Ideas y ética
de Emilio López Arango

Toda ideología tiene su ética. El anarquismo, ideal de libertad y justicia, es sobre todo una fuerza espiritual: el resultado de un lento proceso operado en el dominio de la cultura humana. ¿No se diferencian en eso los pueblos que lograron superar la primitiva barbarie y no esta en la decadencia del espíritu civil la verdadera causa del retroceso que se opera actualmente en todos los frentes de la civilización capitalista?
La teoría de la amoralidad es la negación de las ideas libertarias. El anarquista, si es inmoral para los moralistas burgueses, no lo es en lo que respecta a los fundamentos de la ética social. Quiere decir, pues, que es un adversario de las mentiras convencionales, de los prejuicios consagrados por la religión y las costumbres, pero no rompe con aquellos principios eternos que sirven de base a la sociabilidad y permiten al hombre distinguir lo justo de lo arbitrario, el bien del mal, el derecho, de la fuerza bruta.
Para definir las teorías anarquistas, en oposición a todas las creencias religiosas y doctrinas políticas que consagran el derecho del más fuerte, es necesario tomar como principio básico la idea de justicia. El hecho de que los actuales dominadores empleen la violencia y el crimen para defender sus privilegios y para continuar dominando a los pueblos, si nos demuestra que solo la fuerza resuelve el problema que llamaríamos biológico de la dominación capitalista, no justifica en cambio el olvido de las razones justicieras, altruistas y humanitarias que inspiraron a los mas esclarecidos teóricos del anarquismo en su propaganda contra la insolidaridad social, los instintos feroces y las pasiones egoístas de !as castas posesoras y gobernantes.
Al calor de los acontecimientos derivados de la guerra y las revoluciones políticas determinadas por la quiebra moral de la democracia, se han difundido en los ambientes proletarios ideas de dominación. La dictadura de clase concreta ese espíritu egoísta. El bolchevismo y el fascismo, sujetos a la misma causalidad histórica, traducen el instinto gregario de las masas que creen libertarse por la violencia, con lo que se llega a subordinar la vida del hombre y el porvenir de la humanidad a la primitiva ley del mas fuerte.
Se dirá que en la guerra todos los medios de defensa se justifican. El bolchevismo y el fascismo han agotado todos los recursos de fuerza para afianzar una dictadura de clase, suprimiendo las garantías de la ley común. Pero si las victimas tienen derecho a herir al victimario con sus propias armas, no debe en cambio ser olvidado que también hay una ley de guerra: la que protege a los no combatientes y a los neutrales contra la violencia de los beligerantes,
La cuestión moral, en la propaganda anarquista, se plantea precisamente frente a las derivaciones de la mentalidad
Bolchevique y fascista, porque es a trabes de esa reacción violenta contra las dictaduras que nosotros descubrimos la relajación espiritual de los partidarios de la violencia por la violencia. No es el caso de discutir si es lógico, en Rusia o en Italia, el procedimiento de responder con el terror de abajo al terror de arriba. Esta actividad esta sujeta a fueros individuales y a situaciones colectivas que no debemos poner en litigio los que vivimos fuera de aquellos ambientes preñados de odios y de enconadas pasiones. Lo que importa es plantear el problema de la lucha contra todas las manifestaciones de la dominación capitalista y contra la tiranía del Estado, en el plano internacional, para definir el proceso de las ideas revolucionarias en la conducta moral de los partidarios del anarquismo.
Invocando la necesidad de defender a las victimas del fascismo, se intenta justificar todo acto de violencia que traduce la "intención" de herir al fascismo, pero que no alcanza a una sola de las múltiples cabezas de la hidra reaccionaria. Y se agrega que ese es un acto de guerra justificable, aun cuando vaya dirigido contra los no combatientes y se realice en un terreno neutral. ¿Basta el propósito oculto para admitir como necesario el inútil sacrificio de vidas en empresas que tienen ante todo el sello de la impunidad y que a lo sumo demuestran un absoluto desprecio de los principios humanitarios v justicieros que arman el brazo de los verdaderos vengadores?
Nosotros vemos en cierta clase de atentados antifascistas [1] el sello del fascismo. No es que inspire el gobierno italiano y sus agentes provocadores esa acción terrorista: es un fenómeno mental esa inclinación a la delincuencia política y sus autores sufren la influencia del mismo proceso patológico que lanzo a Italia a la más cruel y bestial guerra civil.
Generalizando el problema de la delincuencia, descubrimos en ese anarquismo que exalta el delito v hace del robo una virtud revolucionaria, las mismas causas morales, sociales e históricas. Ya no se trata de combatir a la burguesía por su condición de clase privilegiada, oponiendo al régimen de la propiedad privada, de la explotación del hombre por el hombre una idea de justicia, de igualdad y de libertad: se recomienda el procedimiento de la expropiación individual, del despojo con fines personales, para luchar contra los apropiadores de las riquezas colectivas. Y eso importa tanto como admitir que sea posible llegar a la revolución repitiendo los errores consagrados por las castas dominantes v empleando las mismas armas de los enemigos.
Hemos expuesto en varias oportunidades nuestro concepto sobre el problema moral que, para la propaganda y las ideas anarquistas, plantea el culto a la violencia instintiva, al terror irresponsable y el egoísmo Llevado al extremo de la delincuencia común. Partiendo de esa conclusión ética, a la que subordinamos la conducta de Ios militantes del anarquismo, combatimos los atentados que no realizan un objetivo preciso -que exteriorizan desprecio por la vida humana e inútil crueldad-, como denunciamos como antianarquista la practica del robo con fines individuales. ¿No esta de acuerdo nuestro juicio con el punto de vista de los que entienden que la guerra contra la burguesía debe ser llevada a todos los terrenos, sin tener en cuenta los medios, persiguiendo únicamente un fin que no siempre puede ser confesado y defendido?
Porque no nos consideramos infalibles, ponemos en litigio nuestra opinión y la discutimos públicamente, en la prensa y en la tribuna.


  1. El autor alude en este párrafo y en el que le sigue, a algunos atentados y otros hechos de delito común, llevados a cabo en el transcurso de los años 27 y 28, y cuya responsabilidad y ejecución se pretendió endosar a los anarquistas. (Nota de los Editores).