- V - Historia pura.- Felipe II acuerda dar el mando del ejército granadino a su hermano D. Juan de Austria.- Ferocidades de los cristianos.- Ferocidades de los moriscos.- Crece la insurrección.- D. Juan de Austria en Granada.- Sus primeras medidas.- Preparativos de Aben-Humeya.- Ventajas de éste.- El Marqués de los Vélez lo rechaza delante de Berja.- Retrato del Marqués de los Vélez.- Recobra el Reyecillo el terreno perdido.- Proscripción de los moriscos de la capital y de su vega.- Carta de Aben-Humeya a D. Juan de Austria, quejándose de lo que en Granada se hacía con su padre D. Antonio de Valor.- Nuevas victorias del Reyecillo.- Es llamado a la corte el Marqués de Mondéjar

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Habla don Miguel Lafuente Alcántara (Historia de Granada, tomo IV, cap. XIX).

«Las ventajas de los cristianos eran efímeras, y sólo contribuían a exasperar más y más el ánimo de los rebeldes y de los que habían depuesto las armas bajo la buena fe de un salvoconducto. El gobierno de FELIPE II conocía el rápido vuelo de la insurrección. y vacilaba sobre los medios de reprimirla, por las relaciones diferentes que le eran elevadas sobre su origen, y la conducta de las autoridades civiles y militares. Hubo quien opinase por la venida del mismo Rey a Granada; otros consideraron este viaje indigno de su grandeza, y entonces se acordó enviar al célebre D. JUAN DE AUSTRIA y reforzar el ejército con tropas más disciplinadas y numerosas.

»No bien cundió entre los cristianos que hacían la guerra la noticia de que iban a ser acaudillados por el gran Príncipe, faltaron a los respetos de sus jefes y se lanzaron a cometer inauditos excesos en el país que era teatro de la guerra. Saqueaban aldeas; asesinaban a cuantos habitantes hallaban; violaban las doncellas, y, sin respetar los seguros concedidos, obligaron a muchos a tomar las armas para vengar estas afrentas. Para mayor deshonra, ciento diez moros principales (los que dijimos haber sido presos como rehenes en Granada) fueron acometidos en mitad de la noche por los mismos cristianos que los custodiaban en la cárcel de chancillería, y aunque se defendieron con palos de los corredores y con ladrillos, fueron asesinados (17 de Marzo de 1569).

»Los lugares de la Alpujarra, pacíficos y asegurados, por cartas especiales, eran indignamente saqueados, y sus vecinos muertos o reducidos a esclavitud. Agraviados de estos ultrajes inicuos, los moriscos más dóciles y sumisos corrían a las armas y peleaban hasta morir o vengarse.- Así ocurrió en Valor, donde los mismos vecinos, tranquilos el día antes, derrotaron ochocientos hombres, la flor del ejército, acaudillados por los capitanes ÁLVARO DE FLUES Y ANTONIO DE AVILA, y pasaron a cuchillo a estos dos jefes y a casi toda su tropa.- En Turón mataron también al capitán de Adra, NEGO DE GASCA.

»Estos desórdenes acrecentaron el espíritu de rebelión y proporcionaron mayores fuerzas a ABEN-HUMEYA, el cual organizó nuevas compañías, las armó con los mismos arcabuces apresados a los vencidos, extendió sus correrías por todo el distrito de la Alpujarra y Almería hasta el río Almanzora, y condenó a muerte, no sólo a cuantos cristianos pudo prender, sino también a los mismos alguaciles y regidores moriscos, tibios en la defensa o sospechosos de alianza con los cristianos. Al propio tiempo envió mensajeros a Berbería a que publicasen sus victorias y lo proporcionasen gente, armas y dinero.



»Sabido en la corte de FELIPE II el nuevo rumbo de la insurrección, se acordó que D. JUAN DE AUSTRIA acelerase su viaje a Granada. En efecto, despedido el Príncipe en los jardines de Aranjuez por el Rey su hermano, y asistido por LUIS QUIJADA, llegó a Iznalloz (12 de Abril).

