La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán)/Infierno/Canto II
Expiraba ya el día, convidaba el aire a descansar de sus fatigas, y hombres y bestias buscan las amigas caricias. En silencio reposaba todo. Solamente yo me aprestaba a la dura batalla, enemigas todas las fuerzas, todas las intrigas e insidias de la noche que empezaba.
¡Cuánto pesa la lucha en soledad! ¡Cuánto impide el sentir que están dormidos los otros! ¡Cuánto cuesta a los sentidos el intento del Bien y la Piedad, si no son dulcemente compartidos! Vosotras lo sabéis, Musas: ¡Hablad!
He aquí que apenas iniciado el paso, parecióme la aventura muy grande para mí, quizás locura de un soñador al sueño abandonado. Miré mis fuerzas, vime acobardado, miré mis luces, vime mi negrura, miré mis ansias, vi tanta amargura…, miré mi corazón…, ¡tan fatigado!
Y como el que desvía la mirada del noble esfuerzo y en el punto mismo se pierde, tal fue en mí, cuando dudé. —¡Poeta! —dije—, ve que no soy nada: ¿Cómo voy a cruzar por el abismo? Dímelo tú, que yo ya nada sé.
Pero la sombra de mi noble Guía me respondió: —Si mal no he comprendido, teme tu corazón entristecido, y manda en tu razón, la cobardía. ¡Cuántas empresas, que cual claro día habrían de ser luz, no se han cumplido! ¡Cuántos nobles deseos se han perdido en las arenas de esa amarga ría!
Como la bestia que corre espantada, al ver su propia sombra, perseguida por la imaginación de sus terrores, así tú. Quede tu alma sosegada. Te daré la razón de mi venida y ella te librará de tus temores.
—Me hallaba con los míos, suspendido en ese sitio sin pena ni gloria, donde no existe ni vergel ni escoria, pues que la salvación no ha conocido, cuando Aquella, —a quien siempre tú has querido y que, dulce, te guarda en su memoria—, llegó hasta mí y me contó tu historia con suave voz y acento compungido.
Bellísima bienaventurada bajó hasta allí, desde el más alto Cielo, movida del amor y la piedad. Beatriz es su nombre. En su mirada brillaba el ansia por tu desconsuelo, y me habló, más hermosa en su bondad:
—"El alma de mi amigo está acosada en la desierta playa, ya la huida a punto de emprender. ¡Vete enseguida! ¡Sácale de la senda desgraciada! Con tu palabra noble e inflamada, con cuantos modos tu saber decida, con cuanto sea, por salvar su vida, ve en su ayuda, y yo quede consolada."
Y yo le respondí: —Presto, Señora, me hallo a cumplir cuanto de mí reclames; tarde se me hace ya el obedecer, pero del bien que en vuestros ojos mora, dame razón, para que así me inflames y así el Amor me diga qué he de hacer.
Y ella me dijo: —“La Mujer que es todo piedad, la que mitiga todo juicio, la que encuentra remedio en el perjuicio y salva al hombre de su triste lodo, miró a mi amigo, y con su dulce modo, habló a Lucía, que en su atento oficio vino a mí. Y yo pongo en ejercicio el ansia de las tres, que es una en todo."
—Y la que descendió del Paraíso sus ojos me mostró, llenos de llanto, que me incitó a venir con más presteza. Y aquí me tienes, tal como ella quiso, para salvar tu vida de este espanto y guiarte al umbral de la Belleza.
—Así pues, ¿Qué te ocurre? ¿Por qué quedas ahí? ¿Qué le ha pasado a tu valor? ¿Por qué albergas en ti tanto temor? ¿Acaso hay causa porque al miedo cedas? Mira la gran razón y así procedas: Tres benditas mujeres, con amor suplican en el Cielo en tu favor. ¿Hay cosa alguna que en su honor no puedas?”
Como la flor doblada, adormecida por el nocturno hielo, el sol levanta, así pasó a mi corazón cansado. Sentí nacer en mí el fuego apagado y soltándose el nudo a mi garganta, empecé a hablar como persona ardida.
—¡Piadosa Aquella que acudió en mi ayuda! ¡Leal amigo, que hasta mí viniste, y, presto, al dulce ruego respondiste sin rastro alguno de temor ni duda! Mira todo mi ser, cómo se muda a tus palabras que en amor prendiste, mira mi corazón que reviviste, mira mi fe que, firme, a ti se anuda.
¡Camina! Uno es ya nuestro deseo. Se tú el Maestro, el Señor y el Guía. Ansioso me hallo de emprender el viaje. Poco es mi vida, para el bien que veo.
Y tras sus pasos, penetré en la vía de aquel lugar arriscado y salvaje.