La calumnia mata: 02

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

II

No transcurrieron muchos años, cuando en el de 1766 era arrestado por orden de su Majestad, confiscándosele sus propiedades durante la prisión.

¿Qué había sucedido para caer de alto pedestal, que cuanto más elevado mayor porrazo produce? ¿Qué causa cambiaría la opinión pública, tan variable, que ni permite proyectar buenas obras sin levantar emulaciones?

«¿Que me importa?» suele decirse. «¡Me río del que dirán!» «Tenga uno la conciencia tranquila sin hacer caso de lo que se diga». Y adagios semejantes, más o menos estoicos, se repiten con frecuencia. Pero la verdad verdadera es otra, cuando la procesión anda por dentro de esos honrados a medias, no enchapados a la antigua, como los que adoctrinan que preciso es no sólo ser honrado, sino también parecerlo. ¿En qué cascarita de naranja o mal paso habría resbalado este promotor de tantas obras buenas, para ser conducido entre rejas, él, que muchas y muy pesadas, hiciera venir de Vizcaya, en precaución de escalamientos, gatuperios ó tentaciones del mundo, y también de la carne, a escuálidas huerfanitas por tantos abandonadas y que sólo él guardaba?

Mientras lo descifra el lector, seguiremos éste que es mucho cuento.

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Engorroso sería reseñar las diversas peripecias de traspasos y divisiones en los campos de Campana, desde que en noche de trueno y sobre la verde carpeta los ganara el capitán Lomes, obtenidos por donación del rey, ni de cómo de esa sucesión, los adquiriera la sociedad Escalada y Armstrong. Escenas hubo y algunas de melodrama al cederlos después el padre Escola al coronel Ibarrola y Martínez, á quienes compraran los señores Costa en 1853.

Misteriosas leyendas recuerdan aquellos pagos, como la de El Pirata Correntino, La Salamanca de Juan Sin Ropa, y otras; pero ni en la celebrada carrera, (parejeros de don Ladislao Martínez y el padre Escola), hasta el cañón de la Recoleta frente á la antigua quinta del doctor Cayetano Campana, podemos detenernos en esta tradición, también á la carrera, destinada á recordar cómo la calumnia dió muerte al que dió vida á esos campos y nombre al Rincón de Campana.