Filipinas (Ensayo)

El Museo universal (1868)
Filipinas
de Bernabé España

Nota: Se ha conservado la ortografía original.


Es tan poco, y en general tan inexacto, lo que se ha escrito sobre nuestras ricas posesiones en el archipiélago filipino, que tenemos un verdadero placer en insertar la narración del señor don Bernabé España, ex alcalde mayor de Cavite, cuya posición oficial y espíritu observador le han permitido adquirir cuantos datos eran de desear, para proporcionarnos en breve espacio una idea fiel y verídica del clima, naturaleza, producciones, tipos, usos, costumbres y demás que constituyen la fisonomía especial de aquella apartada región del globo. A las sobrias, al par que amenas descripciones del señor España, despojadas del falso adorno con que plumas estranjeras suelen desfigurar, mas que vestir, la verdad, cuando se ocupan de lo que á nuestras cosas atañe, acompañarán grabados de tipos, edificios y vistas panorámicas, tomados del natural, en los lugares que se describen y que, por su originalidad, no dudamos que han de hallar ta mas benévola acogida en nuestros lectores.
FILIPINAS.


Muchos conocen á Manila, y hablan demasiado de dicha ciudad; pero pocos ó ninguno la describen y juzgan como es debido. Lo propio sucede con Cavite y su provincia, que se halla limítrofe á la referida capital del archipiélago, y que nadie le sabe hacer justicia. Manila, con sus barrios ó arrabales, es una población inmensa (dos veces mas que Madrid, según los modernos estadistas), compuesta de europpos, chinos-mestizos, é indios. El arrabal de Binondo, poblado de comerciantes chinos; el de Tondo, con su teatro de Isabel II, también ocupado por aquella raza y por tenderos indios; el de San Nicolás, en donde sólo viven artesanos y labradores indígenas, y algunos chinos; el de Santa Cruz, compuesto en su mayor parte de mestizos é indios; el de Quiapo, idem ídem, con varios europeos; el de San Sebastian, habitado por españoles y mestizos; el de San Miguel, idem idem, y cuyo puente colgante, que acompañamos á este número, hace seis años forma la segunda via de comunicación del rio Pasig, enlazando la parte estramuros de Manila, vulgarmente llamada de arroceros, con la zona de población denominada Quiapo.

El sistema de su construcción es el mas sencillo de su género, y consiste en dos pirámides truncadas en cada una de las márgenes, que sustentan cuatro bordones por banda de que penden los tirantes en que gravita el pavimento, de 110 metros de longitud por 7 de latitud, con vias laterales para carruajes, separada por otra central algo elevada para la gente de á pie. La parte material de los revestimientos de las rampas de ingreso, estribos, pozos de enganche que sujetan los bordones, cajas de los cilindros de apoyo inferiores, bases de las pirámides de suspensión y pedestales de decoración, son todos de brillante cantería, de la misma que aparentan ser los cuerpos de pirámides que, en realidad, son de hierro colado, huecas, asi como los cilindros que se ocultan en sus cúspides, y los antes citados, y uñas de sujeción. Los bordones y tirantes son de alambre de hierro; aquellos amadrinados de lo mismo en toda su estension, y éstos sólo en sus estremidades. El pavimento y barandado, son de maderámen con las condiciones de solidez y ligereza que requieren obras tan atrevidas: y finalmente, el decorado severo y elegante de las obras en firme, el esbelto y sencillo de las al aire, y el brillante estado del conjunto, merced al entretenimiento constante con que se le atiende, único capaz de prolongar la existencia de construcciones tan perecederas, hacen que esta obra no desdiga lo mas mínimo de las de su clase, que figuran en Europa. Digna es, pues, de alabanza la casa empresaria de los señores Matia Menchacatorre y Compañía, autora del pensamiento, á la vez que de llevarlo á cabo, que ha dado una via mas de comunicación sobre el rio Pasig, y una obra digna de la capital del archipiélago. Dicho puente fue construido bajo la dirección del ingeniero francés Mr. Gabaud, habiéndose traido de Inglaterra todo el material de hierro. El 4 de enero de 1852 se abrió al público, y al siguiente dia se hizo la prueba de su resistencia, cargándolo con 2,660 quintales de peso, sin que por ello se resintiera en lo mas mínimo; el barrio de Paco, compuesto de casas de ñipa y de madera, algunas de ellas bonitas y elegantes; el de Santa Ana, idem idem; y el de Malate, que lo ocupan principalmente los mestizos é indios, con igual clase de edificios, forman todo el mare-magnum de la capital de Manila. En los carruajes públicos hemos leído alguna vez el número 1923; y esto nada tiene de particular, porque allí, las personas regulares, no pueden andar sin vehículo, por el escesivo calor que hace en todo el año. No hay europeo, ni filipino decente, que no gaste coche. Los de alquiler, como hemos dicho, son numerosos, y cuestan por servirse de ellos 4 reales en la primera hora (que es medio peso,) y 2 en cada una de las restantes, que equivale á una peseta columnaria.

