La misa cándida
de Julio Herrera y Reissig


¡Jardín de rosa angélico, la tierra guipuzcoana!
Edén que un Fra Doménico soñara en acuarelas...
Los hombres tienen rostros vírgenes de manzana,
y son las frescas mozas óleos de antiguas telas.

Fingen en la apretura de la calleja aldeana,
secretearse las casas con chismosas cautelas,
y estimula el buen ocio un trin-trin de campana,
un pum-pum de timbales y un fron-fron de vihuelas.

¡Oh campo siempre niño! ¡Oh patria de alma proba!
Como una virgen, mística de tramonto, se arroba...
Aves, mar, bosques: todo ruge, solloza y trina

las Bienaventuranzas sin código y sin reyes...
¡Y en medio a ese sonámbulo coro de Palestrina,
oficia la apostólica dignidad de los bueyes!