La misa cándida
¡Jardín de rosa angélico, la tierra guipuzcoana! Edén que un Fra Doménico soñara en acuarelas... Los hombres tienen rostros vírgenes de manzana, y son las frescas mozas óleos de antiguas telas. Fingen en la apretura de la calleja aldeana, secretearse las casas con chismosas cautelas, y estimula el buen ocio un trin-trin de campana, un pum-pum de timbales y un fron-fron de vihuelas. ¡Oh campo siempre niño! ¡Oh patria de alma proba! Como una virgen, mística de tramonto, se arroba... Aves, mar, bosques: todo ruge, solloza y trina las Bienaventuranzas sin código y sin reyes... ¡Y en medio a ese sonámbulo coro de Palestrina, oficia la apostólica dignidad de los bueyes!