»Con esta noticia el pueblo de Granada mostró extraordinario regocijo, y las autoridades se prepararon a festejar a un Príncipe tan célebre y gallardo.- El MARQUÉS DE MONDEJAR, que había regresado días antes a Granada, salió a Iznalloz con una compañía lucida de capitanes, caballeros y deudos y permaneció con DON JUAN aquella noche. Al día siguiente vinieron juntos hacia la ciudad, y en Albolote se presentó el CONDE DE TENDILLA con doscientos jinetes aderezados a la morisca y a la usanza castellana, y armados de capacetes, corazas, adargas y lanzas; de manera que hacían, según Mármol, hermosísima y agradable vista entre guerra y paz.- El Presidente y el Arzobispo, que habían recibido de Madrid el aviso del ceremonial con que debían tratar a D. JUAN, reuniéronse en el Pilar del Toro, y salieron al encuentro junto a la Rambla del Beiro.

»D. JUAN recibió a ambos personajes con sombrero en mano con singular afabilidad; y por último llegaron a saludarle los Oidores, los Alcaldes, las Dignidades eclesiásticas, el Corregidor, los Veinticuatros y muchos ciudadanos y caballeros principales.- El Presidente decía quién era cada uno, y el mancebo los recibió con tanta benevolencia que todos quedaban satisfechos.- Acabado este recibimiento, el CONDE DE MIRANDA, que venía al lado de D. JUAN, se adelantó, y el Presidente a la derecha y el Arzobispo a la izquierda, le tomaron en medio.

»Así caminaron hacia la puerta Elvira, con increíble concurso y entre las filas de diez mil hombres alineados y cuya arcabucería hacía salvas incesantes.- En medio del Triunfo se detuvo con otro espectáculo industriosamente preparado. Más de cuatrocientas mujeres cristianas, de las maltratadas por los moriscos en la Alpujarra, viudas y huérfanas, se presentaron en traje humilde, llorosas y con los cabellos esparcidos, pidiendo venganza contra los autores de su desgracia.- D. JUAN les dirigió palabras consoladoras, y entró en la ciudad por la calle de Elvira.

»Las ventanas estaban entoldadas con paños de oro y seda, y muchas damas y doncellas, ricamente ataviadas, admiraban la hermosura y gentileza de su persona.- Hospedado en el Palacio de Chancillería, despidió al CONDE DE TENDILLA, al Arzobispo y Presidente, y se entregó al reposo.

»Apenas D. JUAN hubo descansado, dio audiencia a una comisión de los moriscos, los más ricos y principales, quienes se quejaron de los agravios de las Autoridades cristianas y de los insultos y desmanes con que la soldadesca ultrajaba a todos los de su raza. Recibiolos el Príncipe con su acostumbrada benevolencia, prometioles pronto remedio, y amenazó a los conjurados y díscolos. En seguida comisionó al licenciado LÓPEZ DE MESA para oír e informarle de las quejas de los moriscos, y a los Oidores VÁZQUEZ DE ÁRIAS Y MONTENEGRO para la administración de los bienes confiscados a los rebeldes.

»Mientras llegaba el DUQUE DE SESA, que era uno de los consejeros que habían de asistirle, reconoció los muros y puertas de la ciudad, estableció una rigorosa policía, refrenó la tropa y visitó los establecimientos más notables, acompañado del MARQUÉS DE MONDÉJAR y de LUIS QUIJADA. Llegado el DUQUE, celebró varios consejos, y entre los jefes militares, asistieron el Presidente DEZA, el Arzobispo y otras autoridades civiles.

»Hubo contestaciones acaloradas sobre la terrible medida, propuesta por DEZA y por el DUQUE de expulsar incontinenti del Reino de Granada a todas las familias moriscas que permanecían bajo la fe de los Tratados. Oponíase a esta proscripción general el benigno MARQUÉS DE MONDÉJAR; y D. JUAN, que vio discordes los ánimos, y que era poco propenso a adoptar resoluciones fecundas en infortunios sin la debida madurez, excusó dar su voto sobre la despoblación, y se limitó por entonces a organizar su ejercito: nombró capitanes, reforzó las guarniciones de los pueblos que aún ocupaban los cristianos en torno de la Alpujarra, y para cortar las comunicaciones y el espionaje de los insurgentes de Güéjar, Dúdar y Quéntar, que por estos días se sublevaron, mandó que los moriscos de Pinos y de Monachil abandonasen sus lugares y se trasladasen a la llanura de la vega.



