LA PULGA BUENA


P

ULGA hombre y pulga mujer, podían sufrir el terrible calificativo de ser muy buenas. En el mundo de las pulgas, la palabra, buena, se iba haciendo de una tolerancia insoportable.

Una vez en el país de las pulgas, un señor que era una especie de cordero, llegó a presidente pulga, por el simple motivo de ser muy bueno; desde luego, fue un gobernante cordero, y no pulga útil, severa y económica.

Entonces las pulgas dirigentes se reunieron, porque entre las pulgas, había unas respetadas como superiores. Aquel día se reunieron para tratar del daño, que las simples palabras podían causar sobre las pulgas. Aquel día las pulgas no tomaron investidura especial, porque contra su costumbre, estaban muy enojadas y les urgía muchísimo discutir

Una pulga bastante brava dijo:

–Ya estoy fastidiadísima de la palabra bueno, me encuentro en la vida con miles de parásitos, señores y señoras pulgas que se sientan mucho, que comen mucho, y hasta se bañan, sin hacer nada absolutamente nada útil en la vida, y señores pulgas (en esta parte dio un golpe sobre la mesa) y señores pulgas, cuando protesto y digo, la pulga fulano es un imbécil, es un inútil, es una carga para la humanidad, es un zángano, me dicen con tono desconsolador, no digas eso, no ves que es muy bueno. Esta pulga indignada se sentó.

Otra pulga como de nimbo dijo:

—Es feo que yo a mi edad, y después de haber adquirido en la vida un gran dominio sobre mis nervios me exalte, Y para probar que estoy muy brava voy a permitirme dar un golpe sobre la mesa como mi compañero. Dio el golpe se sobó la mano y agregó: yo se de pulgas buenas, buenísimas, que viven en casa del cura, y de allí salen a comerse a toda la humanidad y saben mejor que nadie la que se resbala y la que está a medio resbalar, y la que está en la cuerda floja la empujan con la lengua. Yo se de personas que en la vida han cometido un error un simple error, y las pulgas buenas les ligaron por la vida, perpetuamente, su pecado, o su pecado imaginario, y dicen, la pulga fulano si es muy inteligente, pero... el pero ingrato y perpetuo de la pulga buena.

Otra pulga (Casi interrumpiendo).

—Bien señores pulgas, yo conozco pulgas de hogares insufribles, que viven de hacer víctimas a todos los que las rodean, y que matan con presidio moral, en nombre del amor y la bondad, la más pequeña iniciativa de las pulguitas, y que convierten el Santo Hogar en una perrera de cadena, en vez de la comprensiva libertad, y de la obligación de comprender que la vida pasa, y que del mañana no se sabe absolutamente nada. Y señores pulgas, ya ustedes saben que entre nosotras, cometer una torta, no es un artículo de alimentación, sino que se refiere al espíritu; pues bién, hay miles de pulgas que son una torta continuada, y que se les perdona error tras error, por ser muy buenas.

Desde luego, como las pulgas dirigentes, iban a la discusión con buen entendimiento entre ellas; al oírse unas y otras se exaltaban más los ánimos, entonces sin decir palabra, clavaron la mirada contra la mesa. Las pulgas con la mirada fija sobre la mesa pensaron: que el sentido de lástima que creaba la palabrita, bueno, era la alcahuetería más grande para crear vividores, generalmente de vida limpia, lo cual era un vivo síntoma de absoluta inutilidad. En la vida había que confundirse; y de miles de complicaciones llegar a la deducción simple. Algo así como el agua que se ensucia porque viene regando y fertilizando los sembrados. También pensaron en el peligro de la pulga de andar, de hablar, de gesticular, bondadosamente, esa pulga podía ser la esencia de la hipocresía.

Las pulgas ya serenadas, después de pensar, levantaron la cabeza, y estaban en un todo de acuerdo, de desterrar aquel maternal y bondadoso: ¡Ah, pero es muy bueno! expresión que las llenaba de pulgas necias, aburridoras y estúpidas, que había que tolerar por un clemente calificativo.

Quedó desterrado eso de ser muy bueno, en el mundo de las pulgas eficientes. Las pulgas que pensaron una sola cosa, reitegraron su pensamiento a sus diversas ocupaciones más tranquilas que antes.