La huerta de Juan FernándezLa huerta de Juan FernándezTirso de MolinaActo I
Acto I
Salen de la venta doña PETRONILA,
vestida de hombre, y en traje de camino,
con botas y espuelas; TOMASA,
también de hombre y como lacayuelo,
el capotillo con muchas cintas
TOMASA:
Un cuartillo de cebada
le basta y sobra; que en fin
es pollino y no rocín.
PETRONILA:
¿Hacéis a Madrid jornada,
gentil hombre?
TOMASA:
A su servicio.
PETRONILA:
¿De dónde?
TOMASA:
Hoy salí de Ocaña.
PETRONILA:
¿Vais solo?
TOMASA:
No me acompaña
sino un jumento, novicio
en la albarda, porque es nuevo,
y anteayer se destetó.
PETRONILA:
Si tres leguas caminó,
no me parece, mancebo,
que es el pienso suficiente
de un cuartillo.
TOMASA:
Coma paja.
PETRONILA:
Quien no come, no trabaja.
TOMASA:
Como pobre se sustente;
que no tiene de igualarse,
dando ocasion a la gula,
un asno con una mula.
La paja ha de compararse
en las bestias con el pan,
la cebada con el queso;
y ya sabéis, según eso,
que es poco el queso que dan.
¿Por qué pensáis vos que España
va, señor, tan decaída?
Porque el vestido y comida
su gente empobrece y daña.
Dadme vos que cada cual
comiera como quien es,
el marqués como marqués,
como pobre el oficial;
vistiérase el zapatero
como pide el cordobán,
sin romper el gorgorán
quien tiene el caudal de cuero;
no gastara la mulata
manto fino de Sevilla,
ni cubriera la virilla
el medio chapín de plata;
si el que pasteliza en pelo,
sale a costa del gigote,
el domingo de picote
y el viernes de terciopelo;
cena el zurrador besugo
y el sastre come lamprea,
y hay quién en la corte vea
como a un señor al verdugo;
¿qué perdición no se aguarda
de nuestra pobre Castilla?
El caballo traiga silla,
y el jumento vista albarda;
coma aquel un celemín
y un cuartllo a esotro den,
porque el jumento no es bien
que le igualen al rocín.
PETRONILA:
No os han de faltar molestias
si no templáis ese humor,
y os pudrís reformador
comenzando por las bestias.
¿Quién diablos os mete a vos,
tan mozo, en esos pesares?
Los vestidos y manjares
comunes los hizo Dios.
TOMASA:
Engañaisos.
PETRONILA:
¿Que me engaño?
TOMASA:
Perdonadme esta simpleza.
¿Por qué hizo naturaleza
el tabí, la seda, el paño,
la holanda, el cambray y estopa,
distintos al tacto y vista?
Porque cada cual se vista
según su estado la ropa.
Dentro de una misma especie
hallaréis que el universo
hizo su manjar diverso,
de que cada cual se precie:
el racimo moscatel
y albillo, que al noble pinta,
la cepa jaén y tinta
para el que rompe buriel,
el noble melocotón
que deleita al caballero,
con el durazno grosero
para los que no lo son.
el amacena regalada
que el delicado conozca,
la chabacana, mas tosca
para el pobre dedicada.
Ofrece una misma granja,
en fe de esta distinción,
para el príncipe el limón,
para el no tal la naranja.
En el campo y el verjel
la primavera arrebola
pare el pastor la amapola,
para la dama el clavel.
El jazmín que al muro sobre,
al rico aromas derrama,
al oficial la retama,
tomillo y romero al pobre.
Pues ¿por qué --¡cuerpo de tal!--
si hizo el cielo distinción
del abadejo y salmón,
no comerá el oficial
aquel que importa a su esfera
y el pobre jornal que saca?
Paciendo para él la vaca,
¿ha de gastarse en ternera?
Están los hombres perdidos.
No lo entiendo, ¡vive Dios!
PETRONILA:
Ya se labra para vos
hospital de los podridos.
Dejaos de eso, por mi vida;
que aunque con sal reprendéis,
imposibles pretendéis.
Miéntras guisan la comida
en esa venta, y mi mesa
alegráis, a que os convido,
si lo que muestra el vestido
vuestra inclinación profesa,
decidme de quién sois paje.
TOMASA:
Helo sido de gineta
de un capitán que sujeta
la voluntad a mi ultraje.
Alojóse en mi lugar
--Cabañas de Yepes es--
estuvo en Ocaña un mes;
proeuréle regalar
en mi casa labradora,
y el hospedaje pagó
en que de ella nos llevó
una hermana que le adora.
