La flor de los recuerdos (México): 32
Fernando Calderón.—Nació en Guadalajara en 1809, murió en 1845. “Para apreciar el mérito de Calderón (dice Pesado en el prólogo de las poesías de este autor) es menester juzgarle en sus circunstancias, en su país y en su tiempo.” Es verdad: Calderón no le tuvo para ser loque debia: no tuvo quien dirigiera sus estudios, ni quien fijara su gusto en su juventud. Los consejos de Heredia le sirvieron de mucho en la última época de su vida; pero murió joven y le faltó espacio para aprovechar las lecciones de la teoría y para amaestrarse con las dificultades de la práctica. Su juicio le impulsaba á seguir la senda clásica del gusto puro de Heredia; pero su afición y la moda le arrastraron al romanticismo de Espronceda. Su “Soldado de la libertad” es una canción vaciada en el molde de “el Pirata” de este: su comedia “A Ninguna de las Tres” en el de “Marcela, ó Cuál de las Tres” de Bretón: sus dramas caballerescos, en el de los de García Gutiérrez: su romance “Adela” en el de las leyendas que por entonces empezábamos á publicar varios; pero al marcar esta semejanza de las obras de Calderón con otras, no quiero dar á entender que no tuviera talento propio ni facultad inventiva; sino probar la docilidad de su carácter, su voluntad para el estudio, su deseo de elejir buenos modelos, y que su gusto vacilante no tuvo tiempo de fijarse.
Calderón versificó mas limpiamente y con mejor prosódia que la mayor parte de los poetas mexicanos; sus diálogos son fáciles, y su dicción es generalmente poética, aunque sobrada de lirismo; y aunque su falta de práctica y de buenos teatros en que estudiar asiduamente el arte de la representación teatral, hizo adolecer sus dramas de escasez de movimiento dramático, de languidez en algunos diálogos, mas largos de lo necesario, y de entorpecimiento en la marcha de la acción, sus piezas de teatro se leen y se oyen con gusto, y en todas sus escenas se revela el talento y la aptitud del poeta para salir airoso en el desempeño de sus tareas dramáticas, con mas tiempo y mas esperiencia. Así es que en “El Torneo”, por ejemplo, esta falta de esperiencia le arrastró á repetir cuatro veces la esposicion, por temor de que el drama saliera falto de claridad: primero por los criados, después por la baronesa, mas tarde por Pedro el escudero y finalmente por Alfonso, cuyo último relato no añade una sola palabra que no sepa ya el espectador. Los títulos solos de sus obras son la prueba mas palpable de lo indeciso que anduvo en la elección del género para el cual creia mas apto su ingenio. Muy joven, escribió sus obras dramáticas ó cómicas intituladas: “Zadig-Zéila ó la esclava Indiana, Armandina, Los políticos del dia, Efigénia, Ramiro, Conde de Lucena, y Ersilia y Virginia.” que fueron representadas en los teatros de Zacatecas y de Guadalajara, y cuyos nombres de bautismo acusan bien claramente el origen de donde vienen, recordando los de las obras por las cuales fueron inspiradas. Mas tarde dio á luz su comedia: A Ninguna de las Tres, y sus dramas, el Torneo, Ana Bolena, y Herman ó la vuelta del Cruzado. Su buen carácter y sus virtudes sociales le hicieron universalmente querido, y su memoria vive justamente en la estimación de los mexicanos, que han acordado á sus versos una merecida popularidad.
Su “rosa marchita” y “la vuelta del desterrado” merecen particular mención entre sus composiciones líricas, porque están impregnadas de poesía y de sentimiento: Hé aquí unas estancias de la rosa marchita.
Ayer el viento suave
Te halagó cariñoso:
Ayer alegre el ave
Su cántico armonioso
Ejercitaba, sobre tí posando:
Tú, rosa, le inspirabas
Y á cantar sus amores le escitabas.
La fiel imagen eres
De mi infeliz fortuna:
¡Ay! todos mis placeres,
Todas mis esperanzas, una á una
Arrancándome ha ido
Un destino funesto, cual tus hojas
Arrancó el huracán embravecido.
. . . . . . . . . . . . . . .
Ven, ven; ¡oh triste rosa!
Si es mi suerte á la tuya semejante,
Burlemos su porfía:
Ven, todas mis caricias serán tuyas
Y toda tu fragancia será mía.