La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán)/El infierno/Canto II

Nota: Se respeta la ortografía original de la época


CANTO II.


Los dos poetas llegan á la puerta del Infierno.—Inscripcion.—El Infierno, segun Dante, tiene la forma de un embudo ó de un cono invertido.—Además de un vestíbulo, se compone de nueve círculos, en donde los suplicios van aumentando en intensidad, á medida que aquellos se estrechan.—En el vestíbulo, los poetas encuentran las almas de aquellos que vivieron sin virtudes ni vicios, y á quienes sin cesar aguijonean insectos.—El Aqueronte.—El barquero Caron, que se negaba á recibir á un vivo en su barca, cede ante las órdenes de Dios.—Dante se vé sorprendido por un profundo sueño.


«Por mí se va á la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó á mi sublime arquitecto; me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría, y el primer Amor[1]. Antes que yo no hubo nada creado, á excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!»

Ví escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una puerta, por lo cual exclamé: — «Maestro, el sentido de estas palabras me causa pena.»

Y él, como hombre lleno de prudencia, me contestó: — Conviene abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías á la dolorida gente, que ha perdido el bien de la inteligencia[2]. Y después de haber puesto su mano en la mía con rostro alegre, que me reanimó, me introdujo en medio de las cosas secretas.

Allí, bajo un cielo sin estrellas, resonaban suspiros, quejas y profundos gemidos, de suerte que al escucharlos comencé a llorar. Diversas lenguas, horribles blasfemias, palabras de dolor, acentos de ira, voces altas y roncas, acompañadas de palmadas, producían un tumulto que va rodando siempre por aquel espacio eternamente obscuro, como la arena impelida por un torbellino.

Yo, que estaba horrorizado, dije: — Maestro, ¿qué es lo que oigo, y qué gente es ésa, que parece doblegada por el dolor?

Me respondió: — Esta miserable suerte está reservada a las tristes almas de aquellos que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio: están confundidas entre el perverso coro de los ángeles que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que sólo vivieron para sí. El Cielo los lanzó de su seno por no ser menos hermoso; pero el profundo Infierno no quiere recibirlos por la gloria que con ello podrian reportar los demás culpables.

Y yo repuse: — Maestro, ¿qué cruel dolor les hace lamentarse tanto? — A lo que me contestó: — Te lo diré brevemente. Estos no esperan morir; y su ceguedad es tanta, que se muestran envidiosos de cualquier otra suerte. El mundo no conserva ningún recuerdo suyo; la misericordia y la justicia los desdeñan: no hablemos más de ellos, míralos y pasa adelante.

Y yo, fijándome más, vi una bandera que iba ondeando tan de prisa, que parecia desdeñosa del menor reposo: tras ella venia tanta muchedumbre, que no hubiera creído que la muerte destruyera tan gran número. Despues de haber reconocido á algunos, miré más fijamente, y ví la sombra de aquel que por cobardía hizo la gran renuncia[3]. Comprendí inmediatamente y adquirí la certeza de que aquella turba era la de los ruines que se hicieron desagradables á los ojos de Dios y á los de sus enemigos. Aquellos desgraciados, que no vivieron nunca[4], estaban desnudos, y eran molestados sin tregua por las picaduras de las moscas y de las avispas que allí habia; las cuales hacian correr por su rostro la sangre, que mezclada con sus lágrimas, era recogida á sus piés por asquerosos gusanos.

Habiendo dirigido mis miradas á otra parte, ví nuevas almas á la orilla de un gran rio; por lo cual dije:—Maestro, dígnate manifestarme por qué ley parecen esos tan prontos á atravesar el rio, segun puedo ver á favor de esta débil claridad.—Y él me respondió:—Te lo diré cuando pongamos nuestros piés sobre la triste orilla del Aqueronte[5].

Entonces, avergonzado y con los ojos bajos, temiendo que le disgustasen mis preguntas, me abstuve de hablar hasta que llegamos al rio. En aquel momento vimos un anciano cubierto de canas, que se dirigía hácia nosotros en una barquichuela, gritando: «¡Ay de vosotras, almas perversas! No espereis ver nunca el Cielo. Vengo para conduciros á la otra orilla, donde reinan eternas tiníeblas, en medio del calor y del frio. Y tú, alma viva, que te presentas así, aléjate de entre esas que están muertas.» — Pero cuando vió que yo no me movia, dijo: — «Llegarás á la playa por otra orilla, por otro puerto, mas no por aquí: para llevarte se necesita una barca más ligera.»

