La Tierra del Fuego
LA TIERRA DEL FUEGO
Juzgamos acertada la resolucion tomada ayer por la Cámara Nacional de Diputados, destinando una suma para establecimiento de una colonia y de autoridades argentinas en la Tierra del Fuego.
No abrigamos gran fé en el porvenir de ese remoto y desolado archipiélago, y nunca comprendimos el ardor con que los Estadistas de Chile y de la República Argentina, invocando títulos originarios, disputaban su dominacion.
Pero es indudable que la densidad de las nieblas que envuelven una mitad del año la extremidad austral del continente, y la mustia vegetacion de aquellas islas, donde desde siglos se anidan aves extrañas y salvajes, no impiden establecer de un modo claro y permanente los signos de nuestro dominio eminente.
La carencia de testimonios visibles de la posesion hizo que en época no muy remota se publicasen mapas en que aparecia la Patagonia como una region sin dueño conocido, porque no era comprendida dentro de los límites demarcados en esas cartas á la República Argentina.
La nueva idea de colonizacion en algun punto ménos inclemente de la Tierra del Fuego es actualmente mas oportuna y practicable que nunca lo ha sido anteriormente.
Nuestros marinos se aventuran ya en esa remota latitud, y aun han penetrado con denuedo en los canales de algunas de sus islas orientales. La proximidad del Estrecho de Magallanes cruzado hoy por las naves de todas las potencias parece comunicar vida á la tierra que se prolonga al Sud, despojándola de los fatídicos presagios que la circundaban. El mismo círculo polar antártico va perdiendo sus terrores; porque los viajeros ó los descubridores no encuentran ya como Vasco de Gama en el Cabo Tormentoso otro gigante Adamastór.
Por lo demás, no sonrie el prospecto de la vegetacion para colonos puramente agrícolas.
Existen indudablemente bosques contemporáneos de la creacion; y el clima rudo de esos parajes puede ser favorable á algunos de esos árboles que por su altura y robustez se aprovechan para construcciones civiles ó navales. Son como las columnas que marcan la separacion de las zonas templada y glacial, y que los antiguos contemplaron con veneracion supersticiosa, como si el Dios Término las hubiera plantado para señalar las divisiones del orbe terráqueo.
Por lo demas, es poco envidiable la situacion de los miembros de la Sociedad Evangélica que han ido allí para convertir á los Fueguinos, segun declaracion del Ministro del Interior.
Tenemos muy pobre idea de la inteligencia ó de la docilidad de aquellos hijos de la naturaleza. Así es que la predicacion, ó la persuasion que se empleare con éllos tendrá relevante mérito, si logra algun fruto sobre el entumecimiento de esos desheredados del sol. El tiempo resolverá este problema fisiológico, cuyo primer factor es el arrojo con que se acomete la empresa civilizadora.
Algo mas práctico podria lograr la autoridad argentina que desplegase su bandera al Austro helado. Las islas del Atlántico en el litoral argentino abundan en la pesca de anfibios, y este ramo podria fomentarse con provecho creciente despues de un abandono que dió pretexto á uno de los poderes marítimos para ruidosas usurpaciones que aun subsisten.
Entretanto, es agradable observar que la preocupacion de los legisladores no se concentra en el radio sobrado estrecho de las argueias parlamentarias, sino que echan su mirada sobre el porvenir reservado al patrimonio de la nacion en los confines de la América Meridional.