Como que los habitantes de Filipinas están á 14 grados y medio de la línea equinoccial, el sol es abrasador é insufrible, y la atmósfera que se respira es sofocante, produciendo, por esto, continuos sudores en los que viven allí. La fuerza del calor se esperimenta por los meses de marzo, abril, mayo, junio, julio y agosto, en que empieza á llover, aunque el agua de temporal no cae hasta los meses de setiembre y octubre. En noviembre, diciembre y enero,hacen los indios la recolección de frutos. Los vaguíos ó huracanes, acontecen siempre en octubre al cambio de la monzón, y los estragos que causan en los edificios, buques y casas de nipa, son inmensos, pues quedan arrasados pueblos y barrios enteros. Lo propio sucedo con los temblores do tierra que se esperimentan en el verano, que cuando son fuertes, producen desgracias y hundimientos de grandes edificios. Generalmente, y, por fortuna, los tales sacudimientos de la tierra duran poco.

De paseos, en Manila, podemos asegurar que los hay deliciosos en las afueras de la población para ¡recorrerlos en carruaje; pero que no hay ninguno regular ni bonito dentro de la ciudad para recorrerlo a pié. Los templos, al contrario, son notables por su grandeza y por su gusto, y las funciones de iglesia, lo propio que las procesiones, se celebran con toda pompa y magestad, consumiendo en ellas un caudal de cera. Las músicas establecidas en los barrios ó lugares, ocupan en aquellas su puesto en número muy crecido, y es de advertir que los músicos indios son, por lo general, los mejores profesores del mundo. Tocan siempre con escesivo esmero, limpieza, exactitud y sentimiento.

El indio nuestro es admirablemente ingenioso, aunque se halla bastante atrasado, porque hace bonitas labores de mano con madera, bejuco, nipa, paja fina, pina, etc., y porque la mayor parte dé los mismos cosen, lavan y planchan perfectamente, construyendo además objetos preciosos y de infinita paciencia. Las bordadoras indias son incomparables por su esquisito y delicado gusto en confeccionar las obras, en concluirlas y en ejecutar bien los dificultosos y lindos calados. La india, comunmente hablando, es de regular estatura; muy morena, por el sol que la abrasa; de ojos rasgados y negros; cejas idem muy pobladas; pelo crecido y hermoso, también negro; nariz chata; labios bastante pronunciados, y cara redonda. Sus pies, descubiertos y colocados dentro de unas ligeras chinelas, muestran el mismo color tostado que su semblante. Visten saya corta de colores, refajo ó tapis sobre la saya, camiseta ancha y suelta de pina, ó de tela clara y de colores, rosario y escapulario, pendientes del cuello, y un cigarro puro en la boca.

No hay cafés, ni casinos, ni mas teatro regular, que el titulado Principe Alfonso, que casi siempre está cerrado, y sólo se mantienen en Manila unas cuantas tertulias, inclusa la del capitán general, que desaparecen á lo mejor, ó que menguan á cada paso.

Las sanas y nobles ideas religiosas que han imbuido nuestros celosos. pacientísimos, sufridos é ilustrados frailes, que están establecidos allí (con poca suerte) han podido contener á los indígenas dentro del círculo del juicio y de la razón. Los principios católicos, difundidos, como lo están, entre los pobres indios de Filipinas, y observados por ellos con la viva fe que acostumbran, es indudable que los en han colocado en el terreno de la mansedumbre y el de la resignación. Los que están algo mas pervertidos y amaliciados, son los que pueblan á Manila y Cavile, por la sencilla razón de ser dos provincias limítrofes, y que viven ó pululan por ellas muchos europeos, mestizos y chinos. Pero en los países de adentro, el indio es demasiado pacífico, humilde, laborioso, rendido hasta el estremo con las autoridades y personas distinguidas; católico, desprendido y obsequioso en demasía.

El mestizo, ó hijo de india y de europeo, es mas fino y elegante en el vestir, y mas culto que el indio: pero en cambio, es mas orgulloso que éste, mas interesado, mas político ó fingido, y mas audaz. Los chinos imitan en algo á los mestizos respecto de su carácter; pero sobrepujan aquellos á éstos en ser mas corteses, mas listos, mas reservados y de peor intención. Son, digámoslo asi, los judíos de Filipinas, ó los que esplotan realmente el pais.