Y mi guia le dijo: — «Carón, no te irrites. Así se ha dispuesto allí donde se puede todo lo que se quiere; y no preguntes más.» — Entonces se aquietaron las velludas mejillas del barquero de las lívidas lagunas, que tenia círculos de llamas al rededor de sus ojos. Pero aquellas almas, que estaban desnudas y fatigadas, no bien oyeron tan terribles palabras, cambiaron de color, rechinando los dientes, blasfemando de Dios, de sus padres, de la especie humana, del sitio y del dia de su nacimiento, de la prole de su prole y de su descendencia: despues se retiraron todas juntas, llorando fuertemente, hácia la orilla maldita en donde se espera á todo aquel que no teme á Dios. El demonio Caron, con ojos de ascuas, haciendo una señal, las fué reuniendo, golpeando con su remo á las que se rezagaban; y así como en otoño van cayendo las hojas una tras otra, hasta que las ramas han devuelto á la tierra todos sus despojos, del mismo modo la malvada raza de Adan (1) se lanzaban una á una desde la orilla, á aquella señal, como pájaro que acude al reclamo. De esta suerte se fueron alejando por las negras

(1) Quiere decir: los malos; las almas condenadas; y en este sentido, nsa (((debería ser usa))) en seguida da el plural: se lanzaban. ondas; pero antes de que hubieran saltado en la orilla opuesta, se reunió otra nueva muchedumbre en la que aquellas habian dejado.

— Hijo mio, me dijo el cortés Maestro, los que mueren en la cólera de Dios acuden aquí de todos los países, y se apresuran á atravesar el rio, espoleados de tal suerte por la justicia Divina, que su temor se convierte en deseo. Por aquí no pasa nunca un alma pura; por lo cual, si Caron se irrita contra tí, ya conoces ahora el motivo de sus desdeñosas palabras.

Apenas hubo terminado, tembló tan fuertemente la sombría campiña, que el recuerdo del espanto que sentí aun me munda la frente de sudor. De aquella tierra de lágrimas salió un viento que produjo rojizos relámpagos, haciéndome perder el sentido y caer como un hombre sorprendido por el sueño.


  1. Es decir, la Trinidad, que es Poder, Sabiduría y Amor.
  2. Entiéndase: que han perdido á Dios, que es la suma y única verdad en donde puede descansar la inteligencta humana.
  3. Segun algunos comentadores, este debe ser Esaú, que renunció á su derecho de primogenitura; segun otros, Diocleciano, que abdicó el imperio; segun Venturini, el papa Celestino V; segun Lombardini, un jefe de los Blancos ó Guhelinos, Torregiano de Cerchi, etc..... Hé aquí la nota de Grangier: «Pono entre los hombres de la nada y de dudoso valor al papa Celestino V, que fué, sin embargo, un varon santo y contado entre el número de las almas bienaventuradas. Este buen hombre fué D. Pedro de Morone, de Sulmerre, ciudad del reino de Nápoles, y habia sido durante largo tiempo ermitaño pero elegido por los cardenales, sucedió en el Pontificado á Nicolás IV. Entonces el cardenal Benito de Anania, creado Papa con el nombre de Bonifacio VIII por dimision de Celestino V, persuadió tan bien á esta varon justo á que se retirara á su ermita y abandonara la dignidad papal, que le creyó.» Celestino fué inducido con engaños á renunciar el pontificado, y lo hizo por humildad, no por cobardía. Murió en una prision, donde le encerró su sucesor.— Otros creen que el que hizo la gran renuncia es Pilatos.
  4. Esto es: cuya vida pasó desapercibida, sin haber sido útiles para sí ni para sus semejantes.
  5. Palabra griega, que significa rio del dolor, por el cual creían los gentiles que pasaban las almas para ir al Infierno. Dante hizo uso de los mitos paganos porque tal era el gusto de su tiempo, y acaso para significar el doble sentido de su poema.