»Mientras D. JUAN se apercibía para salir a campaña, y asistía a las deliberaciones lentas de su consejo, ABEN-HUMEYA, situado en el riñón de la Alpujarra, hacia Ugíjar, con numerosos destacamentos rebeldes, se preparaba, no sólo para resistir, sino también para tomar la iniciativa en el ataque.

»Para ello mantenía frecuentes comunicaciones con los alcaides y alfaquíes de la corte marroquí y de Argel; les halagaba enviándoles regalos de dinero y esclavos, y recibía en torno refuerzo de aventureros y armas de buena calidad. Para animar a los suyos, circuló una proclama en que aseguraba que su amigo ALUCH-ALÍ, gobernador de Argel, y ABDALÁ el Jerife, preparaban una poderosa escuadra, con cuyo socorro era infalible la victoria. Para dar impulso a la guerra y satisfacer la ambición de los fogosos guerrilleros que militaban bajo sus banderas, organizó una especie de gobierno civil y militar.

»Al MALEH encomendó el Marquesado del Zenete y la frontera de Guadix, Baza y Río Almanzora; a ABEN-ABOO, sano ya de la mutilación bárbara que antes referimos, el partido de Poqueira y Ferreira; al XAVA la Taha de Órgiva; a ABEN-MEQUENUN las de Lúchar y Sierra de Filábres y Gádor, a GIRÓN DE ARCHIDONA y al RENDATÍ el Valle de Lecrín y Costa de Motril y Almuñécar, y a otros, diferentes partidos, entregándoles patentes con sello real.- Les dio instrucciones para que esquivasen batallas campales y fatigasen al enemigo con marchas rápidas y con una continua movilidad; les encargó que sublevasen de grado o por fuerza cuantos lugares pudiesen recorrer, y nombró como consejeros y administradores de recursos de guerra a su tío D. HERNANDO el Zaguer, al DALAY, a MOCARRAF, vecino de Ugíjar, y al HABAQUÍ.- Sólo ABEN-FARAX quedó excluido, porque aspiraba a destronar a ABEN-HUMEYA, y este deseaba haberle a las manos y ahorcarle.

»Bien pronto comenzaron los cristianos a experimentar las consecuencias de las medidas adoptadas por el sagaz e incansable ABEN-HUMEYA.- Sus fieros partidarios abandonaron las guaridas de la Alpujarra (mayo); dominaron completamente en la Ajarquia de Málaga y Sierra de Bentomiz, en los Distritos de Baza, y en los orientales de la provincia de Almería, y saciaron el rencor que les devoraba pasando a cuchillo los débiles destacamentos sorprendidos en sus marchas veloces.- Una compañía cristiana, que trataba de construir trincheras en el puerto de la Rawa, que pone en comunicación a la Alpujarra con Guadix, fue cruelmente derrotada.- El MALEH amagó a Finaña, y los vecinos de Competa, de Frigiliana, y todos comarcanos a Velez Málaga, se proclamaron independientes, y mostraron sin rebozo la aversión que abrigaban contra sus opresores cristianos.- El corregidor de Velez, ARÉVALO DE SUAZZO, reunió gente del territorio de su jurisdicción, de Málaga y de las principales villas de esta provincia, y trató de perseguir a los alzados y de ganarles el Peñón de Frigiliana, en cuya fortaleza natural se apoyaban los moriscos. Batido en el primer encuentro, con pérdida de muchos soldados y capitanes valerosos, tuvo que replegarse a Velez para ser testigo de los progresos de la insurrección.

»Hubiera sido ésta de una gravedad extraordinaria, si el MARQUÉS DE LOS VÉLEZ, que había sentado sus cuarteles en Berja, no hubiese logrado un triunfo sobre ABEN-HUMEYA...»



