X
La Guerra
de Fernando Cos-Gayón
XI
XII
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original. Publicado en la Revista de España: Tomo XV.


XI.

¿Quién tiene de su parte la fuerza?

Si nos dejamos llevar, como el vulgo, por las primeras impresiones, producidas por los sucesos con que ha comenzado la guerra, seria preciso conceder la ventaja á Prusia. Haciendo retroceder bruscamente á su enemigo, que se preparaba á invadirla, y consiguiendo contra él tres victorias sucesivas, en que lo ha aplastado, presentando una irresistible superioridad numérica, ha repetido en el ánimo de la Europa la sorpresa con que en 1866 se le vio vencer al Austria. La repetición del hecho es un dato que no puede ser despreciado, y que arguye fuertemente en favor de los federales. Sin embargo, ni la estadística, ni la historia, ni la crítica razonable de los recursos de cada país, ni los primeros acontecimientos de la guerra, deciden la cuestión de fuerza, considerada en términos absolutos, en desventaja de la Francia.

Su población es casi igual á la de sus enemigos: muy cerca de 40 millones de almas, contra una cifra que pasa muy poco de esa. Su riqueza pública y privada no presentan inferioridad. Su hacienda nacional está próspera, y en mejor situación que la de sus contrarios. Su organización administrativa es la más fuerte del mundo. Su educación militar no cede á la de ningún pueblo. El espíritu guerrero de sus hijos no peca sino de excesivo. Sus soldados son, en la actualidad, los más aguerridos de Europa. La cohesión de sus elementos nacionales está formada por el trabajo lento de muchos siglos, y es incomparablemente más sólida que la de los pueblos alemanes, anexionados, confederados y aliados de Prusia.

Si ha sido posible que los Prusianos se presenten en los primeros momentos con triplicadas fuerzas en los campos de batalla, no hay una razón para que continué esa desproporción por mucho tiempo. Todo está, pues, reducido á saber si el patriotismo francés, aun en el caso de sufrir nuevas derrotas, se sabe colocar á la altura de las exigencias de su destino. Pasadas pocas semanas, toda la población válida de Francia puede estar con las armas en la mano enfrente de toda la población válida de la Alemania. Y hasta ahora no se ha probado ciertamente que, tantos á tantos, los soldados germánicos sean más fuertes que los franceses.

Aun obligada, por continuadas victorias de Prusia, si esta logra aprovechar la sorpresa y el tiempo, á hacer una paz desventajosa y humillante, no es fácil que Francia deje de ser una nación de primer orden. La paz seria, en realidad, sólo una tregua, y el combate se renovaria al poco tiempo con condiciones de igualdad. Los pueblos de la raza latina saben sostener luchas seculares. España peleó dos siglos contra Roma, ocho contra todas las razas musulmanas, venidas sucesivamente de África, dos contra la Francia. Francia ha combatido cuatro siglos contra Inglaterra, dos contra la casa de Austria, un cuarto de siglo, que equivalió á muchos, desde 1792 á 1815, contra toda la Europa coaligada.

Prusia, en cambio, que, apénas ha sido una nación de primer orden hasta 1866, en que su población no llegaba, entre súbditos alemanes y no alemanes, á veinte millones de almas, sino logra realizar en su provecho la unidad germánica; si, enfrente de Austria vencida ayer, y de Francia, vencida (si la venciere) hoy, viera mas pronto, ó más tarde, desmoronarse la hegemonía prusiana como se desmoronaron sucesivamente el Sacro Romano Imperio, la Confederación del Rhin, la Confederación Germánica y el Imperio alemán, revolucionario y utópico de 1848, podria todavía, después de haber humillado dos grandes Imperios, dejar de ser una de las primeras potencias de Europa. Es un mortal que lucha con un inmortal.