PETRONILA:
Paga siempre ansí el soldado.
TOMASA:
Salí ofendido tras él,
quejándome, y el crüel
dejóme a un olivo atado.
Sé que en la corte ha de estar
y voy a darle noticia
al rey, y a pedir justicia.
PETRONILA:
Fácil la vendréis a hallar;
que la que a Madrid gobierna
no sufre burlas agora.
Buscaréis la labradora
con plumas y galas tierna,
y entre tanto, si queréis
servirme, estaréis conmigo.
TOMASA:
Por lo desbarbado, digo
que igual elección hacéis.
Vuestro soy desde este día;
que engendra la semejanza
Amor, y tengo esperanza
de que en vuestra compañía
tengo de hallar buen despacho
del agravio que recelo.
Ya soy vuestro lacayuelo,
a lo aragonés, regacho.
Mudad, señor, en "tú" el "vos;"
que el "vos" en los caballeros
es bueno para escuderos.
PETRONILA:
Donaire tienes, por Dios.
TOMASA:
¡Oh! Pues veréis maravillas,
y sabréis historias largas.
PETRONILA:
¿Es tu nombre?
TOMASA:
Hasta aquí, Vargas,
pero para vos, Varguillas.
¿Y el vuestro?
PETRONILA:
Don Gómez.
TOMASA:
¡Bravo!
¿La patria?<poem>
PETRONILA:
Llámame un suegro hacendado,
con un ángel que pintado,
aunque le nombran mujer,
en belleza es superior.
TOMASA:
Renegad de quien tal pinta.
Diz que hay ángeles en cinta
en este lugar, señor.
Como está Madrid sin cerca,
a todo gusto da entrada.
Nombre hay de puerta cerrada;
mas pásala quien se acerca.
Doncella y corte son cosas
que implican contradicción.
PETRONILA:
¡Malicioso!
TOMASA:
¡Y con razón!
Las ciruelas más sabrosas,
mientras con su flor se están
en el árbol, se aseguran;
pero al momento maduran
que a la banasta las dan.
Una doncella en su casa,
Ciruela en el árbol es,
que a veces, de treinta y tres,
es con flor, ciruela pasa.
Pero en Madrid no hay ninguna
que sea lo que parece,
porque en naciendo, se mece
en un coche en vez de cuna,
con que a madurarse basta,
cochizando de día y noche;
que, en fin, doncellas en coche
son ciruelas en banasta.
PETRONILA:
Y vos un grande bellaco.
Mucho os tengo de querer
vamos agora a comer.
TOMASA:
Si yo de Madrid os saco,
madrigado entendimiento
me prometo.
PETRONILA:
Dad cebada
sin tasa en esta jornada,
Vargas, al pobre jumento;
que en llegando a Valdemoro,
le venderéis, y allí habrá
mula en que vais.
TOMASA:
Comprará
quien le ferie un asno de oro
como el que Apuleyo pinta.
PETRONILA:
¿Cómo?
TOMASA:
Sabe caminar,
siendo jumento, y callar;
que es gracia de otros distinta;
que el jumento no merece
nombre de tal, si se halla
de este humor, pues mientras calla
el Necio, no lo parece.
Y hay otros mil que procuran
cobrar nombre de discretos
que contra ajenos defetos
rebuznan cuando murmuran.
¡Qué de ellos ocupan sillas,
dignos de alabarlos!
PETRONILA:
Comamos.
TOMASA:
Lampiño don Gómez, vamos.
PETRONILA:
Sígame, señor Varguillas.
Salen don HERNANDO,
de jardinero,
y LAURA, de dama
HERNANDO:
Permitid, Laura mía,
que mis sabrosos anales,
de estas flores haciendo tribunales,
sitial y trono de esta fuente fría,
formen de vos querellas,
y os digan mis agravios;
vos la acusada, los testigos ellas,
serviránles de labios
estos claveles bellos,
quejándome de vos por todos ellos.
Tres meses los sayales
en esta huerta, de Madrid recreo,
me ofrecen bienes, y me ferian males.
Jardinero de amor por vos me veo,
vestido de esperanzas
que en tristes dilaciones
se engolfan, por recelos de mudanzas,
de quimeras de amor, de suspensiones;
y apenas descubierto
de lejos miro el puerto
cuando vientos contrarios se resuelven
a perseguirme, y a engolfarme vuelven;
porque el Amor, que mi lealtad conoce,
la playa llegue a ver y no la goce.
