Nota: Se respeta la ortografía original de la época

HUAMANTANGA

Este pueblo, cuna del ilustre cosmógrafo mayor del Perú, doctor de José Gabriel Moreno, se halla situado en la cima de un cerro de empinadísima cuesta. Dista de Canta cinco ó seis leguas, de endiablado camino.

En Huamantanga se venera un Crucifijo muy milagroso, cuya fiesta se celebraba anualmente el 3 de Mayo, con extraordinaria pompa y magnificencia. Concurrían de todos los pueblos de la provincia en romería, hasta 1855, de dos á tres mil almas, y por lo menos un centenar de devotos que iban desde Lima. Los gastos de la fiesta se hacían con erogaciones voluntarias de los fieles, y contribuía en no poco el mayordomo que era siempre algún rico hacendado de la provincia. El que lo fué en 1813, llevó el fausto hasta haber forrado con una lámina de plata el altar mayor.

Después de la batalla de la Palma, en 1855, empezó la decadencia de Huamantanga.

Son innumerables los prodigios que se cuentan de esta efigie. Su capilla se erigió por los padres de la Merced, por los años de 1600 á 1602.

Según el cronista Córdova y Urrutia, la constante é inalterable tradición que se tiene de este Señor Crucificado es

que, á fines del siglo xvi, los habitantes del pueblecito enviaron á Lima un comisionado para comprar o hacer fabricar una imagen de Cristo en la cruz; pero habiendo llegado al lugar llamado Taro, á tres leguas de Huamantanga, se encontró con dos individuos que dijeron ser escultores, y que se comprometieron á hacer la efigie, con la condición de que nadic fuese á visitarlos é interrumpirlos en la choza en que se aposentaran, que se les diese las herramientas y materiales que indicaron, que terminada la obra les pagasen lo que creyeren justo, y que los alimentos se los pusieran en la puerta, á la madrugada. A los ocho días desaparecieron los caballos de los viajeros, y recelando los vecinos haber sido burlados por apócrifos escultores, penetraron en la choza, y encontraron la imagen concluída, quedando tanto más absortos cuanto que los materiales que proporcionaron existían intactos, así como los víveres. No cabía para ellos duda de que la efigie era obra de ángeles, y no de humanos escultores.

En la vecindad de la choza brotan unos arbustos, de cuya madera, que es muy amarilla, se labran unas crucecitas llamadas del Señor de Huamantanga, y que en la fiesta de Mayo obtienen los fieles por un real de limosna para el culto religioso en la capilla. Todo devoto que iba de Lima traía crucecitas, como recuerdo, á las familias amigas.

La efigie era de la misma composición, pasta ó material que empleaban en Nápoles los escultores llamados cartapistas, á quienes ocupó mucho el emperador Carlos V en que trabajasen imágenes de santos para el Perú y para México.

Cuando la guerra de la Independencia, á fines de 1821, en la retirada del general Canterac para la sierra, fué saqueado é incendiado el pueblo de Huamantanga y también el de Puruchuco, porque los vecinos, que eran partidarios del general San Martín y de la causa patriota, habían emigrado. La capilla del Señor de Huamantanga fué lo único que ordenó Canterac se salvase de saqueo é incendio. Algo más, Canterac había hecho, en 1818, á la capilla un regalo valioso.

Puruchuco y Huamantanga eran pueblos que proveían de papas al vecindario de Lima, el cual las consideraba superiores á las producidas en otros lugares de serranía. A las de Puruchuco las distinguían con el nombre de papa-lucha, y á las de Huamantanga con el de papa-changa. Es tradicional que al irse en Lima, á fines de Septiembre de 1821, noticia de la destrucción de ambos pueblos por los soldados del rey, se cantaba en los barrios de Cocharcas y de Malambo, la siguiente copla:

Ni más Puruchuco,
ni más Huamantanga,
ni más papa-lucha,
ni más papa-changa.

Hoy mismo se oye como refrán, entre la gente criolla de Lima, esta frase:—Ni más Puruchuco, ni más Huamantanga,—para expresar que ha roto uno definitivamente relaciones con tal ó cual persona.

Cuentan de Huamantanga que vivió en el pueblo una beata, fallecida en olor dę santidad, la cual conjuraba á las brujas haciendo con los dedos una señal de cruz, y diciendo:

Oca, toca,
grillos en tus pies y freno en tu boca.

Refieren de la misma santurrona que, arrodillada ante la santa efigie. exclamaba:—¡Señor, Señor! No permitas que muera yo en Cuaresma, para que en día de vigilia no coman de mi carne los gusanos.—Agregan que la oyó Dios, porque habiendo caído gravemente enferma, en Semana Santa, la concedió vida hasta el martes de Pascua.

En 1870, la capilla de Huamantanga fué destruída por un incendio, ocasionado por descuido del sacristán, salvándose sólo la cruz de que pendía la efigie de Cristo. Esto ha influido mucho en que la antigua devoción decaiga, pues cree el pueblo que el Cristo nuevo es menos milagroso que el antiguo. También el altar ha sido reconstruído hace veinte años.

En ex-votos ó milagros de plata y oro, custodia, cálices, candelabros y alhajas, poseía ese santuario un capital aproximativo de cincuenta mil soles, del que fué despojado para que los niños de Chile (que en Huamantanga fusilaron al comandante Villegas y á los veinte soldados que lo acompañaban), no se apoderasen de él. Si se utilizó ó no para combatir al enemigo, lo ignoramos.

Todo lo que se puede asegurar es... que el caudalito se evaporó.