Pero interrumpamos un momento a Lafuente Alcántara, y, por vía de ilustración a su reseña histórica, intercalemos aquí el retrato de cuerpo entero que del famoso D. LUIS FAJARDO, MARQUÉS DE LOS VÉLEZ, nos ha legado Ginés Pérez de Hita, soldado suyo, como ya sabemos.- Es una obra maestra, digna ciertamente del original:

«El Marqués D. Luis (dice) era muy gentil hombre; tenía doce palmos de alto; era de recios y doblados miembros; tenía tres palmos de espalda y otros tres de pecho; fornido de brazos y piernas; tenía la pantorrilla gruesa, bien hecha; al modo de su talle, el vacío de la pierna, delgado de tal manera que jamás pudo calzar bota de cordovan justa, si no fuese de gamito de Flandes: calzaba trece puntos de pie, y más: era tan bien trabado y hecho, y tan doblado, que no se echaba de ver lo que era de alto. Era de color moreno cetrino, los ojos grandes rasgados, lo blanco de ellos con unas vinzas de sangre, de espantable vista. Usaba la barba crecida, y peinada: alcanzaba grandísimas fuerzas: cuando miraba enojado, parecía que le salía fuego de los ojos: era súpito, valiente, determinado, enemigo de mentiras... Era grande hombre a caballo; usaba siempre la brida; parecía en la silla un peñasco firme. Cada vez que subía a caballo, le hacía temblar y orinar. Entendía bien cualquier clase de freno. Su vestido de monte era pardo y verde y morado. Las botas que calzaba habían de ser blancas, abiertas, abrochadas con cordones. Era larguísimo gastador. Tenía cuatro despensas de grande gasto, una en Velez el Blanco, otra en Velez el Rubio, otra en las Cuevas y otra en Alhama. Era muy sabio y discreto; en burlas y en veras extremado. Tenía de costumbre oír misa a la una del día, y a las doce, de suerte que los capellanes no lo podían sufrir. Comía una vez al día, y no mas, y aquella comida era tal que bastaba a satisfacer cuatro hombres, por hambre que tuviesen. En la comida no bebía más que de una vez, mas aquélla buena con agua y vino muy templado, y esto era acabando de comer. De noche era su negociar, y así, se iba a dormir cuando los otros se levantaban. Siempre andaba con su capa, cobijado solamente las espaldas, ceñida espada y daga, y esto era de noche. De día se ocupaba sólo en tirar al blanco, ora con escopeta, ora con ballesta, y en cuerpo: si era verano, siempre sin gorra; y si era invierno, con un sombrero de monte muy pespuntado... La lanza que él llevaba era tal, que harto liaría un criado suyo que llevarla al hombro, y el MARQUÉS la meneaba cual si fuese un junco delgado... Tenía muchos perros y aves de volatería... Cuando había de ir a monte, aguardaba que hiciese mal tiempo, que nevase o lloviese, o hiciese grande aire; y esto por haber a sus gentes robustas, como él lo era».



Tal era el guerrero cristiano con quien a la sazón tenía que habérselas ABEN-HUMEYA.

Dejemos ahora a Lafuente Alcántara continuar su relación.

«Reunió ABEN-HUMEYA diez mil hombres, la flor de su ejército, y asistido por el ZAGUER, por el MALEH, el GIRONCILLO, ABEN-MEQUENUN y otros guerrilleros valientes, acometió a la villa de Berja por tres puntos a la vez. El de los VÉLEZ, que sabia los propósitos de ABEN-HUMEYA por unos espías moros sorprendidos dos días antes y condenados al tormento, estaba apercibido para la defensa. Fue, sin embargo, tan furioso el ímpetu de los moros, y mayormente el de unos aventureros berberiscos (que llevaban en la cabeza guirnaldas de flores para significar que pelearían hasta morir mártires de su secta), que arrollaron a fuego y hierro una compañía de manchegos mandada por un capitán de nombre BARRIONUEVO, y estuvieron casi al alcance de la persona misma del MARQUÉS.

