José Moñino (Retrato)

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


EL CONDE DE FLORIDABLANCA.

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Don Josef Moñino, tan ilustre despues con el título de Conde de Floridablanca, nació en Murcia en 21 de Octubre de 1728 de una familia antigua y noble, reducida por el trascurso del tiempo á una honesta medianía. La reputación que supo granjearse como Abogado le elevó en 1766 á la plaza de Fiscal del Consejo de Castilla, donde fue compañero del célebre Campomanes, y la habilidad manifestada en los negocios eclesiásticos que despachó en aquel empleo, le proporcionó su nombramiento á la embajada de Roma hacia los años de 1770. Allí fue donde acabó de hacer muestra de su carácter conciliador y agradable, y de su destreza singular en el manejo de los asuntos mas difíciles y complicados. El contribuyó muy eficazmente á la elección del Sumo Pontífice Pio VI, restableció la buena armonía de la Santa Sede con las Cortes de España y Francia, y terminó ventajosamente las negociaciones que pendían en Roma con los Príncipes de la casa de Borbon, y particularmente con el Rey de España. En premio de estos servicios fue hecho Conde de Floridabianca, y poco después, sin pensarlo ni preverlo, llamado á la Corte para encargarle la Secretaría de Estado por el retiro del Marques de Grimaldi.

D. JOSÉ MOÑINO.
Conde Floridablanca. Nació en Murcia el dia 21 de Octubre de 1728, y murió en Sevilla el 30 de Diciembre de 1808.

Sus primeras operaciones fueron dirigidas á conciliar para su Corte la amistad y respeto de aquellas Potencias que pudiesen en todos tiempos contribuir a la dignidad y mayor poder del Estado, y en caso necesario á su defensa y seguridad. Preveia ya el Conde la guerra que iba á estallar entré Francia é Inglaterra con motivo de la insurrección de las Colonias británicas en América, como con efecto se verificó en 1778, teniendo también la España que tomar parte en ella poco después. Duró cinco anos con variedad de sucesos y de fortuna: los reveses de mar fueron compensados con los acontecimientos prósperos de tierra; y los descalabros padecidos en algunos encuentros navales, el incendio de las flotantes y el desabrimiento de no tomar á Gibraltar, pudieron equilibrarse á los ojos de la opinión pública y de la política con la toma de Menorca, con la conquista de Panzacola y una gran parte de la Florida, y con la captura del gran convoy británico en las Azores. España por todo el discurso de la contienda recogió abundantes frutos de las negociaciones anticipadas por su Ministro. Las conexiones y garantías convenidas con Portugal nos aseguraron el sosiego de la América, y alguna vez la proporción de traer de allá nuestros tesoros: los tratados con el Emperador de Marruecos daban abrigo en las costas de África á nuestros cruceros marítimos y auxilios abundantes para el bloqueo de Gibraltar: las relaciones con Heider-Alí distraian las fuerzas del enemigo en la India, mientras que en Europa, por medio del famoso convenio que se llamó la neutralidad armada, y se debió á las sugestiones del Gabinete español, se aseguraba la navegación y comercio de las Potencias neutrales contra las pretensiones exclusivas de los ingleses, y no se les dejaba un solo aliado en esta parte del mundo.

La paz fue ajustada en el año de 1783 con unas condiciones muy favorables para España; y siguiendo á este feliz suceso otras negociaciones no menos honoríficas y ventajosas, el Conde pudo entregarse con mas quietud y seguridad á promover la prosperidad interior de la Monarquía. El hizo progresar rápidamente la civilización española en el camino ya abierto por su antecesor Ensenada. No es de este logar la relación menuda y completa de estas útiles mejoras: pero bastará recordar, entre otros muchos monumentos de su anhelo y diligencia, el libre comercio de Indias, el canal imperial de Aragon, las obras de riego en Lorca, la institución del Fondo pio beneficial, la erección del Museo de Ciencias, la del Jardín Botánico, y tantas obras de arquitectura, con que fueron decoradas la Corte y las Capitales de las Provincias, ejecutadas con la elegancia griega y con la solidez romana.

Muerto aquel Monarca en 1788, decayó sensiblemente el crédito y preponderancia del Conde en el gobierno. Reiteró ante el nuevo Rey la súplica, hecha antes á su augusto Padre, de que se le permitiese retirarse al sosiego de su casa, y no lo pudo conseguir. En 18 de Junio de 1790 un francés frenético le acometió con un puñal en la mano, y pudo herirle, aunque ligeramente, en las espaldas. Restablecido de allí á pocos dias, volvió al despacho como antes; pero en 28 de Febrero de 1792, fue separado repentinamente de su empleo, y desterrado al reino de Murcia, de donde pocos meses después se le llevó á la cindadela de Pamplona y se le formó proceso, bajo el pretexto de malversaciones y arbitrariedades en su ministerio. Aplacado después algún tanto el rigor de la Corte y absuelto de los cargos que se le hacian, se le permitió volver á su retiro de Murcia, donde hasta el año de 1808 estuvo disfrutando de la quietud que su avanza edad necesitaba, y de la dignidad y consideracion debidas á sus antiguos destinos y servicios. Las novedades ocurridas con motivo de la invasión francesa le llamaron otra vez al teatro político: su nombre podia mucho todavía, y él no se negó al honroso llamamiento de su Patria. Presidente al principio de la Junta de Murcia, Diputado despues en la Central y primer Presidente de este Cuerpo, falleció en Sevilla en 30 de Diciembre del mismo año de 1808, con la satisfaccion de verse al frente de la Nacion en una crisis tan árdua y tan gloriosa.


Véase también a José Moñino en Wikipedia