La catedral de Santiago

​El Museo universal​ (1868)
La catedral de Santiago
 de Federico Villalva

Nota: Se ha conservado la ortografía original.

De la serie: MONUMENTOS ARTÍSTICOS


La Catedral de Santiago

Loco debe de estar seguramente el que pretenda poner mano y desarraigar del espíritu de los pueblos una tradicion religiosa, cualquiera que ella sea, aun cuando parezca tan absurda é increible que haga asomar la risa á los labios del hombre ageno de preocupaciones, ya se llame razonador, ya pertenezca á la raza de los espíritus fuertes, para quienes, fuera de lo que se ve, nada existe. Y mas loco todavía si la tradiciones autorizada por el testimonio, aunque en cierto modo interesado, no por eso menos poderoso, de varones insignes que merecieron la santificacion; por indudables prodigios, y, lo que vale mas aun, por la sucesion de las generaciones que han ido depositando en el monumento de la tradicion misma las ofrendas de su inquebrantable amor, y dejando en multitud de signos esteriores, que n0 se borran, los misteriosos latidos de un sentimiento profundo, vivísimo, no contaminado por la hipocresía de la falsa religion, inspirado á las almas por la primera de las virtudes, por la mas callada, como que es la menos esterna y que no se puede falsificar; por la fé. Las creencias son la vida de un pueblo, y sólo cuando se abusa de ellas en beneficio de intereses mundanos, sólo cuando se abusa de ellas en beneficio de intereses mundanos, solo cuando se las convierte en arma vedada para conseguir un objeto ímpio o no piadoso, al menos conviene hacer la luz, y negar, si preciso fuese, la aparente realidad de los hechos falsos, ó reducir á su verdadera importancia y valor los incontestables.

No es, por consiguiente, nada estraño que las historias eclesiásticas y políticas de nuestra patria hayan que con las armas de la razon, mas con la fuerza de la conviccion que con la autenticidad de los monumentos, en ocasiones tan engañosos quizá como las pruebas inmateriales, la venida del apóstol Santiago á España, la traslacion de su cuerpo á Galicia, la ignorancia en que se estuvo durante muchos años del lugar de su sepulcro, y su maravillosa invencion en los tiempos del rey don Alonso el Casto y del papa Leon, tercero de su nombre. Y si los estranjeros y algunos nacionales ponen todavía y seguirán poniendo á tales sucesos dudas y objecciones, locos deben de estar, y mas locos todavía cuando, no yéndoles en ello otro interés que el de dañar á la Iglesia Católica, pretenden oscurecer la luz mas brillante de cuantas alumbran el altar de las conciencias cristianas. Déjese en paz la capilla subterránea en donde yacen el Apóstol y sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro, en medio de la gran capilla compostelana; respétese la decision del obispo Gelmirez que cerró para siempre la entrada al santo sepulcro, que si allí no está Santiago, allí debe de estar, allí quiere la fé que esté depositado el venerando cuerpo del Cebedeo, y esto es bastante.

Fuera de que hay testimonios, no satisfactoriamente recusados, sí con hartas pruebas de legitimidad para lo que exige lo remoto del hecho, acerca de la venida a España del amigo de Jesucristo y predicador de su doctrina; fuera tambien de la creencia, sobradamente verosímil, de que, martirizado Santiago en Palestina, trajeron á Galicia el cuerpo sus discípulos, y fuera, por último, de que aquello que no se contradice con demostraciones indubitables está á dos pasos de la prueba plena, son tan precisas, llevan tal sello de verdad las relaciones que, de la invencion del sepulcro del Apóstol nos quedan, que, aparte lo ímpio, sería cruel dudar un punto de ellas. Resumiendo lo que sobre aquel importantisimo suceso dicen el Cronicon Iriense, el de Sampiro, la Historia Compostelana y el privilegio de donacion de la catedral de Santiago, escribe Mariana, quien, aca o por lo de ser jesuita, no peca de crédulo en esta ocasion: «Fue aquel sagrado tesoro hallado por diligencia de Theodomiro, sucesor de Hindulfo, y por voluntad de Dios, de esta manera. Personas de grande autoridad y crédito afirmaban que en un bosque cercano (á Iria Flavia, hoy Padron), se veían y resplandecían muchas veces lumbreras entre las tinieblas de la noche. Recelábase el santo prelado no fuesen trampantojos; mas con deseo de averiguar la verdad, fué allá en persona, y con sus mismos ojos vió que todo aquel lugar resplandecia con lumbres que se veian por todas partes. Hace desmontar el bosque, y cavando en un monton de tierra, hallaron debajo una casta de mármol, y dentro el sagrado sepulcro. Las razones con que se persuadieron ser aquel sepulcro y aquel cuerpo el del sagrado Apóstol, no se refieren; pero no hay duda sino que cosa tan grande no se recibió sin pruebas bastantes. Buscaron los papeles que quedaron de la antigüedad, memorias, letreros, y rastros, y aun hasta hoy se conservan muchos y notables. Aquí, dicen, oró el Apóstol, allí dijo missa, acullá se escondió de los que para darle la muerte le buscaban. Los ángeles, que á cada paso, dicen, se aparecian, dieron testimonio de la verdad, como testigos abonados y sin tacha.»