»Saltó éste atropelladamente sobre su caballo y marchó a la plaza de armas. Aquí se defendieron bravamente quinientos arcabuceros a las órdenes de los capitanes D. RODRIGO DE MORA, DON JUAN y D. FRANCISCO FAJARDO.- ABEN-HUMEYA recargó con fuerzas que rompieron la posición de estos valientes.- En este conflicto, el MARQUÉS DE LOS VÉLEZ salió por un portillo y llamó la atención de los enemigos por retaguardia.- Este lance amilanó a los agresores y los hizo aflojar en el ataque.- Los cristianos recobraron su posición, y atacando con nuevo ímpetu rechazaron a los moros y les hicieron retirarse hacia Dalias y Andarax con pérdida de mil quinientos hombres.

»A pesar de este triunfo, el MARQUÉS consideró falsa su posición y se replegó a Adra.

»ABEN-HUMEYA se retiró hacia Cádiar y Valor a rehacer su gente y reponerse del anterior descalabro.

»Otro suceso próspero ocurrió por estos días e inspiró no poco desaliento a los moriscos.- El Comendador Mayor de León arribó a la Costa de Velez con una escuadra de veinticinco galeras, traídas de Italia, para favorecer la empresa de la reducción.

»Cerciorado de la desgraciada tentativa de ARÉVALO DE ZUAZO contra el Peñón de Frigiliana, resolvió acometer nuevamente esta empresa antes que la insurrección tomase mayor incremento. Para obtener el beneplácito de D. JUAN DE AUSTRIA despachó a Granada a su primo D. MIGUEL DE MONCADA, y recibió la debida autorización. Asistido por el mismo corregidor, por D. JUAN DE REQUESENS, marino ilustre, y por otros capitanes y señores de Málaga, desembarcó con los tercios de Nápoles en Torrox, y recibió refuerzos de la misma ciudad y de otras villas.- Ordenado su campo, practicó un reconocimiento y dispuso acometer por tres puntos simultáneamente; por la loma de Puerto Blanco, por la cumbre y por la cuesta (11 de Junio).

»Era la subida agria, y la resistencia de los moros tenaz y ventajosa: hasta las moriscas peleaban con aliento varonil. Casi todos los veteranos de Italia, acaudillados por D. PEDRO DE PADILLA, fenecieron en la vanguardia. Otros muchos capitanes esforzados hallaron la muerte en la penosa subida, hasta que, esforzándose los capitanes de Velez, CEREZO Y VOZMEDIANO, y el Alférez malagueño CARAVEO, penetraron en el fuerte, donde los enemigos tenían un vasto campamento de chozas y tiendas.- Este suceso hizo desmayar a los moros y abandonar sus enriscadas posiciones: muchos escaparon por derrumbaderos y sendas estrechísimas; otros fueron pasados a cuchillo. Quedaron cautivas hasta tres mil personas de ambos sexos. El despojo de seda, oro y plata, perlas, granos y bestias fue considerable. La gente de Loja, Alhama y Alcalá la Real, acaudillada por el corregidor D. Gómez de Figueroa, y la de Archidona por el ilustre poeta, amigo de CERVANTES, D. LUIS BARAHONA DE SOTO, se presentaron en número de ochocientos hombres a pie y a la gineta momentos después de conseguida la victoria; y como su presencia era ya innecesaria, recorrieron los lugares comarcanos saqueando y matando.

»ABEN-HUMEYA se propuso alentar a sus soldados y hacerles olvidar los anteriores sucesos acometiendo empresas de mejor éxito. Despachó al MALEH con cuatro mil hombres hacia el río Almanzora; puso en insurrección completa todos los lugares de esta comarca y se hizo dueño de los castillos y peñas bravas que aún se conservaban del tiempo de la conquista. Los destacamentos cristianos de los castillos de Oria, Las Cuevas y Seron opusieron alguna resistencia; pero esta última plaza, la más importante de aquella tierra, se rindió después de ser derrotado D. ENRIQUE ENRÍQUEZ, que acudió de Baza con socorro, y de ser preso el alcaide defensor DIEGO DE MIRONES por las fuerzas del MALEH y de un capitán intrépido llamado el MECEBE.

