La flor de los recuerdos (México): 20

III. editar

Era, ha muy pocas noches y en altas horas, una
De esas serenas, limpias con que comienza Abril;
Mi espíritu en los rayos de la menguante luna
Vagaba en las riberas de Darro y de Genil.
Ya están allí avanzados los árboles con hojas:
Ya allí la primavera su fuerza juvenil
Ostenta, y ya las rosas empiezan á ser rojas,
Y rompen ya las lilas en plenitud viril.

Al penetrar cansado por el alcázar moro,
Retiro á que mi alma se acoje con amor,
Oí de sus techumbres filigranadas de oro
Estremecer los ecos insólito rumor.
Su espacio estaba lleno de misteriosos ruidos,
Sus áuras impregnadas de aroma embriagador,
Y de invisibles séres por ellas esparcidos
Sentia yo agitarse las álas sin color.

Que henchia del alcázar la residencia quieta
La fuerza de un misterio recóndito juzgué,
Y oyendo de los Génios amigos del poeta
La voz susurradora, tranquilo me acerqué.
Yo, familiar con ellos y favorito suyo,
Su lengua misteriosa y encantadora sé,
Y de ella con las frases armónicas construyo
Los himnos que me inspira mi solitaria fé.

Hé aquí por qué las sombras que en el Alhambra habitan
Y los esquivos Genios que guardan su mansión,
A sus nocturnas rondas benéficos me invitan
Y á hacer de sus historias la amena relación;
Y hé aquí por qué, señora, mi trova solitaria
Te canto en las tinieblas al pié de tu balcón:
Perdónala, sultana, si viene temeraria
A interrumpir tu sueño mi bárbara canción.