Catedral de Santiago

Fijase la época de este descubrimiento á 25 de julio de 813; y noticioso del mismo el Casto Alonso, segundo de su apellido, que por entonces estaba en Oviedo, acudió á Iria Flavia, adoró las reliquias del Santo y comenzó la fábrica de una iglesia pobre, ereisa de pedra con tapeas de terra, que, andando el tiempo, habia de ser la suntuosísima basílica de Santiago, metropolitana de Galicia y gran parte de Castilla; la Kaaba de los cristianos, como la llamaron los árabes; la Jerusalen de Occidente, segun la apellidaban todos los católicos de Europa en la Edad Media; el punto á donde, con mas frecuencia y en mayor número que á la Tierra Santa, habian de concurrir peregrinos de todas las naciones, de todas las clases sociales, de todas las condiciones y de todos los estados: desde San Guillermo, que llegó de Francia descalzo á Compostela, hasta un arzobispo de Viena, que fué despues el papa Calisto II; desde Carlo-Magno hasta Breno, rey de Jerusalen; desde un rey de Inglaterra y un duque de Poitiers hasta Nicolás Flamel, célebre sabio francés del siglo XV, tenido por mago y alquimista entre sus contemporáneos.

La historia de la iglesia comenzada á construir sobre el sepulcro del Apóstol, no poco accidentada y varia hasta los siglos XIII y XIV, es la historia de la ciudad que se formó alrededor de aquella, y que en un principio tuvo por nombre el de Lugar Santo, fuego el de Compostela (de Campus Apostolió Campus stella), y por último, el que hoy conserva de Santiago. La primera donacion, orígen de las riquezas y magnificencia de la futura catedral, fue del mismo que echó sus cimientos, de don Alonso II, y consistió en el terreno que comprendian tres millas de circunferencia desde el lugar que ocupaba el santuario, y en una cruz de oro, fabricada á imágen de la maravillosa de los Angeles que poco antes habian construido celestiales artífices, para la catedral de Oviedo. Por mediacion de Carlo-Magno, obtuvo Alonso el Casto del papa Leon III la traslacion de la silla episcopal de Iria Flavia á la nueva iglesia de Compostela, si bien conservándole todavía la denominación de sede iriense: hay quien supone que se mandó entonces destruir la ciudad de Iria para que permaneciesen en Compostela, ó el Lugar Santo, como se le llamó hasta el siglo X, no sólo la autoridad, sino el brillo de la iglesia iriense; este suceso es inexacto.

El templo de pedra é tapeas de terra existió hasta 863, en que Alonso III le derribó para levantar en en 874, segun resulta de los documentos en que constan las nuevas donaciones hechas al sepulcro de Santiago; entre otras, la de seis en vez de las tres millas del terreno que circundaba á la iglesia. El mismo Alonso envió á Roma dos presbíteros que solicitasen del pontífice Juan VIII permiso para solemnizar la consagracion del nuevo templo con un concilio, que, en efecto, se verificó en 7 de mayo de 876, y al que concurrieron catorce obispos. Entonces, dicen algunos historiadores, fue cuando se fabricó para la iglesia de Santiago la copia de la cruz de los Angeles que se veneraba y se venera todavía en Oviedo; pero es mas verosímil que semejante donacion pertenezca al segundo Alonso, por haber sido el favorecido con la aparicion de la milagrosa cruz original. Tambien entonces se consagraron al Salvador el altar mayor de la iglesia, y otros tres inmediatos á San Pedro, San Pablo y San Juan Evangelista.

