Julieta y Romeo/Acto 1/Escena 4
ESCENA IV.
JULIETA.
(Ha cerrado la noche. Julieta ha quedado absorta en una muda meditación, sin ni siquiera haber reparado en la salida de Talerm. Animada de pronto por un ruido que le ha parecido oir, corre lijera hácia la puerta secreta y se detiene confusa al verse defraudada en sus esperanzas.)
El es!… mi amor! Romeo!…—Ah! no, me engaño!
(Tornando melancólicamente al proscenio.)
Es el viento que ajita la enramada;
es la brisa que arrulla de las flores
los verdes ramos y las hojas gayas.
Ya no vendrá!—Cual siempre, dolorida,
aquí me encontrará la luz del alba,
cual siempre el sol sorprenderá en mis ojos
las golas de rocío de mi alma.—
(Acercándose á la ventana.)
Qué oscura está la noche, y que tranquila!—
Ya no vendrá, ya no. Vendrá mañana.—
Yo prenderé una flor á mis cabellos:
una flor! y qué flor?… Una guirnalda
será mejor. Me haré para él hermosa,
hermosa, sí.—Dios mió! cuanto tarda!—
Yo quisiera abrazarle una vez sola
aunque á morir al punto me arriesgara,
que si se hallara aquí, me mataria
al menos el amor, no la tardanza.
(Deteniéndose para escuchar.)
Oigo pasos!… él es!… él es!
(Se abre la puerta secreta. Julieta se precipita despidiendo un grito supremo.)
Oigo pasos!… él es!… él es! Romeo!