejón, aunque sin torres
que diré lo del Drago.
TODOS:
¡Hú, que te corres! Salen otros dos LABRADORES con tamboril, flauta y grita
LABRADOR 6:
Casa Rubillos viene y su concejo.
LABRADOR 5:
Si el tamboril es suyo.
LABRADOR 6:
No le toques
que del pellejo de tu madre se hizo.
LABRADOR 5:
De tu mujer dirás, que es desollada.
LABRADOR 4:
Daca el mercado donde todo un día
vendiste solamente dos cebollas.
LABRADOR 6:
Daca tú la cigüeña de tu torre,
a quien saliste a recibir un día
con danzas, procesión y monacillos,
y enviaste al alcalde a convidarla
con la casa del cura, pensando era
alguna viuda honrada y forastera.
LABRADOR 2:
Mientes tú y el mercado que socorres.
TODOS:
¡Hú, que te corres! ¡Hú hú, que te corres!
LABRADOR 8:
¿No sabremos por qué razón se llaman
señores Torrejones los del Drago?
LABRADOR 3:
Eso yo os lo diré. Vieron un día
parado un coche orillas de un arroyo
y juzgando por pies las cuatro ruedas,
alas las puertas y la lanza cola,
como jamás hubiesen visto coches
y el encerado fuese todo verde,
creyeron ser dragón que se comía
las mulas que tiraban, y tocando
aprisa la campana del concejo
fueron con chuzos a matar el drago,
y viéndole después que le llevaban
las mulas, y sabiendo que era coche
todos al fin cayeron de sus burras.
¿No es verdad esto, hermanos de las Torres?
LABRADOR 6:
Todo es falso y mentira.
TODOS:
¡Hú, que te corres! Salen JUAN Vázquez, Juan MATEO, MELCHOR y la SANTA
JUAN:
No vi en mi vida más alegre noche.
SANTA:
Como es la fiesta de quien presta rayos
al planeta mayor y hermosa luna,
que cuando el sol se ausenta es su virreina,
no es mucho que sea clara y apacible.
MELCHOR:
Sentémonos aquí, que hay lugar harto.
Siéntanse
MATEO:
Digo que el casamiento me parece
honroso para todos, y entretanto
que se conciertan, porque en una aldea
no está segura de un violento gusto
la honra frágil de una mujer moza,
y un poderoso puede aprovecharse
de la ocasión, la llevaré conmigo,
pues en mi casa vivirá segura
de esos peligros.
JUAN:
Su virtud es tanta
que adondequiera lo estará; mas sea
lo que queráis, no viva en el aldea.
LABRADOR 4:
Los de Hazaña han venido; dad tras ellos,
que bien hay que decir.
LABRADOR 3:
Eso no es justo.
que viene allí la hija de Juan Vázquez,
espejo de la Sagra de Toledo,
y es tan honesta y agradable a todos
que nos ha de obligar a callar.
LABRADOR 1:
Bueno,
pues ¿cómo habemos de pasar la noche?
LABRADOR 3:
Ella referirá cuentos sabrosos
que nos entretendrán; vamos a hablarla.
LABRADOR 4:
Mantenga Dios la buena gente.
JUAN:
¡Y cómo
que nos mantiene!
LABRADOR 6:
Acá venimos todos
a que nos cuente Juana una conseja,
y par Dios que gustara de mi voto
que mos dijera qué principio tuvo
la fiesta de la Cruz a que venimos,
y cada año celebra aquí la Sagra.
SANTA:
Que me place por cierto. Sentaos todos
alrededor de mí, que yo he sabido
lo que me preguntáis con certidumbre,
y os lo diré con gusto.
JUAN:
¡Oh! En siendo cosa
de santos y de iglesias, en su centro
estará su alegría.
SANTA:
Oíd, que ésta
es la historia y principio de esta fiesta.
El vellocino de Aries
pintaba sus guedejas
con los pinceles de oro
que el sol al mundo muestra,
cuando en la humilde villa
de Cubas, que aquí cerca
sus términos dichosos
alcanzan fama eterna,
nació una santa niña
de pobre y simple cepa;
que suele hacer hazañas
notables la pobreza.
Inés era su nombre,
su edad trece años era.
¡Notad todos qué moza
y en la virtud cuán vieja!
Un lunes venturoso
en la apacible hierba
con que los prados viste
la hermosa primavera,
Inés apacentaba junto
a una fuente fresca
los animales toscos
que llaman de la cerda.
SANTA:
Y mientras que pacían,
postrada por la tierra
apacentaba el alma
con el precioso néctar
de la oración sabrosa,
haciendo por las cuentas
devotas de un rosario
con Dios y su alma cuentas.
La Virgen sacrosanta,
enamorada de ella,
que siempre la humildad
fue su mayor presea,
cubierta del brocado
y soberana tela
con que la gloria, adorna
a los de su librea,
cegándola los ojos
la luz de su presencia,
porque aquí los mortales
a tales soles ciegan,
la preguntó, "¿Qué haces
aquí, carilla tierna?"
Y alegre, aunque turbada,
responde, "Hermosa hembra,
guardo estos animales."
"¿Por qué ayunas mis fiestas
en viernes?" la pregunta.