»Las ventajas de los moriscos y la soberbia y perseverancia de ABEN-HUMEYA en hacer la guerra lastimaban profundamente el amor propio de D. JUAN DE AUSTRIA. El animoso príncipe permanecía en Granada devorado de impaciencia por la tardanza de los refuerzos que consideraba necesarios para emprender una campaña de cuyo éxito dependía su porvenir glorioso. No siéndole dado salir al campo con la celeridad que apetecía, dictaba las órdenes oportunas, a fin de guarnecer las fortalezas más débiles y conservar las posiciones más favorables para sus planes ulteriores. Con estas miras reforzó las guarniciones de Oria y los Velez, y encomendó este partido a D. JUAN DE HARO.



»Entre tanto, se agitaba entre los consejeros de Granada la cuestión de si era o no conveniente expulsar sin tregua ni dilaciones a las familias moriscas que permanecían tranquilas en la ciudad, aunque propicias a la insurrección.- El Gobierno de FELIPE II sancionó esta medida terrible, y encomendó a D. JUAN su rápida ejecución.

»En efecto, el 23 de junio amanecieron puestos sobre las armas todos los batallones de la guarnición de Granada y los destacamentos de los lugares de la vega. En seguida se promulgó bando general mandando a todos los moriscos acudir a sus parroquias respectivas. Las familias enteras obedecieron llenas de terror y persuadidas de que les amenazaba un infortunio extraordinario, y quizás la muerte. El presidente DEZA, a quien se comunicó el recelo que aquejaba a los infelices proscriptos, les dio seguridades de vida, y comisionó a D. ALONSO DE GRANADA VENEGAS para que los tranquilizase.

»Permanecieron los moriscos encerrados en la iglesia toda la noche y custodiados por guardias en las puertas, y a la mañana siguiente los fueron trasladando entre gente armada a los salones del Hospicio. Una gruesa columna de tropa, a cuya cabeza estaban D. JUAN DE AUSTRIA, el DUQUE DE SESA, el MARQUÉS DE MONDÉJAR, LUIS QUIJADA y el licenciado BRIBIESCA MUÑATONES, se extendía por todo el Triunfo, desde la Puerta de Elvira hasta el edificio de la Casa de los locos. El Caballero FRANCISCO GUTIÉRREZ DE CUÉLLAR estaba allí con una oficina formando el padrón de los que eran conducidos.

»D. JUAN, que había calmado la inquietud de los proscriptos, tuvo que deplorar un suceso funesto. El capitán de Sevilla, ALONSO ARENALLO, dispuso llevar los moriscos de una parroquia, precedidos de un crucifijo en el asta de una lanza cubierto con un velo. Los desventurados que veían aquella insignia, y las moriscas que caminaban llorando detrás, creyeron que eran conducidos al cadalso, y una de ellas exclamó:-"¡Oh desventurados de vosotros, que os llevan como corderos al degolladero! ¡Cuánto mejor os fuera perecer en las casas donde nacisteis!" -Con este hecho hubo ya algunas alarmas, hasta que, al llegar a la puerta del Hospicio, un Carranchel, llamado VELASCO, dio un palo a un morisco joven medio loco: éste le hirió con un ladrillo que halló a la mano: acudieron los alabarderos al alboroto, y, creyendo que el herido era D. JUAN, mataron al morisco y trataron de hacer lo mismo con los restantes.- Presentose D. JUAN y apaciguó el tumulto, y mandó al historiador LUIS DEL MÁRMOL y a D. FRANCISCO SOLIS la ejecución de algunas medidas que evitasen tales desórdenes.

»Con la más exquisita vigilancia, para refrenar las intenciones aviesas de la soldadesca, fueron encerrados todos los moriscos de Granada y de su Vega útiles para la guerra, quedando por entonces los viejos, las mujeres, los niños, muchos artesanos útiles y otros que tuvieron favor o medios de gratificar a los agentes subalternos fue (dice MÁRMOL) un miserable espectáculo ver tantos hombres de todas edades, las cabezas bajas, las manos cruzadas y los ojos bañados de lágrimas, con semblante doloroso y triste, viendo que dejaban sus regaladas casas, su familia, su patria, su naturaleza, sus haciendas y tanto bien como tenían... Quedó grandísima lástima a los que habiendo visto la prosperidad, la policía y el regalo de las casas, cármenes y huertas, donde los moriscos tenían todas sus recreaciones y pasatiempos, y desde a pocos días lo vieron todo asolado y destruido.