Heredé de mi patria las desdichas
que significa el nombre
que le dio el fundador suyo primero.
Málaga la llamó, porque me asombre,
pues comenzando en "mal," no tendrá dichas
quien es de las desgracias heredero.
Di muerte a un caballero
por celos de una dama;
temí a los ofendidos;
partíme a Italia por cohechar olvidos;
amparóme el de Feria cuya fama
digna de eternizarse entre pinceles
vuela con plumas no mas con laureles.
Servíle capitán de infantería,
y Marte, fuego que el de Amor enfría,
favorable conmigo,
hizo a Milán testigo
de que aunque solo, ausente y desdeñado
salí, si amante no, feliz solado.
Acabóse la guerra;
publicóse la paz en el Piamonte;
llamábame mi tierra;
fue forzoso, mudando su horizonte,
pretender en Madrid premios debidos
al riesgo de dos años.
Saqué papeles bien favorecidos
del duque; mas pagaron desengaños
hazañas; que a los fieles
se les vuelven mortajas los papeles.
Nombróme camarada
Pompeyo, vuestro tío, en la jornada
a que le dio motivo vuestro pleito;
díjome que, aunque deudo, os competía
--en contar mis desdichas me deleito--
porque al condado justa acción tenía,
que en Valencia de Po, por sucesor
de vuestro padre, vuestro nombre adora.
Llegamos a esta corte
de quien sois el Apolo, el alba, el norte;
supimos que esta quinta,
que eternos mayos en sus cuadros pinta,
huéspeda os adulaba.
HERNANDO:
Visitóos vuestro tío;
que entre la sangre que el valor alaba
--puesto que sea el pleito desafío--
pelean los letrados y oficiales,
hacen campos de guerra tribunales,
[ejércitos testigos],
y litigan los nobles como amigos.
Merecí, Laura hermosa,
veros para perderme;
que mata el áspid cuando en flores duerme.
Vi en vuestro rostro de clavel y rosa
dorados girasoles;
jazmines en su cuello trasladados;
en vos vi muchos soles,
puesto que en vuestros ojos duplicados.
Vi, en fin, la nieve en fuego,
costándome el miraros quedar ciego.
Partióse brevemente
el conde; que vencido
en el pleito presente,
y vitoriosa vos, habéis podido
con la justicia vuestra,
y más con la hermosura,
dar en la corte muestra
que competir con vos será locura;
pues, para dar enojos,
mil "fallamos" pronuncian vuestros ojos.
Quedéme tan sin vida
que para recobralla,
la libertad perdida
la busca, mas no la halla,
puesto que, jardinero,
entre esperanzas flores, desespero.
Aquí mudando el traje,
cultivaba desvelos,
grosero en el lenguaje;
que en fe de que son rústicos los celos,
celoso yo, aunque en vano,
por vestirme de celos, soy villano.
Declaréos una tarde
al borde de esta fuente
que mis pesares en sus risas llora
mi amor, haciendo alarde
de humilde pretendiente,
y fueme la Fortuna protectora;
pues oyéndome grata,
me hicistes poco a poco
de puro feliz loco
con favores que agora me dilata,
perseguido de agravios y tensores,
que ocasionan sin fin competidores;
pero es común tributo
sembrar flores Amor sin coger fruto.
Tres meses de esperanzas
sirviéndoos entretengo;
recelo las mudanzas
del mar y la mujer, y agora vengo
o a que os mostréis clemente,
y aseguréis partidas
que me baraja tanto pretendiente,
o a que desesperadas y homicidas
mis ansias y la fe de mis amores,
en flores muera, pues nació entre flores.
LAURA:
¡Ay don Hernando Cortés!
¡Qué bien sigues el estilo
de la corte presurosa
porque te dio su apellido!
A dar fondo a los quilates
de tu amor la fe que al mío,
horas llamaras los años,
si llamas las horas siglos.
¿Dilaciones encareces?
Caro vendes, o amas tibio,
porque enfermo está el amor
que desmaya a los principios.
Los propósitos jugamos,
y son tan firmes los míos
en materia de quererte,
que por causa tuya olvido
parientes obligaciones,
que en derecho más antiguo
fundan tálamos deseos,
que si los oigo, no admito.
Sobre palabra se juega;
el crédito tengo rico;
ganancioso te levantas
cuando cédulas te libro;
que no son ditas quebradas,
pues paga a plazo cumplido
el que es noble, cuando pierde,
por palabra o por escrito.