Las primeras desdichas que esperimentó el templo erigido sobre la sepultura del Apóstol, debiéronse á los normandos, que, en sus repetidas correrías por las costas y aun por el interior de los pueblos de Galicia, llegaron, en mas de una ocasion, hasta la catedral de Santiago, causando en ella destrozos, que inmediatamente reparaban la piedad de sus prelados, la munificencia de los reyes y los donativos de los peregrinos. Disturbios interiores agitaron asimismo "la antigua silla iriense, y el carácter belicoso é independiente de alguno de sus obispos quizá manchó con un crímen la sede, cuando la ilustraba "como gobernador el venerable obispo de Mondoñedo San Rosendo (hácia el año 977).

Poco despues, el temido por lo valeroso Almanzor llegó hasta la Kaaba cristiana; puso el pie triunfador en la Jerusalen española; abrevó su caballo de pelea en el agua bendita, y comieron los de sus soldados el heno sobre los altares de la destruida iglesia. En 997 acontecia esta invasion, torpemente preparada y auxiliada por algunos condes gallegos, que no se opusieron á que el caudillo árabe hiciese conducir, á hombros de cautivos cristianos, las campanas pequeñas de la iglesia hasta la mezquita de Córdoba, en donde habian de musulmana el rey Santo don Fernando III; quien á su vez habia de volverlas, en hombros de cautivos mahometanos, al templo de Compostela. Cuéntase que Almanzor, derribadas las murallas de Santiago, saqueadas las riquezas de la iglesia, arruinado el santuario, quiso poner la planta impía sobre el sepulcro del Apóstol y violar el sagrado reposo del discípulo de Cristó; pero cuerpo del Santo, á un monge que le guardaba: y el vencedor en tantos combates, el implacable guerrero, el bravo Almanzor retrocedió ante la calma inalterada y el valor incomprensible del sacerdote.

Comenzó de nuevo en 1082 la fábrica de la iglesia catedral, sin que conste cómo y dónde se celebraron los oficios divinos desde la entrada de Almanzor hasta la habilitacion y consagracion del nuevo templo. La sede llamóse compostelana desde 1098, por concesion del papa Urbano II, y quedó exenta de la jurisdiccion metropolitana de Braga. Desde que en 1082 se comenzó de nuevo á construir el templo hasta el dia, ha venido enriqueciéndose la fábrica sucesivamente, hasta convertirse en la hermosa basílica que hoy admiran los peregrinos y aplaude el arte. Al par de sus nuevas construcciones fue creciendo en riquezas la iglesia, mucho mas desde que se vió erigida en metrópoli por el papa Calisto II (en 28 de febrero de 1120)á peticion de Alfonso VII, sobrino del pontífice, y siendo obispo el turbulento don Diego Gelmirez, elevado por consecuencia á primer arzobispo de Santiago.

Y una vez citado el obispo Gelmirez, preciso es recordar que al mismo debe la catedral grandísima parte de sus bellezas arquitectónicas, el carácter artístico que la distingue y muchas de sus riquezas, á mas de su importancia como metropolitana. Juzgada de muy vario modo la memoria de aquel prelado inquieto, que de doña Urraca de Castilla con su esposo don Alonso I de Aragon, no es ahora ocasion de hacer su panegírique Galicia, y en especial Santiago, le son deudores de notables adelantamientos, en las artes sobre todo. Un moderno historiador gallego, quizá demasiado entusiasta del arzobispo, «era, dice, la actividad de Gelmirez sin límites; asi le vemos atender con mano verdaderamente pródiga á las mayores obras que entonces se levantaban en nuestro pais. Son suyas la colegiata de Sar y el monasterio del Conjo, la Catedral y las casas arzobispales, fábricas todas dignas de su gran munificencia.». «Si hubo dias prósperos y afortunados para Galicia, escribe en otra parte aquel historiador, Mamuel Murguía, fueron los de Gelmirez. Riqueza, arte, poesía, poder, todo tuvimos entonces, y Gelmirez es hoy la encarnacion de nuestras glorias en aquellos tiempos.»

