La pobre gente: 22


ESCENA VII editar

FELIPE, el CASERO y MÓNICA

CASERO. -(Asomándose.) ¡Buenas noches!...

FELIPE. -¡Adiosito!... Arreglaos estamos... Adelante... adelante... ¿Cómo dice que le va?... No tenga miedo... Entre nomás...

CASERO. -¡Venía a saber sí han arreglado aquéllo!...

FELIPE. -¡Pchist!... Y mucho más... ¿No sabe la gran noticia? Ponemos el taller de nuevo... Con todo, máquinas, oficialas, plata: como al principio... ¿me entiende? (Tomándolo del brazo.) Venga conmigo a tomar el copetín a la esquina y le contaré todo el asunto...

CASERO. -(Desprendiéndose.) Mire, don Felipe... Lo que es a mí ya no me la cuenta más... Los he esperado hasta hoy... más condescendencia no es posible... Hace días que debió estar ejecutada la orden de desalojo y sin embargo... Yo no tengo la culpa... En verdad, me duele hacerlo... pero usted sabe que yo no soy más que un triste empleado, y amigo, donde manda capitán... así es que... (Ademán de irse.)

FELIPE. -¡Che... che... che!... No ande tan ligero, hombre... (A voces.) ¡Mónica!... ¡Mónica!...

MÓNICA. -¿Qué ocurre?... ¡Ah!... Buenas tardes... ¿Cómo le va?

FELIPE. -Dale la lata a este amigo para que nos espere unos días... vos tenés más argumento...

CASERO. -Le aseguro que no me convence...