LA PULGA LIRICA


E

RA de alma inútil, con la inutilidad de no mezclarse en las competencias terrenas del resto de las pulgas.

Lírico es el árbol que florece y se cubre de frutas. Lírico es el campo de trigo que se peina de viento. Lírica es el ave que después de pescar su alimento, se reposa en las aguas, y se deja mecer blandamente. Lírica es la fuente que salta, y las manos que se unen para apagar la sed.

La pulga lírica ve al través de las cosas, le levanta el pasado a las cosas, las sacude, las hace vivir de nuevo.

En las historias santas, las gentes humanísimas, son líricas; Jesús con la pulga María y la pulga Marta, cuando Marta quería que María le ayudara en el movimiento que causara el ilustre huésped Jesús. María lo oía atentamente, con el oído que se le presta al mar que se repite eternamente, y a la música que oímos con el alma. El Señor le decía: "no solo de pan vive la pulga hombre".

Las estrellas, las sombras, las barcas, son líricas.

Líricos son los brazos en cruz, del niño que busca a su pulga madre.

Lírico es ver muy hondo: lírico es vivir saltando sobre las cosas; lírica es la distancia que suprimimos con el recuerdo eterno

Una pulga lírica vió un deshecho de barco que el mar había tirado a la playa y construyó:

Las aguas se cerraron en una voz de satisfacción, y los mástiles fueron la última manifestación del calvario en el cual se hundían aquellos hombres. El mar se traga sus propias causas. Así como nos da la vida, nos lleva a la muerte. Hombres dorados de sol, de carne de intemperie y de vista tendida sobre la inmensidad, con todo el acopio y consuelo de la dulzura de las lejanías, que son como las voces de las gentes, que todo lo han perdido, y que hablan con Dios, con suaves palabras de un mañana, para después de todo.

Los años y los años supieron del barco preso en el fondo de las aguas, de líquenes y de pupilas asustadas de los peces. Hasta que por un supremo esfuerzo, con la fuerza que las pulgas le imprimen a las cosas, una parte del barco esqueleto, se sacudió y flotó sobre las aguas.

Ahora esos restos de quilla, de herrajes oxidados, parecen dar gritos al cielo, al sol, a los rayos de los soles en las aguas, pidiendo su antiguo movimiento.

El mar reintegra aquel pasado a las orillas, y las olas se cuelan y juegan entre aquellos dedos, que claman por el impulso perdido, que guiaba el barco al camino de los mares.

Y otra vez las aguas se llevan aquel trágico esqueleto a su merced, y parecen vengarse de ese gesto de independencia del barco, que el océano había hecho suyo, y que para siempre debió reposar en el fondo de los mares.

Como era natural, la pulga lírica, le leyó lo escrito a otra pulga lírica, la cual le dijo que aquello estaba bueno para el siglo pasado, y lo encontraba bastante cursi. Que ella no se quejaba de lo lírico, pero que eso de lo lírico era como pescar, que se podía sacar en el anzuelo un pez de mala carne.

La pulga que había escrito se puso muy preocupada.