La de San Quintín: 37
Escena III
editarDichas; DON CÉSAR, dando el brazo a DON JOSÉ.
DON JOSÉ.- ¡Ah, picaronas! ¿habéis estado en la feria?
ROSARIO.- Sí, señor; y hemos llevado flores a la Virgen.
RUFINA.- Y le hemos pedido que os dé a los dos muchísima salud.
DON CÉSAR.- ¿A mí también? ¿Han rezado por mí?
ROSARIO.- Sí señor... también por usted.
DON CÉSAR.- Gracias. Pero hasta ahora, la Virgen no le ha hecho a usted maldito caso, porque hoy no me siento mejor que ayer.
ROSARIO.- Es que Nuestra Señora del Mar, este año, no está muy benigna que digamos... No concede nada de lo que se le pide.
DON JOSÉ.- ¿Van esta noche al baile del Casino?
ROSARIO.- Yo no.
RUFINA.- Y si quisiéramos ir, ¿nos dejarías, abuelito?
DON JOSÉ.- ¡Ah, hijas mías, ya no soy el que manda aquí! ¿Sabéis la resolución que he tomado?
RUFINA Y ROSARIO.- ¿Qué?
DON JOSÉ.- Pues... considerando que mi querido hijo tiene en poco la autoridad que ejerzo en esta casa desde hace más de medio siglo, considerando que se empeña en ir por caminos que no son de mi gusto. Nos... abdicamos. (Se sienta.)
ROSARIO.- ¿Es de veras?
DON JOSÉ.- (Con seriedad.) Sí. Y algo muy importante que yo debía decirte hoy, él te lo dirá. Allá os entendáis vosotros.
(DON CÉSAR habla aparte con ROSARIO; DON JOSÉ con RUFINA.)
Él quiere perderse, y se perderá.
ROSARIO.- Pero D. César, ¿todavía insiste usted?
DON CÉSAR.- ¿Cómo no? La constancia es mi único mérito. Insisto, sí.
ROSARIO.- ¿A pesar de la reyerta desagradable del otro día?
DON CÉSAR.- A pesar de todas las reyertas pasadas, presentes y futuras.
ROSARIO.- Creí que me guardaría usted rencor.
DON CÉSAR.- ¿Por qué? ¡Ah! por haberme revelado... Al contrario... si debo agradecerlo... Con intención o fines que no comprendo bien, usted me libró de un error afrentoso... Al herirme, me hirió con la verdad; y la verdad, dígase lo que se quiera, siempre se agradece... Ya ve usted que soy claro. Imíteme en la claridad, y dígame...
ROSARIO.- (Disgustada.) Si le parece, dejemos para otra ocasión ese asunto. Tengo que escribir a mi familia... Estoy muy holgazana.
DON CÉSAR.- ¡Ingratuela! Siempre huyendo de mí.
ROSARIO.- Hasta luego. (A RUFINA.) ¿Vienes?
(Vanse por la derecha.)