La flor de los recuerdos (México): 08

II.
La flor de los recuerdos (México)
de José Zorrilla
La flor y la perla
IV.

III. A bordo del Paraná

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Las cinco. ¡Partamos!
Ya hierve el vapor;
Ya el ancla levamos;
Ya libres vogamos
Entre humo y espuma y estruendo y pavor.


Ya rompe la quilla
Por la agua revuelta,
La máquina suelta
Del buque acelera la marcha veloz:
Ya de una á otra orilla
La ría se ensancha;
Como una avalancha
Bajamos, las aguas turbando en redor.

La débil barquilla
que al paso nos halla,
Con la agua espumosa perdida batalla
Del rastro que abierto dejamos en pos;
Sobre ella meciéndose,
Con canto grosero y accion libre y ruda,
Con voz y con manos tenaz nos saluda
Perdiéndose al lejos inglés pescador.

La gente marina,
Sumisa y activa y atenta la oreja
Al grito de mando, su buque apareja
De un lento cantar al monótono són:
Nosotros viajeros
Que, al irnos, detrás de Inglaterra dejamos
Tal vez cuanto habemos, tal vez cuanto amamos,
Acaso lloramos oyendo su voz.

¿Quién sabe la historia
Con cuya secreta doliente memoria
Cada uno que parte en este momento
Secreto tormento se dá al corazon?
Tal vez al influjo
Del fuego escondido de dentro que arde,
Sin fé, arrepentida, nuestra alma cobarde
Quisiera á la orilla volver con amor.

Voguemos: ya es tarde;
El mar que nos sorbe
Muy pronto en el orbe
Va á aislarnos en medo de su honda estension
He allí ya sus olas:
Ya en él nos lanzamos,
Ya en él navegamos
Las olas hendiendo con hondo rumor.
La tierra se pierde


Velada entre nieblas:
La noche en tinieblas
Nos sume… ya estamos á solas con Dios.





Uno tras otro en silencio
La popa del Paraná
Mis compañeros dejaron.
Quién, no pudiendo quizás
Con su tristeza, fué á solas
En su cámara á llorar.
Quién, mercader avariento,
La futura utilidad
Del viaje en cifras confusas
Fué á solas á calcular.
Quién, que á incógnitas regiones
Sin fé ni esperanza va
Emigrando de una patria
Do no ha de volver jamás,
Fué á ver si en brazos del sueño
Olvida un punto su afan:
Y quién, en fin, asaltado
Del mareo, fué á buscar
En su lecho á sus congojas
Un momento de solaz.
Yo, que ni cedo al mareo,
Ni á avaricia comercial,
Ni al recuerdo de una patria
Que dejé por voluntad;
Yo, cuyo cuerpo de barro
Tan sujeto á mi alma está
Que ahogo mi dolor físico
Con mi früicion moral;
Yo, cuya alma se revela
Cautiva en mi cuerpo á andar,
Cuyas pasiones convierten
Mi corazon en volcan;
Yo, á quien jamás satisface
El deleite material,
Que ni cuento lo que tengo,
Ni necesito de hogar,
Puesto que, huésped del mundo,
Ciudadanos universal,
Peregrino de la vida,
Por la tierra y por la mar
Voy cantares entonando
En mi bien como en mi mal,
Y por do quiera que voy
Por mis cantares me dan
Una alegre bienvenida
Y una sonrisa al llegar,
Una compañía amena
Y franca hospitalidad…
Pero que llevo en mí mismo
Un enemigo fatal,
Que me esclaviza tirano
Y me atormenta tenaz,
Que es mi propio corazon,
Que destila sin cesar
El acíbar para mí,
La miel para los demás,
Me quedo sobre cubierta
A solas á devorar
La hiel de mis pensamientos
Que en él gotëando va.
Mas esta hiel, por mis labios
De mi pecho al rebosar,
No mortíferos miasmas
Por la tierra esparcirá;
No irá las almas sencillas
A traicion á emponzoñar
Con su maligno veneno,
Sino que suave saldrá
Como depurada esencia
En la forma de un cantar,
Suspiro ardiente á los cielos
De remontarse capaz
En un cantar que, aunque libre,
Independiente y audaz,
Solo la fé y el consuelo,
En las almas verterá,
Pues bebe su inspiracion
En tan divino raudal,
que su són es un rocío
Tan puro como el maná;
Refleja el cielo en el fondo
De su limpio manantial,
Y á Dios vé, al beber sus aguas,
La sedienta humanidad.

Tal es de mi poesía
La condicion: solo dá
El acíbar para mí,
La miel para los demás.