En efecto, sin los males que aquel prelado ocasionó á la iglesia, cuando hizo de ella fortaleza para librarse del furor de los amotinados burgueses de Santiago, que querian matarle, y que para conseguirlo hasta pusieron fuego á la catedral, ésta sólo deberia beneficios á Gelmirez. A fin de terminar esta rápida reseña histórica: las obras emprendidas por el primer arzobispo para el engrandecimiento de la fábrica del templo en 1118, quedaron terminadas en 1211, y á 3 de mayo de aquel año el arzobispo don Berenguer Muñiz consagró por tercera vez la catedral, á la que continuaron haciendo ofrendas los reyes de España y algunos de otras naciones. En el siglo XV, Luis XI de Francia envió para el templo unas campanas; algun tiempo despues los Católicos Fernando é Isabel, además de fundar un hospital para peregrinos, hicieron una cuantiosa donacion á la catedral, en accion de gracias por la conquista de Granada. Felipe IV regaló tambien una joya de gran valor, que desapareció con muchas alhajas al principio de este siglo: otras ofrendas hizo aquel monarca, de las cuales aun subsiste una de 500 ducados, que instituyó á nombre de la real familia para todos los años de jubileo, que son aquellos en que el dia del descubrimiento del sepulcro de Santiago, esto es, el 25 de julio, corresponde al domingo, o lo que es lo mismo, cada siete años.

Ya desde la muerte de Gelmirez, la catedral de Santiago no tiene mas historia que la de la sucesion de sus arzobispos, casi todos de altas y poderosas familias, casi todos pródigos con la iglesia y casi todos justamente deseósos de acrecentar el brillo y multiplicar la fama de tan glorioso templo. Los romeros, despues del siglo XII, acudian á Compostela en grandísimo número, tanto que fue preciso la creacion de dos hermandades ó cofradías: una de cambiantes que trocaban por moneda usual la estranjera de los peregrinos de nacion estraña y la otra la de los caballeros de Santiago de la Espada, que defendian el camino de Compostela y guardaban á los romeros de la asechanzas de los malhechores. Esta última hermandad fue orígen de la órden de caballería de Santiago, que aun hoy se conserva en recuerdo de nuestras pasadas glorias.

Causa grima pensar que no existe una verdadera historia monumental de Galicia, y que las bellezas artísticas de aquel poco afortunado pais, son escasamente ó nada conocidas del resto de la península. Asi es que no se pueden apreciar en su justo valor monumentos románicos que allí dejó la Edad Media; templos de órdenes compuestos que se levantan en aquéllas provincias, y que compiten en belleza y gallardía cón los góticos de Castilla la Vieja y con los bizantinos de Cataluña y Valencia. La catedral de Santiago es en parte prueba de ello, y no la da completa porque las renovaciones sucesivas de su fábrica han quitado al templo la unidad de su carácter legítimo.

La fachada principal de la iglesia es del siglo pasado, y aunque un tanto pesada por el clásico rigorismo de su tiempo, honra por lo magestuosa y severa á su autor don Fernando de Casas y Noboa. Poco antes que la principal, se edificó la fachada del Mediodia, de no mucho gusto, aunque en ella se ha querido hacer brillar dos bellos órdenes de arquitectura, el jónico en el primer cuerpo, el dórico en el segundo. Mezcla de varias épocas y de gustos varios es la llamada Puerta Santa; pero notable por mas de un concepto la magnífica fachada de la Platería, de que acompaña á este número un grabado perfectamente detallado. Toda la fachada, menos el coronamiento que es moderno, data de los tiempos del arzobispo Gelmirez, y es románica pura. Las estátuas que la decoran, los relieves que el tiempo va destruyendo, la elegancia y sobriedad ornamental de las arcadas y las columnas, caracterizan perfectamente el gusto propio de la época á que este notable monumento pertenece, asi cómo el cláustro que, formando ángulo con la fachada de la Platería, se prolonga á su izquierda, con nombre del Tesoro, por guardarse ó haberse guardado allí el de la catedral: á muchos llama la atencion una concha colosal que sostiene un cuerpo de la fachada de la Plateria, que, tambien se representa en el grabado. A la derecha de este se ve el arranque de la torre del reloj. Tiene además la catedral, como característico resto de la iglesia antigua, una cúpula magnífica erigida á fines del siglo XIV, y la torre llamada Berenguela, de principios de la misma centuria.

Fuera prolija tarea describir el interior del templo de Santiago, largamente enriquecido en los últimos tiempos; y como el objeto principal de este artículo es el de trazar rápidamente la historia de la catedral y dar á conocer la parte mas artística del templo, suspéndese aquí nuestra tarea, que tal vez en adelante podamos hácer una reseña enteramente arqueológica de la suntuosa morada del grande apóstol Santiago.

FEDERICO VILLALVA.