Si cultivando esperanzas
vives labrador fingido,
yo también porque te quiero
patria dejo y quintas vivo.
¿Qué celos tus flores hielan?
¿Qué mudanzas, qué desvíos
el fruto te desazonan
que ya tan cercano has visto?
Tus esperanzas dilata
un amor con artificio
que intenta probar finezas
de un diamante, al cabo vidrio.
En Madrid me tienen pleitos
de parientes que, enemigos
usurpándome mi estado,
dieron causa a mi camino.
Conde de Valencia fue
mi padre, que a falta de hijos,
tuvo en mí la sucesión
de su sangre y apellido.
Criábame yo en Milán
a la sombra y patrocinio
del conde de Monteflor
que es quien te trujo consigo.
Estaba en mi patria entonces
por alcaide del presidio
que en aquella plaza tienen
las banderas de Filipo,
Alejandro Malatesta
que, hermano del padre mío
por la línea de varón,
alega desvanecido
pertenecerle el condado
que me usurpa; y a los filos
de las armas remitiendo
los derechos de los libros,
de todo se apoderó,
amparándole el castillo
en la posesión violenta
que rehusan sus vecinos.
Viéndome desamparada,
ausente, y favorecido
del duque gobernador
mi contrario, aunque mi tío,
fue forzoso el socorrerme
en España del asilo
de su rey y consejeros
donde descansan peligros.
Hospedáronme ha seis meses
cortesanos deudos míos
con licencia de su dueño,
en este apacible sitio,
digna elección de un buen gusto,
donde recreada olvido
los que en Italia curiosos
retratan el paraíso.
LAURA:
Pretensores conterráneos,
que en Madríd después me han visto,
unos generosos deudos,
otros ilustres amigos,
intentan lícitos lazos
que pudieran haber sido
prisión de mi libertad
a no haberte conocido.
Obligásteme discreto,
vencísteme comedido,
amásteme recatado,
adeudásteme atrevido,
hasta usurpar mis deseos,
si bien hoy, Hernando, admiro
que méritos desquilates,
presuroso y mal sufrido.
Sentencia espero en favor,
que alentada de padrinos
y segura en mi derecho
con los jueces solicito.
Mi opositor receloso,
por los que le dan aviso
de la poca acción que tiene,
algunas veces me ha escrito
sobre conciertos que paran
en que dé la mano a un hijo
que afirma llegará presto
a esta corte; mas yo digo,
puesto que no le conozco,
que si pleitos dan maridos
de tan mal casamentero
poca paz me pronostico.
Salga yo con la sentencia
y entonces, español mío,
tendré caudal que te pague
empeños de amor tan fino;
Y entre tanto, vive cierto
que ni vuelve atrás el río
ni retroceden los cielos,
ni al viento es veleta el risco,
ni en mí, que los aventajo,
y a la eternidad dedico
trofeos de mi firmeza
mientras su constancia imito,
bronces, aceros, diamantes,
sol, esferas, tiempo, ríos,
robles, cedros, lauros, palmas,
muros, torres, peñas, riscos.
Mientras mi amor te fío,
tendrán valor constante igual al mío.
HERNANDO:
Si deseos dilatados
Hallan en ti tal alivio,
dulce empleo de mis ojos,
poco tiempo he padecido.
Más valen las esperanzas
que en ti logro, los suspiros
que en ti alegro, las sospechas
que en ti aseguradas miro,
que las posesiones de otros.
Liberal premias servicios,
piadosa remedias penas,
pródiga haces beneficios.
Injustas mis quejas fueron;
perdón humilde te pido.
Jacob soy; mi Raquel eres;
su amor y paciencia imito.
No trocaré desde hoy mas
estos jardines elíseos,
estos dichosos burieles,
estas fuentes y este sitio,
por la silla del imperio,
por los tesoros del indio,
por los brocados del persa,
por las púrpuras del tirio.
Jardinero soy de Amor;
mis esperanzas cultivo;
mientras que méritos siembro,
galardones pronostico.
Vén, y haréte un ramillete
de matices, que distintos,
te interpreten mis afetos;
que flores tal vez son libros.
¿Me perdonas?
LAURA:
Amorosa.
HERNANDO:
¿Me quieres?
LAURA:
Como al más digno.
HERNANDO:
¿Me pagas?
LAURA:
Castos deseos.
HERNANDO:
¿Me llamas?
LAURA:
Amante mío.
Vanse.
Salen PETRONILA, en jubón, con una
daga en la mano, corriendo tras TOMASA
PETRONILA:
¡Vive Dios, que he de matarte!