»Mientras D. JUAN y sus consejeros se ocupaban en expulsar los moriscos de Granada y su vega, ABEN-HUMEYA hacía una correría gloriosa por los lugares del Río Almanzora, y se proporcionaba reclutas, armas y caballos.- Satisfecho del buen resultado de su incursión, regresó al Laujar de Andarax para organizar nuevas huestes y dar algún respiro a sus voluntarios.

»Desde su guarida escribió a D. JUAN DE AUSTRIA, a D. LUIS DE CÓRDOBA y al MARQUÉS DE LOS VÉLEZ, quejándose de los inhumanos tormentos a que la Inquisición había sometido a D. ANTONIO DE VALOR, su padre, y a D. FRANCISCO, su hermano : se declaraba él mismo único responsable de la guerra promovida, y se brindaba a entregar ochenta cautivos en canje de sus dos caras personas: amenazaba ejercer crueles represalias si no se mitigaba la persecución de su familia.

»Celebrose consejo para decidir si era o no conveniente contestar, y, después de algunos debates, se acordó que el mismo D. ANTONIO DE VALOR escribiese a su propio hijo manifestándole que era tratado con dulzura, y que, eran inexactos los informes sobre su tormento

»Tranquilizado ABEN-HUMEYA con estas noticias, partió de Andarax con fuerzas respetables, y se encamino hacia Almería con ánimo de ocuparla.- D. GARCÍA DE VILLARROEL, que supo su designio, se emboscó junto a Güecija, sorprendió la división enemiga y desbarató los proyectos de ABEN-HUMEYA.- La concentración de los rebeldes hacia Almería permitió hacer al capitán DON ANTONIO DE CÓRDOBA una correría en el Valle de Lecrin, en cuyos lugares sostuvo, con ventaja a veces, con pérdida otras, varias escaramuzas.

»En esto (julio), el MARQUÉS, DE LOS VÉLEZ, que, desde su retirada de Berja continuaba en Adra, recibió órdenes del Gobierno para acelerar sus operaciones en la Alpujarra. Para ello allegó numerosos refuerzos y partió hacia Ugíjar.

»Enterado ABEN-HUMEYA de sus movimientos, destacó a su tío el ZAGUER y al HOSCEYN, capitán turco, con cinco mil hombres, a disputar el paso del barranco de Lucainena; pero estos moriscos fueron rechazados, y el MARQUÉS volvió a ocupar segunda vez a Ugíjar.

»Sentido ABEN-HUMEYA de este revés, y afligido con la muerte del ZAGUER, que sucumbió en Mecina de Tedel a impulso de una fiebre maligna, reunió sus voluntarios en Valor y se jactó de desalojar en breve al de LOS VÉLEZ de sus posiciones. Ofendido el MARQUÉS de tal provocación, tomó la delantera en el ataque y partió en busca de los rebeldes. Trabose una escaramuza bastante porfiada en las inmediaciones de Valor, y en ella cedieron los moriscos.- Los cristianos siguieron al alcance de los fugitivos al través de quebradas y barrancos, y sólo hallaron el cadáver de DIEGO DE MIRONES, el Alcaide de Seron, y el de un morisco llamado ALGUACIL, a quienes ahorcaron para entretener a los perseguidores».



Por segunda vez tenemos que interrumpir a Lafuente Alcántara.

La escaramuza de que acaba de hablarnos nos recuerda la célebre calaverada con que el MARQUÉS DE LOS VÉLEZ puso término a sus hazañas de aquel día (3 de agosto de 1569), y que tanto le criticaron sus émulos.

Fue el caso que, terminada la lucha por haberse dispersado los moriscos, el MARQUÉS llegó, persiguiéndolos, a las excelsas cumbres de Sierra Nevada, sin más acompañamiento que dos o tres caballeros principales que lo seguían penosamente a una gran distancia.

«Iba (o solía ir, según un testigo presencial) en su caballo bayo, encubertado a la bastarda, con muchas plumas encima de la testera; el cual iba poniéndose con tanta furia, lozanándose y mordiendo el espumoso freno con los dientes que, señoreando aquellos campos, representaba bien la pompa y ferocidad del Capitán General que llevaba encima...»

