La casa de la montaña
Ríe estridentes glaucos el valle; el cielo franca risa de azul; la aurora ríe su risa fresa; y en la era en que ríen granos de oro y turquesa, exulta con cromático relincho una potranca... Sangran su risa flores rojas en la barranca; en sol y cantos ríe hasta una oscura huesa; en el hogar del pobre ríe la limpia mesa, y allá sobre las cumbres la eterna risa blanca... Mas nada ríe tanto, con risas tan dichosas. como aquella casuca de corpino de rosas y sombrero de teja, que ante el lago se aliña... ¿Quién la habita...? Se ignora. Misteriosa y huraña se está lejos del mundo sentada en la montaña, y ríe de tal modo que parece una niña.