¿Hay igual atrevimiento?
Dormido yo en mi aposento,
¿Osas A tal Hora entrarte?
Ladron eres. Tú intentabas
robarme..
TOMASA:
Lo que no hallé.
Téngase vuesamercé.
Meta allá la daga.
PETRONILA:
Acabas
de descalzarme las botas,
y mandándote cerrar
las puertas, porque a acostar
Te vayas, ¿nos alborotas
asaltándome dormido?
Traidor, ¿qué es de la maleta?
TOMASA:
No es eso lo que me inquieta.
Téngase. ¿Nunca ha leído
del conde Partinuplés,
cnando estaba de Amor preso...?
PETRONILA:
Pues, ¿qué tiene que ver eso?
TOMASA:
Oiga, y sabrálo después.
Enamorábale a escuras
una princesa o infanta
de aquéllas que el arte encanta
y buscan las aventuras.
Dábale invisiblemente
de comer y de cenar.
De noche se iba a acostar
con él --¡mire qué insolente!--
Avisándole del daño
y peligro que corría,
si conocerla quería
hasta que pasase el año.
El pobre conde que a tiento
gozaba oscuros despojos
................... [ -ojos],
quiso, contra el mandamiento
de no verás, informarse
si era la dicha persona
arrugada setentona
que intentaba, con taparse,
pasar plaza de doncella.
Que se durmiese aguardó,
y una linterna buscó
encendida, para vella;
y cuando ya satisfecho
estaba de su cautela
el conde, lloró la vela,
y pringóla medio pecho,
cayendo dos o tres gotas
que a la dama despertaron
que es lo mismo que causaron
en mí esta noche tus botas.
Deseos de conocer
lo que eras y agora he visto
para servirte más listo,
me animaron a emprender
la que ves, nocturna hazaña.
PETRONILA:
Pues ¿qué has visto tú, traidor,
en mí?
TOMASA:
A Venus y al Amor,
que en un cuerpo nos engaña.
Sosiégate, así los cielos
lo que buscas te deparen;
que no ignoro yo que paren
estos disfraces los celos.
Mandásteme descalzarte
la diestra bota tiré,
y en viendo el meñique pie
con la media, dije aparte:
"¡Oh pie digno de un chapín,
que por lo corto das cinco
mejor fueras para brinco
de un letrado camarín!
¡Válgame el cielo! ¿Que esté
en tan chico pedestal
todo un cuerpo? No hará mal
de aqueste pie un puntapié.
Comprárale yo, a ser Fúcar;
celebrárale poeta."
Quité escarpín y calceta,
y vi un juguete de azúcar,
una manteca soriana,
un bollo de manjar blanco,
y dije: "¡Oh, quién fuera banco
de tal pie cada mañana!"
Tan igual, tan ampollado,
tau tierno, con tanto aliño,
tan melindroso, tan niño,
y en fin, tan desjuanetado,
que imprimiendo su retrato
en el alma mi afición,
se calzó mi corazón,
como si fuera zapato.
"¡Vive Dios!" dije entre mí
pie adarme, que os han crïado
más para alfombra y estrado
que para que andéis ansí.
Sospechas hembras, dudar
en esto, será mentir.
Mejor sois para parir,
pie, que para engendrar."
Vuelvo la vista al jubón
y vi un par de burujones
en forma de naterones
jubilados del cartón.
Miro el cabello al instante,
y advierto que contra el uso,
el artificio le puso
atrás, naciendo adelante,
y dije, aunque soy bisoño:
TOMASA:
"Femenina caballera,
moños tapan la mollera;
pero en cogotes no hay modo.
De vuestro traje y de vos,
o sueño o he colegido,
vos mujer y hombre el vestido,
que seréis común de dos."
No quisiste desnudarte
en mi presencia; la puerta
me hiciste cerrar, más cierta
ocasión de maliciarte,
que me llevase la llave
y la vela me advertiste;
salí entre confuso y triste
y mi inquietud que no sabe
sino allanar trampantojos,
aguardándote adormida,
entró, una vela encendída,
e, inquisidores los ojos,
vi lo que el Partinuplés
en la infanta Perdigada.
La cera, de enamorada,
se derritió; y ya tú ves
si llorando sobre ti,
te había de despertar.
Voces empezaste a dar;
soplé la luz, y salí
al patio, donde procuras
castigarme por curioso.