Poco antes de llegar a lo alto, reventó aquel caballo tan pujante; pero el MARQUÉS tomó otro, en el cual atravesó las eternas nieves, al oscurecer, por el Puerto de Loth o de la Tabla, y descendió a Lacalahorra, capital del Marquesado del Cenet, que forma parte del Partido de Guadix. Allí pasó la noche (probablemente en el castillo, que aún existe, del Duque del Infantado), y, a la mañana siguiente, tornó a salvar la Sierra y regresó a Valor con gran cantidad de vituallas...

Anduvieron, pues, injustos sus rivales al deducir de todo esto «que perdió la acción del día precedente, puesto que tuvo que irse a dormir a Lacalahorra»...- ¿Qué sabe nadie lo que el famoso DON LUIS FAJARDO tendría que hacer en aquella villa; ni si llegó a pegar los ojos en toda la noche; ni si lo citaron; ni si iría meramente en busca de víveres frescos para su única y descomunal comida diaria? -No hay nada más torpe o inconsiderado que el odio.



Continúa Lafuente Alcántara:

«Neutralizaron las consecuencias de estas ventajosas escaramuzas algunos refuerzos de turcos, argelinos y moros. Entusiasmados por las exhortaciones de sus morabitos, desembarcaron en ocho fustas y se pusieron a las órdenes de HOSCEYN.- ABEN-HUMEYA se rehízo con esta gente, reiteró sus correrías y paralizó las operaciones del MARQUÉS DE LOS VÉLEZ.- Animados al mismo tiempo los moros del Valle de Lecrin, acometieron al Padul (21 de agosto) en número de dos mil hombres, y empeñaron una batalla formal con algunas compañías acantonadas en la población a las órdenes de D. JUAN CHACÓN, vecino de Antequera, PEDRO DE VILCHES, de Jaén, y JUAN CHAVES, de Trujillo. Los moros ganaron bravamente terreno, e incendiaron casi toda la población.

»Los cristianos resistieron en un reducido recinto, y D. MARTÍN PÉREZ ARÓSTEGUI, natural de Vergara, se defendió heroicamente en un torreón aislado, con cuatro criados cristianos y tres moriscos amigos.- La noticia llegó a Granada, y al punto volaron en su socorro fuerzas de caballería e infantería.- Con esta noticia los moros se replegaron a la Sierra, dejando casi todo el Padul reducido a escombros.



»Ocurrían a la sazón graves desavenencias entre el MARQUÉS DE LOS VÉLEZ, orgulloso y engreído en demasía, y D. JUAN DE AUSTRIA y sus consejeros.

»Quejábase el primero de que le tenían desamparado sin proporcionarle víveres ni refuerzos; y los segundos vituperaban su ligereza y su loca ambición de sosegar el levantamiento sin contar con los consejos y combinaciones de los que residían en Granada.

»Llegaron a noticia del rey tales desavenencias, y el MARQUÉS DE MONDÉJAR fue llamado a la corte para informar sobre ellas.- Habiendo cumplido con este mandato, fue nombrado Virrey de Valencia, y después de Nápoles...

»Mediaron entre tanto, sangrientas escaramuzas hacia Cuevas de Vera, en Albacete de Órgiva y en el Valle de Lecrin, hasta que la guerra cambió de aspecto con la muerte de ABEN-HUMEYA.»

[...]


-Doblemos la hoja, -exclamé al llegar a este punto.- No es cosa de enterarse del trágico fin del REYECILLO por extractos y referencias... Pasado mañana saldremos para Sierra Nevada, y allí, contemporáneos y testigos presenciales de los hechos nos lo referirán con todos sus siniestros pormenores...- Descansemos entro tanto...

Dije; y, dando las buenas noches a Lafuente Alcántara, me dormí como el último de los mortales, bien que para soñar con la Sierra, con Cádiar, con la Semana Santa, con el Mulhacén, con Ugíjar, con la muerte de ABEN-HUMEYA, con la muerte de ABÉN-ABOO, y con todas las demás interesantes perspectivas que me presentaba el gran viaje que va a ser objeto de la sexta y última parte de esta obra.



FIN DE LA QUINTA PARTE