La libertad y la América
- I
Aquí, donde la mano de un Dios omnipotente
talló para su gloria gigante pedestal;
aquí donde levantan salvaje y elocuente
las ondas y el desierto, las brisas y el torrente,
en nubes de armonías, un himno colosal ;
Aquí, donde los pechos de una creación gigante
esperan nuevas razas que manen su vigor;
aquí donde recorren su eclíptica brillante,
magníficos bajeles de un piélago flotante
los astros, como letras del nombre del Creador;
Aquí, donde una idea del cielo desprendida
derrama sobre un mundo su eterna claridad,
y en brazos de los tiempos la libertad se anida
como corriente eterna de inagotable vida,
donde apagar pudiera su sed la humanidad ;
Aquí, donde algún día vendrán las razas parias
a entrelazar sus brazos en fraternal unión,
a despertar acaso las selvas solitarias,
con el sublime acento de místicas plegarias,
cantando los esclavos su eterna redención ;
Aquí la vieja Europa con mano enflaquecida.
con la altanera audacia de la codicia vil,
quiere injertar su sangre, su sangre corrompida,
que se derrama a chorros por anchurosa herida,
en la caliente sangre de un pueblo varonil.
Y allá en la blanca cima, do el cóndor aletea,
clavar sobre los cielos su roto pabellón;
y acá sobre su espalda robusta y gigantea
colgar de sus lacayos la mísera librea,
colgar de sus esclavos la insignia de baldón.
- II
¡América! desnuda los aceros,
sacude tu melena de volcanes,
que relinchen tus potros altaneros,
y que proclamen tus enojos fieros
con su potente voz los huracanes.
¡América! la muerte o la victoria,
jamás un yugo en tus pujantes hombros;
sucumbe, pero en brazos de la gloria,
y sirva de buril para tu historia
el chispeante carbón de tus escombros!
¡ América ! eras niña todavía,
allá en aquellos tiempos inmortales
cuando atónito el mundo te veía,
radiante de hermosura y gallardía
alzando por bandera tus pañales!
Entonces al calor de tu entereza
su nieve derritió la cordillera,
y el Chimborazo, que las nubes besa,
dobló bajo tu planta la cabeza
para ser pedestal de tu bandera.
Entonces al calor de tus entrañas
héroes brotaban a vengar tu ultraje,
y en el mar, en el valle, en las montañas
revolcaban al león de las Españas,
que bramaba de rabia y de coraje!
- III
¡América! tus ríos te ofrecen ancha copa,
la túnica del iris espléndido dosel,
las selvas seculares son pliegues de tu ropa,
en tus desiertos cabe la vanidad de Europa,
las razas del futuro te buscan en tropel.
"¡Ni siervos ni señores, ni estúpido egoísmo!"
Al universo anuncia tu gigantesca voz.
En vez de las almenas del viejo feudalismo,
con la frente en el cielo, la planta en el abismo,
levántanse los Andes para tocar a Dios!
¡América! tú eres la etapa postrimera
que en su anhelar eterno soñó la humanidad,
el astro que en tu cielo brillante reverbera
es astro de esperanzas, es sol de primavera
tras noche pavorosa de larga tempested.
Tus Andes son el templo de cúpulas de hielo
en que después de rudo y ardiente batallar,
vendrá a colgar sus armas con religioso anhelo
la caravana humana, para elevar al cielo
el himno sacrosanto de amor y libertad.
¡América! desnuda tu espada justiciera
para cerrar el paso a la conquista vil;
soplidos de pampero sacudan tu bandera,
y suenen en las cumbres de la alta cordillera
las músicas marciales de Maipo y de Junín !
¡América! al combate, que es el postrer combate
con el sangriento y torvo fantasma colonial;
tu fuerza es el derecho que en la conciencia late.
la libertad tu escudo, y en el supremo embate
repetirán los orbes tu cántico triunfal!