Yo pequé de malicioso;
pero si no te aseguras,
porque conozco lo que eres,
estálo de mi lealtad;
que si va a decir verdad,
para ser las dos mujeres
--repara en lo despoblado
falta tan poco, te doy
mi fe, que si no lo soy
lo más de ello tengo andado;
porque de suerte negocia
lo tiple en mí --verdad digo--
que estoy, con estar contigo,
en Madrid y en Capadocia.
PETRONILA:
En Madrid no lo estarás,
bárbaro, descomedido,
ya que loco y atrevido
fuiste hoy, aquí morirás.
Sal de la corte al momento.
TOMASA:
¿No es mejor, si has de fïarte
de alguno...?
PETRONILA:
¡Oh villano! Parte.
TOMASA:
¿En qué, si vendí el jumento?
Verás, si de mí te encargas...
PETRONILA:
¿Que la muerte no te doy?
TOMASA:
Pues, a fe que si me voy,
que se ha de acordar de Vargas.
¿Mas que ha de soñr mi nombre?
PETRONILA:
¡Oh infame!
TOMASA:
Daré noticia,
pues que me echa, a la justicia,
que hay mujer vestida de hombre
en esta posada. Adiós.
PETRONILA:
Espera. ¡Ay cielos!
TOMASA:
No quiero.
PETRONILA:
Mataréte.
TOMASA:
Pues ya espero.
No me haga mal; que los dos
acompañados podremos
hacer nuestro hecho más bien.
Yo soy capón muy de bien.
Al capitán buscarémos
que a mi hermana me llevó,
y si su historia me cuenta,
y algún hombre la hizo afrenta,
fíese de mí que yo
la sacaré a paz y a salvo.
¡Ea! ¿Quiéreme perdonar?
PETRONILA:
No sé.
TOMASA:
Me atrevo a engañar
a un corcovado y a un calvo.
PETRONILA:
¿Qué he de hacer? ¿Me guardarás
lealtad y secreto?
TOMASA:
¡Dalle!
¿Eso me ha de decir? Calle.
Chitón eterno. No hay más.
Haga cuenta que en la hucha
echa lo que me dijere
y mientras que no me rompiere,
ni esto saldrá.
PETRONILA:
Pues escucha:
Aquella ciudad que el Bétis
pasea, sirve y conquista,
incansable enamorado,
porque en su espejo la mira,
y en fe de que es dama al uso
con ella prodigaliza
los tesoros que le pechan
Paladiones de las Indias,
es, Vargas, mi ilustre patria,
y en ella bien conocida
la nobleza generosa
que dio nombre a mi familia.
A los pechos de mi madre
me dejaron las desdichas
de una juventud traviesa
que heredé; por ser su hija,
Ausentándole una muerte,
si ocasionada, atrevida,
a aquel orbe todo de oro,
hoy español, antes inga.
Crióme el cuerdo recato
de una madre medio rica,
que lloraba, aunque casada,
soledades como viuda,
cuidadosa centinela
en mis aeciones y vista,
principalmente en saliendo
de los límites de niña.
Veinte años contaba alegre
mi edad, aunque recogida,
licenciosa por la patria
--si es bien que culpe su clima--
cuando llegó a casa huésped
un deudo que llamó prima
a mi madre, y la obligó
a regalos y caricias.
PETRONILA:
De Málaga le trujeron
ocasiones que en Sevilla
le detuvieron un mes
para mí, Vargas, un día.
En todo él no permitió
la prudencia prevenida
de mi madre, que me viese
por no ocasionar malicias;
pues si bien ella a su mesa,
las cenas y las comidas
se hallaba encerrada yo,
ocasiones desmentía.
La privación es deseo;
el deseo solicita
la voluntad, y esta crece
al paso que la limitan.
Contábanme mis crïadas
la apacible gallardía
de don Hernando Cortés,
ansí el huésped se apellida,
y como antojos mujeres
son como el fuego en la mina
que violentado revienta,
aunque libre se amortigua;
curiosidades doncellas
acecharon atrevidas
privaciones que las noches
usurpaban a los días.
PETRONILA:
Las junturas cohecharon
de una puerta ojos espías
por donde dieron al alma
pesadumbres en albricias
del deleite de su objeto,
porque en él vieron en cifre
cuantas gracias en Adónis
fabulosas plumas pintan.
Venus yo, si antes Dïana,
resplandores maldecía
de la aurora, porque al sol
envidiosa daba prisa.
