Huellas literarias/Very volado

Very volado

Monsieur Very, dueño del restaurant de su nombre, acaba de ser volado en París.

La explosión de la bomba repercute en el viejo continente, ruinoso por el tiempo, podrido por el egoísmo, amenazando derrumbarse por sí sólo en forma de cascotes espontáneos...

Cinco heridos graves; algunas señoras contusas; Very, moribundo, con las piernas rotas; su mujer, como la Carlota de Maximiliano, convulsa y loca; gritos de hombres, ayes de niños; el restaurant convertido en escombro sobre el que aletea tristemente el ave negra de la Anarquía...; y Lhérot, el descubridor de Ravachol, proscripto de la vida, caminante al azar con paso tardo de res herida, llevando en su juvenil cabeza la cruel nevada de las injusticias sociales, huirá a través de París perseguido por la sombra de Ravachol. ¡Ah! Si Lachaud pudo llamar a Troppmann «genio del crimen», y pedir que el vulgo se inclinara ante la obra siniestra de aquel asesino, puede asimismo graduarse de genios de la destrucción a esos hombres ignorados y obscuros, verdaderos mineros de la revolución, para los cuales diríase que fue hecha la volteriana frase con que fustigó un pensador la trágica iniciativa de Marat,: -¡Grande es el reino de Nada; reinemos en ella!...


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París tiembla de miedo; tiembla por su vida, por sus hermosas habitaciones, por la belleza de sus monumentos, por el sibaritismo de sus placeres de insaciable Mesalina. No tiembla ciertamente por Very moribundo.

Y, sin embargo, París ha volado a Very. No han sido, no, los anarquistas, ni los compinches de Ravachol. Es una víctima de la indiferencia y el egoísmo...

El buen Very, conduciéndose como un yankee, como un ciudadano del porvenir, linchó moralmente a Ravachol. Gracias a Very librose París de la diabólica acción de aquel energúmeno de la anarquía, engendro híbrido con corazón de fiera y labios pintarrajeados de mujer liviana. En los Estados Unidos se habría premiado inmediatamente la salvadora iniciativa de aquel vecino digno; en todo caso no se le habría expuesto a la venganza de los perseguidos.

Pero Paris es la capital del egoísmo europeo. Very fue visitado por curiosidad como si fuera el mono con plumas en el rabo, que llama actualmente la atención en el Museo Británico. Después... nada; un Very más, un tonto, un intruso, un entrometido que se había tomado el trabajo de salvar a una sociedad que se ríe de todo...


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Hay algo más horrible; Very, abandonado y medroso, va de puerta en puerta, como el Valjean de Víctor Hugo, pidiendo hospitalidad.

Quiere vender el restaurant y no puede; quiere traspasarlo, y tampoco puede; quiere, en fin, alejarse de allí, expatriarse de París, abandonar cuanto ama y admira, pero el gobierno no puede atenderlo con la premura que requiere el caso; hay que formar expediente, como en España, y tramitar el miedo justificado de aquel hombre. Los caseros, al verle, cierran las puertas de sus casas. Se evita su compañía por peligrosa; se le deja en el arroyo y a merced de las bombas anarquistas. Es un réprobo que inspira más desconfianza que Ravachol... Porque Ravachol tiene el valor del siniestro, y Very es un Orozco de la burguesía. -¡Ecce Homo!...

Y el pobre Nazareno, cargado con la cruz del odio anarquista, haciendo el paso del Calvario en la moderna Roma, -que espera entre risas y bromas la llegada de los bárbaros del Norte- sin hogar, sin restaurant, sin gobierno que lo proteja, -viendo que se le niega el agua y el fuego, cae al fin, perseguido por la sombra de Ravachol, destrozado por la metralla, para purgar el crimen de haber dado una prueba de valor moral en una sociedad cobardemente egoísta.

Con arreglo al sentido jurídico hay derecho para perseguir al autor del atentado contra Very. Con arreglo a la conciencia racional no hay un solo parisiense que tenga derecho a castigar al criminal. Very, puede decir: -Todos en mí pusisteis vuestras manos.