Invierno (Herrera y Reissig)
El invierno embalsama, con sugestión de faustos emolientes, las cosas... Ebria por el ventisco, la luna sesga en postuma decrepitud su disco de azogue, que hipnotiza los predios inexhaustos. La casa se reposa... Se oye el balar arisco, como una pesadilla de clamores infaustos, en duelo de quién sabe qué antiguos holocaustos que lloran en el alma cristiana del aprisco. Riendo ante la bella Neith que su prez modula, el viejo una gloriosa lágrima disimula... Por fin, la besa y luego que solemne la escruta, úngela de tabaco, y su dicha completa picándola en su barba las mejillas de fruta, que aterciopela un vello brumoso de violeta...