Es verdad que los indios y mestizos todos son propensos á la holgazanería, por efecto sin duda de los rigores de un clima tan caluroso, y todos adolecen del vicio del juego, que es su pasión favorita. No hay indio ni mestizo que en las fiestas de los pueblos no acuda a jugar docenas de pesos á las cartas y en la gallera. Las riñas de gallos en Filipinas, son tan corrientes, que no saben pasar sin ellas los naturales del pais, y las prefieren á toda otra diversión. Por este motivo, hay gallo que vale 100 y 200 pesos, para pelear, porque al dueño del mismo, le ha costado infinita paciencia criarlo, hacerlo reñidor, y porque es de buena sangre. El juicio del público le da muchas veces mas valor, cuando cree que, es mas valiente y que vence.

Hay indias que juegan con doble calor y afición que los hombres. En la provincia de Cavile, se enumeran algunas, y se cuentan también en el pueblo de mas indias puras y mestizas verdaderas, de escelente tipo. De estas últimas las hay hijas de español, de bella estatura, cara blanca, ojos pequeños y negros, nariz chata, labios no pronunciados, boca pequeña, dentadura hermosa, manos y pies blancos y bonitos, y lino pelo negro. Las que son de una fortuna regular, visten camiseta de pifia con ricos bordados, ancha y holgada basta la cintura, pañuelo de tres picos, llamado candonga, también de pina y bordado, prendido en el pecho con un alfiler de brillantes, saya de muaré, chinelas de terciopelo de color bordadas con hilo de oro, peineta también de oro, con brillantes, aretes de idem idem, clavos en la cabeza de ídem ídem, rosario de oro con perlas finas pendiente del cuello, y varios anillos de piedras preciosas en los dedos de las manos. La sombrilla y el moquerilo bordado de piña, también en la mano, forman el conjunto del elegante y vistoso traje de la mestiza. Su trato en sociedad es algún tanto candoroso, dulce y amable, y el privado suele ser apasionado, celoso y ardiente. Hablan bien el castellano, pero es sensible que muchas de ellas no pierdan la estraña y fea costumbre do comer la morisqueta y otras viandas con los dedos de la mano, como lo practican las indias. Las producciones que generalmente rinde el suelo filipino, son: hermosas maderas, palay para los animales, parecido en el grano á nuestro trigo, arroz de dos cosechas, abacá, café, (de éste, el mejor es el de Silan, en la provincia de Cavite) azúcar, cacao, aceite de coco, cañas ricas, piña, cajel ó naranja verde, limoncitos silvestres, manga esquisita, plátanos chicos, camote, que es una especie de patata, maiz, etc., etc. Las carnes de vaca, de carabao y de puerco, que ordinariamente se gastan en las mesas, suelen ser duras y bastas por lo regular, pero en cambio se comen finos pescados de mar.

El clima es sano, á pesar del escesivo calor que reina en él, y sólo la disenteria concluye con algunos europeos, cuando éstos observan un régimen de vida vicioso y desordenado. El agua que se. bebe, es la del cielo, conservada en aljibes, y la moneda que generalmente corre en Filipinas, es la de oro de cuatro pesos fuertes, el doblón de dos y el de uno. Los duros españoles circulan poco; los mejicanos algo mas, y las pesetas y medias pesetas columnarias, (que valen allí dos reales y uno respectivamente,) son las que sirven para el cambio, juntamente con la calderilla. Un real filipino, equivale a veinte cuartos españoles, y el peso importa 8 reales.

El chino, cuyo carácter hemos descrito, en parte, anteriormente, viste una camiseta ó chambra blanca suelta y encima del pantalón, de coco de espartero, cerrada con los botones y presillas que lleva en el costado de la misma, pantalón ancho de igual tela y de color, alpargatas cerradas de seda negra con suela recia y blanca, cuya punta es ancha y muy redonda; el pelo lo lleva rodeado á la cabeza y trenzado como las mujeres, con su payo ó abanico en las manos. Dicho traje es cómodo y fresco. (Justa sobremanera del chá ó té, y lo toma frió y sin azúcar, para percibir bien su sabor. Lo confecciona echando la hoja en un botijin de barro encarnado lleno de agua muy caliente, el cual nunca lava ni enjuaga, en la inteligencia de que cuanto mas tiempo lleve sirviendo de esta manera, mejor ha de salir el chá que en él se haga. Asi es, que el chino toma el té muellísimo mas esquisilo ó delicioso, en nuestro sentir, que cuantos se prueban en los cafés y casas particulares de europeos. Uno de sus mayores goces es fumar anfión, (opio.) Trabaja sin descanso, y como tiene muy pocas necesidades que cubrir, consigue en poco tiempo ahorrar un capitalito, con el cual se vuelve á su pais, sin dejar el mas leve recuerdo de su existencia en Filipinas. Adora á Buda y Confucio, y sólo se hace cristiano cuando encuentra un escelente padrino que lo proteja.

(Se continuará.)

Bernabé E. Paña