Desvelando pensamientos
las noches, por celosías,
que en la puerta coadjutoras
ventanas sostituian,
contemplé diversas veces
venenosa bizarría,
Tisbe ya, por agujeros
mirando y no siendo vista;
hasta que una a su crïado
escuché que le decía,
mientras que le desnudaba,
Estas razones: "Mansilla,
pues se casa doña Inés
y el oro de don García
rinde un alma interesable
que se llamaba antes mía,
no más Málaga, no más
ciudad, si patria, enemiga
donde en ferias de mudanzas
cobra el interés partidas.
Málaga que en mal comienza,
los que lloro pronostica
dorados gustos vencieron
Amor, si ya él es alquimia.
Cásese Inés con doblones,
que suelen doblar desdichas
y obligaciones desprecie
más seguras por sencillas.
PETRONILA:
Memorlas anega el mar,
la ausencia agravios olvida,
la guerra divierte celos,
Italia hazañas alista,
el rey despierta leones
que a las voces de la envidia
la ingratitud piamontesa
para daño suyo incita.
Partirme quiero mañana.
Plumas que Amor afemina
adornan galas de Marte
y fieles a su rey sirvan."
Alentábale el crïado,
y yo que amorosa oía
con gusto el que no le amasen
con pesares su partida,
si le juzgaba primero
por Adónis, ya la envidia
por sol me le retrataba.
¡Qué extrañamente apadrinan
los celos, Vargas, las partes
de la prenda que querida,
cuando se contempla ajena,
al deseo añade estima!
Fuíme a dormir; pero en vano
pues lloré recién nacidas
esperanzas, que la muerte
se causaban a sí mismas.
Determinéme, en efeto,
manifestar escondidas
brasas, de quien la vergüenza
y el temor fueron ceniza.
La siguiente oscuridad
aguardaba que propicia
limitase luz a Febo
y a mi amor diese osadía,
cuando le traen un papel
a mi madre, donde escrita
la sentencia de mi muerte
dio don Hernando en su firma.
PETRONILA:
Disculpábase, ya ausente,
de que ocasiones precisas,
en su honor interesadas,
le ausentaban de Sevilla
sin permitirle siquiera
pagar a la cortesía
deudas de hospicio y regalo,
para mi disculpas tibias;
que a la guerra del Piamonte
le llevaban bien nacidas
esperanzas y lealtades
que hazañosas se autorizan;
que le encomendase a Dios
porque si le daba dicha,
pensaba pagarla yerno
mercedes que le hizo prima.
Yo triste, ausente y celosa,
poco amé pues quedé viva,
ya mártir de sus tormentos,
puesto que en ellos novicia.
PETRONILA:
Un año de soledades
y mil de melancolías,
cuanto menos publicadas
más crüeles escondidas,
pasé, si bien alentando
esperanzas en reliquias
conservadas con dos pliegos
de Génova y Lombardia
que a mi madre encaminó,
hasta que tuvo noticia
por otro, que ya en la corte
la cruz roja daba estima
a su pecho y sus hazañas;
y que si, cual pretendía,
fuese el hábito encomienda,
a obligaciones antiguas
grato y noble, procuraba
con su licencia lucirla,
añadiendo afinidades
a las deudas consanguíneas,
esperanzas revivieron
en mí, y en ella alegrías,
de saber que caudaloso
estaba mi padre en Lima
reduciendo hacienda a barras
con que casándome rica,
la cruz nueva autorizase
el monarca de las minas.
PETRONILA:
Mézclanse lanas diversas
en el telar de la vida,
unas de color alegre,
otras que tristes lastiman.
Siempre el contento es pechero
del pesar. Oye y admira
de esta verdad ejemplares,
Vargas, en la historia mía.
En prosperidad como ésta,
llegó aquel infausto día
en que las olas del Bétis,
desde el diluvio homicidas,
cansadas del largo cerco
que ha tantos siglos que sitia
nuestra metrópoli hispana,
asestando baterías,
ya de las pródigas nubes,
ya del mar en aguas vivas,
ya de renteros arroyos
que pechan siempre a sus ninfas,
cañoneando de noche
las celestes culebrinas
que rayos en vez de balas
partos abortos fulminan,
al son de atambores truenos
puertas y muros derriban,
calles y plazas pasean,
casas y templos registran,
y dando a sacoriquezas,
huye la plebe dormida,
clausuras vírgenes quiebran,
montes de casas conquistan.
PETRONILA:
Brazos de mar son las calles,
al Bermejo parecidas,
pues para ahogar Faraones
de endurecida malicia,
no ya vara de piedad,
la vara sí de justicia
levanta Moisés airado
que en mansiones las divida.