SANTA:
"Porque es bien que obedezca
mis padres que lo mandan,"
responde. "Eres muy cuerda;
mas desde agora gusto
que el día en que la fiesta
de mi Anunciación santa
cayese, el mismo sea
tu ayuno todo el año."
"Mi voluntad lo aceta,"
la pastorcilla dijo.
Y la gloriosa reina
que nuestro bien procura,
prosigue, "Ve a tu aldea,
dirás a sus vecinos
que hagan penitencia,
porque mi Hijo, airado,
abrasará la tierra
antes de muchos días
con grande pestilencia;
y en fe de su justicia
caerán del cielo piedras
envueltas en la sangre
que verterán sus venas.
Desapareció entonces,
dejando con su ausencia
triste la hermosa niña,
y no poco suspensa.
SANTA:
Volviéndose a sus padres,
esta visión les cuenta,
mas tiénenlo por burla
y a la niña aconsejan
que no lo diga a nadie.
Cumpliólo y, dando vuelta
al prado al día siguiente,
volvió la Virgen mesma
como el pasado día
diciendo, "¿Por qué dejas
de hacer lo que te mando?"
"¡Temo que no me crean!"
responde la pastora.
"Pues yo te daré señas
con que de tus palabras
ninguno duda tenga,"
dijo la virgen pura;
y con su mano bella
la diestra de la niña
de tal manera aprieta,
que la hizo dar un grito,
con que pegados deja
los cinco dedos todos
la cruz, sobre ellos hecha.
Oblígala a que vaya
de aquel modo a la aldea
y al cura y sus vecinos
les diga la sentencia
que Dios contra ellos daba.
Desaparece, y queda
la humilde pastorcilla
gozosa, aunque suspensa.
SANTA:
Vuelve a la villa luego,
cuenta a gentes diversas
las maravillas grandes
que Dios hizo por ella.
Mostrábales la mano,
y aunque las fuerzas
prueban para desapegarla,
no basta humana fuerza
contra virtud divina.
Al fin van a la iglesia
devotos y descalzos,
y dentro de ella ordenan
salir en procesión
hasta la parte mesma
donde nuestra patrona
bajó la vez primera;
llevaban una cruz,
entre otras, de madera
por ser para aplacar
a Dios la mejor prenda,
y al tiempo que llegaban
a las cercanas eras
Inés oyó una voz
que dijo, "Aquí te acerca."
Mandó parar a todos,
la cruz toma, y con ella
la voz divina sigue
y del lugar se aleja.
SANTA:
Volvióse a aparecer
la madre de clemencia
en el lugar que antes,
y con la mano diestra
tomó la cruz preciosa
metiéndola ella mesma,
hincadas las rodillas
palmo y medio en la tierra.
"Aquí, carilla," dice,
"me labren una iglesia
que sea de mi nombre,
y tú irás luego en vela
a mi querida casa
de Guadalupe, y lleva
para sanar la mano
cuatro libras de cera."
Dijo, y volvióse al cielo,
dejando en el arena
las plantas estampadas
que el pueblo adora y besa.
Sanaron los enfermos
con los granos que llevan,
fue Inés a Guadalupe,
volvió la mano buena;
labróse dentro un año
la soberana iglesia,
dejando la cruz santa
del modo que antes puesta.
SANTA:
Setenta y seis milagros
la virgen hizo en ella,
y entre ellos once muertos
cobraron vida nueva.
Hicieron una casa
ciertas devotas dueñas,
pegada con la ermita,
donde después se encierran,
y de Francisco santo
el instituto y regla
siguieron que su orden
quiso llamar Tercera.
Aquí la pastorcilla
vino a ser abadesa,
que la virtud preciosa
al que es humilde premia;
pero cómo es tan grande
nuestra humana flaqueza,
perdióse la virtud,
cayó Inés la primera,
apostataron todas
y el monasterio dejan;
que el más perfecto es flaco,
y a Cristo Pedro niega.
Mas como siempre el justo
levanta si tropieza,
que Dios la mano ofrece
al flaco que da en tierra,
Inés, arrepentida,
dio tan notable vuelta,
que admiran los rigores
de su gran penitencia.
SANTA:
Murió tan santamente,
que las campanas mesmas,
tañéndose, señalan,
que Inés con Cristo reina.
Desde entonces, los pueblos
de esta comarca y tierra
las nueve apariciones
a Inés en Cubas hechas
por la amorosa Virgen,
celebran y festejan
con ofrendas devotas
y piadosas novenas.
Éste es todo el suceso
y historia verdadera
que me solía contar
mi madre, que Dios tenga.
MATEO:
¿Vio el mundo mayor gracia?
Bendita sea tu lengua;
la leche que mamaste
también bendita sea.
JUAN:
A la misa del alba
nos llaman de la iglesia.
LABRADOR 1:
Pues vamos a la misa
cantando todos.
LABRADOR 2:
¡Ea! Vanse cantando como al principio
TODOS:
"Que la Sagra de Toledo mil fiestas hace
a la Virgen de la Cruz, que es Virgen madre."
LABRADOR 1:
"Que la Sagra de Toledo contenta envía
vuestros hijos y devotos, Virgen María,
y con fiestas y alegría van los lugares."