Al mar restituye el Bétis
los bienes y hacienda misma
que en veces por tantos años
nos feriaba de las Indias;
y ya enemigo, si amante,
severos reyes imita,
que lo que dan poco a poco
por junto al privado quitan.
No quiero contar tragedias
con vislumbres de infinitas
cuando ni plumas se atreven
ni moldes a referirlas.
PETRONILA:
Las de mi casa no más
será fuerza que te diga
como ocasión lastimosa
de mis presentes fatigas.
En la mitad del silencio
el cuarto donde dormía
mi inocente y cara madre,
le arroja el diluvio encima.
Sepultada antes que muerta,
el llanto, alboroto y grita
de domésticos y extraños
con clamores solemnizan
las obsequias funerales
de tanta plebe y familia,
dejando historias al tiempo.
PETRONILA:
Troya de agua ya Sevilla.
Yo turbaba si ignorante,
y si dudosa, advertida
del daño que todos temen,
bien triste, aunque mal vestida,
a la más alta azotea
subo y aguardando arriba
al sol que salió enlutado
por los destrozos que admire,
me pasaron, por más fuerte,
a la casa que vecina
comunicaba terrados
de donde vi que enemigas
las nubes, la tierra, el agua,
en un instante me privan
de madre, casa y hacienda,
y--¡ojalá que de la vida!
No encarezco sentimientos
que es justo que los colijas
de quien a deudas de sangre
libraba obediencias de hija.
Pasóse la tempestad
al cabo de largos días.
PETRONILA:
Halléme huérfana y pobre
y si los males alivian
ajenos, yo te prometo
que hallara en otras desdichas
consuelos con que olvidar
las que propias me lastiman;
porque muchos que el día antes
con los Cresos competían,
el siguiente mendigaban
puerta a huerta su comida.
Yo, en fin, amante aunque pobre,
que el firme amor no peligra
como el falso en las desgracias,
antes gigante se anima,
en busca de don Hernando
del modo que ves vestida
vengo a probar lo que valen
palabras que ya son ditas.
Sé que asiste aquí, no dónde;
mas ya por tí conocida,
de tu lealtad contada,
quiero ver cómo averiguan
tu diligencia y mi amor
promesas que antes, escritas,
me causan recelos pobre
si me aseguraban rica.
Éste es, Vargas, mi suceso;
si de mí y de él te lastimas,
ya suelen fidelidades
hallar el premio en sí mismas.
TOMASA:
Yo te prometo, señora,
que no he llorado en mi vida
otro tanto, aunque he escuchado
sermones de disciplina;
pero porque estés más cierta
del secreto que me fías,
pues tu historia me contaste,
escucha también la mía.
En Yepes, emulación
de Ocaña, una y otra villa
donde muere el vino moro,
porque allá no le bautizan,
me criaron... Ruido dentro
mas ¿qué es esto?
PETRONILA:
Huéspedes nuevos.
Hablan dentro el CONDE Galeazo,
ROBERTO, MARCOS y PABLO
MARCOS:
Avisa
la patrona, Pablos, que eche
lana blanda y ropa limpia.
PABLO:
Llevarémos al mesón
las mulas.
ROBERTO:
Si está dormida,
por ser tarde, la hostalera,
mal almuerzo se me aliña.
MARCOS:
No hay sueño donde hay dinero
advenedizo.
Salen el CONDE, ROBERTO,
MARCOS y PABLO, de camino
CONDE:
¡Hola! Quita
esas maletas, Roberto.
¿Qué hora es?
ROBERTO:
Dice la risa
del alba que son las cuatro.
CONDE:
Fue la jornada prolija;
no me espanto.
MARCOS:
Madalena,
crïados, Pedro, Cristina,
bajen a alumbrar al conde.
A TOMASA
PETRONILA:
¡Conde, Vargas! A ellos
Vueseñoría,
mil veces bien llegado.
CONDE:
Oh hidalgo, para que os sirva,
¿sois de casa?
PETRONILA:
Huésped soy.
CONDE:
Vuestra presencia autoriza
la opinión de la posada.
PAULO:
¿No hay velas?
Una voz dentro
VOZ:
Suban arriba;
que velas habrá y velones.
A los mozos
ROBERTO:
Alto, pues.
MARCOS:
Con menos prisa.
CONDE:
Subo con vuestra licencia.
PETRONILA:
Démela vueseñoría
para que vaya...
CONDE:
Eso no.
PETRONILA:
Señor...
CONDE:
No, por vida mía.
PETRONILA:
Désela Dios muchos años.
(¡Bravo talle!) (-Aparte-)